010.ᴀʙᴏᴜᴛ ᴋᴇᴇᴘɪɴɢ ᴘʀᴏᴍɪꜱᴇꜱ ᴛᴏ ᴛʜᴇ ʀɪᴠᴇʀ ꜱᴛʏx
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴜᴍᴘʟɪʀ ᴘʀᴏᴍᴇꜱᴀꜱ ᴀʟ ʀÍᴏ ᴇꜱᴛɪɢɪᴏ
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ME DESPERTÉ con el ruido de la sirena y la voz por parlante de un tipo con acento australiano excesivamente alegre para mí gusto.
«Que mal que me caen las personas así de contentas a primera hora» pensé levantándome.
—¡Buenos días, señores pasajeros! Hoy pasaremos todo el día en el mar. ¡El tiempo es excelente para bailar mambo junto a la piscina!
—¿Y si cuelgo del asta al del parlante? —pregunté irritada. Annabeth nego divertida.
—No olviden el bingo de un millón de dólares en el salón Kraken, a la una de la tarde. Y para nuestros invitados especiales, ¡ejercicios de destripamiento en la galería Promenade!
Annabeth ya estaba en pie y frunció el ceño ante aquellas palabras, como si estuviera tratando de descifrarlas.
—¿Escuché bien?
Ella se encogió de hombros.
Ambas salimos de nuestra suite y nos dirigimos a la de los chicos, ella entró primero.
—¿Ejercicios de destripamiento? —preguntó. Los chicos no estaban tampoco seguros.
En cuanto estuvimos todos vestidos, nos aventuramos por el barco y descubrimos asombrados que había más gente. Nadie nos preguntó quiénes éramos. Nadie nos prestaba atención. Pero había algo que no encajaba.
Una familia que iba a darse el baño pasó por nuestro lado, el padre le dijo a los hijos:
—Estamos de crucero. Nos estamos divirtiendo.
—Sí —dijeron al unísono los niños con expresión vacía—. Nos lo estamos pasando bomba. Vamos a nadar a la piscina.
Y siguieron su camino.
—Buenos días —nos dijo un tripulante de ojos vidriosos—. Nos lo estamos pasando muy bien a bordo del Princesa Andrómeda. Que tengan un buen día. —Y pasó de largo.
—Chicos, esto es muy raro —susurró Annabeth—. Están todos en una especie de trance.
Al pasar frente a una cafetería, vimos al primer monstruo.
Era un perro del infierno, un mastín negro con las patas delanteras subidas al buffet y el hocico enterrado en una fuente de huevos revueltos.
Lo raro era esto: había una pareja de mediana edad en la cola del buffet, justo detrás del perro del infierno, esperando con paciencia su turno para servirse huevos revueltos...
Ellos no parecían notar nada anormal.
—Ya no tengo hambre —murmuró Tyson.
Antes de que pudiéramos responder, se oyó una voz de reptil al fondo del pasillo.
—Sseiss máss sse nos unieron ayer.
Annabeth gesticuló frenéticamente hacia el escondite más cercano el lavabo de mujeres y los cuatro nos abalanzamos a su interior.
Dos criaturas se deslizaron frente a la puerta del baño con un ruido como de papel de lija sobre linóleo.
—Sssí —dijo una segunda voz de reptil—. Él losss atrae. Pronto ssse volverá muy fuerte.
Se deslizaron hacia la cafetería con un siseo glacial como el de una serpiente.
Annabeth nos miró—. Tenemos que salir de aquí.
—¿Crees que me gusta estar en el lavabo de señoras?
—¡Quiere decir del barco, Percy! —dije rodando los ojos—. Tenemos que salir del barco.
—Huele mal —asintió Tyson—. Y los perros se comen todos los huevos. Annabeth tiene razón, tenemos que salir del baño y del barco.
Entonces se oyó otra voz fuera, una que me generó una impresionante violencia.
—Sólo es cuestión de tiempo. ¡No me presiones, Agrius!
Era Luke, su voz era inconfundible.
—¡No te estoy presionando! —refunfuñó el tal Agrius. Su voz era más grave y sonaba más furiosa.
—Lo único que digo es que si esta jugada no resulta...
—¡Resultará! —replicó Luke—. Morderán el anzuelo. Y ahora, vamos, tenemos que ir a la suite del almirantazgo y echar un vistazo al ataúd.
Sus voces se perdieron por el fondo del pasillo.
Tyson dijo en un susurro—: ¿Nos vamos ahora?"
Nosotros tres nos miramos y llegamos a un acuerdo silencioso.
—No podemos —le dijo Percy a Tyson.
—Tenemos que averiguar qué se propone Luke. —Asintió Annabeth.
—Y si es posible, le damos una buena paliza, lo encadenamos y lo llevamos a rastras al Olimpo —agregué.
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Nos detuvimos en nuestra cabina el tiempo suficiente para tomar nuestras cosas. Pensamos que pasara lo que pasara, no íbamos a quedarnos otra noche a bordo del barco de crucero zombi, aunque tuvieran un millón de dólares de bingo.
Me aseguré de que mi espejo estuviera bien guardado en el abrigo, me cargué mi carcaj a la espalda y le pedí a Annabeth que me prestara uno de sus cuchillos.
«Al menos así no estaré tan limitada».
Pasamos furtivamente por los pasillos, seguimos las señales de ESTÁS AQUÍ de la nave hacia la suite del Almirantazgo. Annabeth exploraba antes, invisible. Nos escondíamos cada vez que alguien pasaba, pero la mayoría de las personas que vimos eran sólo pasajeros zombi con los ojos vidriosos.
A medida que subíamos por la escalera hasta la cubierta trece, donde la suite del almirantazgo se suponía que estaba, Annabeth siseó:
—¡Escóndanse! —y nos metió en un armario de suministro.
Escuché a un par de chicos que venían por el pasillo.
—¿Viste el dragón aetopiano en la bodega de carga? —dijo uno de ellos.
El otro se rió.
—Sí, es impresionante.
—He oído que tiene dos más por venir —dijo la voz familiar—. Siguen llegando a este ritmo, oh, hombre¡no hay competencia!
Las voces se desvanecieron por el pasillo.
—¡Ese fue Chris Rodríguez! —Annabeth se quitó el gorro y se volvió visible—. ¿Se acuerdan? De la Cabaña Once.
Sí, Chris era uno de los chicos no reclamados que estaban en la cabaña once, también fue uno de los que intentó sacarme porcentaje de mis ganancias con el stand del amor al repartir algunas tarjetas.
Me dí cuenta que Chris no estaba este año en el campamento.
—¿Qué estaba haciendo otro mestizo aquí? —preguntó Percy.
Annabeth sacudió la cabeza, claramente preocupada.
Seguimos bajando por el corredor. No necesitaba mapas para saber que estábamos cerca de Luke. Sentía algo frío y desagradable la presencia del mal.
Annabeth se detuvo de repente.
—Miren.
Se puso de pie delante de una pared de cristal mirando hacia el cañón de varios pisos que pasaba por el centro de la nave. En el fondo había un paseo a un centro comercial lleno de tiendas pero eso no es lo que había llamado la atención de Annabeth.
Un grupo de monstruos se habían reunido frente a la tienda de dulces: una docena de gigantes Lestrigones como los que me había atacado con bolas de fuego, dos cerberos, y unas pocas criaturas aún más extrañas hembras humanoides con colas de serpiente dobles en lugar de piernas.
—Scythian Dracaenae —Annabeth susurró.
—Mujeres dragón —dije.
Los monstruos hicieron un semicírculo en torno a un joven con armadura griega que estaba cortando a un maniquí de paja. Se me hizo un nudo en la garganta cuando me di cuenta que el maniquí usaba una camisa del Campamento mestizo. Vimos como el chico en la armadura apuñalaba al maniquí a través de su vientre y lo arrancó hacia arriba. Voló por todas partes. Los monstruos aplaudían y gritaban.
Annabeth se apartó de la ventana. Su rostro estaba pálido.
—Vamos —dije—. Cuanto antes encontremos a Luke, mejor.
Al final del pasillo, había puertas de roble doble que parecía que conducían a alguna parte importante. Cuando estábamos a unos diez metros, Tyson se detuvo.
—Voces de dentro.
—¿Puedes oír desde tan lejos? —Le pregunté.
Tyson cerró los ojos como si estuviera concentrándose mucho. Entonces, su voz cambió, convirtiéndose en una aproximación ronca de Luke.
Nos repitió palabra por palabra todo lo que escuchaba, era claramente Luke y alguien más, una chica.
Hablaban sobre su plan de envenenar el árbol; sin embargo se detuvieron abruptamente.
Demasiado tarde, nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo.
Las puertas del camarote se abrieron de golpe y ahí estaba Luke, flanqueado por dos gigantes melenudos armados con jabalinas, sus puntas de bronce apuntando a la derecha de nuestros pechos.
—Pero si son mis primos favoritos —dijo Luke con una sonrisa torcida—. Vamos adentro.
Nos llevó a un camarote de enormes ventanas a lo largo de toda la pared del fondo, dándonos una vista a la popa del barco. Era una suite bastante lujosa, sin embargo, lo que se llevaba toda la atención era un cofre de oro, un sarcofago con escenas de griego antiguo grabadas, las ciudades antiguas en llamas y héroes muertos de formas horribles.
Había una chica sentada en una esquina, no tenía ni idea de quién era.
Tenía el cabello rojo con destellos rubios, casi parecía como si estuviera hecho de fuego, largo hasta la cintura, y rapado en el costado derecho. Sus ojos cafés parecían aburridos mientras limpiaba una espada bastante grande y afilada.
—Bueno —dijo Luke, abriendo los brazos con orgullo—. Un poco mejor que la cabaña once, ¿eh?
Había cambiado desde el verano pasado. En vez de bermudas y una camiseta, llevaba una camisa, pantalón caqui y mocasines de cuero. Su pelo rubio, que solía ser tan rebelde, estaba ahora corto.
Parecía todo un villano malvado de película adolescente, atractivo e hijo de puta.
—Siéntense —nos dijo. Agitó la mano y cuatro sillas de comedor aparecieron en el centro de la habitación.
Ninguno obedeció.
Los grandes amigos de Luke seguían apuntando sus lanzas hacia nosotros. Parecían gemelos, pero no eran humanos.
—¿Dónde están mis modales? —dijo Luke suavemente—. Ella es mi mano derecha, Alessandra Olimpia. Nos conocimos hace un tiempo y ha sido de gran ayuda en cada una de mis misiones, lastima que no la conocí cuando robé el rayo, hubiera sido muy útil.
—Ojalá tu fueras más útil, ya estás bastante grandecito para necesitar niñera, Castellan —comentó la chica con tono seco. Me dí cuenta de que era a quién habíamos escuchado hablar con él hacía unos minutos.
Luke apretó la mandíbula, pero no dijo nada, solo rodó los ojos y volvió a sonreír.
—Y estos son mis ayudantes, Agrio y Eneo. Tal vez hayas oído hablar de ellos—. Nadie respondió.
Nos contó brevemente la historia de cómo Afrodita y Artemisa habían arruinado la vida de la madre de esos tipos.
»Típico de los dioses, ¿no te parece, Darlene? —me dijo mirándome, por un segundo rememoré la conversación que tuvimos aquella vez, antes de que me apuñalara—. Se pelean entre ellos y los pobres seres humanos atrapados en el medio. Los hijos gemelos de la niña aquí, Agrio y Eneo, no sienten amor por el Olimpo. Les gustan bastante los mestizos, aunque...
—Para el almuerzo —Agrio gruñó.
Su voz ronca era la habíamos oído hablar con Luke antes.
Su hermano Eneo se rió, lamiéndose los labios. Siguió riéndose como si estuviera teniendo un ataque de asma hasta que Luke y Agrio lo miraron fijamente.
—¡Cállate, idiota! —Agrio gruñó—. ¡Ve a castigarte a ti mismo!
Eneo gimió. Caminó hacia la esquina de la habitación, se desplomó sobre un taburete, y se golpeó la frente contra la mesa de comedor, haciendo de las placas de plata un sonajero.
Luke actuó como si esto fuera un comportamiento perfectamente normal. Se acomodó en el sofá y apoyó los pies sobre la mesa de café.
«Maldito imbécil».
—Darlene, no esperaba que sobrevivieras.
—Malakas —espeté mostrándole la palma y los dedos estirados directo a la cara.
La tal Alessandra contuvo una carcajada.
—Ajá, qué buenos modales —dijo casi con un tic en el ojo, y miró a mi amigo—. Bueno, Percy, a ti sí te permitimos sobrevivir un año más. Espero que lo aprecies. ¿Cómo está tu madre? ¿Y la escuela?
—Tú envenenaste el Árbol de Thalía.
Luke suspiró.
—Derecho al punto, ¿eh? Está bien, seguro, yo envenené al árbol. ¿Y qué?
—¿Cómo pudiste? —Annabeth sonaba tan enojada que pensé que iba a explotar—. ¡Thalia te salvó la vida! ¡Nuestras vidas! ¿Cómo pudiste deshonrarla?
—¡Yo no la deshonré! —Luke se rompió—. ¡Los dioses la deshonraron, Annabeth! Si Thalia estuviera viva, estaría de mi lado.
—¡Mentiroso!
—Si supieras lo que está por venir, lo entenderías.
—¡Entiendo que quieres destruir el campamento! —gritó—. ¡Eres un monstruo!
Luke sacudió la cabeza.
—Los dioses te han cegado. ¿No puedes imaginar un mundo sin ellos, Annabeth? ¿Qué hay de bueno en la historia antigua que has estudiado? ¡Tres mil años de errores! Occidente está corrompido hasta la médula. Tiene que ser destruido. ¡Únanse a mí! Podemos empezar de nuevo el mundo. Podríamos usar tu inteligencia, Annabeth.
—¡Porque tú no tienes ninguna propia!
Entornó sus ojos.
—Yo te conozco, Annabeth. Te mereces algo mejor que el reconocimiento de algunos en esta búsqueda desesperada de salvar el campamento. La Colina Mestiza será invadida por monstruos dentro de un mes. Los héroes que sobrevivan no tendrán otra opción más que unirse a nosotros o ser objeto de caza a la extinción. ¿Realmente quieres estar en un equipo perdedor... con compañía como esta? —Luke señaló Tyson.
—¡Hey! —gritamos Percy y yo.
—Viajar con un cíclope. —-Criticó Luke—. ¡Hablas de deshonrar la memoria de Thalía! Me sorprende de ti, Annabeth. Tu de todas las personas.
—¡Basta!
Yo no sabía de lo que Luke estaba hablando, pero Annabeth estaba enterrando la cabeza en las manos como si estuviera a punto de llorar.
—Déjala en paz —dijo Percy—. Y deja a Tyson fuera de esto.
Luke se rió.
—Oh, sí, lo he oído. Tu padre lo reclamó.
—Luke...—Llamó la chica, pero él la ignoró.
«¿Cómo lo supo?» pensé impactada.
—Sí, Percy, lo sé todo acerca de eso. Y sobre su plan para encontrar el Vellocino. ¿Cuáles fueron esas coordenadas, de nuevo... 30, 31, 75, 12? Ya ves, todavía tengo amigos en el campo que me mantienen informado.
—Espías, querrás decir.
Se encogió de hombros.
—¿Cuántos insultos de tu padre puedes tolerar, Percy? ¿Crees que está agradecido contigo? ¿Crees que Poseidón se preocupa por ti más de lo que se preocupa por este monstruo?
Tyson apretó los puños e hizo un ruido sordo en su garganta.
Luke sólo se rió—. Los dioses solo te han utilizado, Percy. ¿Tienes alguna idea de lo que está en el almacén para ti si alcanzas tu decimosexto cumpleaños? ¿Quirón te ha contado la profecía?
¿Cumplir los dieciséis años? ¿Se trataba acaso de la profecía de un hijo de los Tres Grandes que había provocado la prohibición de tener semidioses? ¿Qué ocurriría cuando Percy cumpliera dieciséis?
—Luke...—murmuró Alessandra de nuevo.
—Yo sé lo que necesito saber —dijo entre dientes—-. Como quienes son mis enemigos.
—Entonces eres un tonto.
Tyson rompió la silla del comedor más cercano en astillas.
—¡Percy no es un tonto!
Antes de que pudiera detenerlo, se encargó de Luke. Sus puños bajaron hacia la cabeza del hijo de Hermes, un golpe de doble cabeza que habría hecho un boquete en titanio.
—Era de esperarse —dijo Alessandra rodando los ojos y haciendo una seña a los gemelos osos.
Cada uno de ellos agarró uno de los brazos de Tyson y lo pararon en seco. Lo empujaron hacia atrás y él tropezó. Se cayó a la alfombra con tanta fuerza que la cubierta se estremeció.
—Es una lástima, Cíclope —dijo Luke—. Parece que mis amigos pardos juntos son más que un partido para tu fuerza. Tal vez debería dejar que ellos.
«Juntos, eso es».
—Luke —intentó decir Percy—. Escúchame. Tu padre nos envió.
No creo que fuera buena idea decirle eso.
—Ni siquiera lo menciones.
—Él nos dijo que tomáramos este barco. Pensé que era sólo para transporte, pero él nos envió aquí para encontrarte. Me dijo que no renunciará a ti, no importa cuán enojado estés.
—¿Enojado? —Gritó Luke—. ¿Renunciar a mi? ¡Me abandonó, Percy! ¡Quiero el Olimpo destruido! ¡Cada trono a escombros aplastados! Dile a Hermes que va a suceder. Cada vez que un mestizo se une a nosotros, los olímpicos se debilitan y nos hacemos más fuertes. Se hace más fuerte. —Señaló el sarcófago de oro.
Por alguna razón, tener esa caja cerca me ponía la piel de gallina.
—Se está reformando. —siguió hablando—. Poco a poco, estamos llamando a su fuerza de vida fuera de la fosa. Con cada recluta que se compromete a nuestra causa, otro pequeño pedazo aparece.
—¡Eso es asqueroso! —dijo Annabeth.
—Tu madre nació de la división del cráneo de Zeus, Annabeth. Yo no hablaría —se burló—. Pronto habrá suficientes del Señor titán para que podamos rehacerlo todo de nuevo. Vamos a armar un nuevo cuerpo para él, una obra digna de la forja de Hefestos.
—Estás loco —dije asqueada.
—Únanse a nosotros y serán recompensados. Tenemos amigos poderosos, patrocinadores lo suficientemente ricos como para comprar este barco de cruceros y mucho más.
Nos hizo promesas de grandes riquezas y un futuro prometedor, pero sólo consiguió rechazo de nuestra parte.
Suspiró decepcionado—. Una vergüenza—. Llamó a tres miembros zombies de la seguridad, que aparecieron con porras para escoltar a los "polizones"; y se volvió a Eneo—. Es hora de alimentar a los dragones aetiopianos. Toma a estos tontos, llévalos abajo y muéstrales cómo se hace.
Eneo nos pinchó con su jabalina y nos condujo para salir de los camarotes, seguidos al final por los guardias.
Lo último que alcancé a ver antes de que se cerrara la puerta, fue a Alessandra murmurándole algo a Luke como si lo estuviera reprendiendo por algo, le gritaba en voz baja y lo apuntaba con el dedo en el pecho. Él respondía algo y ella le daba un empujón, al final, Luke bajaba la mirada asintiendo.
Me di cuenta, que sea lo que fuera que ella le reprendiera, Luke parecía aceptar sin problema aquellas palabras.
Mientras caminaba por el pasillo con la jabalina de Eneo por la espalda, pensé en lo que Luke había dicho, que los gemelos juntos eran el igual de la fuerza de Tyson. Pero tal vez por separado...
Miré a Percy y le señalé disimuladamente con la cabeza a Tyson. El pestañeó despacio.
"Lo sé".
Ambos nos habíamos dado cuenta de lo mismo.
Salimos por el pasillo en medio del barco y caminamos a través de una cubierta abierta llena de botes salvavidas. Me di cuenta que esta era la única oportunidad de escapar, si llegábamos al ascensor estaríamos acabados.
Percy miró a Tyson y dijo—: Ahora.
Gracias a los dioses, él lo entendió. Se volvió y golpeó Eneo treinta pies hacia atrás en la piscina.
Uno de los guardias de seguridad sacó su porra, pero Annabeth lo dejó sin aliento con un tiro bien colocado y yo le tiré al otro mi bolso en la cabeza. El tercer guardia se postuló para el cuadro de alarma más cercano.
—¡Deténgalo! —gritó Annabeth, pero era demasiado tarde.
Justo antes de que le golpeara en la cabeza con una silla de cubierta, encendió la alarma.
Las luces rojas brillaban. Las sirenas sonaron.
—¡Los botes! —Grité.
Corrimos hacia el más cercano y le quitamos la tapa.
Varios monstruos y guardias nos seguían, empujando sin importancia a los turistas. Vi arqueros lestrigones en la cubierta por encima de nosotros, preparándose para dispararnos con enormes arcos.
Eran demasiados y aún tenían que bajar el bote. No lo lograríamos a menos...
—Juren que harán todo lo que puedan para mantener a Percy fuera de peligro. Jurenlo por el río Estigio.
—¿Cómo bajamos esta cosa? —gritó Annabeth.
Un cerbero saltó hacia mí, pero Tyson lo estrelló a un lado con un extintor de incendios.
—¡Suban! —grité, me quité el abrigo y lo arrojé dentro del bote porque la tela me estorbaba.
Moví la muñeca con fuerza y el brazalete se convirtió en mi arco, puse toda mi atención en dispararles a los monstruos, sobre todo a los lestrigones de arriba.
El bote salvavidas estaba inclinado sobre el lado de la nave, por encima del agua. Annabeth y Tyson no estaban teniendo suerte con la polea de la liberación. Percy fue el último.
—¡Dari, sube! —me gritó.
Negué con la cabeza.
—Suerte —murmuré, y con el cuchillo de Annabeth, corté las cuerdas.
El bote cayó bruscamente hacia el océano, con los gritos de los tres clamando mi nombre.
MOMENTO INFORMATIVO:
El gesto que Darlene le hace a Luke cuando él le dice que no esperaba verla viva, se llama mundsa, y según wikipedia, tiene 3 origenes. Yo tomé el tercero:
"Para los griegos, según Ovidio, se trataba de un grave insulto y expresión de desprecio que sobrevivió hasta la época bizantina".
Malakas = tonto, idiota, estúpido, gilipollas, pajillero.
Se que fue muy poquito, ¿pero qué les pareció en primera instancia Alessandra? Realmente, estuve considerando hacer una historia de ella y Luke, aún no creo hacerla, pero si lo hago, será cuando termine con todo lo de Apolo. Creo...no sé, iré viendo sobre la marcha.
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