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Bien, justamente debería estar abajo, en la cocina, fingiendo limpiar el piso y arreglar la cocina, y si, fingiendo, porque en primer lugar Jeno fue el idiota que hizo que las cosas se salieran de control y segundo, no quiero hacerlo, pero, ¿Cómo podría aparentarlo si acababa de darme una ducha?.
Suspiré con cansancio y cepillé mi cabello deprisa y sin demasiada delicadeza.
Bajé las escaleras luego de secarme el cabello— de alguna manera estuve haciendo todo al revés— y cuando llegué al umbral de la cocina lo primero que logré visualizar fue a Jaemin hincado, tratando de remover una mancha amarilla en la cerámica, ¿Debía decirle que esa mancha ya era permanente y llevaba aproximadamente tres meses adherida en la cerámica?.
Lo pensé unos segundos antes de aproximarme, y decidí no hacerlo, al menos no por el momento.
Se veía estúpido
Y era divertido, verle fruncir el ceño y tallar con más fuerza mientras pequeñas gotas de sudor comenzaban a bajar por su frente. Aunque era poco malvado de mi parte dejarle de esa manera, así que lo pensé nuevamente y encogí los hombros.
Seguía sin cambiar de opinión
Entré completamente y me acerqué a Jaemin.
—Creo que deberías tratar de tallar más fuerte, debilucho, seguramente su tallas más fuerte si sale— Dije, tratando de no reír y para mí propia suerte, no lo hice, mantenimiento así la seriedad en mi rostro.
—Podría ser...— masculló, ignorando por completo mi insulto, Retorció el paño mojado y vivió a agregar desinfectante para seguir con la tarea de limpiar el mismo lugar, pasó el dorso de su mano por su frente, escurriendo las pequeñas gotas de sudor— ¡No se quita!.
Oh, vaya, ¿ya se dio cuenta?.
Caminé hasta donde se encontraba Jeno. — ¿Cuánto tiempo lleva Jae tratando de sacarle la mancha?— cuestioné.
—Desde que fuiste a darte una ducha.
Respondió. Suprimir las ganas de reír jamás fue tan difícil como lo había sido en ese momento.
Arrebaté el paño sucio de las manos de Jeno— con el cual había estado limpiando la losa— alterné la mirada entre el paño, la superficie sucia y mi camiseta blanca, sonreí un poco y comencé a restregarme con la superficie llena de huevo y harina de la mesa.
—¿Te estás apareando con la mesa o qué?— curioseó Na, dejando lo que se encontraba haciendo para fijar su vista en mí.
Rodeé los ojos.— Debo parecer como si también estuve limpiando.
—¡Eso es absolutamente injusto!— rechistó, acusándome con un dedo.
sí, lo sé
—Ahora, sigue limpiando y tú también Jeno.— ordené, boqueó, y por un momento pensé que se levantaría indignado y dejaría de hacerlo pero simplemente entrecerró los ojos y luego de soltar un gruñido siguió con lo suyo. Continuó limpiando el mismo punto con empeño.
Jeno por su parte no objetó en ningún momento y sin alguna queja continuó limpiando los muebles.
El olor a bueno ya era casi imperceptible y la cocina parecía pulcra.
Resoplé, moviendo con el aire expulsado un mechón húmedo que caía en mi frente, casi tapando mis ojos. Tenía que cortar mi cabello.
Unos minutos más tarde, escuché los pasos de los que suponía eran de mi señora madre, su golpeteo con sus zapatos de tacón bajo eran perfectamente reconocibles ante cualquier otro golpeteo, quizás por su forma única de caminar o porque realmente le gustaba muchísimo sonarlos tan fuerte, una cabellera negra, larga y sedosa se asomó ligeramente, efectivamente era mi madre.
—¿Qué hacen niños?— canturreó entrando a la cocina.
¿Niños? Ya éramos unos chicos grandes.
—Limpiando, mami— respondí con una sonrisa y sentí la mirada filosa de Jaemin en mí mientras soltaba un gruñido y susurrar acusatoriamente un «Mentiroso, hijo de perra» tan bajo que seguramente y a juzgar por su expresión de alegría y sorpresa mi mamá no logró escuchar por estar procesando mis palabras.
Ensanchó su sonrisa y juntó sus manos en un aplauso tan fuerte que me pregunté si acaso no le había dolido.
—¿Estaré sonando?— habló con alegría, no entiendo porque le sorprendería que estuviésemos limpiando— Esto es equivalente a qué lluevan sapos, Imposible, realmente limpiaron— siguió, mirando todo alrededor— como regalo les daré un helado.
¿Solo un helado? ¿Ese es nuestro premió, mamá?.
Apretó mis mejillas para seguidamente hacer lo mismo con mi hermanastro y Jeno.
—¡Sí, helado!— vociferó Jeno, lanzándose en un abrazo a mi mamá.
—Sí, cariño, helado. ¿Porqué hueles a huevo...?
[...]
—Entonces... ¿Es una cita?— me preguntó Jeno, fruncí el ceño.
¿Cita?. Claro que no, demonios
—Jeno, no creo que el hecho de que me acompañes a comprar la cena al minisuper sea considerado una cita.
Recalqué, rodando los ojos y palpando mi bolsillo, tenía la manía de hacerlo cada vez que llevaba efectivo, me atemorizaba el hecho de que desaparecieran mágicamente o se cayeran.
—No estropees mis ilusiones—
Habló, haciendo un puchero, acercándose más a mi pata tratar de tomar mi mano.
—Ni lo pienses.
Bufó, deteniendo sus movimientos, entramos finalmente al minisuper con una lista en mano, simplemente nos habían encargado comprar dedos de pollo y refrescos, pero, mamá no estaba muy convencida de que lo había memorizado así que lo escribió un papel ya que no confiaba en mis capacidades de memorización, ella quedó convidada de que cuando estaba pequeño me mandaron a comprar galletas saladas y atún y en el camino lo olvidé por completo, terminando por pedir pan y queso, desde ese día algo cambió dentro de ella.
—Donghyuck ama estos— señaló un paquete de caramelos con sabor a cerezas.
—Sí, cada que puede los compra— sonreí, Lee asintió y sin pensarlo mucho, tomó el paquete de caramelos y los metió sin cuidado en la canasta.
—¿Quieres pan?, porque yo si quiero pan.
—Claro.
—¿Quieres queso crema?, porque yo si quiero.
—Bien.
—¿Quieres juguito de...-
—Jeno, solo vinimos por la cena— le recordé al verlo tomar todo lo que a le antojaba y meterlo en la canasta.
Pareció pensativo y se encogió de hombros, importándole prácticamente nada lo que le dije y siguió tomando más cosas.
—Eso será el postre— comentó riendo, ocultándose así casi por completo sus ojos, formando medias lunas, suspiré resignado y finalmente luego de unos minutos salimos del local, con más compras de lo necesario.
—Esto pesa más que mi vida.
—Te ayudo— tomó la una de las bolsas y me ayudó a cargarlas hasta que llegamos a la casa
Toqué el timbre y unos segundos después, Jaemin abrió la puerta principal con una sonrisilla traviesa llevando su mirada a las bolsas.
—Jen, dime que compraste lo que te dije— dijo, acercándose a nosotros y ojeando lo que se encontraba en las bolsas— ¡Sí!— chilló.
Esa tarde tuve el presentimiento de que no iba a dormir gracias a que Jeno y Jaemin iban a estar toda la noche despiertos comiendo frituras y viendo películas, ellos no eran nada silenciosos y mi habitación estaba justo al lado.
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