[Єℓ ғιи ∂ɛℓ мʋи∂σ]

—Katsuki-kun, qué alegría verte—Sonríe sincera la tierna mujer—. Pasa por favor—. Katsuki atraviesa el umbral con pereza. —Él está en la sala.

Inko no dice más. Conoce la rutina de los últimos días. Se retira y deja al joven como en su casa.

Katsuki se adentra en la estancia. Los ojos vagos le observan.

—Kacchan—sonríe en cuanto le ve.

El nombrado frunce el entrecejo—. Ni se te ocurra levantarte, nerd— reclama en cuanto le ve hacer el amago. Izuku vuelve al sofá.

Sin dejar la expresión molesta en su rostro se deja caer en el sofá de enfrente. Deja una bolsa sobre la mesita de café y de ella saca un par de mandarinas.

Izuku observa curioso cómo le desprende la piel y la desgaja.

No dice nada, simplemente ofrece los gajos deslizando el pocillo hasta el muchacho de cabellos verdes.

—¿Cómo sigues?—pregunta por fin.

—Mejor, gracias.

El gusto en su boca es agridulce.
El silencio no le incomoda, todo lo contrario, se refugia en él porque no tiene qué más decir.
Ni siquiera sabe por qué sigue yendo a verle. O bueno, quizá sí lo sabe.

—¿Qué es eso?—señala la maceta de flores rojas que descansa sobre el piso a un lado de la mesa.

—Geranios— responde izuku, observando la maceta—. Todoroki los trajo hoy en la mañana.

—¿Ese idiota estuvo aquí?

—Viene siempre que puede. Iida y Uraraka vinieron con él. Ella me trajo unos chocolates caseros, ¿Quieres probar?—ofrece con amabilidad que Katsuki rechaza de inmediato.

—No gracias.

—Tú te lo pierdes— ríe—. Iida también me trajo algo—, se estira y alcanza un pequeño cuadrado. Katsuki enfoca la vista y nota el enorme lente de la camara—. Dijo que era bueno que tuviera un pasatiempo. Ahora que estaré aquí en casa debo pensar en cómo matar el tiempo. Era de su hermano, según dijo-—. vuelve la vista a la cámara entre sus manos— Cuando estuvo en rehabilitación después de su accidente, le aconsejaron tener un pasatiempo para liberar estrés. Iida dijo que podía quedarmela e intentar. Todoroki trajo las flores porque dijo que eso hacía sentir mejor a su madre, y que pensó que cuidar de ellas me resultaría también. Uraraka dijo que los chocolates eran para endulzarme un poco, y que siempre que quisiera la receta me la daría—izuku sonríe. Katsuki le mira fijo, lo conoce demasiado para saber que esa enorme y radiante sonrisa solo enmascara las lágrimas—. Se esfuerzan demasiado. Incluso te hago pasar estas molestias.

Ahí está esa extraña y repulsiva sensación en el pecho de Katsuki, golpeando otra vez.

[•°•°•]

Izuku había quedado muy malherido en su última batalla, en su última guerra.

Había perdido parte sensibilidad en su mano derecha. La izquierda le costaba un poco de trabajo, y sus piernas también habían resultado gravemente afectadas.
En la última consulta tuvo que aceptar con pesadez las severas palabras del médico, quien le aseguró que en su situación lo mejor que podía hacer era retirarse.
Izuku se rehusó en un principio. Como sucesor de All Might la simple idea era inconcebible, aberrante. Su mentor había luchado hasta el final, y él debía honrarlo siguiendo sus pasos, cosa que resultaba difícil si apenas podía mantenerse en pie, eso sumado que sus brazos dejaron de ser de ayuda.

Con pesar se tuvo que tragar su orgullo y el asco que le producía la idea de abandonar; y se resignó a una vida sin heroísmo.

Katsuki notaba el esfuerzo que el pecoso hacía por seguirle el ritmo, apoyado en ese bastón.

—¿Dónde la quieres?

—Junto a las petunias.

Izuku le había pedido algo de ayuda para transplantar los geranios.
Katsuki no se negó.

Le observa trabajar con ímpetu sobre la tierra.
Cansado por el esfuerzo se acomoda en el pasto verde del suelo, bajo la sombra de un naranjo que su madre cuida como al niño de sus ojos.

—Listo—- exclama el cenizo, limpiando el sudor de su frente. El trabajo de jardinería bajo el sol no es lo suyo.

—Gracias— Sonríe y le invita con un par de palmadas sobre la tierra a sentarse a su lado.

Con fingido fastidio de acerca y se tumba a su costado de mala gana.

—¿Quieres algo de beber?

—Claro que no. No soy tan débil como para deshidratarme por unos ridículos rayos de sol— bufa con fastidio, provocando la risa del muchacho de pecas.

—¿Cómo vas en el trabajo?

—Bien.

Es verdad, laborando le va bien.
Alcanzó popularidad los primeros años, y con sus extravagantes hazañas alcanzó el primer puesto, mismos que ha mantenido hasta la fecha. Cómo lo dijo "13" crecería hasta volverse un héroe maravilloso.
Izuku tenía el favoritismo de la gente, fue y será uno de los héroes más alabados y queridos de la historia, eso seguro, pero su meta no era sobresalir, como Katsuki, él simplemente quería ayudar.
Para subir en la cima hace falta más que el apoyo de las masas, las acciones son importantes, muy importantes.

El asunto de la rivalidad quedó resuelto, o al menos eso quería creer Katsuki.
Con la muerte del antiguo Símbolo de la paz izuku decayó en silencio. Fue muy duro perder a la persona que no solo fungió de mentor, sino como un padre para el muchacho perdido en sus anhelos por aquellos años.

Katsuki al ser como es, no sabe si estar satisfecho con su actual posición o no, después de todo nunca podrá resolverlo, Deku ya no volvería más.

—Eso es bueno, muy bueno—asiente izuku—. Kirishima me llamó hace unos días, dijo que él y Denki esperaban venir muy pronto y que no me preocupara, ellos tendrían todo bajo control. Les creo.

Sí, todo estaba bien, o al menos en apariencia. Todo en la agencia se veía más opaco. Denki y Eijirou no eran tan escandalosos como antes. Mina no conversaba con tanta energía. La sonrisa de Sero había perdido fuerza. Ochako ni siquiera se emocionaba por el menú de los martes. Todoroki apenas y se notaba en la oficina.
Todo estaba sumido en una penumbra asfixiante. Habían perdido un sol.

Incluso Katsuki comenzaba a aburrirse sin tener con quién competir.
Antes habría pensado que estar sin Deku era un alivio, una bocanada de aire fresco, pero no, era lo contrario, era hastiante, era un golpe seco en el estómago.

[•°•°•]

Izuku se había cansado de estar en casa. Quería probar su camara, así la próxima vez que Iida y sus amigos aparecieran tendría algo qué mostrar.

Katsuki le acompañó al parque para que sacara algunas fotos.
Había naturaleza ahí que quizá le pudiera gustar.

—Sabes, Aizawa-sensei vino a verme hace unos días— susurra hacia ningún lado, pero Katsuki entiende que se lo dice a él. Ambos descansan en un banco a la sombra de un árbol sin frutos. La mente de Izuku divaga en los niños que corretean en los juegos—. Dijo que conociéndome haría alguna estupidez peligrosa que haría llorar a mi madre, y que antes que algo así me pasara por la cabeza prefería tenerme en U.A— rememora con una sonrisa la preocupación reflejada en el héroe de ojos frágiles—. En pocas palabras me invitó a ser profesor. No voy a servir para la práctica, pero dijo que podría apoyar en lo teórico; que siempre he tenido buenos consejos para dar.

Katsuki mira hacia el mismo punto que su amigo. Toma aire y suspira su respuesta—: ¿Por qué no? Es mejor a que estés de inútil. All Might también fue profesor, él fue quien nos enseñó. También eres símbolo de admiración.

Izuku sonríe por la gentileza de las palabras, pero inmediatamente la pesadez le vuelve al rostro. —Le dije que lo pensaría.

—Debiste decirle que no entonces. Te conozco, y si no aceptaste es porque realmente no te importa—. La risa del muchacho le da la razón. A Katsuki le molesta la ligereza con la que toma estos temas. De verdad que no lo entiende, no entiende lo que piensa y eso le disgusta horrores.

—Lo pensé. Ya no sirvo para nada. Quizá deba hacerlo para buscar un sucesor... Si muero mañana este poder morirá conmigo. El mundo está protegido, te tiene a ti—murmura sincerándose. Katsuki le observa sorprendido, pero no sabe el porqué de la sorpresa, a izuku nunca se le dificultó demostrar ese cariño y sobre todo admiración hacia él. —Pero a un así. Si desaparece sería muy triste. Debe seguir creciendo, y protegiendo. Por eso dije que lo pensaría—. Observa la palma de su mano. Observa el dorso, las cicatrices.

En un impulso idiota—según sus propias palabras— Katsuki sostiene su mano, cubriendo el dorso con su palma, y entrelazando los dedos en un suave apretón.

La sonrisa y el brillo vuelven a esos ojos verdes que —jamás admitiría en voz alta—tanto ama. Katsuki no dice nada, pero izuku sabe que puede interpretar eso cómo: "estoy aquí".

Él tampoco dice nada, se recuesta en su hombro y suspira, respondiendo en silencio un "lo sé".

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