🪷 𝕭𝖆𝖗 𝖌𝖆𝖞 🪷

Era un sábado por la noche, Chile tenía un pequeño malévolo plan para que Rusia pudiera identificarse e interactuar con otras personas. Llevaba al rubio a un bar, pero no cualquier bar, un bar gay. Los comentarios algo despectivos del eslavo hacia su propio cuerpo le habían saltado alarmas en su cabeza. ¿Cómo iba a decir cosas tan hirientes a sí mismo como que se odiaba? ¿O que odiaba las nuevas sensaciones que estaba experimentando? La latina quería demostrarle que no era el único que se sentía de esa manera, y que no era tan malo tener un cuerpo femenino. Que habían más personas que se sentían de la misma manera que él. Mataría dos pájaros de un tiro, la incomodidad de Rusia y su miedo hacia las personas de la comunidad LGBT. Al menos, ella tenía la idea de que eso funcionaría.

Rusia por su parte se sentía ridículo. Llevaba puesta una minifalda de cuero, una camisa blanca y unas botas negras que le llegaban hasta las rodillas. Chile se había encargado de maquillarlo, usando en su mayoría colores oscuros, pues recordaba que su color favorito era el negro. Llevaba los labios pintados de negro, sombras negras, delineado algo exagerado y bastante rimel en sus pestañas. Había decidido no cubrir su cicatriz, sentía que iba bien con su atuendo. Se tambaleaba bastante, jamás se había puesto tacones.

—¿Dónde está México? —preguntaba Rusia dudoso—. ¿No había dicho que vendría?

—Tranqui, tranqui, llegará después —entraron al bar—. ¿Crei' que perdería la oportunidad de tomar algo de Tequila? Eso jamás.

Bad reputation de Joan Jett sonaba en los altavoces del bar. La sangre de Rusia se heló en cuanto se dio cuenta de dónde se encontraban. Veía a los chicos usar ropa femenina, a mujeres besándose con otras mujeres, a personas cuya identidad sexual desconocía gracias al maquillaje y la forma de vestir. Se paró en seco, sobresaltado a Chile.

—Se acabo, vámonos de aquí —tomó la mano de la latina, quién lo jalo hacia ella.

—No, po —Rusia arqueó una ceja, molesto—. ¿Ya olvidaste la última vez que rechazaste a esta comunidad? ¿Querí' que te vuelva a pasar lo mismo o algo peor?

—Нет (No) —soltó un suspiro, resignado—. Bien, le daré una oportunidad.

—No te va a decepcionar, tenemos que encontrar a Peter.

—¿Peter?

—Cielos, te va a agradar bastante, ya verás —lo jaloneaba entre las mesas, tal y como México hizo en aquel restaurante hace algunos ayeres.

Estaba teniendo una especie de dejavu. Nuevamente su cabeza chocaba con los adornos del techo, odiaba ser alto en países donde la altura promedio era de 1.75. Llegaron a una mesa redonda rodeada por un sillón igualmente redondo de piel negro. Chile se sentó y dio algunas palmaditas a su lado invitando a Rusia a sentarse a su lado. Este rodó los ojos y tomo asiento a su lado.

—Ay, ese muchacho, tarde como siempre —se acomodó en la silla viendo un menú de snacks.

—¿Si vendrá? No quiero quedarme aquí mucho tiempo —Rusia estaba incómodo—. Por lo menos, Мексика debería llegar.

—Tranquilo, estarán aquí en cualquier momento —veia entretenida qué se iba a encargar de comer—. ¿No quieres pedirte algo?

—Хорошо (Bien) —abrió su propio menú, encontrando opciones variadas de comer... Y de beber.

—Buenas noches, señoritas, ¿ya saben que van a ordenar? —ambas voltearon a ver al mesero.

—Hola, para mí una papas a la francesa —Chile le entrego su carta.

—¿Y para usted?

—Vodka en las rocas, el más fuerte que tenga.

Se retiró. Chile veía impactada al crush de su hermano. Pero claro, ¿cómo no iba a resistir una bebida así de fuerte? ¡Es Rusia, por Dios! Además, recordaba que su hermano Ucrania había dicho en televisión abierta que su hermano mayor era un adicto, y el eslavo lo estaba demostrando. Soltó una risita que no pudo pasar desapercibida por Rusia, quién la miró extrañado.

—Disculpame —se calmó—. Es que recordé que Ucrania dijo que eras un adicto.

—Ese idiota no sabe nada de mi —se volteo molesto—. Te sugiero que no escuches a ese nazi psicópata.

—¿Nazi? ¿Por qué tanto odio hacia tu hermano? —de pronto le causaba curiosidad saber por qué Rusia parecía no estar tan apegado a su familia como ella.

—No lo odio... Sólo es un idiota —se cruzó de brazos—. Cree que sabe demasiado y por eso piensa tener derecho a tratarme como un tonto. Piensa que sigo los ideales de mi padre y él ya no está de acuerdo con lo que él nos enseñó.

—¿Y los sigues? —preguntó Chile.

—Pues... Ya no lo sé —soltó un suspiro apretando los labios—. Estos últimos dos meses estando aquí me han dejando pensando muchas cosas. No sé si es este cuerpo tan sentimental, si sea el país tan lleno de alegría o... O si es Sandy.

Sandy... ¿Cómo podría hacer Chile para sacarsela de la cabeza? Tenía una corazonada, creía que si juntaba a Rusia con su hermano todo este conflicto se resolvería. Un chico bajito, de cabello oscuro y ondulado hasta los hombros, piel blanca, sombra oscura en los ojos y ropa igualmente oscura se aproximaba hacia su mesa. Chile le hizo algunas señas para que se acercara. Rusia lo notó de inmediato, ¿acaso él era Peter?

—Hola, Chile. Tu debes ser Anastasia, mucho gusto, me llamo Peter —efectivamente, era Peter.

—Mucho gusto —Rusia lo dudó un poco, pero estrechó su mano con la suya. Podía notar que era un hombre trans, y aquello no le agradaba demasiado.

—Chile me ha contado sobre ti —le regaló una sonrisa—. Tienes dudas sobre quién eres.

—Да (Si) —el mesero les trajo sus pedidos, le dio un trago a su vodka de manera algo acelerada, pidiendose otro una vez terminó—. Llevo algún tiempo atrapada en el cuerpo equivocado, y creo que necesito a alguien que me entienda para poder seguir adelante con esto.

Charlaron un buen rato. Rusia pedía más y más vodka conforme la plática se iba haciendo más profunda. Terminaron teniendo en la mesa a un irritable euroasiatico que se enojaba por todo, hablaba de más y apestaba a alcohol. Chile comía una papita tras otra lentamente, deseando que se la tragara la tierra. Tal vez está no había sido una gran idea como lo había pensado. Peter comenzaba a desesperarse, pues el eslavo hacia comentarios despectivos por lo que le estaba pasando, y el que se enojara por todo no ayudaba mucho en esa situación.

—Ana, entiende que sólo intento ayudarte —Peter ya estaba perdiendo la paciencia con Rusia—. El hecho de que me sigas diciendo que te odias no me ayuda a resolver nada contigo, necesito saber más para poder aconsejarte.

—Es que no puedo decirte más, no me gusta cortarte la conversación así, pero es muy confidencial, alguien puede ir a la cárcel si te digo —ya comenzaba a decir incoherencias gracias al alcohol, aunque Chile sabía perfectamente de que estaba hablando.

—Lo siento, Chile, pero me voy.

—No, weon, estoy segura de que no lo hace con intención de hacerte enojar —no sabía que hacer, pero tenía que solucionar esto rápido—. Tal vez puedas hacerle entender de otra forma.

—No, lo lamento, es claro que no quiere mi ayuda —se levantó de la mesa—. Espero que tú y México puedan entoncontrarle ayuda de alguna otra manera.

Y se fue del lugar. Chile recargó su rostro sobre sus manos, su plan había sido un fracaso. Aunque no del todo, ya que gracias a qué trajo a Rusia a ese lugar, había interrumpido una salida que tenía planeada con Sandy. Punto para ella. No dejaba de repetirse en su cabeza que hacer eso había sido una mala idea, después de todo, Rusia no quería ir ahí en primer lugar. Había comenzado a sonar musica bailable, lo que quería decir que pasaban de las 10 de la noche. Logró divisar a México entre la multitud, haciéndole señas para que se acercara a la mesa. El moreno había llegado con una rosa en la mano.

—¿Y esa rosa? —señaló hacia su mano izquierda.

—Oh, no es nada —rió tímidamente—. Leí por ahí que a los rusos les agradan los regalos desde las primeras citas. Pensé traerle algo a Ana. ¿Dónde está ella?

—¿Qué no ves? Está junto a... —volteó a su lado, donde se suponía que debía estar Rusia, pero en su lugar había un asiento vacío—. Hijo de...

—¿Chile?

—¡Lo siento! Es sólo que no se dónde está.

—¿Cómo se te pierde alguien tan grandota en un lugar como este? —se talló las sienes desesperado—. ¿Esto es alguna clase de tradición rusa o por qué todos desaparecen?

—Hay que encontrarla.

—Creo que tengo una idea, debemos encontrarla —sonrió victorioso.

—Si, po. Eres todo un genio —le dijo rodando los ojos.

Ambos se dividieron. Corrían en el bar buscando a Rusia. Sonaba Goo Goo Muck en los altavoces a todo volumen. Una multitud se juntaba en unas mesas. México observaba a todos aproximarse, y se acercó para ver qué estaba pasando. Vió a Anastasia bailando sobre las mesas con una botella de vodka en su mano. Abrió los ojos grandes como platos, no esperaba encontrarla bailando tan... Sexy. Movía sus caderas, sus piernas pateaban hacia el aire y sus brazos hacían movimientos circulares. Estaba como en una especie de trance. Todos aplaudían, silbaban o hacían sonidos raros con la boca. Un sonrojo se apoderó de sus mejillas cuando cayó de rodillas frente a él, haciendo el resto de su cuerpo hacia atrás para darle un buen trago a la botella de vodka. Tuvo que controlarse cuando se levantó rápidamente, pero por la velocidad se mareó cayendo a sus brazos.

—Мексика? —notó el rubor en sus mejillas por el alcohol.

—Ana, ¿qué demonios estás haciendo? —la acomodó bien entre sus brazos, alejándose de la multitud para respirar un poco de aire—. ¿Qué te pasa?

—Хе-хе, есть две Мексики (Jeje, hay dos México) —veia hacia el México equivocado—. Почему ты так зол? (¿Por qué estás tan enojado?)

—¿Por qué estoy enojado? ¡¿Por qué estoy enojado?! —intentaba calmarse a medida que se acercaba a la salida, Chile estaba pagando la cuenta—. Porque estamos en mi país, y ya perdí a Rusia en este lugar. Es peligroso que andes sola, y además no quiero perderte.

—хехе ты заботишься обо мне (Jeje, te preocupas por mí) —aquello le bajó el enojo al mexicano, aumentando el rubor de sus mejillas, desvió la mirada para que Rusia no lo notara—. Спасибо (Gracias)

Acto seguido, le dio un beso en la mejilla. Lo que únicamente hizo que México se quedará estático, como una estatua. Estaba bajo el marco de la puerta del bar, sosteniendo a Rusia en brazos. Tenía un beso marcado con labial negro en la mejilla y sus mejillas no lograban calmar su sonrojo. Rusia lo miraba entretenido, seguía mareado, pero al menos ya no miraba doble a México. Chile estaba detrás de ellos, apreciando la escena. Quizás todo había resultado bien después de todo, al menos el rubio había avanzado un poco más con México.

—Qué curioso —México volteó a ver al eslavo—. Tienes un poco de verde en esos ojos.

—Ana, yo... —Rusia le vómito en la camisa, lo cual disgustó mucho al moreno pero no lo suficiente como para soltarla—. Hablaremos de esto después, ¿si?

Subieron al auto de México en cuanto se los trajeron. Este lloraba internamente porque iba a ensuciar su auto de vomito de Rusia, pero no tenían otra opción. Chile manejó llevándolos a la casa, quería ver si en ese rato los otros dos podían acercarse más. El moreno iba limpiandose el vomito de la camisa con algunas servilletas que encontró en la parte de atrás. Sintió un pequeño golpe en su hombro, volteó levemente encontrándose a Anastasia recargada sobre él, dormida. Le dió un beso en su cabeza, limpiando su rostro de igual forma. Chile los veía en el espejo retrovisor, definitivamente, no había sido tan mala idea traerlos ahí.

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