012.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ᴛʜᴇ ɢᴏᴅꜱ ᴅᴏɴ'ᴛ ʟᴏᴏᴋ ᴛʜᴇ ᴍɪʟʟᴇɴɴɪᴀ ᴛʜᴇʏ ʜᴀᴠᴇ
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ʟᴏꜱ ᴅɪᴏꜱᴇꜱ ɴᴏ ᴀᴘᴀʀᴇɴᴛᴀɴ ʟᴏꜱ ᴍɪʟᴇɴɪᴏꜱ Qᴜᴇ ᴛɪᴇɴᴇɴ
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NO TENÍA NINGUNA intención de dividir el campamento, pero la teoría de la cabaña seis explicando los motivos y formas en que Percy podría haber robado el rayo para su padre, me enervaron.
Y luego, por supuesto, Michael tuvo que empeorarlo todo.
Las cabañas cinco y diez, dirigidas por sus capitanas, se pusieron de mi lado. Lo que me tomó bastante por sorpresa de parte de Clarisse. Después de eso, Silena me lo explicó:
—Aunque no lo creas, Clarisse es muy leal; y le agrade o no, como ya te dijimos, eres nuestra sobrina —expresó sonriendo—, nuestra única sobrina.
«Gracioso, pero no gracioso de risa, gracioso de raro».
La cabaña siete, por otro lado, no dudaron en ponerse de parte de su hermano, y era lógico, yo les desagradaba en todo sentido. Lee me había mirado con pena, no quería tener que estar en la posición de elegir entre su hermano o su mejor amiga.
—Fue bueno que te quedaras callado —le dije al día siguiente, quería tranquilizarlo porque no me enojó que no me defendiera o que les dijera que se callaran; lo entendía y lo último que quería para él es que se peleara con ellos por mi culpa—, no quiero que tengas problemas con tus hermanos.
—No es que realmente crean que Percy es el ladrón, sólo están siguiendo a Mike porque es mi segundo al mando —me respondió—, y esto no tiene nada que ver con el que él crea que Percy lo hizo, sino que...
—Tiene que ver conmigo, es a mí a la que quiere molestar —lo interrumpí entre dientes. Estaba furiosa con ese cabrón.
Y los siguientes días se desató en el campamento una batalla de bromas pesadas; los de la cabaña de Hermes estaban en la luna, siendo proveedores para ambos bandos.
Los de la cabaña de Atenea les cambiaron el shampoo por tintura verde a los de Afrodita, y en venganza, los de Ares soltaron bolsas de arañas por la noche en la cabaña seis. Hubo muchos gritos y bastantes traumas.
Los de Apolo tiraron bombas de humo en la cabaña de Ares, y luego los de Afrodita y Hefesto..., bueno, solo basta decir que las cosas se estaban saliendo de control porque las discusiones y "bromas inocentes" estaban comenzando a convertirse en peleas y maldiciones.
A mí me atacaban cuando estaba con las otras cabañas, Hermes estaba siendo neutral, así que nadie los molestaba.
«Neutral mis ovarios, ellos están disfrutando esto más que nadie».
Quirón no daba abasto tratando de hacernos entrar en razón y que "hiciéramos la paz". Para el viernes, todo el campamento estaba castigado, pero eso no nos detuvo.
La prueba estaba ese día en el almuerzo. Empezó como un día tenso, ya normal para todos, cuando no pude resistirme a llamar a Michael "pelo de puercoespín".
¿Pueden culparme? Los de Afrodita imitaron la broma de la cabaña seis, y les pusieron pegamento en el shampoo a los de Apolo.
—Las cabañas de los dioses más interesados en la apariencia física —me dijo por lo bajo Clarisse—, créeme, es un golpe duro para ellos.
Mi relación con Clarisse fue una sorpresa. Se había autonombrado mi "entrenadora personal" y estaba decidida a convertirme en una pateatraseros profesional digna de la descendencia de Ares.
—No voy a tener una mocosa escuálida y blanda como sobrina, o te pones al nivel de la cabaña cinco o te tiro al lago.
No era tan mala como Percy parecía pensar, me cayó bien.
Entonces sí, cuando lo vi entrar con el cabello todo parado y duro, no pude evitar gritarle. Se le puso la cara tan roja que parecía un tomate... y luego tomó puré de papas y me lo arrojó.
El comedor quedó en silencio, esperando mi respuesta. Y puede que tomara un tazón lleno de sopa caliente y se lo tirara a la cabeza.
—¡Guerra de comida!
La comida voló por todas partes, hubo muchos gritos, e incluso algunos rodamos por el suelo. Yo, por ejemplo, tacleé a Michael y le enterré la cara en la salsa.
Todo el caos duró al menos unos quince minutos antes de que los líderes de cabaña nos detuvieran. Clarisse me gritó, aunque el guiño que me dio me dejó entrever que estaba orgullosa.
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Subí los escalones de la Casa Grande, tenía el cabello mojado luego de haberme dado un baño. Silena me había prestado ropa y me había dicho que Quirón quería verme, parecía ansiosa, como si se estuviera conteniendo de decir algo, como si supiera algo que yo no y quería ser ella quien me lo contara.
Quirón estaba sentado en el pórtico en su silla de ruedas, y parecía estar perdido en sus pensamientos. En cuanto me vio, sonrió algo nervioso.
—Hola, Darlene.
—Hola, Quirón —respondí—. Silena me dijo que querías verme.
—Sí, bueno..., en realidad no soy yo quién quiere verte.
Ladeé la cabeza, curiosa y confundida, y luego miré a la cabaña.
«¿Será que mi madre me vino a ver?» pensé «No, la señora Jackson dijo que los mortales no podían entrar al campamento».
—¿Quién...?
—Será mejor que entres, te está esperando —dijo Quirón con una pequeña sonrisa—. Luego hablaremos sobre la pequeña guerra de comida.
Yo contuve una mueca y asentí avergonzada.
Caminé hacia la puerta, y la abrí lentamente. Dentro, la sala estaba tranquila y en silencio.
Al principio pensé que estaba sola, pero luego noté la figura del hombre parado frente a un cuadro, dándome la espalda.
Tragué saliva, y entré. El hombre no dio ningún indicio de haberme escuchado, ni siquiera cuando cerré la puerta.
—Hola —dije tratando de llamar la atención.
El desconocido se dio la vuelta, y quedé impresionada por lo atractivo que era.
Estaba vestido con unos jeans gastados, botas negras de tipo combate y una chaqueta de cuero negra sobre una camiseta básica. Tenía el cabello y ojos negros, su rostro de facciones duras lo hacían parecer mayor de lo que aparentaba; sin embargo, en el momento en que clavó su mirada en mí, sonrió con una ternura que nunca había visto.
—Hola, Darlene —respondió dando unos pasos hacia mí. Su voz era suave, pero firme; algo ronca, como si no tuviera la costumbre de hablar mucho, aunque por un segundo, tuve la sensación de que ya había escuchado su voz antes.
—Me dijeron..., que quería verme.
—Así es—. Señaló unos sillones que había a un costado—. Por favor, sentémonos.
Sin entender nada, obedecí. Él se sentó a mi lado, manteniendo la distancia, pero sus ojos mostraban ansiedad.
—¿Quién es usted? —pregunté.
Él sonrió como si fuera una broma privada—. Bueno... tengo diferentes nombres, pero tú puedes llamarme Vicktor.
Me quedé con la boca abierta, ahora sí que sabía dónde había escuchado su voz. Este hombre... era el dueño de la voz en mi mente. Aún más importante, era...
—Usted..., usted es...
—¿Tu padre? —dijo sonriéndome—. Sí
Estaba bastante conmocionada, nunca esperé precisamente cruzarme con él.
Era tan extraño, porque Eros no parecía precisamente un padre. Más bien, tenía la apariencia de un hombre joven. No aparentaba para nada los milenios que se supone tenía.
—Normalmente tengo una apariencia mucho más adulta, pero así es cómo me veía cuando conocí a tu madre —comentó, sus ojos brillaban divertidos.
—¿Acaba de leerme la mente?
—Conozco muy bien tu mente, Dari. Ha sido nuestro modo de comunicación desde siempre.
—¿Cómo... cómo es que puedo verlo? —pregunté—. Las leyendas dicen que es difícil verle al rostro.
—Estoy en el mundo mortal, y con una forma completamente mortal —dijo con sencillez—. Sería muy peligroso para ti si te mostrara mi forma divina.
Asentí comprendiendo—. ¿Y qué hace aquí, señor Eros?
Él levantó las cejas, y se llevó una mano al cabello.
—No hace falta que me digas así, puedes llamarme solo Eros... o papá —Me miró esperando una respuesta, pero yo solo me quedé en silencio. No iba a llamarlo así, apenas lo conocía y era raro, siendo que parece alguien de veintitantos, parece más mi hermano que mi padre—. Bueno, quería verte, poder hablar contigo.
—¿Ahora, doce años después?
Hizo una mueca por mi tono cortante.
—Sí, como sabrás, no es seguro para los semidioses estar en contacto con su lado divino siendo tan jóvenes.
—De nuevo, ¿entonces qué hace aquí?
—Dari...
—Darlene.
Eros asintió. —Darlene, sé que estás enojada y tienes todo el derecho a estarlo, pero traté de estar para ti de la forma que pude. Que no me vieras no significaba que no estuviera ahí.
—Me hablabas en mi cabeza cuando me metía en problemas.
—Te vigilaba de lejos, no podía acercarme, eso te podría haber puesto en peligro con los monstruos. —Me quedé callada unos segundos, y él acercó la mano hacia mí, apoyándola sobre mi hombro—. Sin embargo, ahora eres consciente de tu origen y te reconocí oficialmente como mi hija, ya no importa si rompo las reglas, nada ni nadie me va a impedir ser parte de tu vida.
—¿No tendrá problemas con el señor Zeus?
—Como representación del amor, mis límites están mucho menos definidos que los Olímpicos; soy mas un concepto que un dominio —explicó—. Los dioses como yo no estamos del todo sujetos a leyes impuestas por otros dioses porque somos fuerzas de la naturaleza, y en este caso, el amor no puede ser apartado de los mortales, porque amar es una de sus muchas esencias.
Yo enarqué una ceja, entendía lo que estaba diciendo, pero aun así me parecía algo muy arriesgado desobedecer al rey de los dioses.
—Yo me encargo de eso, no te preocupes —dijo sonriendo, y por un momento, pude ver ese atisbo peligroso del que tantos autores antiguos hablaban, ese lado cruel y monstruoso, que decían, hacía temer hasta a los otros dioses—. Eres mi única hija semidiosa, nunca antes había tenido una, así que ya no quiero seguir alejado de tu vida más de lo que tuve que obligarme para mantenerte a salvo. Después de todo, la vida de los semidioses suele ser corta, es una constante puesta en peligro.
—¿De verdad?, ¿no tiene más hijos? —pregunté, curiosa.
—Tengo una hija inmortal, Hedoné —dijo—. Así que son solo ustedes dos.
«Wow, tengo una hermana», pensé asombrada.
—Entonces..., mi mamá...
—Fue la única mujer de la que me enamoré.
—Aparte de la señora Psique —dije con obviedad, conocía de sobra su mito y sabía que el amor de Eros y Psique era muy profundo.
—Es... algo complicado de explicar —dijo haciendo una mueca—. Crééeme que hasta a mí me tomó por sorpresa, amé a Psique durante miles de eones y aún lo hago; tu madre fue la única mujer con la que la traicioné.
Su mirada parecía perdida, suspendida en pensamientos, quizá de recuerdos de hace doce años.
—¿La señora Psique está enojada?
—Un poco, al principio —admitió—; pero como dije, es... complicado, además ella entiende que a veces uno no controla al amor, los sentimientos son algo poderoso.
—Es el dios del amor, usted hace que la gente se enamore.
—Sí, pero eso solo cuando es necesario y ese tipo de amor no es real, nace de mi magia. El verdadero amor no se puede controlar, es una fuerza que arrasa con todo a su paso, no mide consecuencias ni tiene límites. Solo... ocurre.
—Y a veces lastima profundamente —dije pensando en todas las veces que mamá lloró por haber tenido que renunciar a él. Eros hizo una mueca.
—Fue muy duro para mí también tener que irme de su lado, pero Gillian seguía siendo una mortal —explicó con sus ojos llenos de tristeza—, y al estar embarazada, debía quedarse con los suyos, porque los niños semidioses deben crecer como mortales, al menos hasta que estén listos para venir al campamento.
Es curioso, comprendo todo lo que dice porque tiene mucho sentido. Incluso sobre la señora Psique perdonando su traición, sobre todo porque ellos han estado juntos tantos siglos y tienen todavía la eternidad; es mucho tiempo para estar enojada por algo que es parte de la naturaleza de los dioses. Al menos papá lo intentó de verdad.
Además, el mundo necesita semidioses, necesita a los héroes y la única forma es estando con mortales, obviando que en realidad lo hacen por placer y no por el afán de crear semidioses; pero aun así, yo no podría hacerlo. No podría estar con un dios sabiendo que es inevitable la traición.
—Y no lo harás —espetó con el ceño fruncido—. Si quieres una relación, quédate con semidioses o mortales. Es más fácil controlarlos si se pasan de listos —agregó haciendo que sus ojos negros cambiaran a un tono rojo sangre.
«Recórcholis, olvidé que me lee la mente».
Me mordí el labio, tratando de evitar que se me escapara una sonrisa.
—Los humanos también son infieles, ¿qué hará, les disparará o algo así?
—Podría, mereces un amor dedicado solo a ti.
—Creí que había dicho que no es amor de verdad —dije con tono de broma.
—Bueno, tal vez un susto baste.
Por primera vez desde que entré a la cabaña, me reí. Eros no era tan malo como siempre lo pintaban.
—Debo volver al Olimpo, pero quería verte y darte esto —dijo entregándome un arco y un carcaj que aparecieron de repente.
El arco era de oro y bastante grande, pero era ligero y adoptó una forma de brazalete muy bonito; el carcaj, por otro lado, era de cuero blanco, y tenía una gran cantidad de flechas, la mitad con puntas doradas y la otra mitad con puntas negras.
—Oro y plomo.
—Así es, úsalas con cuidado, no son un juguete —me advirtió—. Si necesitas más, hazlas con esos materiales y luego haz una ofrenda en mi nombre para bendecirlas.
No quería reconocerlo, pero estaba muy emocionada. Era la primera vez que recibía un regalo de mi papá.
—Gracias... padre —murmuré con la voz algo rota.
Él sonrió, y sus ojos brillaron mirándome con ternura.
—Hice arreglos para que te quedes en la cabaña de mi madre —dijo poniéndose de pie.
—¿Qué?
—Como dije, eres mi única hija semidiosa; y no me parece que tengas que dormir en el suelo de la cabaña de Hermes. Hablé con mi madre, Afrodita, y está de acuerdo en que te quedes con sus hijos —respondió—. Ya le informé a Quirón, van a trasladarte hoy mismo.
Ahora entendía la emoción de Silena, ella ya debía haber sido informada de todo.
—Gracias.
—No me agradezcas, es mi deber procurar tu bienestar. Me gustaría poder hacer más, pero... quizá más adelante.
Se acercó, y por un momento, pareció que quería darme un abrazo o algo así, pero se contuvo. Y lo agradezco, creo que aún no estamos del todo listos para eso.
—Por cierto —agregó mirándome con seriedad—, deja de pelearte con ese hijo del sol.
—¿Michael?
—Sí, Apolo está demasiado ocupado por ahora, pero no creo que le haga gracia que mi hija se ande dando puñetazos con uno de sus hijos —respondió con tono irritado—. A mí no me gusta nada, aunque me sentí orgulloso cuando le rompiste la nariz el otro día.
—¿Por eso me reclamaste?
—Me pareció un buen momento —dijo encogiéndose de hombros—, pero evita volver a pelear con él. Lo último que necesito es atraer la atención de ese cabrón sobre ti. Me la tiene jurada y es bastante vengativo cuando se lo propone.
Un estremecimiento me recorrió la espalda. El mito de Dafne. Papá fue muy cruel, aunque el señor Apolo fue quien empezó.
—Está bien, intentaré no pelear más con Michael —dije pensando en todas las historias sobre las que el dios Apolo desataba su ira sin piedad.
—Es más que eso, Darlene. Prométeme que no harás nada que te ponga en peligro —pidió.
Ambos sabíamos que lo que me estaba pidiendo es muy difícil cuando se es un semidiós, aún así, la súplica en sus ojos me hizo imposible negarme.
—Lo prometo —murmuré.
No estoy segura de poder cumplir aquella promesa, pero al menos podemos fingir que tengo una oportunidad de intentarlo.
¿Qué les parece Eros como padre? Yo disfruto escribir su faceta de padre primerizo 🤭
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