013.ᴀʙᴏᴜᴛ ᴛʜᴇ ꜱᴇᴄʀᴇᴛ ɪɴ ᴛʜᴇ ʜᴇᴀʀᴛ ᴏꜰ ᴀ ʜᴜɴᴛᴇʀ
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴇʟ ꜱᴇᴄʀᴇᴛᴏ ᴇɴ ᴇʟ ᴄᴏʀᴀᴢÓɴ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀᴀ
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VOLVÍ A TENER UN SUEÑO donde era otra persona, pero ahora era completamente consciente de que estaba en un cuerpo ajeno.
De nuevo estaba en la antigüedad, en el templo de algún dios.
Miré confundida hacia todas partes. Estaba sola frente al enorme altar repleto de objetos que eran un sacrificio.
A cada lado del altar había dos estatuas tan grandes que era imposible verles el rostro para saber quién era el dueño de aquel templo.
Me fijé en mi atuendo, era un quitón morado, adornado con bordados de oro y joyas, los mechones de cabello que alcanzaba a ver que me caían por el rostro eran de un tono rojizo.
Noté, vergonzosamente, que la dueña de este cuerpo tenía un busto muy grande que resaltaban contra el ajustado escote haciendo que lucieran más grandes de lo que ya eran.
Era por lejos mucho más de lo que mi verdadero cuerpo tenía.
—Habéis sido muy insistente con querer llamar mi atención, joven doncella —dijo una voz a mi espalda.
«Esa horrible voz yo la conozco» pensé haciendo una mueca.
Me giré hacia el recién llegado.
«Por supuesto que tenía que ser este tipo».
—Necesitaba comunicarme con vos, mi señor —decía la dueña del cuerpo, inclinándose ante el dios de una manera que me pareció sospechosa.
Y como estaba en su cuerpo y su mente, me di cuenta que el movimiento había sido intencional. La verdadera dueña había tenido completamente la intención de mostrar sugerentemente su pecho al hombre frente a ella.
Apolo sonrió complacido. Él también se había dado cuenta.
—Entonces dime para qué me llamaste —murmuró de forma seductora—, Cassandra.
—Darlene, despierta.
Abrí los ojos sobresaltada. Grover estaba frente a mí y me miraba preocupado.
—¿Qué?
—¿Estuviste llorando?
—Yo...no. No es nada —dije pasándome las manos por la cara para despertarme—. ¿Qué ocurre?
—El tren se detendrá en unos momentos —me informó—. Los demás se están preparando para bajar.
—Ahora voy, solo...dame unos segundos.
Él asintió y se marchó.
Respiré hondo, quería hacerme a la idea de que ahora tendría que enfrentar a dos de los tres chicos con los que había tenido un altercado la noche anterior.
Uno peor que el otro.
«No tanto como sunboy». Me mordí el labio, pensativa. «El tipo tiene unas tendencias acosadoras que necesita trabajar».
Pensé en lo que acababa de soñar.
Cassandra y Apolo.
Uff me conocía esa historia.
Cassandra pidió un deseo y ofreció más de lo que realmente estaba dispuesta a dar. Apolo cumplió su pedido y cuando ella se negó, él, como el idiota que es, se enojó y la maldijo.
«Ya sé por qué soñé con esto. Es por su visita de anoche» pensé rodando los ojos.
Percy se apartó bruscamente y me miró impactado.
Se sonrojó y tenía la boca abierta, tratando de pronunciar palabra sin resultado.
—Percy...
Abrió la puerta, y se bajó.
Dejándome ahí sola, sintiéndome la mayor imbécil del mundo.
—Wow, eso sí que fue patético.
Cerré los ojos, conteniendo las ganas de llorar y gritar. No quería darme la vuelta para encontrar al dueño asqueroso de esa voz.
Pero al final lo hice.
Me giré hacia el recién llegado. Estaba disfrazado, pero reconocía esos ojos dorados.
—¿Qué diablos haces aquí? —espeté—. ¿Y...qué se supone que eres?
Miré anonadada el disfraz. Usaba un traje gris con franjas blancas, sombrero negro de hombre que le cubría todo el rostro, tenía una barba de día.
Me di cuenta que ya no era la apariencia tranquila de un adolescente estadounidense de diecisiete años, sino más bien parecía un gangster de los años veinte.
—Pareces un mafioso.
Él rodó los ojos.
—Tenía un disfraz de vagabundo, pero no voy a aparecerme así porque tengo que hablar de algo contigo y conociéndote te me vas a reir en la cara.
—Ya vi tu disfraz, eras el viejito verde que nos mostró este tren.
—¡¿Cómo que viejito verde?!
Me encogí de hombros, y él soltó un suspiro hastiado.
—¿Entonces por qué te cambiaste?
—¿De verdad me lo estás preguntando? ¿Qué te piensas que un dios atractivo como yo va a usar todo el tiempo un disfraz tan desagradable que me hace lucir como un decrepito anciano mugriento sin sentido de la moda?
«No, si el más humilde le dicen».
—Ok, ¿pero para hablar conmigo te tienes que disfrazar de delincuente del siglo XX?
—¡No parezco un delincuente!
—Pareces el líder de una banda del crimen organizado —dije burlándome. No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba esto—. ¿Qué banco vas a robar?
Apolo soltó un suspiro resignado.
—De todas las desgracias del universo, tenía que depender del engendro de Eros.
—¿Qué haces aquí, Apolo? —pregunté. Estaba cansada y quería dormir, después del desastroso día solo quería acurrucarme y no despertar más.
—Vine a recordarte que tienes una misión muy importante —dijo frunciendo el ceño—. La vida de mi hermana y el Olimpo dependen de que tengas éxito, deja de perder el tiempo en niñerías con el hijo de Poseidón.
Inmediatamente, me tensé.
—¡Largo! —espeté señalando hacia afuera del coche. No tenía paciencia para soportar a otro idiota con este tema.
—Mira, el chico claramente no está interesado y lo que acabas de hacer fue un espectáculo lamentable —siguió diciendo sin importarle que acabara de echarlo—, ¡así que será mejor que dejes las cursilerías porque no voy a tolerar que por tu culpa este grupo acabe destruyendo todo lo que me importa!
—Ahora comprendo a quién salió el tonto de Michael —dije entrecerrando los ojos—. No podía ser a su madre, ella es toda una reina.
Y no mentía. La mamá de Michael me había enviado una caja de galletas caseras por mi cumpleaños.
Apolo me dio una mirada furiosa.
«A esta altura ya no sé cuando no está enojado conmigo».
—¡Te di la oportunidad de tener un don si hacías esto bien! —me reclamó—. ¡Más te vale no arruinarlo!
—¡Sé muy bien lo que tengo que hacer! —espeté mirándolo a los ojos—. No te preocupes, Artemisa volverá al Olimpo aunque sea lo último que haga.
Él se puso pálido.
—No...
—¡Ahora hazme el favor de dejarme en paz!
Apolo se quedó unos segundos más, mirándome como si quisiera decir algo. Al final soltó un suspiro.
—Como quieras —dijo—. Solo procura estar concentrada, solo basta un segundo para que todo se venga abajo.
Chasqueó los dedos y me quedé dormida, no supe si luego de eso se fue o no; pero tuve el sueño más raro.
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Habíamos llegado a los alrededores de una población de esquí enclavada entre las montañas.
El cartel rezaba: «Bienvenido a Cloudcroft, Nuevo México.»
El aire era frío y estaba algo enrarecido. Los tejados estaban todos blancos y se veían montones de nieve sucia apilados en los márgenes de las calles. Pinos muy altos asomaban al valle y arrojaban una sombra muy oscura, pese a ser un día soleado.
Miré con sospecha hacia el sol. Me preguntaba si yo era la única que notaba como si, a pesar del aire helado, el sol me estuviera calentando lo suficiente como para no tener frío.
En su lugar, miré a mis acompañantes.
Percy me rehuía la mirada. Michael tampoco me miraba. Lee parecía incómodo.
Y las chicas y Grover parecían confundidos por nuestra manera de actuar.
Empezamos a caminar, todos separados porque la verdad, nadie tenía ánimos de cruzar palabras.
Me quedé sola al final de la comitiva.
Iba perdida en mis pensamientos, pero no podía apartar la mirada de Percy.
No soportaba que ni siquiera pudiera mirarme a los ojos. Sabía que la cagué cuando vi su mirada asombrada después de besarlo, pero no pude evitarlo. Lo hice sin pensar, y ahora aquí estaban las consecuencias.
Me aterraba haber destruido nuestra amistad, y no sabía cómo arreglarlo.
Miré a Lee y Michael. Sabía que este último también estaba molesto conmigo, pero también sabía que con ellos todo se arreglaría cuando estuviéramos más tranquilos. Mike y yo peleábamos siempre y al final, uno de los dos siempre pedía disculpas, solo necesitábamos un poquito de espacio y todo estaría bien.
Pero con Percy era la primera vez que había entre los dos una brecha. No sabía cómo podía terminar todo.
Nos detuvimos en el centro del pueblo. Desde allí se veía casi todo: una escuela, un puñado de tiendas para turistas y una cafetería, algunas cabañas de esquí y una tienda de comestibles.
—Estupendo —dijo Thalia, mirando alrededor—. Ni estación de autobuses, ni taxis ni alquiler de coches. No hay salida.
—¡Hay una cafetería! —exclamó Grover.
—Sí —estuvo de acuerdo Zoë—. Un café iría bien.
—Y unos pasteles —añadió Grover con ojos soñadores—. Y papel de cera.
Thalia suspiró.
—Está bien. ¿Qué tal si van ustedes dos y Lee por algo de desayuno? Michael, Percy, Darlene, Bianca y yo iremos a la tienda de comestibles. Quizá nos indiquen por dónde seguir.
Quedamos en reunimos delante de la tienda un cuarto de hora más tarde. Bianca parecía algo incómoda con la idea de acompañarnos, pero vino sin rechistar.
En la tienda nos enteramos de varias cosas interesantes sobre Cloudcroft: no había suficiente nieve para esquiar, allí vendían ratas de goma a un dólar la pieza, y no había ningún modo fácil de salir del pueblo si no tenías coche.
—Pueden pedir un taxi de Alamogordo —nos dijo el encargado, aunque no muy convencido—. Queda abajo de todo, al pie de la montaña, pero tardará al menos una hora. Y les costará varios cientos de dólares.
El hombre parecía tan solo que le compré una rata de goma. Salimos y esperamos en el porche.
—Fantástico —refunfuñó Thalia—. Voy a recorrer la calle, a ver si en alguna de esas tiendas me sugieren otra cosa.
—Pero el encargado ha dicho...
—Ya —me cortó—. Voy a comprobarlo, nada más.
Me quedé de pie frente a la tienda. Acompañada de Bianca, Percy y Michael. Y estos dos encima me apartaban la mirada, uno con vergüenza y el otro con enojo.
—Voy a acompañarla —dijo Michael de repente y se marchó por el mismo camino que Thalia.
Rodé los ojos. Se estaba comportando como un imbécil.
—Yo...voy a buscar un baño —agregó Percy y se marchó por el otro lado.
Y así, Bianca y yo nos quedamos solas.
Nos sentamos en el suelo, y me di cuenta que Bianca se mantenía unos pasos apartada de mí. Era tan diferente a cómo cuando estábamos en Westover que me pregunté si había hecho algo para enojarla a ella también.
«¿Por qué todos están enojados o incómodos conmigo?» pensé haciendo un puchero.
—Bonita rata —dijo ella por fin.
La dejé en la barandilla del porche. Quizá atraería clientela a la tienda de comestibles.
—¿Y cómo va eso de ser cazadora? —le pregunté.
Ella frunció los labios. Sé que no estaba muy a gusto con que yo le cuestionara su elección, habíamos hablado antes de salir, cuando me prometió que pasaría tiempo con Nico, y si bien había reconocido que quizá estaba comportandose imprudentemente, le había irritado un poco que yo se lo reclamara.
—¿Sigues molesta porque me uní?
—Nunca estuve enojada por tu decisión, solo me hubiera gustado que lo pensaras un poco más antes de hacerlo, pero lo importante es que seas feliz con ello.
—No creo que «feliz» sea la palabra indicada cuando la señora Artemisa ha desaparecido —espetó con tono seco. Luego se sonrojó y me miró con pena—. Lo siento, no quería sonar grosera, pero sí, ser una cazadora es súper genial. Ahora me siento más serena en cierto sentido. Es como si todo lo que me rodea fuese más despacio. Supongo que debe de ser la inmortalidad.
La observé, tratando de ver la diferencia. Era cierto que se la veía más segura que antes, más tranquila. Ya no se tapaba la cara con una gorra verde. Llevaba el pelo recogido y me miraba a los ojos al hablar. Con un escalofrío, me di cuenta de que dentro de quinientos o mil años, Bianca Di Angelo tendría exactamente el mismo aspecto que ahora. Tal vez mantendría una conversación parecida con otro mestizo...
Y yo llevaría muchísimo tiempo muerta, pero ella seguiría pareciendo una chica de doce años.
—Nico no ha comprendido mi decisión —murmuró Bianca, y me miró como si quisiera que la tranquilizara.
Sonreí, pasando mi brazo por sus hombros. Ella se tensó, pero luego se relajó tan rápido que me pregunté por un segundo si había sido idea mía.
—Nico apenas tiene diez años, Bi. Él no comprende muchas cosas porque es pequeño, pero ya lo hará. Además, estará bien en el campamento —le dije—. Están acostumbrados a recibir un montón de chicos. Annabeth vivió allí.
Bianca asintió.
—Espero que la encontremos. A Annabeth, quiero decir. Tiene suerte de contar con un amiga como tú.
»Arriesgaste la vida para salvarnos a mi hermano y a mí. Aquello fue muy valiente de tu parte. Si no te hubiese conocido, no me habría parecido bien dejar a Nico en el campamento. Pero pensé que si estabas ahí, Nico estaría en buenas manos. Eres una gran chica, Dari.
—Awww Bianca, eso fue tan dulce —dije abrazándola.
Ella se sonrojó y bajó la vista.
A unos cien metros, vi que Zoë, Lee y Grover salían ya de la cafetería cargados de pasteles y bebidas. No me apetecía que volvieran en ese momento.
Era la primera vez en horas que tenía una conversación que no acababa en drama.
—Así que ser una cazadora es súper genial —dije—. La verdad que admiro que tomaras la decisión así tan de golpe, yo no pude. No lo habría soportado.
—¿El qué?
—No enamorarme —respondí con una sonrisa triste.
Bianca me miró fijamente unos momentos.
—¿Qué te hace pensar que no tomé la decisión estando enamorada? —preguntó en voz baja como si estuviera tratando de decir un secreto.
Me aparté bruscamente y la tomé por los hombros.
—¡¿Renunciaste al amor estando enamorada?! —siseé horrorizada—. ¡¿Qué te pasa, Bianca?! ¡¿Cómo pudiste!?
Ella bajó la vista, avergonzada y sonrojada.
—Es que...
—Bianca —Ella me miró a los ojos—. ¿Por qué lo hiciste?
—No servía de nada, Darlene —confesó con los ojos llenos de lágrimas—. Era un imposible. Unirme a las cazadoras era mi mejor elección, es decir...era la oportunidad perfecta para poder sentirme un poco más libre, no tener que cargar con las presiones de ser la hermana mayor siempre, poder pensar en mí misma primero por una vez en mi vida.
—Pero no fue la única razón —agregué.
—Ya te lo dije, era imposible —volvió a repetir—. No era correcto.
—¿Qué? ¿Cómo que no era correcto? —pregunté confundida—. ¡Ay no! ¡No me digas que era un maestro! Porque si era un maestro, Bi; dejame decirte que no solo es incorrecto, es muy peligroso y...
—¡No, no! ¡No se trata de eso! —exclamó sonrojada.
—Entonces, ¿por qué? ¿No te hubiera correspondido? —pregunté curiosa—. ¿Era un chico de la escuela?
Ella negó.
—Tiene que ser alguien de la escuela —insistí—. Mira, lo que sea que fuera, estoy segura que podrías haberlo hablado, amar es algo hermoso, y lo has dejado pasar porque sigues creyendo que es un imposible. Eso no lo sabes hasta que lo intentas, y ahora...
Dejé las palabras suspendidas en el aire, porque ahora no importaba porque ella había elegido seguir a Artemisa en su vida sin amor.
—¿Al menos me contarás quién era el afortunado? —pregunté con tono divertido. Ella me miró fijamente, sonrojada. Y entonces lo comprendí—. Oh.
Bianca bajó la vista apenada.
—Lo siento.
Había estado tan cegada por los sentimientos que Percy desprendía por Annabeth que había anulado por completo el ver lo que Bianca al parecer sentía por mí.
Quizá...Michael tenía razón sobre que no me gusta darme cuenta de aquellos sentimientos que pueden cambiar todo con los que me rodean por miedo a perder lo que ya tengo. Y que por eso también me asustaba decirle a Percy lo que yo sentía por él.
Que Bianca se sintiera así me tomó por sorpresa y siendo hija de Eros no debería ser así. Debería haberme dado cuenta antes.
Comprendí quizá lo que Percy estaba sintiendo. No es fácil descubrir que alguien a quien quieres como una hermana, siente algo por tí y no haber visto las señales.
Pero decidí que yo no haría lo mismo que él.
—Gracias por decirmelo —murmuré abrazándola—. Me siento alagada que te sintieras así por mí, Bi.
—Pero...
—Está bien, es lo que sentías y está bien —agregué apartándome para verla a los ojos—. Aunque no hubiera podido corresponderte, me hubiera gustado que me lo dijeras antes, al menos así te podría haber ayudado para que no hubieras sentido que unirte a las cazadoras era la única opción que tenías.
Ella me abrazó, y la dejé que lo hiciera por el tiempo que necesitara. Porque ahora ella necesitaba decirle adiós a todo lo que sentía para poder abrazar la nueva vida que eligió.
Y yo necesitaba abrazarla para sentir que no la había empujado a un destino sin amor.
Acá, no sé si quedó claro, es más o menos una pequeña explicación de porque Dari siendo hija de Eros y siendo que varias veces ella se da cuenta cuando alguien gusta de alguien (como pasa todo el tiempo con Percy y Annabeth, o como pasó en el primer libro sobre los sentimientos de Annabeth por Luke) NO "se da cuenta" de cuando alguien gusta de ella; no es que no se de cuenta, si que lo hace; pero inconscientemente ella elige no hacerlo por miedo a perder lo que ya tiene.
Es en parte la razón por la que solo una vez realmente intentó como coquetear con Percy, porque como dijo Michael, ella sabía que iba a ser rechazada y le era mejor no decir nada y fingir que todo estaba bien y que "aun tenía una posibilidad, pero Percy tenía que darse cuenta solo".
¿Si se dan cuenta que bajo este punto, más adelante, Apolo ni haciendo señales de humo delante de ella va a lograr hacerle saber que está intentando conquistarla y no solo siendo un amigo? Ya lo veo teniendo que gritarselo con megafono para que ella lo entienda.
No, bueno. No es que ella se lo tome mal cuando le dicen que la aman, ya vieron como reaccionó con Bianca. Pero esa es la clave, a ella se lo tienen que decir sin tanta vuelta (Michael y Apolo deberían tomar nota de Bianca)😅
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