🪷 𝕹𝖎𝖊𝖛𝖊 𝖈𝖔𝖓 𝖈𝖍𝖆𝖒𝖔𝖞 🪷

Rusia había despertado con la peor cruda de su vida. Casi no recordaba nada de lo que había pasado la noche anterior, tan solo le sorprendía el terrible calor que asotaba la habitación en la que se encontraba. La única prenda que llevaba eran sus bragas, e intentaba cubrir lo mejor que podía su pecho con una sábana. Sentía cada parte de su cuerpo sudando a chorros y su piel estaba pegajosa. Para colmo, estaba teniendo su periodo, así que también debía agregar dolores constantes en su vientre bajo a la lista de incomodidades de aquel día. Escuchó una notificación en su teléfono, lo que le hizo girarse en su cama como pudo para revisar quien era.

« Buenos días, Ana, ¿cómo te fue en el bar? » era Sandy.

Inmediatamente sintió como la tensión disminuía en su cuerpo, una sonrisa boba aparecía en su rostro. Tomó su teléfono desenchufandolo del cargador para poder charlar con ella más cómodamente.

—Mal, francamente no recuerdo muy bien lo que pasó.

—Es una lástima, aunque es señal de que te la pasaste en grande.

—Puede ser.

—¿Amaneciste con cruda?

—Te sorprenderá saber que acabas de adivinarlo.

—Jaja, es que era obvio.

—Es una lastima que no hayamos podido ir a cenar :(

—Habrá una próxima vez, no te preocupes.

Apagó su teléfono, soltando un quejido de dolor para después hacerse bolita en la cama de México. Odiaba esos malditos dolores, y la sensación de suciedad que le dejaba entre las piernas. Ya había tomado medicamento para el dolor de cabeza y para sus cólicos. Gracias a cómo se sentía solo quería estar en cama todo el día, pero desgraciadamente tenía que bajar a desayunar. Se vistió antes de decidirse a bajar a la cocina. Con todo el esfuerzo del mundo, se levantó de la cama y caminó fuera de la habitación, cruzando el pasillo hacia las escaleras.

En cuanto llego a la planta baja se dio cuenta de que algo no andaba bien. Había demasiado silencio, México y Chile no eran silenciosos. Se dirigió a la sala con cierta preocupación. Ahí estaba México, tirado en el sofá sin camisa... Y sin pantalones. Inmediatamente desvió la mirada avergonzado, no pasó mucho tiempo para que México notará su presencia.

—Ana —se cubrió con una almohada entre las piernas—. N-No sabía que estabas despierta.

—Desperté hace algunos minutos —redirigió su mirada al moreno—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás desnudo? ¿Y por qué demonios hace tanto calor?

—Es verano, dulzura —algunas gotas de sudor resbalaban por su frente—. Y por el calor... Realmente no estoy seguro, pero si tú estás sufriendo, imagínate yo.

—Vengo de tierras frías, no creo estar sufriendo menos.

México hizo cara de ofendido, muy dramáticamente. Obvio, jamás se molestaría con la mujer que lo trae loco. Rusia se dirigió a la cocina para abrir el congelador. Simplemente se quedó de pie ahí, sintiendo un alivio en su dolor de cabeza cuando sintió el frío chocar contra su rostro.

—Ya veo que tienes razón —México veía entretenido—. Puedes tomar unos hielos si gustas, o un bolis.

—¿Bolis?

—Si, es como una nieve en bolsita.

Observó detenidamente el congelador. Era cierto, detrás de un paquete de waffles Eggo había una bolsa de plástico amarilla con al menos diez bolis dentro de ella. Tomó uno de coco, cerrando la puerta del congelador tras de sí. Fue a sentarse en la sala con el mexicano, que seguía recostado bocarriba en el sillón. De pronto notó el plato en la mesa de centro, tenía nieve de limón con... ¿Salsa picante?

—¿Qué? —soltó una risa—. Hace tanto calor que México está comiendo nieve con chile.

—Oye, no juzgues —volteó a ver a Rusia—. Deberías probarlo, sabe bien ricolino.

—Нет, спасибо (No, gracias) —examinó mejor el bolis entre sus manos—. ¿Cómo se supone que debo comer esto?

—Fácil, muerdele una de las esquinas y succiona, sin albur —sonrió burlesco.

Rusia asintió e hizo lo que México le indicó. Estaba bueno, el frío le bajaba la terrible cruda que estaba teniendo en ese momento, al igual que el calor. Por su parte, México no podía evitar dejar de sudar. Si pudiera estaría vestido frente a Rusia de manera casual, quizás con alguna camisa del PRI o Morena junto a un par de pantalones. Sin embargo, en esos momentos aquello significaría tener que soportar todavía más calor. Respiro hondo acomodándose mejor, estaba esperando a que Chile volviera de hacer las compras, normalmente las haría él pero dada su condición apenas y podía estar bien.

Escuchó una risa traviesa salir de los labios de Rusia. Volteó a verlo. ¿A quién le estaba escribiendo? ¿Por qué le causaba tanta risa? Un momento, ¿acaso estaba celoso? De pronto notó la mirada de la rubia encontrándose con la suya. Sacudió esos pensamientos de su mente, alcanzando el control de la televisión. Inmediatamente se encendió el canal de noticias.

—A dos meses de la desaparición de Rusia, el precio de la recompensa por encontrarlo ha aumentado de...

—Ugh, otra vez estaré en problemas —hizo una mueca de desagrado—. Escucha, puedes poner lo que gustes.

—Нет (No) —su mirada se perdió en el televisor—. Déjame ver.

—...Sin embargo, México parece estar muy tranquilo con todo este asunto —una foto de México borracho en una fiesta salía en la pantalla.

—¡Le dije al cabeza de algodón que esa pinche foto no! —Rusia se sobresaltó un poco por el grito de México.

—Las autoridades hacen lo que pueden para encontrar a la potencia. Han localizado recientemente su teléfono en una barranca y es el último rastro que hemos tenido del representante de la nación europea. El cuerpo de investigación ha decidido indagar en el sitio en busca de alguna otra pista, encontrando únicamente una fosa clandestina.

Aquellas palabras helaron la sangre de ambas naciones. México ahora estaba preocupado por si encontraban a Rusia, la cagadera que le metería ONU y la próxima guerra mundial ocasionada por él mismo. Rusia estaba preocupado por lo que haría su nación si encontraban a alguien parecido a él mismo, y ahora sí que le preocupaba México. Con el tiempo se había dado cuenta de que no era un país tan terrible como lo imaginaba. No era un sinvergüenzas pobre y descuidado. Quizás lo había juzgado mal. Ahora debía pensar en otra solución a ese problema.

—El representante de Ucrania ha decidido que en caso de encontrar el cuerpo de su hermano, tomara los territorios correspondientes a Rusia para inicios del siguiente año. De esa forma, evitará conflictos entre México y Rusia.

—Что?! что?! что?! (¡¿Qué?! ¡¿Qué?! ¡¿Qué?!) —ahora más que preocupado, estaba enojado—. Как ты можешь говорить такие глупости. Захватить Россию? Пожалуйста! (Cómo puede decir semejante tontería. ¿Apropiarse de Rusia? ¡Por favor!)

—¿Ana?

—Не сказать, что это сведет на нет всю работу моего правительства (Por no decir que echará todo el trabajo de mi gobierno a perder) —se levantó del sillón y comenzó a caminar en círculos moviendo sus brazos frenéticamente, su dolor de cabeza había vuelto—. Он чертовски избалованный ребенок, который ничего не умеет делать! (¡Es un maldito niño malcriado que no sabe hacer nada!)

—¡Anastasia! Por el amor de Dios, cálmate —se levantó tomándole de los hombros, lo que le hizo poner de nuevo los pies en la Tierra—. Siéntate, por favor. Iré a traerte algo frío de nuevo.

México la sentó de nuevo en el sillón, yéndose a la cocina. Rusia comenzaba a jugar con sus pulgares de nuevo, tratando de calmar su ansiedad y pensando qué iba a hacer ahora para arreglar todo este problema. Los dolores en su cuerpo lo estaban matando, el calor le ponía de mal humor, y todo este asunto no le ayudaba para nada. Daba largas respiraciones buscando alguna solución. No podría seguir con esto por siempre, tenía que besar a Sandy. Las cosas con ella iban avanzando bien a su parecer, pero deseaba que fueran algo más rápido en ese asunto. Para ser sincero, no sabía si lo aceptaba ahora, y si lo hacía, ¿lo aceptaría después cuando se enterara de que en realidad era un hombre?

—Ya he vuelto —Rusia se encontró con los ojos marrones de México, quién le extendía ahora un bolis de vainilla y traía encima una camisa de Morena—. Adelante, te ayudará.

—Спасибо (Gracias) —lo tomó entre sus manos, mordiendo la bolsita de plástico para destaparlo—. Perdón por gritarte, es sólo que...

—Lo sé, detestas a Ucrania —se sentó al lado de Rusia, sujetando entre sus manos un bolis de jamaica—. Y está bien, no tienes por llevarte bien con todos los países.

—Antes solíamos llevarnos bien, ya sabes, nuestras naciones —México asintió—. No sé que pasó, o por qué él decidió apartarse del camino de URSS. O por qué creyó que Rusia se sentía más que su hermano.

—A veces así pasa, princesa —le dio una mordida al bolis—. No todas las familias son tan funcionales como uno desea que lo fueran.

—Si, así es.

—No te pongas así, todo esto va a resolverse —rodeó sus hombros con su brazo, sintiendo el revoloteo de miles de mariposas en su estómago.

—Ya verás que si, encontraremos a Rusia tarde o temprano, y todo esto volverá a la normalidad.

No sabía si esas palabras eran para México o para él mismo. De cualquier manera, les brindaba esperanza a ambos pensar que todo volvería a ser como antes. México recuperaría su paz mental, volvería a ser aliado de Rusia y el resto de países dejarían de juzgarlo por la desaparición de aquella potencia. Rusia por su parte volvería a ser él mismo, recuperaría sus tierras y le demostraría al idiota de su hermano lo equivocado que estaba al intentar quitarle su territorio.

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