Uno

— ¿Ya alistaste el bolso? ¿Las toallitas, la camisa de respuesto y la tablet? — Habló el chico moreno de hebras rubias mientas se encontraba de brazos cruzados en la puerta de su hogar.

El contrario dió un suspiro llevándose a Kiyoko en sus brazos. Estaba preocupado por su niña enferma, no era la primera vez que le pasaba, pero tenía tiempo sin llevarla al hospital. Tenía fiebre, la infante de 6 años con tez blanca y con pequeñas pequitas decorando sus suaves mejillas, cabello azabache y rulos bellos.

— Sí, Kisaki. — Afirmó para luego abrir la puerta con su mano libre — Ya estarás bien bebé... Papi te lo promete.

La niña tenía los ojos cerrados, después  de montarla al automóvil con suma seguridad, abrochando el cinturón, depositó un beso en su mejilla. Rezó para que la nieve no hiciese el trayecto al hospital infantil más difícil, era un padre primerizo y no quería accidentarse. Fue bastante rápido, respetando las señales pero queriendo llegar lo más rápido posible.

Después de todo era de las épocas del año más felices, marcando el primero de diciembre, las calles estaban algo llenas.

—Papi. — Dijo somnolienta, casi en un suspiro tosiendo después de hablar.

—Pronto vamos a llegar bebé. No te preocupes. — Con su hija era el hombre más dulce y aunque trabajase en su oficina bastantes horas del día. Siempre encontraría tiempo para su pequeña, en estos momentos estaba sufriendo porque ningún padre quiere ver a sus hijos mal.

— Vamos cerca del hospital, pronto te darán medicina cielo.

—Papi, no quiero. — sus pequeños bracitos se cruzaron. Claramente seguía con fiebre irritada, pero menos acalorada.

— Kiyo, cielo, tienen que dártela para que te sientas bien.

— ¿Y si...Y si me hincan...?

—Pues estaré contigo en cada momento, papi estará a tu lado siempre, ¿Si? — Vió a la niña desde el espejo retrovisor mientras hacía un puchero.

"Es una mimada, pero aún así, se ve tan chiquita que no me puedo enojar con ella."

El gran edificio blanco tenía sus características luces, aparcó cerca. Y le recibieron, por suerte tenían una recepcionista amable y que no daba demasiados rodeos.

Kiyoko estaba en el regazo de su padre, esperando a que fuesen llamados para el chequeo general de pesaje.

La pequeña mano, se notaba aún más diminuta en la del chico de hebras bicolor.

Podría rodar el pulgar de Kazutora de la diferencia notoria, cada cuantos minutos mientras esperaban le daba un pequeño beso en la sien, esperando que así no se sientiese tan mal.

Seguía ansioso, hasta que escuchó a uno de los enfermeros llamar:

— Kiyoko Hanemiya. — Monótono mencionó el hombre.

—¡Aquí! — Se paró de inmediato, con la niña en brazos, el enfermero pensó que tal vez era uno de esos padres sobreprotectores.

—Bien, será atendido en el consultorio 3-B. El doctor Baji se encargará de todo, tome este recibo. — El papelito era un identificador, se dirigió ahora de la mano con Kiyoko.

Aún por el largo pasillo no era tan difícil de identificar el consultorio, girando el poco metálico, encontró a un hombre de lentes, cabello pelinegro y al pararse para recibirlo notó que aquel hombre era unso centímetros más altos que él.

Keisuke Baji marcaba la placa, y así fue como el mundo se detuvo por unos segundos para Baji, nunca en sus 10 años de carrera había visto de reojo tanto al padre de una paciente.

"¿Qué es lo que se hace cuando conoces a un ángel?"

No entendía que estaba sucediendo, pero iba a actuar como siempre aunque su pie hubiese temblado inconscientemente.

¿Tal vez era su hermano mayor?

Ese tipo de casos era más comunes que un padre soltero.

—Buenas tardes, por favor coloque a la pequeña aquí. — La expresión del hombre era tranquila.

Kiyoko se veía más relajada por el tono de voz del doctor, sin confiar en él totalmente.

—¿Cómo te sientes? — Los ojos cafés tranquilos, mientras se dirigía a la niña con claridad. — ¿Sientes algo aquí? — Señaló en su propia garganta.

—Sí... — la niña respondió, señalando su propio cuello.

—Di, Aaah. Para que vea cómo estás ahí.

Kazutora también se sentía más tranquilo, tenía suficientes malas experiencias con doctores en la enteridad de su vida. Sostenido de la mano de su hija, tampoco evitaba la mirada en el doctor.

—Bien, por lo que veo está agripada y tiene una fiebre leve... ¿Ya ha tenido su primer vacuna antigripal? — le preguntó a Kazutora.

—Ehh...— Intentó rememorar — disculpe creo que no la tiene aún... ¿Es algo grave si no la he vacunado contra la gripe? Según su cartilla tiene casi todas las vacunas necesarias a su edad.

Era algo común, varias de las vacunaciones sucedían en la escuela, la cartilla blanca reposaba sin faltar en su mochila de Frozen.

Además el pobre hombre trataba lo mejor que podía entre mantener la casa limpia, asegurarse que Kiyo siempre estuviese bien alimentada, aseada y obviamente dándole todos los mimos que se merecía, nunca yéndose a dormir sin un cuento o levantarse sin los buenos días de su papá.

Era una niña muy afortunada a pesar de las circunstancias, además que tenía la ayuda incondicional de sus dos mejores amigos.

Definitivamente era un padre primerizo.

Los ojos enigmáticos del hombre con cabello bicolor, eran de color oro, un detalle muy sutil que pasaría desapercibido fácilmente.

Pero Keisuke no sabía por qué, le gustaba encontrar su mirada.

—Tranquilo, señor Hanemiya, Kei estará bien, se la puedo colocar aquí mismo si me permite. Está dentro el parámetro de edad, no hay de qué se preocupe.

El hombre sintió su corazón apaciguarse por la profesionalidad del doctor. La niña sin embargo se notaba temerosa y se quería bajar e aferrarse de la pierna de su padre.

—Papito... — Su pequeño rostro tenía las ceñas que quería llorar. — no, no quiero.

— Kiyo, cariño. Estoy aquí. — Tomó las mejillas de manera dulce, de la bebé, quitando las lágrimas que se acercasen.— Vas a ver que solo será como un pequeño piquete y no te darás cuenta. — Casi por telepatía vió al padre de la niña, para que se enterase de calmarla.

— Puedes sostenerle la mano a papá si quieres.

Normalmente, la frase papá no salía con tanta naturalidad para el chico. Ya que no estaba nada acostumbrado, mucho menos a que el sujeto en cuestión fuese atractivo. La experiencia sin embargo, nunca le delataría.

Curiosamente, él no era una persona con extremo tacto, los años se lo dieron al tratar con toda clase de niños.

Hasta que por fin encontró un punto perfecto. Las grandes manos de Baji colocaban una bolita de algodón con alcohol en el brazo de la infante.

— Kiyo. — La niña volteó la cabeza lejos de la vista de la aterradora aguja. — ¿Ya decidiste qué sabor de helado vamos a comer cuando te mejores?

El rostro de la niña dió un giro en 180°, de extremo terror a felicidad con una sonrisa adorable, una pequeña característica es que le faltaba un diente de leche.

— ¡Chisas chipsas! — La niña no supo decir correctamente la palabra.

— Exacto chipsas. — La entretuvo, cerrándole un ojo al doctor para indicarle que estaba totalmente relajada.

Y entró la aguja, la niña soltó un suspiro porque no se había dado cuenta.

—Papi, papi. — Iba a llorar de nuevo, y apretó fuertemente la mano de Kazutora.

—Shh, shh. Ya terminará cielo.

Baji nunca había visto a un padre tan dulce, tal vez no en los últimos meses.

La manera en la que cuidaba a su hija, era admirable. Sentía curiosidad, de ese hombre de corazón amable, que posiblemente no lo era con todo el mundo.

Cerró esos pensamientos, sacando la aguja con suavidad una vez estuviese todo el contenido vaciado.

— Kiyo, necesito que aprietes aquí. — Le señaló dónde estaría el pequeño punto de sangre. — ¿Viste qué rápido fue?

— Papi, ¡Es un blujo!— lo señaló con la mano que tenía libre, acusándolo.— El tío Hanma dice que a los blujos tiran pociones.

Kazutora río por los disparates de la niña, el pelinegro fingió estar dolido por la acusación siguiéndole el juego.

— Disculpala, digo disculpela es una ocurrente. — Le acomodó los rizos azabaches con su mano.

—Bueno, quién sabe, tal vez tiene algo de razón, después de todo fui a Hogwarts...— Estaba bromeando, y escuchó ese timbre tan precioso de la risa de Kazutora, era como si brillase. Como si el sol le pudiese envidiar.

— Rayos, Kiyo, creo que tendrás de huir del brujo.

— No, no, es un blujo blanco! — señaló la bata.

—¿Cuál te gusta más? — Le dió a escoger a la niña las curitas de la caja. Y fue un chillido fanático al ver a su adorada Elsa con el tono celeste en el apósito.

— ¡Elsa, Elsa, Elsa!

— Vale, quítate la bolita porfavor. —

— ¿Cómo se dice Kiyo?

— ¡Gracias señor Brujo! — Tenía una sonrisa al ver su curita de caricaturas.

—Bebé, no se llama Señor Brujo. Es Baji.

—¿Bali? — Dijo la infante siendo bajada de la camilla, ahora en brazos de su padre.

— Baji. — Corrigió el pelinegro con una sonrisa risueña dedicada a la menor.

— Bien, muchas gracias señor Baji, por cuidar tan bien de mi niña, ¿Tiene algún otra receta para ella, vitaminas?

El hombre era un sueño, con su hija en brazos, de verdad era el amor en persona. Y vergonzosamente sentía sus mejillas enrojecerse por ninguna razón en particular.

— Hmm, unas vitaminas C, por 2 semanas y si la fiebre empeora con estas medicinas bastarán. — Se lo dijo mientras apuntaba la receta médica — Indiqué que ambos se pueden tomar antes de dormir o por la mañana.

Mientras Baji apuntaba los medicamentos la niña veía fijamente el papel en el cual estaba escribiendo.

— ¡Baji tiene fea letla, papi!

Kazutora trato de evitar soltar alguna risa, Baji solo negó con una sonrisa mientras seguía escribiendo.

Al momento de acabar de escribo le ofreció el papel, rozando sus manos.

"No tiene anillo." Fue un pensamiento unisono, sin querer incluso se podría decir inocente. Quería sonreír, como si lo volviese a encontrar por casualidad en ese hospital otro día.

Pero no podían ignorar, ese palpitar, ni tampoco la vergüenza que sintieron al salir de ese momento íntimo.

Baji tosió nervioso.

— Bien, d-de casualidad...¿Necesitaba una constancia, para su trabajo o para la escuela de la niña? — Maldijo sus adentros por haber tartamudeado.

Y Baji le vió adorable, al inicio parecía intimidante pero notó rápido que era una masita de cariño. Tal vez algo serio, pero había un corazón dulce ahí.

—No, no, gracias por el ofrecimiento doctor Baji.

Re acomodó el cinturón de su bolso largo. — Solo una pregunta más, ¿Esto lo puedo encontrar en cualquier farmacia?

Baji miró la nota, maldiciendo por lo asquerosa que le había salido la letra.

— Sí, sin problemas. — Mencionó con una leve sonrisa.

—Muy bien, gracias en serio, ha sido muy amable. Espero que tenga un lindo día. — Y así marchó Kazutora, no sin antes que Baji le abriese la puerta del consultorio.

— Despídete del doctor Kiyo. — Movió a la niña en sus brazos para que reaccionase.

—Adiós señor Baji blujo. — la manito de Kiyo se extendió para que le diese los cinco, la diferencia era cómica.

—Cuídate, fan número uno de Elsa, y a usted también Señor Hanemiya...

— Kazutora está bien. — Fue lo último que dijo, yendo a la salida.

"¿Qué acaba de pasarme?"

No supo por qué, pero sabía que era algo especial, cosa que le inquietaba porque el era un hombre adulto.

¿Por qué se sentiría así, por el padre de un paciente?

¿Será que solo le causó ternura lo amena que fue la interacción? ¿Por qué era extraño ver a un padre soltero, estaban en el siglo XXI y tal vez debería cuestionarse sus preceptos posiblemente machistas?

Igual, no le conocía, y probablemente nunca lo volvería a ver.

Y así el día siguió, hasta tener su último descanso antes de marcharse del hospital, después que llenara unos formularios del sistema.

Apagó la computadora de la fría sala, ese conocido olor a medicina al que prácticamente estaba acostumbrado.

¡Aclaraciones!

—☆ Este Fanfic es una adaptación de una escritora en Twitter, todos los permisos los tengo aceptados, igualmente quería aclararlo <3

—☆ Créditos a: @Toastyakira en Twitter.

—☆ ULTRA soft, fluff. Un toque slowburn.

—☆ Todos están vivos.

—☆ Single Dad AU

—☆ Kazutora papá soltero, Baji pediatra.

¡Espero este fanfic sea de sus agrado!

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