Parte única.

|¿Quién iba a decir que iban a ser lo contrario de lo que aparentaban?|

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Cualquiera que viera la escena que ambas estaban protagonizando se sorprendería a más no poder, ¿y cómo no hacerlo? Kagamine Rin, aquella chiquilla considerada recatada, culta y come libros... ¿qué demonios hacía encima de Hatsune Miku con una sonrisa lujuriosa? Y lo peor aún, ¿por qué aquella peliaqua estaba siendo tan sumisa y torpe? ¡Era Miku, por Dios! La chica considerada como la diva e idol de la escuela, la que usaba faldas cortas y ropa entallada a la hora de actuar con cierta coquetería, aquella que desprendía un aire de superior e inalcanzable. ¡Cualquier hombre podría estar a sus pies en un chasquido de dedos! Entonces, ¡¿por qué se estaba liando con una chica?! ¡Con una chica mojigata por si no fuera poco!

¿Qué demonios estaba pasando allí?

La de cabellos rubios rió al pensar en eso al separar sus bocas, observando a su idol sonrojada, jadeante y tímida, pidiendo más con un brillo especial en la mirada. Moría por ver la cara de los imbéciles de su escuela, quienes tenían en un pedestal a su adorada Miku y juraban que ella era completamente heterosexual, aunque, claro, respetaba la decisión de su novia sobre no contar a absolutamente a nadie eso: que eran pareja desde un año atrás.

Agrandó su sonrisa antes de comenzar a desabrochar con cierta desesperación la camisa escolar de Miku, descubriendo aquel sujetador negro de encaje que cubría el pequeño pecho de la otra, lo quitó con familiaridad y empezó a acariciar los pezones fruncidos de su novia, quien evitó soltar una exclamación y mordió su labio inferior. Rin volvió reír suavemente al ver las expresiones de la Hatsune —cómo le encantaba verlas— antes de abalanzarse al cuello contrario, llenándolo de besos y lamidas, y uno que otra succionada. De antemano sabía que no debía dejar marca porque fácilmente se notaría, pero en esos momentos ya estaba harta de todos los chicos que acosaban prácticamente a su novia pidiéndole citas o se le confesaban. Era un jodido fastidio no poder gritarles o alejarlos a patadas, diciéndoles que ya tenía quién la amara y mimara.

Ciertamente sabía que la reputación de ambas se vendría en picada si alguna de las dos confesaban abiertamente que se amaban, pues una era lesbiana y la otra demisexual: los fans de Miku eran hombres en su mayoría y los abuelos de Rin —quienes le iban a heredar una academia religiosa bastante cotizada— no apoyaban mucho a ésas clases de preferencias sexuales; eran conservadores a pesar de estar en pleno siglo veintiuno.

Intentando olvidar esos pensamientos y centrarse en complacer a quien  estaba debajo suyo, separó sus labios de la zona y se dirigió a la boca entreabierta de Miku, quien gustosa aceptó. Adentró su lengua a aquella cavidad húmeda con sabor a cereza gracias al dulce que había comido previamente a lo que estaba pasando, jugueteando de manera insinuante con la otra, sintiendo cómo la peliaqua se estremecía. Le era adorable que a esas alturas aún la idol se sorprendiera o reaccionara así, sabiendo que no era la primera vez que hacían eso, ni tampoco sería la última.

—R-Rin, tengo que ir a un sección de fotos dentro de una hora, no podemos... —murmuró la de coletas, separándose con la respiración acelerada y un tierno sonrojo inundando sus mejillas.

—Ya verás que el tiempo nos alcanza, y si no, que se jodan los imbéciles esos de tu sesión. Hoy eres mía —comentó la rubia con cierta posesividad. Ya llevaban sin siquiera verse al rededor de un mes por culpa de una presentación en Tokyo, y no desaprovecharía esa oportunidad de estar con su novia por culpa del ajetreado horario de la diva. Ya se las ingeniaría o buscaría una buena excusa.

—Dios, eres todo un caso, Rin —murmuró risueña la más alta, hincándose en la cama, al igual que la otra.

—Ya sabes cómo soy, Hatsune-senpai —canturreó juguetona delineando en abdomen y pecho de su contraria, deteniéndose en el pezón derecho antes de capturarlo entre dos de sus dedos, apretujándolo suavemente e inclinándose para comenzar a saborear esa parte.

Miku se sonrojó al oírla y más al sentirla, dejando de pensar en su carrera y lo que tenía que hacer. Solo quería estar con Rin a solas un rato, como venía queriendo desde hacía tres semanas. Había veces donde odiaba ser idol pues la excluía de tener una vida normal, estar abiertamente con su novia o convivir como antes con sus amigos reales de la infancia. Su entorno giraba entre falsas amistades que la buscaban por la fama, entre miradas envidiosas de otras, entre acosos de sus compañeros que solo querían estar con ella por dinero o por tener sexo. Le molestaba bastante saber que quien decían amar solo era la imagen que proyectaba cuando bailaba y cantaba, pero no conocían a la verdadera Hatsune Miku: aquella que deseaba ser veterinaria cuando entrara a la universidad, aquella torpe y un poco tímida, aquella que prefería mil veces estar con sus familiares o amigos como antes de que entrara a la preparatoria, aquella que le iban las mujeres y no los hombres. Su verdadera yo que pocos conocían.

Rin coló su mano derecha en la falda de la otra, acariciando sus piernas antes de ir a la entrepierna, delineando sobre la ropa interior los labios mayores. Oyó un pequeño gemido escapar de la boca de la peliaqua y sonrió orgullosa. Sabiendo que estaba complaciéndola, comenzó a desabrochar la falda que le incomodaba y después bajar aquella braga negra hasta las rodillas, dejando al de cubierto toda la piel lechosa de su novia, la que tanto le encantaba.

—¡Hey! Tú sigues con el uniforme completo, es injusto —se quejó con cierto aire infantil Miku.

Ese comentario hizo reír a Rin, quien terminó por quitarse la camisa y el sostén con rapidez, dejándose solo la ropa de abajo. Sin más, se arrimó a la otro para volver a unir sus labios con lujuria, sintiendo sus pechos chocar y rozar, al tiempo que bajaba su mano lentamente hacia la entrepierna de la peliaqua otra vez, introduciendo un dedo buscando su clítoris, cosa que no le costó. Oyó la corta maldición ahogada entre sus labios, lo que la hizo sonreír y separarse levemente, sin dejar su labor, solo para ver la reacciones de Miku, quien tenía los ojos cerrados, con sus mejillas ruborizadas y la boca entreabierta, disfrutando del toque. Comenzó a acariciarlo con más fervor, desviándose cada cierto tiempo hacia su entrada y labios menores, procurando extender la humedad por toda la cavidad. Empezó a rozar alrededor del monte venus, acariciándolo por las esquinas, sabiendo que de ésa forma le causaba más placer que tocarlo directamente y sin tacto. La había aprendido a conocer en todo ese tiempo, no por nada eran amigas de la infancia antes de iniciar su relación.

Miku comenzó a soltar pequeños quejidos al tiempo que sus piernas se apretaban, buscando más placer así al rozarse y sentir la mano de Rin. Iba a venirse si seguía así, sin duda alguna. La rubia lo notó, sabiendo que la otra siempre hacía eso y era su forma de avisar, así que comenzó a frotarla con más demandancia y sin flaquear, queriendo que tuviera un orgasmo intenso. Con su mano desocupada subió hacia sus pechos, comenzando a apretar su pezón y jugar, y volvió a unir sus bocas. No tardó en sentir a su novia temblar, dejando de besarla a causa del placer que la estaba inundando. La expresión de la idol en esos momentos valía oro, y la enorgullecía saber que solo ella tenía el privilegio de verlas.

Se separó de la diva, con una molestosa sensación de vacío en su cuerpo. Estaba bastante excitada, sus piernas apretujándose, buscando alivio, y su sexo temblando y dando ligeros espasmos se lo decían a gritos, pero quería darle un respiro a Miku para que se recuperara y así pudieran seguir. Más sin embargo, no se esperó que la peliaqua se abalanzara sobre ella y la obligara acostarse en la cama, rebotando levemente gracias al impacto. Tan impulsiva y torpe, pero así era la Hatsune y estaba acostumbrado a ello.

—¡Miku! —Regañó, pues la cama era individual y corrieron el riesgo de estrellarse ambas contra el piso, que por suerte no pasó.

—Lo siento —rió con pena—, pero quiero complacerte yo también —murmuró.

Sin esperárselo, sintió su boca ser invadida por la más alta con la lengua y se dio cuenta de que alzaba su falda, dejando al descubierto aquel fiel short que siempre llevaba debajo, por más comodidad y seguridad que nada. Kagamine Rin era así, precavida y recelosa en algunas cosas. La de ojos azules aqua se separó para quitárselo, viendo las bragas blancas ligeramente húmedas. Sonrió con cierta timidez. Ni una de las dos habían llegado al sexo oral, solo se tocaban y complacían con sus manos, pero nunca con la boca directamente allí. Y a Miku le llamaba la atención llevarlo acabo y saber qué se sentía hacerlo y que se lo hicieran, aunque nunca se lo había comentado a la rubia por pena.

Pero quería cambiar eso.

Tragando saliva, procedió a arrebatarle con torpeza la última prenda que quedaba, dejando al descubierto la entrepierna húmeda e hinchada de Rin, y, sin avisar como era costumbre por culpa de su impulsividad, se abalanzó contra ella separando a tope sus piernas para tener más espacio, dando la primera lamida en los labios superiores. Oyó una exclamación de rotunda sorpresa de la Kagamine, y no era para menos: no se lo esperaba en lo absoluto y la había tomado con la guardia baja.

—¡¿Q-qué haces?! —Chilló la ojiazul, intentando incorporarse con vergüenza y cerrar sus piernas, mas Miku no se lo permitió. Estaba emocionada y al mismo tiempo embelesada: eran contadas las veces donde Rin se mostraba tímida con ella. Quizás con todos los demás que la conocían por un pequeño intercambio de palabras la catalogaban como introvertida porque esa era la primera impresión que daba la rubia, pero no lo era en realidad.

—Quiero intentarlo... —comentó la mayor.

—A-ah..., eh, ¿segura? —Indagó titubeante, mirando hacia su costado derecho.

—Completamente —aseguró la ojiaqua con una sonrisita al notar lo sonrojada que se encontraba la de carácter más fuerte.

Se volvió a dirigir a la entrepierna y separó los labios con sus dedos, dejando a la vista lo preparada y excitada que estaba, comenzó a delinear todo el contorno con delicadeza antes de dirigirse al clítoris ya erecto, acariciándolo tal y como lo había hecho Rin con ella, captando los suspiros cortos de su pareja, animada con eso y queriendo que la rubia perdiera el juicio a causa del placer, arrimó su boca a aquel lugar para comenzar a lamerlo y probarlo más directamente, sintiéndola tensar rápidamente. Era extraño todo eso y nuevo, pero había algo que la atraía, no sabía el qué con certeza, pero allí estaba esa sensación.

A como lo pintaba todo el mundo y los vídeos eróticos, sí era un poco cansado estar en esa posición y estarla lamiendo; su quijada le dolía levemente por el esfuerzo que estaba ejerciendo y se sentía levemente cansada. Pero no le importaba, pues estaba más centrada en cómo eran las reacciones de la Kagamine: maldiciendo y gimiendo cada prolongado tiempo. Al estar tan deseosa la rubia, no tardó mucho en sentir aquella placentera sensación de su entrada apretando gracias al labor de Miku, logrando que su cuerpo sufriera espasmos unos cortos segundos. Se sentía jodidamente bien, eso pensaba la menor. ¿Por qué había tardado tiempo en practicar aquello? Se sentía idiota.

Hatsune se separó para terminar de observar las últimas reacciones de Rin: tenía la mandíbula tensa, respiraba con la boca consecutivamente, tenía su cabello rubio suelto y su fleco estaba revuelto, sus mejillas sonrojadas y su cuerpo aperlado por el sudor. Sintiéndose orgullosa de haber logrado su objetivo, talló su mano contra su quijada y labios para limpiarse, y, empujando levemente a la rubia media adormilada, se acostó a su lado apegada a ella por la falta de espacio en la cama, pero a ni una de las dos les importó ese minúsculo detalle.

—Vas a llegar tarde —murmuró Rin con diversión, recargando su cabeza en el hueco del cuello y hombro de la peliaqua.

—Yo también te amo —comentó Miku riendo levemente, jugueteando con un mechón de cabello de la rubia. En esos instantes poco le importaba si era regañada o no por su mánager, estaba feliz de estar así con Rin, a solas y disfrutando de su momento.

—Sabes que yo igual, tonta —susurró la ojiazul y depositó un corto un beso en el cuello de su novia, acomodándose para no estar en un posición incómoda y poder descansar un rato así, abrazadas.

¿Quién iba a decir que la que medio mundo tachaba de mojigata iba a estar con la idol famosa, amándose en secreto? Las apariencias engañaban, sin duda alguna.

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Creditos a: gungure por la portada. Muchísimas gracias, en serio me encantó <3

Ahh, tantas ganas tenía de escribir de estas dos: mi OTP culposa, ahsvag. Quería hacer mi aporte al fandom que está creciendo.

No salió el lemon como yo deseaba: mis expectativas eran más altas y con más contenido, pero no pude hacerlo con la idea original ya que no soy de escribir sexo sin una trama detrás, jsjsjs. Sorry.

¡Nos leemos!

-Lindassj1

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