🪷 𝕰𝖑 𝖛𝖎𝖆𝖏𝖊 🪷

Chile se encontraba parada de puntillas colocando su maleta en la parte superior de los asientos del camión. Rusia estaba en uno de los asientos del vehículo mirando por la ventana con arrepentimiento, tendría que dejar a su amada por ese estúpido viaje al que le habían obligado a ir. Estaba sumido en sus pensamientos sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor.

—Compermiso, voy pasando. Gracias, señito —México se iba abriendo paso entre la gente, aterrizando en el asiento al lado de Rusia—. Verga, no pensé que las papas grandes casi costarán cincuenta pesos.

—Что? (¿Qué?) —respondió Rusia despertando de su ensoñación.

—Oh, no es nada, princesa —abrió la bolsa de papas Doritos metiendo la mano casi inmediatamente—. ¡Casi lo olvido! Tu juguito, aquí está.

—Спасибо (Gracias) —mencionó tomando el envase de plástico, realmente le había pedido una cerveza, pero no sé atrevió a decirle nada.

Chile se sentó en los asientos de atras, dejando a ambos solos brindándoles privacidad. Decidió que dormiría en la carretera camino a Oaxaca, eran casi 16 horas de viaje desde Jalisco. Inclinó su asiento acomodándose. Rusia volvió a dirigir su mirada hacia la ventana, traía sus audífonos puestos listo para escuchar musica. De pronto escucho que alguien se le caían todas sus cosas, sospechaba de quién se trataba.

—Ay, que pendejo —México se agachó rejuntando todo lo más rápido posible—. Perdón, lo que pasa es que creo que olvidé mis audífonos.

—Puedo prestarte uno de los míos —se quitó uno cediendoselo al moreno.

—¿Estás segura? —Rusia lo miró con una cara que parecía no querer insistirle más, así que optó por tomarlo—. ¿Qué escuchas?

—Bueno... —estaba algo incómodo, quizás no era música que una mujer debería escuchar, pero quería ser honesto—. Death metal, y un poco de rock.

—¿Eso es Queen? —distinguía por supuesto la característica voz de Freddie Mercury interpretando Love of my life—. Vaya, esa es una de mis canciones favoritas en inglés.

—¿En verdad? —Rusia se sentía aliviado de no ser juzgado por lo que estaba escuchando.

—Si, claro —tarareaba la canción—. ¿Has puesto atención a la letra? Es una mezcla agridulce entre amor y un corazón roto.

Jamás la había escuchado con tanto detalle. Decidió estar más atento a la música durante el camino. Charlaban de bandas de los géneros musicales que le gustaban a Rusia. Chile los veía desde su asiento, feliz de que el plan comenzara a resultar como lo estaba planeando. Finalmente pudo cerrar los ojos, tranquila y adormilada. Una sonrisa iluminaba su rostro.

• ────── ✾ ────── •

México abrió los ojos, sintiendo su cuerpo entumecimido. Se dio cuenta de que seguían en el camión, comenzaba a amanecer y el sol salía de entre las montañas, pintando el cielo de naranja, amarillo y azul celeste. Un azul que le recordaba a los ojos de la mujer que se encontraba dormida a su lado. La veía con atención, descansaba tan pacíficamente a pesar de estar escuchando Kiss con sus audífonos. Su pecho subía y bajaba marcando su respiración lenta. Tenía los brazos cruzados sobre su estómago. De pronto se dio cuenta de que tenía su cabeza recargada en el hombro de ella, lo cual lo hizo ruborizarse inevitablemente. Se movió con delicadeza intentando no despertarla.

La rubia movió sus brazos, abrazando los hombros del mexicano, provocando que su cara quedará sobre sus pechos. México tenía los ojos abiertos como platos, no podía moverse, ni quería, pero tenía que hacerlo. Aquello era incorrecto para él en muchos sentidos, así que comenzó a deslizarse intentando safarse de su agarre tan fuerte y firme. Inevitablemente, despertó a su compañera, quién lo miraba desde arriba con una cara de asombro. Lo soltó inmediatamente y ambos se acomodaron en sus respectivos asientos.

“Carajo”, pensaba México. “La cagaste, pero bien bonito”

Sentía algo bajo sus pantalones. Mierda, si que la había regado terriblemente. Respiró intentando pensar en cosas desagradables para calmar su erección, cosa que se estaba tardando bastante. Volteó a ver ligeramente a Rusia, quién también se encontraba observandole. Ambos volvieron a desviar la mirada, incómodos. Por suerte, el euroasiatico no había notado el bulto en los pantalones de México cada vez más grande. Este último se levantó, casi corriendo hacia el baño encerrándose al instante. En cuanto se fue, el de ojos celestes respiró hondo.

—Черт, что это было, черт возьми? (Carajo, ¿qué demonios fue eso?) —era genial estar en México, nadie le entendía cuando maldecía en su idioma natal—. Черт, Россия, ты должна держать себя в руках (Maldita sea, Rusia, tienes que controlarte)

—¿Todo bien ahí adelante, po? —escuchó una voz pastosa en el asiento trasero, lo que le hizo pegar un brinquito.

—Да (Si) —cerró los ojos intentando olvidar lo que acababa de pasar—. Todo está bien.

Quizás si fuera un hombre aquella escena habría sido mucho más normal, menos incómoda. Sin embargo, había algo en aquel momento que en su cabeza le parecía atrevido y hasta sensual. ¿Qué tan atrevido podía ser siendo una mujer? Jamás se habría planteado esa pregunta antes. Ahora se daba cuenta del poder que tenía sobre México estando en aquella posición.

—¿Segura de que todo está bien? —se había olvidado de Chile.

—Que sí, en serio —sintió algo moverse en el respaldo de su asiento, cuando volteó vio a la latina trepandose hacia su lugar—. Но какого хрена?! (¡¿Pero qué mierda?!)

—Shh, weon —le puso una mano en la boca—. ¿Qué no vei' que aún hay gente durmiendo?

Se sintió avergonzado, Chile termino de treparse por los asientos hasta quedar al lado de Rusia. Dirigió su mirada rápidamente hacia el pasillo para ver qué no viniera México, luego regreso su mirada hacia el euroasiatico.

—¿Qué fue todo eso?

—Yo... —estaba incómodo, no quería contarle a Chile, pero está comenzaría a sospechar si no decía nada—. Desperté con la cara de México sobre mi pecho.

—Ese maldito sacowea culia'o, alguien tiene que ponerlo en su lugar —se enfureció de la nada.

—Creo que no me estás entendiendo —lo miró extrañada—. Yo lo tenía contra mi pecho.

Ahora sus labios formaban una perfecta O, con sorpresa. El sonrojo en las mejillas de Rusia regresó casi de inmediato. Chile soltó unas risas nerviosas, no esperaba eso. Para su sorpresa, su plan le estaba saliendo a la perfección.

—¿Y qué pasó? —le cuestionó—. Porque México salió huyendo al baño.

—No lo sé, quizás se incómodo tanto como yo —miraba hacia el pasillo, en dirección al baño.

Para Chile no hacia falta ser un genio para saber qué le había pasado a su hermano. Rusia parecía ser un poco más inocente en ese aspecto.

• ────── ✾ ────── •

Todo el mundo estaba bajando del camión, los tres representantes de sus países bajaron del autobús detrás de una pareja de ancianos. México tronó su espalda moviendo su cuerpo para desentumirse. Dio un brinco en el último escalón delante de los otros dos.

—¡Bienvenidos a Oaxaca! —exclamó emocionado.

Sus alrededores se miraban pintorescos. Las arquitectura era antigua, tenía muchos detalles y texturas interesantes. Esto era algo que Rusia jamás había visto antes. Miraba todo con ilusión.

—Weon, ¿qué vamos a desayunar? —los interrumpió Chile—. Muero de hambre.

—Querida hermana, vamos a desayunar una de mis especialidades —los otros dos lo miraban espectantes—. Unas ricas, deliciosas y nutritivas enfrijoladas. Así que siganme, que los llevaré a disfrutar de tan delicioso manjar.

México les hizo una seña para que lo siguieran. Rusia y Chile iban detrás de él, el primero iba mirando todo a su alrededor, asombrado. Tomaba fotos para después, cuando todo volviera a la normalidad. Las publicaría en su instagram y definitivamente hablaría bien de las tierras mexicanas, hasta ahora sí experiencia había sido maravillosa. Siguieron al de emblema de águila hasta un restaurante de paredes azules, se veía interesante. Tomaron una mesa junto a la ventana, tomando el menú. Aquel iba a ser un día memorable, y México iba a encargarse de que todo saliera perfecto para su amada rusa.

• ────── ✾ ────── •

—Антоне, признач мені зустріч із президентом Путіним на п’ятницю вдень (Antón, prepárame una junta con el presidente Putin para el viernes en la tarde) —Ucrania le hacía encargos a su secretario, quién anotaba cada palabra que salía de su boca en una libreta pequeña—. І до суботи я хочу зустрітися з Естонією, щоб обговорити деякі умови (Y el sábado deseo reunirme con Estonia para discutir algunos términos)

—Ви хочете, щоб я залишив неділю чистою, сер? (¿Quiere que deje el domingo despejado, señor?) —preguntó Antón antes de terminar de anotar lo dicho.

—на жаль ні (Desgraciadamente, no) —resopló frustrado—. Білорусь бажає бачити мене вдома, він напевно буде намагатися переконати мене залишити цей план (Belarús desea verme en su hogar, tratara de convencerme de que deje este plan)

—Гаразд, я замовлю тобі поїздку до Мінська? (Bien, ¿entonces le anoto un viaje a Minsk?) —cuestionó de nuevo.

—Стверджувальний (Afirmativo) —Ucrania tomó el pequeño vaso de cristal sobre su escritorio, para darle un sorbo a su Wisky—. Тепер можеш іти, Антоне (Ya puedes irte, Antón)

El hombre se retiró de la habitación. Ucrania se terminó su Wisky, dejándolo sobre la mesa de un golpe. Saboreo las últimas gotas en sus labios, soltó un suspiro. ¿Qué maña tenía últimamente su hermana de arruinarle sus planes? A ella también le beneficiaba, podría aumentar su territorio.

De cierta forma, le tenía algo de envidia a Rusia, ¿por qué su padre lo había escogido como heredero principal en lugar de a él mismo? Odiaba también que este conservará el viejo y anticuado pensar de su difunto padre. Quizás si abriera un poco su mente y se diera cuenta de que todo en lo que creía era de un mundo antiguo, las cosas podrían cambiar.

Sus piel comenzaba a causarle comezón nuevamente, rodó los ojos molesto. Era hora de sus medicinas. Se levantó entumecido de su asiento, caminando hacia una estantería. De ella sacó una caja, la cual abrió para observar su contenido. Dentro de ella habían frascos amarillos con símbolos de radioactividad. Ucrania tomó uno de estos, desenroscando la tapa encontrándose nuevamente con esas pastillas que hacían alusión a los colores de su bandera. Colocó dos sobre su mano. No, no era droga, estaba medicado, eran pastillas para controlar los efectos radioactivos de aquella vieja planta nuclear.

Estaba cansado, el día ya había terminado, era hora de descansar. Salió de la oficina, dirigiéndose a la cocina. Quizás los empleados habían cocinado algo rico aquella noche.

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