005.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ɪ ᴡɪꜱʜ ɪ ᴄᴏᴜʟᴅ ꜱᴛɪᴄᴋ ᴀɴ ᴀʀʀᴏᴡ ɪɴ ᴀɴ ᴀꜱꜱʜᴏʟᴇ'ꜱ ᴛʜʀᴏᴀᴛ
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄÓᴍᴏ ᴅᴇꜱᴇᴀʀÍᴀ ᴄʟᴀᴠᴀʀ ᴜɴᴀ ꜰʟᴇᴄʜᴀ ᴇɴ ʟᴀ ɢᴀʀɢᴀɴᴛᴀ ᴅᴇ ᴜɴ ɪᴍʙÉᴄɪʟ
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DEJÉ A KAYLA al cuidado de Lee, que la llevó a la enfermería. Costó hacer que la niña me dejara ir, y solo dejó de llorar cuando le prometí que la visitaría más tarde.
—Llegó hoy —me dijo Michael mirándola con pena.
«Vaya bienvenida» pensé amargamente.
Cuando Percy mencionó esa mañana que Quirón había hablado con su madre y le había dicho que el campamento no era "un lugar tan seguro" casi me ahogo de la risa.
¿El campamento? ¿No es seguro?
Osea sí, no es quizá el lugar más seguro de la tierra considerando el rocódromo, las peleas con espadas y el bosque donde jugamos captura la bandera.
Y sí, el verano pasado un campista casi me mata apuñalándome en el cuello, pero esos son detalles menores a todo lo que nos puede pasar en el mundo mortal.
Lo que pasó con los toros fue una de esas experiencias uno en un millón, se supone que esas cosas no pasan en el campamento a no ser que alguien de adentro permita la entrada de los monstruos.
Sin embargo, con el árbol de Thalia envenenado no había duda de que pronto sería una constante.
Se sentía en el aire, la tensión y la preparación para el peligro, las ninfas estaban en el linde del bosque armadas, el bosque mismo se veía como enfermo, el cesped estaba amarillo y seco, y los campistas no estaban jugando o realizando las actividades normales, sino que se habían sentado en silencio sombrío mientras afilaban espadas o se movían de un lado a otro llevando mensajes o suministros médicos a la cabaña siete.
—Parece una escuela militar —me dijo Percy luego de dar una mirada al campamento.
—¿Sí?
—Fui a algunas.
El más fascinado era Tyson.
Todo el camino a la Casa Grande se la pasó preguntando por todo, Percy explicó pacientemente cada pregunta que hacía, y lo más dulce de todo, es que se maravilla con las cosas más pequeñas, viendo todo con los ojos de un niño pequeño.
Cuando llegamos, Quirón estaba en su apartamento escuchando música de los '60 mientras empacaba.
—¡Poni! —gritó Tyson asombrado al verlo.
—¿Cómo dice? —soltó Quirón ofendido.
—Quirón, ¿qué está pasando? No irás a marcharte, ¿verdad? —preguntó Annabeth con voz temblorosa luego de abrazarlo.
Podía entenderla, Quirón era como un segundo padre para ella. Yo también quería abrazarlo, le había tomado mucho cariño el tiempo que estuve aquí el año pasado, pero estaba más preocupada por su respuesta.
Quirón le alborotó el cabello y con una sonrisa bondadosa, respondió—: Hola, niña. Darlene, Percy, mis dioses ¡Han crecido mucho este año!
—Clarisse ha dicho que tú...que te han...—murmuró Percy con la voz también temblorosa.
Yo no podía siquiera pensar en decir algo, desde que Clarisse nos había contado eso, sentía un nudo en el pecho, que en cualquier momento me pondría a llorar.
—Despedido. —Dijo con una chispa de humor negro—. Bueno, alguien debía cargar con la culpa porque el señor Zeus estaba sumamente disgustado. El árbol que creó con el espíritu de su hija, ¡envenenado!. El señor D tenía que castigar a alguien.
—¡No es justo! —sollocé, rompiéndome por primera vez desde que lo vimos.
Percy pasó su brazo por mis hombros, tratando de darme apoyo, pero podía sentir que él no estaba mejor que yo.
—A alguien que no fuera él —refunfuñó.
—¡Pero es una locura! —exclamó Annabeth—. ¡Tú no puedes haber tenido nada que ver con el envenenamiento del árbol de Thalia!
—Sin embargo —repuso Quirón suspirando—, algunos en el Olimpo ya no confían en mí, dadas las circunstancias.
—¿Qué circunstancias? —pregunté.
Su rostro se ensombreció. Metió en las alforjas un diccionario de Latín-Inglés, mientras la voz de Frank Sinatra seguía sonando en su equipo de música.
Tyson seguía contemplándolo, totalmente anonadado. Gimoteó como si quisiera acariciarle el lomo pero tuviera miedo de acercarse.
—¿Poni?
Quirón lo miró con desdén—. ¡Mi estimado cíclope! Soy un centauro.
—Quirón —dijo Percy—, ¿qué ha pasado con el árbol?.
Él meneó la cabeza tristemente.
—El veneno utilizado contra el pino de Thalia ha salido del inframundo, Percy. Una sustancia que ni siquiera yo había visto nunca; tiene que proceder de algún monstruo de las profundidades del Tártaro.
—Entonces, ya sabemos quién es el responsable. Cro...
—No invoquen el nombre del señor de los titanes, Percy. Especialmente aquí y ahora.
—¡Pero el verano pasado intentó provocar una guerra civil en el Olimpo! Esto tiene que ser idea suya; habrá utilizado al traidor de Luke para hacerlo.
—Quizá —dijo Quirón—, pero temo que me consideran responsable a mí porque no lo impedí ni puedo curar al árbol. Sólo le quedan unas semanas de vida. A menos...
—¿A menos que qué? —preguntó Annabeth.
—Nada. Una idea estúpida. El valle entero sufre la acción del veneno; las fronteras mágicas se están deteriorando y el campamento mismo agoniza. Sólo hay una fuente mágica con fuerza suficiente para revertir los efectos de ese veneno. Pero se perdió hace siglos.
—¿Qué es? —pregunté—. ¡Iremos a buscarla!
Quirón cerró las alforjas y pulsó el stop de su equipo de música. Luego se volvió, puso la mano en mi hombro y me miró a los ojos.
—Tienen que prometerme que no actuarán de manera irreflexiva —expresó negando con la cabeza, luego miró a Percy—. Ya le dije a tu madre que no quería que vinieras este verano, es demasiado peligroso. Pero ya que has venido, quédate, entrénate a fondo y aprende a pelear. Y no salgas de aquí.
—¿Por qué? —Preguntó—. ¡Quiero hacer algo! No puedo dejar que las fronteras acaben fallando. Todo el campamento será...
—Arrasado por los monstruos. —Terminó Quirón—. Sí, eso me temo. ¡Pero no debes dejarte llevar por una decisión precipitada! Podría ser una trampa del señor de los titanes. ¡Acuérdate del verano pasado! Por poco acaba tu vida.
La idea de que Cronos pudiera volver a la vida era para entrar en pánico. Luke estaba realmente demente si pensaba que la solución a su enojo era ayudarlo a destronar a los dioses.
Annabeth hacía esfuerzos para no llorar. Quirón le secó una lágrima de la mejilla.
—Permanece junto a Percy, niña, y mantenlo a salvo. La profecía... ¡acuérdate!
—S-sí, lo haré.
—¿Te refieres por casualidad a esa profecía súper peligrosa en la que yo aparezco, pero que los dioses os han prohibido que me contéis? —cuestionó Percy. Nadie respondió—. Está bien —dije entre dientes—, sólo era para asegurarme.
—Quirón...—dijo Annabeth—. Tú me contaste que los dioses te habían hecho inmortal sólo mientras fueses necesario para entrenar a los héroes; si te echan del campamento.
Pero Quirón no le respondió, sino que colocó una mano en su hombro y me hizo una señal para que me acercara a él también. Obedecí, y él nos miró a ambas con seriedad.
—Juren que harán todo lo que puedan para mantener a Percy fuera de peligro. —Insistió él—. Jurenlo por el río Estigio.
—Lo juro por el río Estigio —dijimos las dos.
Un trueno retumbó.
—Muy bien —dijo Quirón, al parecer más aliviado—, quizá recobre mi buen nombre y pueda volver. Hasta entonces, iré a visitar a mis parientes salvajes en los Everglades. Tal vez ellos conozcan algún antídoto contra el veneno que a mí se me ha olvidado. En todo caso, permaneceré en el exilio hasta que este asunto quede resuelto... de un modo u otro.
Annabeth ahogó un sollozo. Quirón le dio unas palmaditas en el hombro con cierta torpeza.
—Bueno, bueno, tengo que dejarlos en manos del señor D y del nuevo director de actividades. Esperemos... bueno, tal vez no destruyan el campamento tan deprisa como temo.
—¿Quién ese Tántalo, por cierto? —pregunto Percy—. ¿Y cómo se atreve a quitarte tu puesto?
—Es...
Estaba por responder su pregunta cuando una caracola resonó en todo el valle. No me había dado cuenta de lo tarde que se había hecho.
Era la hora de reunirse con todos los campistas para cenar.
—Vayan ya. —Dijo Quirón—. Lo conocerán en el pabellón —Nos miró a ambos antes de soltar un suspiro—. Me pondré en contacto con sus madres, y les contaré que están a salvo; a estas alturas deben de estar preocupadas. ¡Recuerda mi advertencia, Percy! Corres un grave peligro. ¡No creas ni por un instante que el señor de los titanes se ha olvidado de ti!
Y dicho esto, salió del apartamento y cruzó el vestíbulo con un redoble de cascos, mientras Tyson le gritaba:
—¡Poni, no te vayas!
Tyson empezó a llorar casi tan escandalosamente como Annabeth y yo. Percy intentó convencernos de que todo iría bien, pero era claro que ni él mismo se lo creía.
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El sol se estaba poniendo tras el pabellón del comedor cuando los campistas salieron de sus cabañas y se encaminaron hacía allí. Nosotros los miramos desfilar mientras permanecíamos apoyados contra una columna de mármol.
Annabeth se hallaba aún muy afectada, pero prometió que más tarde vendría a hablar con nosotros y fue a reunirse con sus hermanos de la cabaña de Atenea.
Me despedí de Percy y Tyson, hipando y secándome las lágrimas que manchaban mis mejillas, corrí a reunirme con los de mi cabaña.
Pasé por al lado de Clarisse que iba encabezando el grupo de la cabaña de Ares. Llevaba un brazo en cabestrillo y se le veía un corte muy feo en la mejilla, pero aparte de eso su enfrentamiento con los toros de bronce no parecía haberla intimidado. Alguien le había pegado en la espalda un trozo de papel que ponía "¡Muuuu!" pero ninguno de sus compañeros se había molestado en decírselo.
Después del grupo de Ares venían los de la cabaña de Hefesto: seis chicos encabezados por su capitán, Charles Beckendorf. Le siguió Deméter y Apolo, y luego mi cabaña.
Silena me vio acercarme y me dio un fuerte abrazo tratando de animarme.
Luego de nosotros pasó la cabaña del señor D, también las náyades y los sátiros, y al final, la cabaña de Hermes.
Ahora que Luke ya no estaba y era un traidor, los hermanos Stoll, Travis y Connor eran los nuevos líderes.
El año pasado ellos habían intentado ayudarme con mi pequeño stand de amor, entregando por mí, las cartas de confesiones románticas que los campistas me daban para ayudarles a conseguir pareja. Por supuesto, lo habían hecho por un porcentaje de las ganancias, lástima que Quirón nos descubrió y nos lo prohibió.
—¿Cómo te fue con el libro? —me preguntó una de las hijas de Afrodita en cuanto estuvimos sentados.
Me sonrojé tanto que sentía la cara caliente, porque ahora tenía toda la atención de la mesa sobre mí.
—Cariño, deberías empezar a controlar esos nervios. —Se rió Silena.
El año anterior, les había contado que estaba planeando organizar un libro con cada uno de los campistas. Uno de dónde estuvieran los detalles más importantes que los llevaran a unirse a su pareja ideal. Me gusta conocer y cuidar el corazón de los demás, ayudarles a encontrar a la persona a la que esté destinada.
Ellos, emocionados, me habían alentado y dado consejos.
Noté que Percy y Tyson entraron en el comedor, atrayendo toda la atención y murmullos.
—¿Quién ha invitado a... eso? —murmuró el bruto de mi amigo en la mesa de Apolo. Molesta, tomé una cuchara y se la tiré a la cabeza—. ¡Ay!—. Michael me miró con el ceño fruncido mientras se soba la zona donde le dí.
—Vaya, vaya, pero si es Peter Johnson... lo único que me quedaba por ver en este milenio —dijo Dionisio desde la mesa principal. Percy se acercó a él, pero lo que hablaron ya no se escuchaba desde donde estaba.
Junto a Dionisio, en el sitio donde Quirón solía sentarse, había alguien que no había visto antes: un hombre pálido y espantosamente delgado con un raído mono naranja de presidiario. Bajo los ojos tenía sombras azuladas, las uñas muy sucias y el pelo gris cortado de forma desastrosa.
—¿Ese es Tántalo? —pregunté.
—Así es —respondió Silena—, el nuevo director de actividades, es un incordio.
Noté que Tántalo estiró la mano para tomar una copa, pero esta se derramó antes de que pudiera tocarla. Frustrado, tomó un tenedor e intentó pinchar el asado que había en un plato frente a él, pero este se deslizó por la mesa y luego saltó directamente a las ascuas del brasero.
—Supongo que aún tiene la maldición —comenté.
—Es lo único divertido, al menos es igual de miserable que nosotros teniendo que soportarlo el resto del día —dijo uno de los chicos.
Percy intercambió algunas palabras más con ellos, pero podía ver que cada segundo más en su presencia lo ponía más de malhumor, sobre todo por como miraban desdeñosamente a Tyson.
Finalmente, caminó solo hasta la mesa de Poseidón.
—Sabes, él no va a desaparecer si dejas de mirarlo cinco minutos —dijo burlona una de las chicas, los demás rieron y yo volví a sonrojarme.
Al final, todos nos pusimos de pie para entregar las ofrendas a los dioses. Arrojé un gran racimo de uvas y recé a papá y también a la señora Psique.
Eros me había dicho que quería presentarme a su esposa algún día, y yo no quería que me odiara, así que había comenzado a hacerle ofrendas a ella también.
Estábamos por empezar a comer, cuando Tántalo ordenó a un sátiro que hiciera sonar la caracola para llamar la atención y anunciarnos algo.
—Sí, bueno —dijo cuando se apagaron las conversaciones—, ¡otra comida estupenda! O eso me dicen. —Mientras hablaba, aproximó lentamente la mano a su plato, que habían vuelto a llenarle, como si la comida no fuera a darse cuenta, pero en cuanto estuvo a diez centímetros, salió otra vez disparada por la mesa—. En mi primer día de mando, quiero decir que estar aquí resulta un castigo muy agradable. A lo largo del verano espero torturar, quiero decir, interaccionar con cada uno de ustedes; todos tenéis pinta de ser nutri... eh, buenos chicos.
Dionisio aplaudió educadamente y los sátiros lo imitaron sin entusiasmo. Tyson seguía de pie ante la mesa principal con aire incómodo, pero cada vez que trataba de escabullirse, Tántalo lo obligaba a permanecer allí, a la vista de todos.
—¡Y ahora, algunos cambios! —Tántalo dirigió una sonrisa torcida a los campistas— ¡Vamos a instaurar otra vez las carreras de carros!
Un murmullo de excitación, de miedo e incredulidad, recorrió las mesas.
—Ya sé —prosiguió, alzando la voz—, que estas carreras fueron suspendidas hace unos años a causa, eh, de problemas técnicos.
—¡Tres muertes y veintiséis mutilaciones! —gritó alguien desde la mesa de Apolo.
—¡Sí, sí! —dijo Tántalo—. Pero estoy seguro de que todos coincidirán conmigo en celebrar la vuelta de esta tradición del campamento. Los conductores victoriosos obtendrán laureles dorados cada mes. ¡Mañana por la mañana pueden empezar a inscribirse los equipos! La primera carrera se celebrará dentro de tres días; los liberaremos de sus actividades secundarias para que puedan preparar los carros y elegir los caballos. Ah, no sé si he mencionado que la cabaña del equipo ganador se librará de las tareas domésticas durante todo un mes.
Hubo un estallido de conversaciones excitadas. Todos parecían emocionados por la perspectiva de un mes sin obligaciones de ningún tipo.
—¡Pero, señor! —dijo Clarisse. Parecía nerviosa, pero aun así se puso de pie para hablar desde la mesa de Ares—. ¿Qué pasará con los turnos de la patrulla? Quiero decir, si lo dejamos todo para preparar los carros.
—Ah, la heroína del día ¡La valerosa Clarisse, que ha vencido a los toros de bronce sin ayuda de nadie!
Clarisse parpadeó y luego se ruborizó.
—Bueno, yo no...
Y modesta, además. —Tántalo sonrió de oreja a oreja—. ¡No hay de qué preocuparse, querida! Esto es un campamento de verano. Estamos aquí para divertirnos, ¿verdad?
—Pero el árbol...
—Y ahora —dijo Tántalo, mientras varios compañeros de Clarisse tiraban de ella para que volviera a sentarse—, antes de continuar con la fogata y los cantos a coro, un pequeño asunto doméstico. Percy Jackson, Annabeth Chase y Darlene Backer han creído conveniente por algún motivo traer esto al campamento —dijo señalando con una mano a Tyson.
Un murmullo de inquietud se difundió entre los campistas y muchos se miraron de reojo. Tenía muchas ganas de clavarle una flecha en la garganta a Tántalo.
—Ahora bien, los cíclopes tienen fama de ser monstruos sedientos de sangre con una capacidad cerebral muy reducida. En circunstancias normales, soltaría a esta bestia para que la cazaran con antorchas y estacas afiladas, pero... ¿quién sabe?
Solté un jadeo horrorizada por lo que acababa de decir, deseé tener mi arco a mano. Silena, quizá notando mi furia, apoyó su mano sobre mi hombro tratando de calmarme.
—Quizá este cíclope no sea tan horrible como la mayoría de sus congéneres; mientras no demuestre que merece ser aniquilado, necesitamos un lugar donde meterlo —agregó—. He pensado en los establos, pero los caballos se pondrían nerviosos ¿Tal vez la cabaña de Hermes?
Se hizo un silencio en la mesa de Hermes. Travis y Connor experimentaron un repentino interés en los dibujos del mantel. Aunque quería gritarles, no podía culparlos. La cabaña Hermes siempre estaba llena hasta los topes. No había modo de acomodar allí dentro un cíclope de casi dos metros.
—Vamos —dijo Tántalo en tono de reproche—. El monstruo quizá pueda hacer tareas menores. ¿Alguna sugerencia sobre dónde podríamos meter a una bestia semejante?
De repente, todo el mundo ahogó un grito.
Tántalo se apartó de Tyson sobresaltado. Lo único que pude hacer fue mirar con incredulidad la brillante luz verde y la imagen holográfica que había aparecido sobre la cabeza de Tyson.
Girando sobre su cabeza había un tridente verde incandescente, el símbolo de Poseidón.
Hubo un momento de maravillado silencio.
—Oh no —murmuré, mirando preocupada a la mesa de Percy.
Estaba pálido y veía a Tyson con incredulidad.
Ser reconocido era un acontecimiento poco frecuente y algunos campistas lo aguardaban en vano toda su vida. Cuando Poseidón lo reconoció el verano anterior, todo el mundo se arrodilló con reverencia, pero esta vez, varios siguieron el ejemplo de Tántalo, que estalló en una gran carcajada.
—¡Bueno! Creo que ahora ya sabemos dónde meter a esta bestia. ¡Por los dioses, yo diría que incluso tiene un aire de familia!
La mayoría se reía. Tyson no pareció darse cuenta, estaba demasiado perplejo tratando de aplastar el tridente que ya empezaba a desvanecerse sobre su cabeza.
Era demasiado inocente para comprender por qué se reían de él y qué tan cruel pueden llegar a ser los seres humanos.
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