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Silencio.

Eso fue únicamente lo que se escuchó durante unos segundos que parecieron eternos para Young Jo. No cabía duda de que el contrario lo estaba ignorando, pero no estaba dispuesto a dejar que eso pasará.

—¿Me estás ignorando?— preguntó acercándose levemente. Dong Ju se giró para verlo quitándose la mascarilla.

—¿Estás loco?— preguntó de la nada. —No podemos estar a más de dos metros de distancia.

El pelinegro sonrió.

—Así que si puedes hablar.

Nuevamente, el menor giró su vista hacia el cristal, divisando a los recién nacidos jugar con sus manitas en el aire o sencillamente dormir tranquilamente. Luchando ahí, por seguir viviendo como él.

Young Jo frunció su ceño, golpeó levemente el cristal tratando de llamar la atención del menor nuevamente.

—Eres molesto.

Exclamó desesperado.

—Y tú un gruñón— sonrió con tranquilidad pero a la vez burla.

—Eres de las personas que rompen las reglas y se creen geniales haciéndolo.

—¿Te pareció genial?

Dong Ju rodó los ojos mientras que Kim sonrió abiertamente. La puerta se abrió dejando ver a San.

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