✆ Tercera llamada.
˗ˏ𖥸ˎ˗
A veces, algo tan tonto y banal como una llamada, puede ser el inicio de grandes cosas. Piénsalo.
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El sonido de pasos y risas era lo único que Jack era capaz de escuchar desde el sofá. No se había levantado de ahí desde que Gustabo lo hizo para ir a buscar a los niños y de eso hace casi dos horas; no tenía ganas de hacer nada más que ver la televisión.
— ¡Papá, ayúdame! -— La pequeña morena se tiró a los brazos del mayor, aún riendo.
No tardó en llegar Gustabo, que caminaba para dejar que los niños se diviertan jugando a escapar de él.
— ¡Pogo te va a comer! — El rubio gruñía juguetón mientras iba hacia Danielle, sonriendo ampliamente.
— ¡Papá es casa, no puedes pillarme! — Danielle señaló con un dedo al rubio y luego abrazó más a su padre. Jack notaba a leguas lo mucho que su hija se divertía, al igual que Matthew; envidiaba ese buen humor. Él ni siquiera era capaz de sonreír si no estaba junto a sus niños.
•|| Casa es como... El sitio seguro cuando estás jugando al pilla pilla para que no te pillen, vaya. Lo pongo porque no sé si en otros países (y bueno tampoco otras ciudades, dilo todo) se llama distinto eso||•
— Vale. — concedió el subinspector riendo.
— ¿Has oído Matty? ¡Papá es casa! — dijo la azabache llamando al de cabellos cobrizos, que no tardó en venir corriendo y unirse al abrazo.
Gustabo volvió a reír; desde su posición, su jefe se veía muy gracioso siendo abrazado por los dos infantes. El de ojos de cielo iba a decir algo, pero entonces, alguien le llamó al teléfono. La melodía de Tusa rompió el silencio, haciendo al moreno gruñir con molestia; no le gustaba ese tipo de música.
— A ver quién llama a Pogo... — Tomó el móvil, el cual había dejado en la mesita frente al sofá donde los Conway estaban sentados.
Jack leyó el nombre de Greco en la pantalla, junto a lo que parecían estrellitas y al levantar la mirada, notó la sonrisa boba que el rubio había puesto. Se preguntó si él era así con Julia y aquel pensamiento le hizo suspirar algo desanimado.
— Pogo volverá en un segundo. — Al moreno le pareció que aquello era una promesa, sobre todo porque Gustabo había apoyado una mano en su hombro. Se sintió como un niño más con aquel repentino gesto a él y no a sus hijos, aunque aquello duró apenas un segundo, igual que aquel contacto antes de que ambos infantes se abrazaran del brazo de Gustabo, pidiendo que no se fuera.
Tras haber sido soltado por ambos niños, les dio un toquecito en la nariz a estos y después, se dirigió a la cocina, contestando la llamada tras cerrar la puerta de esta.
— ¡Mi niño, te acordaste! — La alegre voz de su pareja sacó una sonrisa de emoción a Gustabo. El rubio se llevó una mano a la boca, acariciándose los labios —. ¿Te estás tocando los labios otra vez? — preguntó entonces, sorprendiendo al menor a la par que le hacía reír. Greco conocía bien a su novio; cuando sentía verguenza, se palpaba los labios y sonreía levemente de nervios.
— ¿Qué eres, un voyeur? ¿Me estás mirando desde un arbusto? — preguntó acercándose a la ventana de la cocina. Río por sus propias palabras; qué tonto, están en el último piso del edificio y tiene siete plantas.
— Ojalá existieran arbustos tan altos... — bromeó —. Oye, Gustabito, ya sé que te lo digo mucho, pero joder..., no puedo evitar recordarte todo el rato lo mucho que te qui- — Se pudo escuchar el claxon de un coche a la distancia, a lo que el barbudo soltó un pequeño quejido de molestia por haberlo interrumpido —. Leonidas y Xavier son tan capullos... Querían saludarte y como les pedí que esperaran, se han propuesto hacer que sienta vergüenza mientras te hablo. — explicó.
— Gritales un cara nabo de mi parte.
No tardó en escuchar a su pareja llamar a sus amigos de esa forma. Unos segundos después, tres voces sonaron a la vez; dos gritando. El rubio se vio obligada a apartarse el teléfono de la oreja.
— Leonidas te manda un beso y Brown te ha preguntado qué se siente llevar todo el día una escalera a la espalda. — explicó Rodríguez luego de que el rubio volviera a acercarse el aparato.
— ¡Pasame a ese calvo! — pidió entre risas.
— ¡Hola, enano! ¿Por fin te rodeas con gente de tu altura? — Los cuatro estaban riendo, pero el rubio no pudo evitar sentirse un poco solo luego de que aquellas risas acabaran. El sonido le indico que habían intercambiando miradas entre ellos y supuso que era para acordar apartarse al ver a alguien salir de comisaría, algo hacían siempre para evitar atender denuncias absurdas que venían a poner de forma diaria —. Si, ya se ha ido. — Brown se lo confirmó al volver a hablar y Gustabo no pudo evitar reír levemente.
Luego, los tres agentes hablaron y escucharon al rubio, usando la opción del altavoz en el móvil de Greco. Aunque la pareja del subinspector de vacaciones era el que menos hablaba; los tres sabían que su compañero no aceptaría muchas llamadas para disfrutar un poco de su "descanso" y algo a mayores que solo Xavier y Greco sabían, era que estaba con el superintendente y la razón por la que lo estaba. Al final, daba igual cuánto supieran del estado de Gustabo, solo querían aprovechar de aquella llamada para hablar con él, incluso aunque solo llevara un día de vacaciones, ¿Quién sabe cuando volvería a llamar? O volvería a secas...
— ¡Oye, Brown! ¿Sabes que el superintendente tiene un perro? Podría conseguirte una cita con él si quieres, que te veo muy solo. — bromeó el subinspector, recibiendo un "Hijoputa" del otro de su mismo cargo. Río levemente antes de mirar a la puerta de la cocina, puesto que había escuchado unos pasos y luego, la puerta abrirse con suavidad —. Hola, Leónidas, Brown y Greco están al teléfono, ¿Quiere hablar con ellos?
Pese a la negación, se posicionó al lado del rubio, tanto que si se movieran un poco, podrían rozar sus hombros, a lo que Gustabo puso el altavoz como si nada. No tenían nada que hacer; Jack le habían puesto a los niños un canal infantil y estos ya no tenían ganas de hacer nada más, al menos hasta que volviera Pogo.
— ¿Que 'tas con e' zupeh? — pregunto Leónidas. Al contrario que Brown y Greco, él no sabía exactamente dónde estaba el rubio; sólo sabía que no estaba en casa con su hermano ni con su novio, algo que ya de por sí le había extrañado.
— Está con él unos días, si. — se limitó a decir Greco.
— ¿Y por qué 'ta con e' zupeh?
— Porque está poniendo los cuernos a Greco con él, cállate. — Ante las palabras de Xavier, el moreno al lado del otro subinspector se tensó, tosiendo con incomodidad.
— ¿Estás bien?... — susurró Gustabo lo más bajo que pudo al oído del moreno, pero solo consiguió que se tensara más y empujara al rubio para apartarlo de él.
— ¡Aparta, anormal!
— ¡Ohtia' pueh si que esta con e' zupeh. — La voz del que más gastos suponía en reparación de marys sonó casi al momento del grito de Conway.
— ¡Mira que te lo dije! — le gritó Xavier, señalándole con un dedo. Entre los dos habían acaparado el teléfono de Greco y al dueño apenas se le podía escuchar diciendo una y otra vez que quería un poco de intimidad con el rubio —. Oye, chiquitín, a ver cuándo vuelves que Greco y Horacio ya te echan de menos, ¡Tu novio está a un paso de ir corriendo a por ti!
— ¿No será que me extrañas tú, nenaza? — Pese al empujón del azabache a su lado, el rubio se escuchaba alegre al otro lado de la línea, y sonreía con amplitud como si estuviera siendo el mejor día de su vida.
Si Greco, Horacio o básicamente cualquiera en comisaría supiera lo sólo que se sintió en el cuarto de invitados de la casa de Jack...
Extrañaba dormir mientras era abrazado por Greco por la espalda cuando no tenían trabajo por la mañana e iba uno a la casa del otro.
Y extrañaba cuando, estando Horacio, se dormían en el sofá viendo películas cuando sus turnos -que eran los mismos, a diferencia de con el comisario- no les exigían despertar antes de bien comenzada la tarde.
— ¡Calla, calla! ¡Que se entera tu novio y me casca! — bromeó el subinspector de vuelta.
— ¿No deberíais trabajar o algo, par de cotorras? — preguntó el azabache luego de un rato, harto de las bromas de Brown; ese chico tenía algo que le hacía quererlo lejos, lo bastante como para no escucharle, como ahora. Y Leonidas..., en realidad él le daba más igual; solo quería que el comisario barbudo y el subinspector que le estaba ayudando con sus hijos pudieran hablar como notó que no habían podido hacer antes.
— Estamo' de descanso zupeh.
— Pues ya no; tirar a trabajar — Hubo quejas, pero se fueron. Nadie se atrevería a discutirle nada al superintendente, ni siquiera estando de "vacaciones"
— Entonces hasta lue-.
— Tú no te vas, Greco. — Le interrumpió Jack cuando éste se disponía a despedirse antes de colgar la llamada.
Los ojos azules del subinspector se posaron en su superior con sorpresa y preocupación, un sentimiento que sin saberlo, compartía con su pareja, que temía haber hecho algo mal por lo que el moreno iba a regañarle.
— ¿Qué tanto me miras, capullo? A Greco le quedan cinco minutos de descanso; date prisa en aprovechar para seguir hablando con tu compañero de pajas.
— ¡Gracias, gracias, gracias! — Se tiró al cuello de su superior, abrazándolo y dándole un beso en la mejilla por la emoción.
Antes de que el azabache pudiera decir ni hacer nada, el rubio se separó para seguir hablando.
— ¿Entonces te gustó mi regalo? — continuó hablando el subinspector. Eso fue lo último que el moreno escuchó antes de salir de la cocina para darles algo de privacidad.
Tenía que admitirlo, sentía algo de celos por la relación que tenían Gustabo y Greco. Pese a que ellos siempre decían que querían llegar a ser como él y Julia, casarse y formar una familia, el azabache siempre supo que su relación no era igual en lo absoluto; ellos se llevaron tan bien desde el principio..., eran el tipo de pareja que parecía hasta cuando aún no lo eran.
Jack no duró mucho sólo como amiga de Julia, y nunca se atrevió a mostrarle cariño en público, ni siquiera cuando se casaron; Michelle siempre le dijo lo peligroso que sería para ella y su familia si él lo hiciera, incluso aunque entre ambos prácticamente obligaron a Julia a usar una pistola y llevarla siempre encima.
Ahora que se fija, no había sido el esposo más permisivo del mundo; debía ser muy estresante para ella llevar siempre un arma encima, saber que en cualquier momento alguien pudiera ir a hacerla daño por su culpa, el aviso siempre presente de que tal vez lo mejor sería llevar un chaleco antibalas sólo por si acaso...
Luego de aquellos cinco minutos de llamada con el comisario Rodriguez, Gustabo se había dispuesto a salir de la cocina, pero chocó con la espalda del moreno, que estaba en la puerta —. ¿Super? — preguntó tras chocar con la espalda del mismo.
No obtuvo respuesta, no una inmediata ni con palabras.
La mirada ceniza hizo contacto con la de cielo.
Dolor por una parte, preocupación por otra.
— ¿Quiere hablar de... — Bajo la mirada grisácea que parecía a punto de romper a llorar en cualquier momento, el menor titubeó —, algo? — No se atrevía a decir el nombre de Julia, simplemente no podía.
Jack miraba a su inferior sin saber qué contestar.
No entendía cómo podía ser tan diferente en el trabajo de aquí; ese chico tan amable y sonriente que atendió la llamada y le ayuda con los niños, no era el bromista, malhablado y bastante problemático subinspector cuyo nivel de manipulación y temeridad se parecía al del propio superintendente.
¿Será que la gente triste y los niños sacan ese lado de él?
Sea como sea, recordar cómo había actuado hasta hace un momento, sonriente y bromista, le trajo el recuerdo de cuando se conocieron. «No llegará a nada», recuerda haber pensado cuando le vio sonreír en un primer instante.
Recuerda que creó en su mente la momentánea imagen de un angelito; un niño bueno; alguien que tristemente, no llegaría a nada en el cuerpo porque para serlo, hay que tener estómago. Recuerda que pensó que no terminaría su primer día antes de querer irse de allí, sabiendo que aquel no era su sitio.
Qué equivocado estaba.
Aún recuerda también cómo sintió que aquella imagen se rompió sólo en un segundo; el segundo siguiente bastó para ello; el rubio solo tuvo que borrar su "inocente" semblante ante la expresión que el contrario tenía. Obviamente, el cabeza del C.N.P no se podía ver a sí mismo, pero estaba seguro de que su rostro denotaba cuanto le estaba subestimando. Gustabo le había mirado con una antipatía tan repentina, que le pareció una persona diferente.
— No tiene por qué decírmelo ahora. — La voz de Gustabo le hizo volver a la realidad —. Solo..., tenga en cuenta que yo estoy dispuesto a escuchar o intentar ayudarle, cuando usted lo quiera. — Tras concluir su frase, se rascó el brazo algo nervioso, mirando al moreno a la espera de una respuesta.
Jack parpadeó varias veces antes de asentir con la cabeza con lentitud.
— ¿Me ayudas a darle un baño a los monstruitos? — preguntó queriendo aligerar un poco el cargado ambiente que se había quedado tras ofrecerle ayuda a su superior.
Frunció el ceño ante la forma de llamar a sus hijos que tuvo el menor, pero asintió con la cabeza y ambos fueron a buscarlos.
Parecían haber estado esperandoles cuando entraron a la sala; aburridos porque los dibujos que les gustaban ya habían acabado.
— ¡Pogo dice que ya es hora del baño, chiquitines! — anunció. Ninguno aceptó en un primer momento; salieron corriendo.
Pero no tardaron mucho en acabar en la bañera del cuarto de baño de arriba, siendo bañados por los adultos, o más bien por Gustabo; Conway más bien peleaba con la melena negra de su hija, demasiado larga como para poder lavarla como él hacía con su propio cabello, ¡Se le habían enredado por dedos más veces de las que podría contar! Y el anillo de boda que aún llevaba puesto no es como si fuera de ayuda; constantemente se movía y acababa con pelos por dentro, atrapados en la sortija.
— ¡Pogo! — le llamó la pequeña cuando su padre estaba aclarando su cabello cuando por fin lo consiguió enjabonar bien.
— Pogo te escucha, Dani. — Mientras lo decía, estaba pasando una toalla por la cara y cuello del otro infante antes de ponerle una camisa de pijama naranja de mangas azules con caritas de los simpson.
— ¿Cuánto tiempo te vas a quedar? — preguntó Matthew en lugar de hacerlo la niña; era evidente que ambos habían hablado sobre eso antes por cómo miraban al rubio.
— Eso... depende del super- ¡De papá! — se apresuró a corregirse. La camisa de los simpson se deslizo por los brazos y abdomen del pequeño hasta que su cabeza salió por el otro lado.
Los ojos grises le miraban algo desilusionados cuando se abrieron al verse medio vestido; quería que se quede para siempre, igual que su hermana; ser hijos del superintendente no te da una lista enorme de amigos por mucho que se pueda pensar, muchos padres intentan evitar que sus niños se relacionen con alguien cuyo padre tiene mala reputación y un trabajo peligroso, Pogo era uno de los pocos amigos de esos niños y el que más querían porque siempre parecía saber exactamente lo que ellos necesitaban.
Ambos deseaban que se quedara siempre.
¿Lo haría?
Las miradas de los infantes acabaron en Jack, quien apenado, no sabía qué decir.
— Además, mi novio puede ponerse celoso si ve que me quedó a vivir con unos niños tan guapos como vosotros o vuestro padre... Pero me quedaré mucho tiempo, de verdad... — Sonrió mientras ponía la ropa interior y pantalón al castaño, que iba a juego con la camisa —. Mientras, podemos aprovechar el tiempo; veremos películas, os duchare, os contaré un cuento..., lo que queráis.
La atención de Matthew y Danielle volvió al rubio y ambos se abrazaron a él, mojando al subinspector porque la azabache aún no había salido de la bañera hasta que se tiró a los brazos del subinspector.
— ¡Qué bien! — exclamó la pequeña. Estaba segura de que podría convencer al chico de que se quedara aún más tiempo del que planeaba, fuera cual fuera.
Jack se quedó con el mando en la mano mirando a los niños.
Nunca los había visto tan felices... ni tanto simplemente.
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⚀ ⚁ ⚂ ⚃ ⚄ ⚅
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Era extraño estar tanto tiempo en el despacho del superintendente, sobretodo sin escuchar gritos, insultos y maldiciones. Volkov se sentía como si hubiera aparecido en un universo alterno, uno en el que el superintendente era alguien tan calmado como él o tal vez, ya no era miembro del C.N.P; al fin y al cabo, Conway siempre le había dicho que el día que aquello pasara o muriera, quien tomaría el cargo sería Viktor; Jack quería que él tomara su puesto.
— ¡Comisario Bombón!
¿Era egoísta desear ser él llamado "superintedente"? Debe sentar bien, mejor que el que le diga "Comisario Bombón" un chico tan alegre, dulce y especial como ese chico de cresta ahora frente a él. O eso piensa cada vez que Horacio se refiere a él de esa forma; no sabe qué siente el de cabellos acuosos al decirle así, ni siquiera sabe si es especial de todo, puesto que a Jack también le llama de apodos, pero a él le hace sentir bien; le gusta pensar que alguien como Horacio totalmente contrario a él, lloraría por sus penas o su muerte, aunque sabe estas conclusiones de un apodo y algún que otro abrazo ocasional. En su mente, intentó imaginar cómo le llamaría de ser superintendente,
¿Superdulzón? No, eso suena horrible...
¿Superamor? Dios, esto se le da fatal...
— ¿Comisario Bombón? — Una mano de uñas pintadas a la mitad de rosa fosforito izquierda y rosa pastel en la derecha se movió frente a sus ojos.
Pestañeó mirando a su derecha; ni siquiera se había dado cuenta de que Horacio se había colocado a su lado.
— Sólo quería decirle que... Gustabo dice que todo está yendo más o menos bien. - explicó el chico, mirando a su superior con algo de verguenza. La forma en la que le miraba era una mezcla extraña entre curiosidad y su seriedad habitual.
Viktor asintió levemente con la cabeza y el de inferior cargo se fue a sentar en el otro escritorio, mirando de cuando en cuando al peliblanco; la mirada azul no había dejado de estar sobre él en ningún momento.
— ¿Crees que haya vuelto a...? — El comisario no se atrevió a terminar la frase. Pese a haberlo contado a Horacio, Greco e Ivanov, este aún no podía decir la palabra; era como si decirlo fuera a hacerlo real, como si el hecho de que el superintendente se había puesto una pistola en la sien fuera un simple mito que de decirse en voz alta, se convertiría en la realidad.
Horacio negó con la cabeza suavemente. Se veía serio, pero no triste; la sensación amarga que le evocaban sus recuerdos del pasado había hecho flaquear la sonrisa, pero había un retoque dulce por la presencia de su hermano. Agridulce...
Tiene que llamarle mañana.
— Gus evita todo lo que tenga que ver con los... Amm... — Él tampoco sabía cómo decir cualquier cosa que insinuara la realidad sobre el superintendente. Miró a otro lado por un momento antes de volver a hablar, decidiendo seguir con su respuesta desde otro punto que evitara decir las palabras específicas del estado de Conway..., directamente —. Si hubiera hecho algo, Gustabo no querría estar en la casa; sé que puede no parecerlo por cómo actúa trabajando, pero él no soporta rodearse con gente que no valora su vida o se rinde fácilmente...
— Deberíamos ir a verlos, por si acaso. — comentó el peliblanco tras un momento de silencio durante el cual, lo único que se escuchaba eran las teclas del ordenador del subinspector siendo presionadas mientras este miraba ropa por internet, haciendo como si trabajara; sin su hermano en la misma casa ayer, sin las charlas, sin las risas, sin escucharle cantar en la ducha..., hoy no se había despertado con ganas de nada.
Perdió el sol en su casa para quitar las nubes lluviosas de la cabeza de alguien más; sabía que no iba a ser para siempre, pero también que el tiempo sin él se le iba a hacer largo. El de cabellos acua quiere pensar que esa fue la motivación que le hizo levantarse de un salto de su asiento —. ¡Pido ir yo primero!
Si no fuera porque la situación era grave, el ruso se habría reído; la actitud del de mirada pardo-celeste le enternecia y causaba gracia a partes iguales.
— Yo creo que es lo lógico; es tu hermano. — opinó, ganándose un asentimiento de cabeza del mismo. Pero había un punto por el que eso no era buena idea —: Pero yo no creo poder atender comisaría yo solo, no por mucho tiempo por lo menos... — Se rascó la nuca algo apenado, mirando a otro lado; incapaz de mirar al contrario por si su gesto, que empezaba a ser alegre, se volvía triste o serio de nuevo.
— Lo entiendo... — Efectivamente, su alegría se había ido; estaba bastante desanimado. Se dejó caer en la silla de vuelta y miró la pantalla con pasividad; ya no quería mirar ropa en el ordenador —. Po-podría ir antes de entrar a servicio o en el descanso. — propuso luego de un rato.
Viktor suspiró —. Tal vez puedas ponerte de acuerdo con Greco o Ivanov... Aunque también deberías preguntarle a Michelle. — Ante la mención de la pelirroja superior de Conway el subinspector tembló ligeramente. Nunca había hablado con ellos en persona, pero sí escuchado cosas sobre ella por comisaría, además de fragmentos de conversaciones que esta ha tenido con Jack estando él presente; esa mujer le daba más miedo que Conway cuando está en la sala de interrogatorios tras poner las cámaras en bucle.
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⚀ ⚁ ⚂ ⚃ ⚄ ⚅
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— ¿Lo ha hecho ya?
La mujer frente a él trataba de que las cámaras del banco no vieran un solo pelo de sus cabellos de fuego, metiéndolos cada cierto tiempo en la capucha de la cazadora negro con pelo color crema en los bordes de la tela que cubría su cabeza, como si estas pudieran grabar el color siquiera o como si alguien fuera a fijarse en ella al mirarlas... «Exagerada» pensó.
— No...
Al contrario que ella, su "compañero" no tenía nada que le cubriera la cara ni mínimamente; su única "defensa" era un gorro negro para tapar su cabello, todo en su vestimenta era ropa oscura, resaltando el blanco de aquella piel, como si nunca le hubiera dado el sol. Se notaba a leguas que ese varón no pensaba mediar demasiadas palabras con alguien como ella. Le repugnaba y no pensaba ocultarlo; sólo tendría el contacto necesario con esa mujer y si tuviera que apartarla sería por la fuerza, y sin medir esta siquiera.
— Solo quiero acabar con esto ya..., por favor. — Pese a su tono de voz calmado, la mujer se notaba desesperada y esto era innegable.
— Puedes irte. — Era una orden pese a añadir un "puedes" y esta fémina lo entendió; se fue corriendo, llamando la atención de todos los allí presentes. Tal vez sí que llamaría la atención de quien vigile las cámaras ese día después de todo...
El encapuchado que había estado esperando a la mujer en la puerta fue tras ella sin importarle quien pudiera verle; las órdenes iban primero que la vergüenza.
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¿Quién dice que morir por amor es imposible? Es como decir que es imposible matar por él..., El amor te vuelve loco, y me preguntó quién lo está más de los dos...
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➢ DB.
➢ 4059 palabras.
➢ I know, I know... Llego dos días tarde; quería haber actualizado el 12 para escribir "feliz cumpleaños a Vegetta", lo tenía todo terminado para ese día, pero luego con lo de Don Gato me pareció mal hacerlo. Lo siento :(
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