🪷 𝕬𝖙𝖆𝖗𝖉𝖊𝖈𝖊𝖗 🪷

El crepúsculo de aquel calido día de agosto se veía espectacular desde la altura de aquella rueda de la fortuna. Rusia saboreaba un algodón de azúcar y disfrutaba de la presencia de su querida amiga Sandy. Oh, Sandy, ella no tenía idea de los sentimientos del euroasiatico hacia ella. Únicamente pensaba que habían comenzado una buena amistad que rápidamente había escalado para volverlas mejores amigas. Tenían muchas cosas en común.

En su país acostumbraban a iniciar una relación sin pedirle a la otra persona estar en ella. Rusia por su parte pensaba que quizás comenzaban a tener algo más serio. Tal vez no hiciera falta mucho tiempo para que ambos se dieran su primer beso, y el eslavo estaba más que ansioso por ese momento. Por fin terminaría esa pesadilla, por fin podría comenzar a salir con su nueva novia de manera formal. Se la presentaría a Ucrania y a sus hermanos y serian felices en sus tierras. Al menos, eso era lo que soñaba poder lograr.

—Gracias por traerme aquí, parce —Sandy por su lado saboreaba una deliciosa paleta de caramelo—. No tienes idea de hace cuánto tiempo no me daba una escapada como esta desde que llegué a México.

—Podemos venir más seguido, si lo deseas —le regaló una sonrisa, intentaba acercar su mano a la de ella tímidamente, quería ver si le correspondía el gesto.

—Bueno, hay más lugares aquí a los que seguro podríamos asistir, ¿no te parece? —miraba el atardecer, iluminaba sus ojos marrones en tonalidades naranjas y rosas—. Me gustaría llevarte al cine alguna vez, o podemos ir a mi casa a ver películas si así lo prefieres.

—¿En verdad me invitarías a tu hogar? —estaba embobado, viéndola sonreír.

—Por supuesto que sí —Rusia se animó a acercar más su mano, tocando sus dedos con los suyos—. Me gustan las películas antiguas, de esas en blanco y negro que te hacen viajar en el tiempo.

—A mí también me gustan, últimamente veo muchas películas antiguas mexicanas —recordaba a México ponerle varias películas de Pedro Infante, Jorge Negrete o María Félix—. A Me... Perdón, a mi roomie le gusta mucho ver esa clase de cintas también.

Había omitido la parte en la que estaba viviendo en la casa de México. No quería levantar sospechas y mucho menos preguntas que no sabría responder. Sintió los dedos de Sandy aproximarse a los suyos. ¿Acaso estaba pasando lo que creía que estaba pasando? ¿Estaban a punto de tomarse de las manos? Sus mejillas estaban tan coloradas, desvió la mirada para ocultar su sonrojo. Quizás si respiraba podría calmarse. No, no podía. De ser un chico no podría controlar a su “amiguito” justo en ese momento. Era una de las ventajas que le ofrecía su cuerpo femenino.

—Sabes, te has vuelto alguien especial en mi vida —oh, no, respirar no sería suficiente como para apagar el carmín de sus mejillas—. A pesar de ser extranjera te agradezco mucho que me hayas recibido con los brazos abiertos. Eres como mi mejor amiga en este momento, y te aprecio mucho. Nunca sabré cómo agradecerte toda la amabilidad y hospitalidad que he recibido de tu parte.

Ahora sentía su corazón latiendo fuertemente. Casi podía escucharlo. ¿No sabía cómo agradecerle? ¿Qué tal con un beso? No, sería algo muy precipitado. Sentía la mano de la morena sobre la suya, su suave y cálido tacto sobre su gélida mano.

—Bueno, eso es lo que hacen los camaradas, ¿no es verdad? —intentaba calmar el asunto, romper la tensión y disimular lo mejor posible aquellos sentimientos—. Tú también te has vuelto alguien importante para mí. Me has mostrado la ciudad y me das el tiempo de invitarte a lugares a pesar de tu poco tiempo libre.

—Tu lo has dicho, pa' eso estamos —reía divertida, soltó un suspiro y devolvió su vista al atardecer—. ¿No es hermoso, Ana? Es como un baile de colores en el cielo despidiéndose del radiante sol.

—Si, es hermoso —volteaba a verla a ella, recargada sobre su hombro. Viendo esos bellos colores reflejarse nuevamente en sus ojos marrones.

El plan de Rusia había sido besarse en la rueda de la fortuna. Ahora pensaba que quizás había sido algo precipitado, tal vez sería en otra ocasión. Bajaron de ese juego y se dirigieron a la feria, donde habían más juegos donde podías ganar premios. Él estaba dispuesto a demostrarle que podía conseguirle todo lo que ella deseara. Por cada juego que pasaban, daba su máximo para poder impresionarla.

—Vayamos ahora al de pistolas de agua —Sandy lo tomaba de la mano dirigiéndole al siguiente juego—. Quiero ver si está vez puedo ganarme ese peluche de vaquita.

—A la orden, capitana —Rusia cargaba con los peluches que habían logrado ganar hasta ahora.

Cuando llegaron al juego, Sandy tomó la pistola de agua, apuntando a la cubeta frente a ella esperando llenar su máxima capacidad. Rusia veía divertido como arrugaba su nariz y apretaba los dientes esperando lograr su cometido. Veía al ajolote de juguete que se había ganado unos juegos atrás, quizás ese le gustaría a México, pensaba llevarle algo de recuerdo aquel día.

—¡Gané! ¡Gané! —gritaba dando saltitos de emoción—. ¿Me podría dar la vaquita, señor?

En cuanto le dieron su premio a la colombiana, está dio un gritito saltando emocionada, estrujando el peluche contra su pecho. Rusia la veía con una sonrisa igualmente feliz de su gran azaña. Sandy se acercó dando un salto para abrazarlo de la emoción. El euroasiatico perdió el equilibrio por culpa de los tacones que le había regalado Chile, resbalando inevitablemente. La morena lo atrapó entre sus brazos antes de que esté lograra chocar su cabeza contra el suelo. Ambos rieron tímidamente, pintando sus mejillas de rojo. Rusia se reincorporó cuidadosamente.

—Tan alta y con tacones —lo regañaba—. ¿Qué no sabes que entre más altas más fuerte caen?

—Lo sé, claro que lo sé —dijo viéndole el doble sentido a la palabra, algo en lo que México no había perdido el tiempo en enseñarle.

—Vámonos, corazón —volvió a tomarle de la mano—. Aún hay muchos juegos a los que podemos ir a ver qué podemos ganar.

• ────── ✾ ────── •

Era temprano por la mañana. Había una lluvia ligera afuera, lo que convertía aquel día en uno fresco. Cómo siempre, un madrugador México ya se encontraba en el comedor, meneando la cuchara de su café en círculos para mezclar el azúcar. Traía puesta una pijama y unas pantunflas acolchonadas. Ya había tomado una ducha y se encontraba de buen humor. Chile estaba a su lado desayunando huevos revueltos con tocino. La latina había decidido apoyar a su hermano para conquistar a Rusia, estaba convencida de que México no era un mal chico y que el euroasiatico merecía tenerlo como pareja a pesar de su homofobia. Además, le serviría para vengarse del beso que esté le había robado sin su permiso.

—Otra de las cosas que podei' hacer para enamorarla es regalarle flores —tomó otra porción de tocino, metiéndolo a su boca—. Las favoritas de Ana son los tulipanes.

—¿Tulipanes? —preguntó extrañado—. Pensé que sería más una mujer de rosas o de girasoles.

—No juzgues un libro por su portada —le sonrió burlesca—. En su país acostumbran a llevar regalos o flores desde la primera cita.

—Vaya que van en serio —dio un sorbo a su café—. Me siento tan perdido... ¿Sabes quién sería perfecto para ayudarme en una situación como está?

—¿Quién?

—¡Rusia! —golpeó su taza contra la mesa del comedor—. Pero al desgraciado se le ocurrio desaparecer de la nada en mi propio país. Iralo, tan grandote y tan pendejo.

—Доброе утро (Buenos días) —Chile se dio un manotazo en la frente, esperando a que el euroasiatico no haya escuchado la tontería que acababa de decir su hermano—. ¿Qué hay de desayunar?

—Te preparé hot cakes —México señaló el plato de Rusia a su lado—. Espero que te gusten, los preparé yo mismo.

—Да (Si) ya lo mencionaste —contrario a México, Rusia no se había levantado de tan buen humor.

—Ah, cierto, jeje —rió entre avergonzado y nervioso.

Chile no soportaba lo tonto que era su hermano. ¿Así había logrado conquistar a Canadá? Bueno, la verdad es que Canadá era menos fría que el maldito primogénito de URSS. Y es que Rusia no ayudaba mucho en su misión por conseguir emparejarlo con su hermano, últimamente no estaba en casa de México, daba respuestas cortas y siempre estaba de mal humor, como si se hubiera desvelado. Tenía que pensar en algo para ayudar al azteca, a Rusia solo le quedaban 3 meses para romper ese hechizo o se quedaría así para siempre. Aunque ahora que lo pensaba, ¿qué haría México si se daba cuenta de que su linda enamorada resultaba siendo en realidad su guapo enamorado?

—¿Dormiste bien, Ana? —México intentaba hacer conversación, Chile agradecía internamente.

—Да (Si) —bostezaba con cansancio—. O bueno, habría dormido bien si a tus vecinos no se les ocurriera hacer fiestas hasta las dos de la mañana.

—Ay, canijo, pinche Wame —se maldijo por lo bajo—. Ay, Dios, princesa. Perdoname la vida, que vergüenza. Hablaré con él hoy antes de servir la comida, debería dejarte descansar mejor.

—Спасибо (Gracias) —talló uno de sus ojos—. No entiendo cómo logras dormir tan pacíficamente con tanto ruido.

—Bueno, es algo que se desarrolla desde chiquitos, ¿no es así hermanita? —volteó a ver a Chile.

—Si, así es.

—Ya veo —Rusia entrecerraba los ojos.

—¿Saben algo? —ambos dirigieron sus miradas a la latina, la cual acababa de tener una idea para intentar ayudar mejor a México—. Deberíamos tomarnos un descanso de tanto alboroto, cambiar de aires. Mexi ha estado muy estresado por todo este asunto de Rusia, y Ana ha estado durmiendo mal por culpa del Wame. Tal vez sea lo mejor tomar unas vacaciones lejos de aquí.

Si, esa idea era perfecta. No solo ayudaría a México, también alejaría a Rusia de su romance con Sandy, ya le había estado contando detalles de cómo la relación entre ellos dos comenzaba a avanzar a pasos agigantados. Quizás los tres podrían ir a una playa, un bosque, algún lago e incluso viajar a otro país. México sonrió pensando en todas las posibilidades de las que podrían disfrutar los tres, pero sobre todo él y Anastasia. Rusia por otro lado pensaba que era una pésima idea, estaría lejos de Sandy, lejos de todos los planes que tenía con ella y no sabía por cuánto tiempo esto iba a seguir así.

—¿Qué les parece? —Chile parecía emocionada.

—Jalo, wey.

—¿Ana? —Rusia no podía decir que no, eso sería maleducado de su parte.

—Voy con ustedes.

—Awebo, juro que no te vas a arrepentir, mija.

Mientras los hermanos latinos planeaban aquel escape, Rusia pensaba en los planes que podría lograr con Sandy en poco menos de dos semanas. Podría ir a su casa, ir al cine, hacer todas las cosas que ella le había propuesto desde un principio. Pero demonios, debía apurarse o ese par de locos frente a él le arruinarían todo lo que tenía planeado. En el fondo se sentía algo traicionado por Chile, creía que estaba de su lado, aunque quizás no debía tomárselo tan a pecho. Después de todo, ella estaba ahí porque quería ayudar a su hermano. Se daría una oportunidad, iría con Chile y México a disfrutar de unas merecidas vacaciones, después habría suficiente tiempo para salir con Sandy y avanzar cada vez más con su plan.

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