018.ᴀʙᴏᴜᴛ ᴇxᴘʀᴇꜱꜱ ꜰʟɪɢʜᴛꜱ
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴠᴜᴇʟᴏꜱ ᴇxᴘʀᴇꜱꜱ
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PERCY
ME GUSTARÍA PODER DECIR que todo fue fácil luego de que huímos del Mar de los Monstruos. Pero nunca tengo tanta suerte.
—Percy, despierta.
El agua salada me salpicaba la cara. Dari me sacudía por el hombro.
A lo lejos, el sol se ponía tras los rascacielos de una ciudad. Divisé una carretera flanqueada de palmeras junto a la playa, escaparates de tiendas con deslumbrantes neones de color rojo y azul, y un puerto abarrotado de cruceros y barcos de vela.
—Creo que estamos en Miami —dijo—, pero los hipocampos se comportan raro.
Era cierto, nuestros amigos habían aminorado la marcha, relinchaban y nadaban en círculo mientras husmeaban el agua. No parecían muy contentos. Uno de ellos estornudó.
—No van a acercarse más —respondí—. Demasiados humanos. Demasiada polución. Tendremos que nadar hasta la orilla.
A ninguno de nosotros le entusiasmaba la idea, pero nos resignamos y a Rainbow y sus amigos les dimos las gracias por el viaje. Tyson derramó unas lágrimas y desató a regañadientes el paquete que había usado como silla improvisada, donde guardaba sus herramientas y un par de cosas más que había logrado salvar del naufragio del Birmingham. Abrazó a Rainbow, rodeándole el cuello con los brazos, le dio un mango pasado que se había llevado de la isla y le dijo adiós.
Cuando las crines blancas de los hipocampos desaparecieron en el mar, nos pusimos a nadar hacia la orilla. Las olas nos empujaban, y en muy poco tiempo estábamos de vuelta en el mundo de los mortales.
Tyson se tomó unos segundos para abrazar a Dari—. ¡Ya no estás en manos de los malos!
Ella dejó que la abrazara tan fuerte que podía haberla partido a la mitad. Yo conocía esos abrazos, pero a ella no le importó.
—También me alegro mucho de verte bien, Tyson.
Recorrimos los muelles donde se alineaban los cruceros, abriéndonos paso entre un montón de gente que llegaba de vacaciones. Había mozos trajinando con carros llenos de maletas. Los taxistas hablaban a gritos en español e intentaban colarse en la fila para recoger clientes. Si alguien se fijó en nosotros: seis mocosos mojados y con pinta de haberse peleado con un monstruo, nadie dio muestras de ello.
Ahora que estábamos de nuevo entre mortales, el único ojo de Tyson no se distinguía bien gracias a la niebla. Grover había vuelto a ponerse su gorra y sus zapatillas. E incluso el vellocino se había transformado y ya no era una piel de cordero, sino una chaqueta de instituto roja y dorada, con una Omega resplandeciente bordada sobre el bolsillo.
Annabeth corrió al expendedor de periódicos más cercano y comprobó la fecha del Miami Herald.
Soltó una maldición—. ¡Dieciocho de junio! ¡Hemos estado diez días fuera del campamento!
—¡No es posible! —dijo Clarisse.
Pero todos sabíamos que sí lo era, el tiempo transcurría de otro modo en los lugares monstruosos.
—El árbol de Thalia debe de estar casi muerto —dijo Dari angustiada—. Tenemos que llegar allí con el vellocino esta misma noche.
Clarisse se dejó caer en el pavimento, abatida.
—¿Cómo demonios se supone que vamos a hacerlo? —dijo con voz temblorosa—. Estamos a miles de kilómetros. Sin dinero y sin vehículo. Es exactamente lo que dijo el Oráculo. ¡Tú tienes la culpa, Jackson! Si no te hubieses entrometido...
—¡¿Disculpa?! —Darlene parecía que sería capaz de cometer un asesinato ahora mismo.
—¿Qué es culpa de Percy? — estalló Annabeth—. ¿Cómo puedes decir eso, Clarisse? Eres la peor.
—¡Basta ya! —zanjé.
Clarisse se agarró la cabeza con las manos. Annabeth, frustrada, dio una patada al suelo.
Casi se me había olvidado, pero se suponía que aquella búsqueda era de Clarisse. Durante un momento espeluznante vi las cosas desde su punto de vista.
¿Cómo me habría sentido si un puñado de héroes se hubiese entrometido y me hubiera dejado en mal lugar?
Pensé en la conversación que había olvidado que había oído en la sala de calderas de CSS Birmingham, Ares hablándole a gritos a Clarisse y advirtiéndole que no fallara. A él le tenía sin cuidado el campamento, pero si Clarisse lo hacía quedar mal...
—Clarisse —pregunté—, ¿qué te dijo exactamente el Oráculo?
Ella levantó la vista. Pensé que me mandaría al demonio. Pero no: respiró hondo y recitó la profecía:
Navegarás en el buque de hierro con guerreros de hueso,
acabarás hallando lo que buscas y lo harás tuyo,
pero habrás de temer por tu vida sepultada entre rocas,
y sin amigos fracasarás y no podrás volar sola a casa.
—¡Uf! —musitó Grover.
—No, espera un momento... ya lo tengo —dije. Busqué dinero en mis bolsillos, pero solo encontré un dracma de oro—. ¿Alguien tiene dinero?
Annabeth y Grover menearon la cabeza, Clarisse sacó de su bolsillo un dólar confederado, todavía húmedo, y suspiró.
Dari negó, era la que peor estaba de nosotros, solo recién me di cuenta de su apariencia. Tenía una camisa blanca que le quedaba bastante grande —manchada de sangre cerca del cuello y los puños, unos pantalones negros rasgados y unas botas que también le quedaban algo grandes.
No tenía idea de dónde había sacado esa ropa y por qué lucía como si hubiera tenido una pelea callejera.
—¿Dinero? —preguntó Tyson vacilante—. ¿Quieres decir... papeles verdes?
Lo miré—. Sí, eso.
—¿Cómo el que llevábamos en los petates?
—Sí, pero ésos los perdimos...—Me interrumpí al ver que Tyson hurgaba entre sus cosas y sacaba la bolsa impermeable llena de billetes que Hermes había incluido en nuestro equipaje—. ¡Tyson! ¿Cómo?
—Creí que era una bolsa de comida para Rainbow —dijo—. La encontré flotando en el mar, pero sólo había papeles.
Me tendió la bolsa. Al menos trescientos dólares en billetes de cinco y de diez.
—Vamos, Clarisse, te vas ahora mismo para el aeropuerto. Annabeth, dale el vellocino.
No sé cuál de las chicas parecía más pasmada mientras yo le quité a Annabeth la chaqueta del vellocino. Metí todo el dinero en el bolsillo y se la entregué a Clarisse.
—¿Qué? —Ella parecía muy confundida.
—Esta búsqueda es tuya —dije—. Y no alcanza para comprar billetes para todos. Además, yo no puedo viajar en avión. Zeus me haría volar en mil pedazos. Eso es lo que significaba la profecía: "fracasarás sin amigos", o sea, no podrás hacerlo sin nuestra ayuda, pero tendrás que volar tú sola a casa. Has de llevar el Vellocino sin falta.
Vi cómo trabajaba su mente, primero con suspicacia, preguntándose qué clase de trampa intentaba tenderle, y al final, convencida de que hablaba en serio.
Aún así, había un halo de preocupación y nerviosismo en su rostro que no había visto nunca.
Miraba alternativamente entre el vellocino y a...
—¿Qué ocurre? —preguntó Dari—. ¿Por qué me ves tanto? ¿Tengo algo en la cara?
—No puedo irme sin ella —murmuró Clarisse.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Y-Yo...cuando el barco de mi papá se hundió, vague por el mar en un pedazo de madera a la deriva mucho tiempo, de verdad pensé que iba a morir —explicó—. En un momento, me quedé dormida y alguien me visitó en sueños.
»Me dijo que los vientos me llevarían a la isla, pero...que debía asegurarme que Darlene llegara al campamento sana y salva o sino...—se interrumpió, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Era evidente que quien la visitó la asustaba de verdad.
Y solo se me ocurría alguien que podría haber sido.
—Fue Eros, ¿verdad?
Ella asintió.
—¿Mi papá? —cuestionó Dari con asombro.
—También lo conocimos —dije—. Dari, tu papá da miedo.
Dari sonrió, entre divertida y avergonzada.
—Normalmente es como un osito bobo de peluche —Ella soltó una risa nerviosa—. Mi mamá dice que actúa como un padre primerizo temeroso de que me haga un raspón en la rodilla.
Los cuatro la miramos como si hubiera perdido la cabeza.
—Quizá porque eres su única hija —soltó Annabeth.
—A tu papá no le gustó nada que hayas venido con nosotros —dije.
Annabeth y yo explicamos brevemente nuestro encuentro con el dios, sobre lo enojado que había estado. Pero no dijimos nada sobre lo que nos contó de su defecto fatídico.
—Por cierto, no vuelvas a hacer una locura como esa otra vez —dijo Annabeth con el ceño fruncido, mientras le entregaba su abrigo a Dari.
—Lo siento —murmuró.
Me giré hacia Clarisse.
—Entonces, ¿tienes que vigilarla? —Ella asintió.
—No hablen de mí como si no estuviera —farfulló Dari molesta.
—Eros puede ser muy...bueno, no es alguien a quien hacer enojar. —Dijo Clarisse ignorándola—. Me ordenó no quitarte los ojos de encima.
Dari soltó un suspiro hastiado.
La verdad es que no me apetecía nada dejar ir a Darlene a algún lado sin mi. Me aterraba la idea de que hiciera otra tontería que pusiera en peligro su vida. Si uno de los dos tenía que hacerlo, mejor que fuera yo y no mi mejor amiga.
Pero era cierto que Clarisse la cuidaría como un tesoro preciado, y estaría yendo directo al campamento que, una vez que el vellocino hiciera su magia, volvería a ser el lugar más seguro de la tierra.
Así que tragándome el miedo de perderla de vista, acepté que alguien más la cuidara.
—De acuerdo, entonces Dari te vas con Clarisse —dije deteniendo un taxi.
Clarisse tomó a Darlene del brazo y la empujó al taxi, antes de subir ella, me miró a los ojos.
—Cuenta conmigo. No fallaré.
—Convendría que no falles —dije con seriedad—, y no dejes que esa loca haga más tonterías —agregué señalando a Darlene.
—¡¿A quién llamas loca?! —chilló mi amiga enojada pasando por encima de Clarisse y sacando medio cuerpo por la ventanilla. Estaba por decir algo más cuando la hija de Ares empujó dentro y el taxi arrancó.
El Vellocino de Oro ya estaba en camino.
—Percy —dijo Annabeth—, eso ha sido...
—¿Muy generoso? —propuso Grover.
—¡Una verdadera locura! —corrigió Annabeth—. Apostaste todo a una sola carta: que esas dos lleguen al campamento esta noche con el vellocino.
—Llegaran bien, si Darlene no se detiene en un McDonalds —comenté—, habló dormida sobre hamburguesas con queso.
Grover y Annabeth soltaron un gemido lastimero, Darlene era una obsesa de las hamburguesas con queso.
—Percy...
—Estarán bien, Clarisse la mantendrá a raya. Esta búsqueda era suya, se merece una oportunidad.
—Percy es bueno —dijo Tyson.
—Percy es demasiado bueno —refunfuñó Annabeth.
Pero yo no pude dejar de pensar que tal vez, sólo tal vez, había logrado impresionarla un poquito. La sorprendí, en todo caso. Y eso no era fácil de conseguir.
—Vamos —dije a mis amigos—. Tenemos que encontrar otro modo de ir a casa.
Fue en ese momento cuando me giré y me encontré la punta de una espada en la garganta.
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DARLENE
El viaje en avión fue un relajo total, aunque conseguimos pasajes baratos y en clase turista abarrotada, fue agradable tener un viaje tranquilo por unas horas.
Clarisse me interrogó sobre mi tiempo con Luke y le dije todo lo que había pasado. Ella parecía dispuesta a saltar del avión e ir a buscarlo para despellejarlo.
—Oye —dije cuando por fin se dejó de decir tantos insultos en griego. El señor del otro lado del pasillo la miraba asustado—. ¿Tan malo fue mi papá?
Ella bajó la mirada, como pensando qué responder.
—Nunca había conocido a Eros. No es alguien que se muestre con facilidad, por lo que sé, le gusta jugar con la gente, invisible y a la espera de sorprender a los desafortunados que se cruzan en su camino.
—No son desafortunados —murmuré—, no todos tienen la verdadera suerte de conocer al amor. La mayoría pasa su vida buscándolo.
—Como sea —dijo rodando los ojos—. La cosa es, que no esperaba que se me apareciera, él no. Y cuando me dio esa orden, bueno...yo sabía que estabas con Luke, imaginé que debía ser por eso que él quería que te protegieramos. Percy me contó lo que hiciste. Fue valiente, pero estúpido.
—Le di una patada en las bolas —comenté encogiéndome de hombros.
Clarisse soltó una risa gutural.
—Bien por tí.
—¿Entonces?
—Eros dijo que te encontraría en la orilla, que debía protegerte y evitar que alguien más te secuestrara —contó—, lo cual no cumplí porque no pasamos mucho tiempo ahí que ese apestoso monstruo nos agarró.
—No te preocupes, no tengo intención de contarle que casi se perdió mi fabulosa boda.
Clarisse dejó escapar un bufido—. Sí, eso hubiera sido un completo desastre.
No quiso contarme lo que sea que le dijo mi papá para asustarla.
—Dari.
—¿Mmm?
—Eros no estaba preocupado por Luke ¿verdad? —preguntó frunciendo el ceño—. No fue por él que estaba tan enojado con tu desaparición.
Me quedé callada.
No quería contarle a nadie lo que había pasado en el templo de Apolo. No a Clarisse, mucho menos a Percy.
Ambos serían capaces de ir hasta el Olimpo y retarlo a un duelo a muerte. Percy ya lo había hecho con Ares, sabía que no retrocedería con Apolo. Me aterraba la idea de lo que podría hacerles.
Apolo, en los tiempos antiguos, fue un dios poderoso, temido y respetado. Un dios, bastante conocido por poner a los humanos en su sitio.
—No dejas de ser una simple mortal con tantas limitaciones que te convierte en un ser fácil de aplastar —me había dicho en medio de la pelea.
Apolo era un ser de luz, brillante que había sentado las bases del arte y la medicina; pero también uno violento, despiadado y cruel. Un hombre con las manos manchadas de sangre y que no tenía remordimiento de sus acciones.
Indomable, impulsivo, fuerte. Solo la mano de Zeus lo controlaba, y aún así, él tuvo sus peleas con su padre, horribles que dejaron destrucción a su paso.
Las plagas y enfermedades que asolan a nuestro planeta nacen de sus caprichos y rabietas.
Homero lo llamó el "tirador lejano", el "agitador de ejércitos". Apolo no perdía el tiempo con aquellos que lo ofendían, una flecha arrojada al mundo con su ira siempre daba en el blanco. Por eso también lo consideraban el dios de la muerte súbita.
La única razón por la que aún no me había matado era porque el odio que sentía por Eros había sido celosamente guardado por milenios, alimentado por el rencor y la venganza, esperando al momento en que más dolor causaría.
Una muerte rápida, aunque violenta, no era suficiente. Él esperaba que sufriera lentamente, hacerme agonizar hasta que suplicara por mi muerte y aún así, quizá me haría sufrir más. Quería destrozar de todas las maneras el corazón de mi padre, reducirlo a nada y hacerlo arrepentirse por toda la eternidad.
Era por eso que el don de Peitos había funcionado tan bien al apelar a su vanidad y había aceptado mi reto. No era solo el placer de jugar conmigo como un ratón, era el placer de humillarme, de divertirse con el terror que me inspiraría.
No esperaba que respondiera como lo hice, que me defendiera y le hiciera frente. Probablemente solo empeoré todo.
Teníamos un encuentro pendiente en el futuro. Llegará un momento en que él tomará mi vida, pero hasta entonces, lucharé hasta el último aliento de mi cuerpo. Si va a tomarla, no le será nada fácil.
Y su ira será solo para mí. No dejaré que ninguno de mis amigos caiga conmigo.
—Darlene, ¿de quién te salvó tu papá?
—No fue nada, Clarisse —respondí mirando por la ventana.
No volvimos a hablar en lo que quedó del viaje.
Por el inicio del año, vamos a hacer un especial de 3 capítulos que son los que quedan para ya terminar este libro, y dentro de dos días subiré los extras.
Si quieren pueden pasarse por mi cuenta de tiktok donde intento subir contenido sobre mis historias (intento es la palabra clave). Hay un mini teaser de este fanfic y después de terminar La Maldición del Titán subiré el booktrailer completo si logro que me quede todo como lo tengo planeado.
La cuenta es valkyrie_books.
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