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México jaloneaba a Rusia casi corriendo. Estaba lloviendo, y tenía muchas prisas por llegar a algún lado. El más alto iba dando tropezones intentando seguir su ritmo, nunca pensó que alguien más bajo que él pudiera correr así de rápido. Ahora quizás entendía el por qué, pues aún recordaba el trabajado cuerpo de México estando en la playa.
—¡Aprieta el paso, princesa! —gritaba a la vez que reía—. Voy a llevarte a un lugar que espero te guste.
—Дерьмо (Mierda) —respiraba agitado, intentando alcanzar al moreno—. ¡Más despacio, Мексика!
Sentía el fuerte agarre del contrario en su muñeca. El áspero tacto de su mano, sin embargo era agradable, su piel era cálida. Inconscientemente, una sonrisa se reflejaba en su rostro. Alcanzaron a llegar a una discoteca. Desaceleraron el paso a la vez que se cubrían bajo el techo del lugar. La cara de Rusia cambio inmediatamente al estar ahí.
—Нет (No) —retrocedió un par de pasos—. Lo siento, yo debo irme.
—Ana, vamos —México seguía sosteniendo su muñeca—. Hay que divertirnos, ya estamos aquí.
La lluvia se intensificaba afuera. Bueno, si el destino lo quería, Rusia no tenía por qué oponerse. Aunque hubiera querido volver al hotel, no podía arriesgarse a empaparse y luego enfermar arruinando los planes que tenían para mañana.
—De acuerdo —vio la sonrisa de felicidad del contrario—. Pero solo lo hago por ti, ¿de acuerdo?
Volvió a sonreírle arrastrando a Rusia dentro del edificio. El contrario únicamente veía a su alrededor. Las luces de colores, la música a todo volumen. Todo aquello eran cosas que evitaba siendo varón. No le agradaban las fiestas, ni los bailes. Veía todo con repudio, intentando no demostrarlo demasiado con su expresión facial. De pronto ya no sintió la mano de México sobre su muñeca. Volteó alarmado, sin encontrarlo. Gracias a su altura, podía intentar buscarlo en otros lados, hasta que lo encontró no muy lejos.
Lo veía bailando al ritmo de la música, divertido. Rusia rodó los ojos y fue a la barra del antro. Se arrastró a empujones hasta llegar ahí y sentarse en uno de los banquitos frente a la chica atendiéndolo.
—Buenas noches, linda, bienvenida a Night Timez —Rusia asintió—. ¿En que puedo ayudarle, corazón?
—Sirvame un vodka en las rocas —respiró hondo regresando su vista a la pista de baile.
Ahí estaba México saltando y moviéndose sin parar. Bailaba con otra latina. Ella intentaba pegarse a su cuerpo, más él la empujaba lejos, no quería tenerla tan cerca. Por algún motivo, aquello hacia estallar los nervios de Rusia. ¿Por qué demonios simplemente no lo dejaba en paz? ¿Qué no veía que no quería bailar así con ella? Pronto se dio cuenta e intentaba sacudir aquellos pensamientos de su cabeza.
—Vodka en las rocas —escucho a la cantinera, así que regreso su vista a ella—. Disculpa, no quiero ser entrometida, ¿pero aquel guapo joven es tu novio?
Rusia casi escupió al instante el vodka que se estaba tomando. Tosió un par de veces por el shock de la pregunta tan repentina.
—¿Qué dice? Claro que no —dejó el vaso de cristal sobre la barra—. ¿Acaso no ve que soy...? ¿Qué él es...?
—¿Qué eres qué, jovencita? —Rusia hizo una mueca de fastidio—. ¿Bella? ¿Linda? ¿Qué él es demasiado para ti?
—Por Dios, no —Rusia estaba frustrado—. Si tan solo usted entendiera por lo que estoy pasando.
—Hija, te aseguro que alguna vez todas pasamos por la misma situación que tú —le dijo dándole algunas palmadas suaves en la mejilla—. Te daré un consejo, no te dejes acomplejar por un hombre. Eres demasiado bella, y se ve que tienes un carácter bellísimo. Si lo quieres, ve por él, no por nada vino contigo a un lugar como este. ¿Qué tal si lo invitas a cenar después? A veces una debe dar el primer paso.
Dicho eso, le guiñó el ojo y se alejó de Rusia. Suspiró frustrado nuevamente, ¿es que acaso no había entendido? No era su novio, no le interesaba estar de esa forma con México. Sólo eran amigos, nada más. Y seguramente cuando todo eso acabara, dejaría de hablarle y volvería a ser el frío y serio Rusia. Quizás eso sería lo mejor.
Comenzó a sonar otra canción en los altavoces, Rusia le dio otro sorbo a su bebida. Sentía una presencia detrás de si, temía voltear, sabía lo vulnerable que era siendo una mujer. De lo contrario, se daría media vuelta para encarar a quien sea que estuviera detrás de él.
—Señorita —reconocía esa voz, dio media vuelta encontrándose a México—. ¿Me concede esta pieza, por favor?
—¿Qué? —volteó a todos lados, intentando ver a quien se referia—. ¿Yo?
México esbozo una sonrisa boba, tomándole de la mano.
—Мексика, подожди, подожди (México, espera, espera) —intentaba oponer resistencia—. я не умею танцевать (No sé bailar)
—Неважно (Eso no importa)
La jaló a la pista de baile. Ahí soltó su mano y volvió a moverse al ritmo de la música. Rusia miraba a todos lados, comenzaba a darle ansiedad social estar ahí parado sin hacer nada. En realidad, no había algún paso que todos estuvieran siguiendo, así que simplemente empezó a mover los brazos tímidamente.
—Sin pena, princesa —México le tomó de las manos, comenzando a guiar sus movimientos—. ¿Ya ves que es fácil?
—Да (Si)
De pronto sentia la música en su cuerpo, en su ser. Movía los pies al tiempo que los de México también se movían de un lado a otro. Sus caderas se movían como un barco en altamar, pronto sintió que entendía el arte de bailar junto a los demás. Y, extrañamente, México si lo quería cerca, a diferencia de la mujer de hace rato.
Comenzaron a bailar cada vez más juntos, a Rusia no le molestaba. Todo lo contrario, estando más cerca podía apreciar los detalles del rostro de México. Además, con sus manos tan cerca podia detectar su trabajado cuerpo aún estando este oculto bajo la tela.
—Oh, ¡Payaso de Rodeo! —una nueva canción sonaba por los altavoces—. Levántate la falda.
—¡¿Perdón?!
—Levantatela hasta las rodillas, te va a estorbar —México se puso a su lado—. ¿Ya has bailado esto?
—Нет (No) —comenzaba a asustarse al ver qué todos se acomodaban—. ¿Qué tengo que hacer?
—Sólo imitame, no importa si eres torpe —comenzó a sonar la canción cada vez más lento—. Siempre hay una primera vez.
La canción sonó más rápido. De pronto todos se movían de un lado al otro. Rusia intentaba seguirles el ritmo, chocando con las personas a su lado. Le dió un pisotón a México con su tacón y daba demasiadas vueltas. Terminaba por marearse. La canción no se detenía, solo iba más y más rápido. El vodka dentro de su sistema únicamente empeoraba todo. Puso una mano en su boca conteniendo las náuseas.
Un poco antes de que acabará la canción, le dio otro pisotón a México, quién movió su pie adolorido. Aquello provocó que Rusia resbalara y cayera. El moreno la atrapó justo a tiempo, colocando una mano detrás de su espalda y la otra sujetando su mano.
Todos aplaudían a su alrededor. Rusia sonreía torpemente, México adoraba esa sonrisa. Se acercaban poco a poco, cada vez más. ¿Sería acaso ese el momento en el que el euroasiatico volviera por fin a la normalidad?
Otra canción saco de su transe a México, está vez era “No rompas más, mi pobre corazón”. Levantó a Rusia y nuevamente se puso a bailar. Él soltó unas risas entretenido por ver a todos hipnotizados y coreografiados por una canción. Los imitó a la vez que se preguntaba qué demonios acababa de pasar.
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Pequeña advertencia antes de que continúen leyendo. Esta parte contiene contenido sexual no apto para personas menores de edad. Lean bajo su propio riesgo.
Por cierto, disculpen que este escrito con las patas. Hace mucho tiempo que no hago algo como esto.
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Ya era bastante noche. México había dejado a Rusia en su habitación para luego marcharse a la propia. El euroasiatico estaba bastante tomado, había bebido por lo menos tres vodkas en las rocas y tenía menor resistencia al alcohol que cuando era un hombre. Se aseguro de que la puerta estuviera cerrada y comenzó a desvestirse frente al espejo. Veía su silueta reflejada como una sombra, ya que la habitación estaba a oscuras.
Quizás era lo borracho que estaba, sin darse cuenta comenzaba a pasar sus manos por su piel desnuda, observando el reflejo frente a él. Imaginaba aquellas manos como las de alguien más, que tocaba su cuerpo con suma delicadeza, apenas rosando su blanca piel con las yemas de sus dedos. De pronto volvía en si y se veía con extrañeza, sin embargo casi inmediatamente volvía a lo que estaba haciendo.
Se recostó sobre la cama, mirando hacia el techo de la habitación. Boca arriba. Su mirada estaba perdida, al igual que sus pensamientos. No podía evitar que su mente divagara y fantasear con esa persona. Deslizó sus manos hacia sus pechos, simplemente sujetandolos suavemente. Sentía su textura, su volumen, como subían y bajaban al ritmo de su respiración.
Cerró los ojos, bajando después hacia su ingle, dónde intentaba sujetar su entrepierna. Obviamente, se sorprendió al darse cuenta de que le faltaba su pene. ¿Cómo demonios iba a poder darse placer siendo una mujer? No había tenido esa clase de experiencia.
—Siempre hay una primera vez —esa frase resonaba en su cabeza.
Apretó sus labios. “Venga, Rusia”, pensaba, “ya has podido hacerlo antes con tus parejas”.
Metió su mano bajo su ropa interior, con mucho miedo. Con las yemas de sus dedos palpó el monte de Venus, hasta llegar al clítoris. Apartó su mano rápidamente, respiró nervioso. Quizás era hora de dormir, pero demonios, estaba demasiado caliente ahora.
Maldijo en voz baja, comenzando a masajear suavemente. Aún no sabía qué ritmo le gustaba, así que comenzó lento. Cerró sus ojos intentando pensar cómo mover su mano para que fuera más cómodo. De pronto su mente se perdió en sus pensamientos. Flashbacks acudían a su imaginación, volviéndose fantasías.
Al principio veía a Sandy. Esa sonrisa, esos labios carnosos, ese cuerpo escultural de diosa que tanto le hacía babear ante sus pies. Esa piel morena... Del mismo color que la de México.
Repentinamente sus pensamientos se nublaron. ¿México? ¿Por qué pensaba en México? No tenía sentido, ni siquiera había tanta atracción como para pensar en él de esa manera.
Comenzaron a cambiar esas fantasías. Ahora estaba en la playa, viendo el trabajado cuerpo de México salir del mar. Su piel morena, brillando gracias a los rayos del sol. Las gotas de agua resbalando rápidamente por su cuerpo, como si lo estuvieran dibujando. Esas ásperas manos, que sujetaban las suyas, tan cálidas y llenas de cariño. Ese cabello rizado que se pegaba a su cuello de lo empapado que estaba, color azabache. Esos ojos marrones con esa mirada tan varonil que le regalaba en cada ocasión.
—Ah~... —jadeaba despacio imaginándose aquel escenario, aumentando la velocidad en su mano.
Lo veía acercarse a él, muy lentamente, como queriendo que el momento fuera eterno. Tomaba su mano mientras lo arrastraba consigo dentro del mar. Rusia simplemente se dejaba llevar por él, sin oponer resistencia. Estando dentro, lo pegaba contra él.
Sentía sus fuertes brazos pegando su cuerpo con el suyo, sus músculos encajaban perfectamente con el suave cuerpo del ruso. Se imaginaba a México pasando sus manos por su cuerpo, tal y como se había visto hace unos instantes en el espejo.
Sus ojos se ponían en blanco, veía su reflejo en el espejo, su silueta bajo el oscuro manto de la noche. Detrás de si, sentía el mojado pero trabajado cuerpo de México, quién pasaba sus manos tocando su cuerpo. Rosaba las yemas de sus dedos con la piel de porcelana de Rusia.
No pudo evitarlo, terminó con esa fantasía llegando al clímax. Dio un par de suspiros, tapando su boca con su mano mordiendola un poco. Demonios, se sentía tan bien. Continuó moviendo su mano en círculos frotándose, manteniendo el ritmo. Únicamente logró que el orgasmo durara mucho más tiempo.
¿Pero qué demonios? ¿Qué diablos estaba pasando? Seguía pensando que era tan incorrecto todo eso. Sin embargo... Si era tan malo, ¿por qué se sentía tan bien?
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