003.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ɢʀᴏᴠᴇʀ ɴᴇᴇᴅꜱ ᴛᴏ ʟᴇᴀʀɴ ᴛᴏ ᴄᴏɴᴛʀᴏʟ ʜɪꜱ ɴᴇʀᴠᴇꜱ

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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ɢʀᴏᴠᴇʀ ɴᴇᴄᴇꜱɪᴛᴀ ᴀᴘʀᴇɴᴅᴇʀ ᴀ ᴄᴏɴᴛʀᴏʟᴀʀ ꜱᴜꜱ ɴᴇʀᴠɪᴏꜱ

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ABANDONAMOS A GROVER en cuanto llegamos a la terminal de autobuses. Me sentí mal por hacerlo, pero no paraba de refunfuñar: "¿Por qué siempre pasa lo mismo?" y "¿Por qué siempre tiene que ser en sexto?".

Cuando nos bajamos del autobús nos hizo prometer que lo esperaríamos y se marchó hacia el baño.

—Nos vamos —dijo Percy en cuanto nos quedamos solos.

Tomó su maleta, me agarró del brazo y me arrastró fuera de la terminal donde nos tomamos el primer taxi hacia el norte de la ciudad.

—Al East, calle ciento cuatro con la Primera —le dijo al conductor.

De verdad me sentí muy mal por Grover, lo que hicimos fue muy grosero, pero me estaba asustando con su constante parloteo nervioso.

Al llegar al edificio donde vivimos, Percy se detuvo en la puerta de su apartamento. Su casa queda a unas cuatro puertas de la mía.

—Avísame si harás algo por el verano —dijo dejando su bolso en el piso.

—Claro —respondo sonriendo, esto es lo más cercano que tendré a una cita con él.

—Fue agradable tener otra amiga en Yancy. Lástima que ya no seguiremos siendo compañeros.

Solo asiento. No le voy a decir que tampoco iré más a Yancy y que planeo esperar a saber a qué colegio irá el próximo curso para inscribirme también.

Sí, a ver, díganlo:

"Darlene, eres una acosadora"

Ya lo sé, sé que está mal. Pero, ¿pueden culparme por no querer estar lejos del chico del que estoy perdidamente enamorada?

Nos despedimos en el pasillo y me fui a casa. Entré al pequeño apartamento y el olor a galletas de chispas de chocolate me dio la bienvenida.

—¡Ya llegué!

Los pasos apresurados que vienen de la cocina y la posterior entrada de mi madre en la sala fue como recibir un rayo de sol un día de invierno.

Mamá tenía apenas diecinueve años cuando decidió que quería hacer un pequeño viaje a París, la ciudad del amor. Había estado enamorada de aquella ciudad por mucho tiempo y por fin se le había dado la oportunidad de ir.

Pasó días recorriendo las calles parisinas, tiene cientos de anécdotas interesantes. ¿La más importante? Conoció a mi papá.

Pasaron el resto del viaje juntos y por un momento, mamá estaba segura de haber conocido al amor de su vida. Dijo que era un hombre romántico que la hizo sentir que era posible alcanzar las estrellas con solo mirarla.

Pero había un pequeño detalle en su cuento de hadas con su atractivo príncipe azul. Papá era casado.

Así que mamá volvió a Inglaterra y pasó los últimos doce años llorando la ausencia del hombre que deseó tener para sí misma. También pasó los últimos doce años con miedo a las represalias de aquella aventura. Siempre murmuraba cosas sobre lo que podría pasarnos si la esposa de mi padre algún día nos encuentra.

"Las esposas de hombres así no son para tomar a la ligera, Dari" solía decir cuando le decía que exageraba.

Me preguntaba qué clase de hombre era para que mi madre tuviera tanto miedo de haber ofendido a la esposa por haberse fijado en él.

—¡Amor mío! —exclamó con ese bonito acento inglés. Mamá tiene un cabello suave y rubio, platinado con destellos rosa fluorescente; y unos ojos verdes que heredé.

Mamá trabaja en una pastelería cruzando la calle, ella ama hornear; así que la vista de ella con el delantal blanco con flores pintadas que le regalé cuando tenía ocho años y que hice con mis propias manos, el cabello y la cara cubierta de harina y manchas de crema batida con colorante es una vista que me da sensación de hogar.

Me crió con ayuda del abuelo Thomas, y él nos ha acompañado cada vez que nos hemos mudado. El siempre me cuidó cuando ella tenía que trabajar, por lo que nunca he extrañado no tener a papá con nosotros.

A ella no le gusta hablar de él, no me dice quién es ni tiene fotos de su tiempo juntos en París. Sé que es un hombre importante y temido, pero siempre que pregunté recibí un "no necesitas saber, mientras no sepas, estarás a salvo".

Mamá se acercó a zancadas algo torpes y me estrechó en sus brazos sin importarle mucho que me estaba manchando de crema y harina.

—¡Mamá, me estás ensuciando!

—Oh, no te quejes, de todas formas te darás un baño —dijo apartándose y besándome la mejilla—. ¿Cómo te fue en el curso? ¡Quiero saberlo todo!

—A ver, Gillian; apenas llega la niña y ya la estás agotando —exclamó mi abuelo entrando a la sala. El abuelo Thomas tiene el cabello completamente blanco, siempre usa chaquetas de tweed en colores tierra y su aroma de hierbabuena y tabaco para pipa me da una sensación de paz—. ¡Bienvenida a casa, preciosa! —exclamó abriendo los brazos.

—¡Abuelo! —Me estrellé contra sus brazos, que me estrecharon con tanto amor.

—Vamos, siéntense mientras traigo el té y galletas -dijo mamá con una sonrisa—. Y quiero que me cuentes sobre tu decisión de cambiarte de escuela casi al mismo tiempo que expulsan al vecino.

El resto de la tarde fue tranquila, el abuelo no estaba muy de acuerdo considerando todos los cambios escolares que suelo tener y encima por un chico, mamá estaba encantada de que por una vez, no hubiera pelea entre ambas por un cambio de escuela.

Para cuando pude ir a mi habitación, desempaqué y guardé todo. Me di un baño y me arreglé con la intención de ir al apartamento de Percy a preguntar si le gustaría ver una película.

«Ánimo, Dari» pensé pasando los dedos por mi cabello negro para acomodar un poco los bucles. «Será un gran verano».

Con esa idea en mente, salí del apartamento y me dirigí hacia el de Percy, pero lo encontré sacando unos bolsos siendo seguido por su desagradable padrastro hacia el exterior del edificio.

Temerosa de que los hubiera echado, los seguí.

«No pueden irse ahora, no justo ahora que nos hicimos amigos» pensé.

Corrí a su lado tomando uno de los bolsos y me dio una sonrisa, que aunque cansada y tensa, me hizo latir el corazón como si fuera un colibrí.

—¿Se van? —pregunté tratando que mi voz no sonara como si estuviera a punto de ponerme a llorar.

Sí, me estaba por poner a llorar si me decía que se mudaban, pero eso no lo necesitaba saber Percy.

—Nos vamos tres días a Montauk. —Respondió emocionado—. Unas mini-vacaciones, mi mamá y yo. Nada mejor que Montauk.

Y yo no pude evitar sonreír. No importaba que no pudiera ir al cine con él, aún teníamos todo el verano y lo que me importaba realmente, era que Percy sonriera de aquella manera.

—Espero que se diviertan mucho —dije entregándole el bolso.

—¡Es seguro que si!

—No le hagas ni un rasguño al coche, cráneo privilegiado -le advirtió Gabe mientras cargaba la última bolsa—. Ni un rasguño pequeño.

Fruncí el ceño, ese hombre era un verdadero imbécil. Como si él fuera a conducir.

Pobre señora Jackson, casada con un cerdo como ese. Merecía alguien mucho mejor para tan maravillosa mujer.

Regresó a pasos torpes al edificio, y cuando llegó a la puerta el portal se cerró tan fuerte que le golpeó el trasero y lo envió volando por las escaleras como un hombre-bala. Puede que solo fuera el viento, o algún accidente raro con las bisagras, no lo sé; pero me quedé atónita viéndolo quejarse adolorido.

—¡Adiós, Dari! ¡Nos vemos en tres días! —gritó Percy subiéndose al camaro.

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Al final fui al cine con mamá, hacía mucho que no salíamos juntas.

Vimos una película romántica y mamá se quejó todo el tiempo de lo fantasioso que es el amor en las películas.

—Rara vez terminan en finales felices con las parejas juntas, hija —dijo con la mirada perdida mientras caminábamos de regreso a casa—. El amor no siempre está destinado para todos.

No dije nada porque noté el tono de resentimiento que tenía su voz. Quería preguntarle si seguía enojada con papá por no haberle contado la verdad antes de haberse enamorado, pero sabía que eso solo la haría llorar.

Recuerdo una vez cuando tenía ocho años, mamá había tenido una cita que fue un desastre y volvió a casa llorando. En esa época, todas sus citas acababan mal porque solía compararlas constantemente con las vacaciones que pasó con papá.

Pero ese día, estaba harta de los hombres y no quería volver a intentarlo nunca más.

Era tan dulce, mi amor —había dicho entre sollozos—. Tan cariñoso, y apasionado. Alto y atractivo como ningún otro. Era todo lo que pudiera desear en un hombre, y tenía un aire peligroso que te podía helar hasta el alma, pero una sonrisa amorosa que me hizo sentir como si fuera la mujer más hermosa de la tierra. Tú tienes su cabello, y a veces sus ojos —agregó mirándome mientras lloraba. No entendía a qué se refería con lo de los ojos, puesto que los míos son verdes iguales a ella—. Te pareces tanto a él.

Fue la última vez que pregunté por papá. No quería volver a verla así. Y sentí parte de ese resentimiento que mamá tenía.

Él la había ilusionado, le había creado sueños de colores y finales felices que sabía que no podría cumplir jamás, la había dejado con una bebé para criar sola, y el constante pánico de una esposa celosa buscando venganza.

No queriendo llevarla por el camino de los recuerdos, en su lugar pregunté sobre una duda que tenía hace días.

—¿Vamos a mudarnos de nuevo?

Solíamos mudarnos cada cuatro a seis meses, y esta era la primera vez que pasábamos tanto tiempo en un lugar, pero quizá tenía que ver con que había ido a un internado en lugar de una escuela pública normal.

—Aún no lo sé, mi amor —dijo frunciendo el ceño—. Es peligroso permanecer mucho tiempo en un lugar.

Casi se me escapa en broma que su paranoia de peligro me recordaba a Grover. Pero me mordí la lengua porque entonces preguntaría quién era Grover y porque me recuerda a él, y entonces tendría que contarle lo que pasó en el museo.

Quizá fuera una tontería, pero estaba segura de lo que Percy y yo vimos, y que Grover nos confirmó entre sollozos. Y estaba segura que eso pondrá a mamá en pánico y nos mudaremos antes de que pueda volver a ver a Percy en tres días.

—¿Por qué es tan peligroso? —cuestioné en su lugar. Sé que me lo ha repetido millones de veces, pero sigo sin entenderlo.

—Solo te estoy protegiendo.

—¿Pero por qué?

Mamá soltó un suspiro.

—Tu padre me dijo que movernos no era la solución, que nunca estarías más a salvo que enviándote a un campamento de verano en Long Island —respondió con los ojos brillantes—, pero no soporto la idea de lo que implica.

¿Papá quería que fuera a un campamento? ¿Él... sabía de mi existencia y había hablado con mamá de enviarme a ese campamento?

—Lo siento, Dari —dijo al ver mi mirada—, pero mudarnos es la manera de mantenerte a salvo y conmigo, yo... no pude enviarte a ese lugar. Quizá habría supuesto decirte adiós para siempre.

—Pero...

—¡Darlene!

Frente a la puerta de mi edificio, Grover estaba parado observándonos con pánico y bastante agitado.

—¿Grover? ¿Qué haces aquí? —pregunté anonada por la mirada desesperada en sus ojos y la apariencia que demostraba haber estado corriendo mucho.

—¡No puedo creer que me abandonaran! —chilló—. ¡¿Tienes idea de lo que sentí cuando me di cuenta que ni tu ni Percy estaban en la estación?!

—Lo siento —me disculpé, sintiéndome avergonzada—, pero...nos estabas asustando, y en cuanto te fuiste Percy me arrastró al primer taxi que vimos.

Grover puso una expresión como si le hubiera dado un puñetazo en plena cara, e inmediatamente me arrepentí de haberle dicho que nos había asustado.

—A ver, vamos a calmarnos un poco —dijo mamá con una sonrisa tranquila—. Dari, por lo que entendí, lo que tu y Percy hicieron no fue nada amable —me reprendió, luego se giró hacia Grover y le dio la sonrisa más radiante que hizo que Grover se sonrojara. No se lo puede culpar, mamá es preciosa—. Soy Gillian, la mamá de Dari. ¿Eres un amigo de la escuela? —Grover asintió algo nervioso, pero sin emitir palabra pese a estar con la boca abierta—. Excelente, ¿porque no pasas y te sirvo una taza de té con cupcakes?

—S-Sí...¡No! —exclamó de repente—. Disculpe, de verdad me gustaría mucho, pero es una emergencia.

—Ve a prepararlo, nosotros hablaremos aquí un rato —le dije, preocupada por mi amigo.

Ella dudó un momento, pero al ver mi mirada decidió que era mejor dejarnos solos.

—¿Qué está pasando, Grover?

—¡Dari, tienes que decirme dónde está Percy! —chilló—. ¡Es de vida o muerte!

—En serio estás comenzando a asustarme, ¿de qué se trata todo esto?

Grover se retorció las manos, parecía estar buscando las palabras para explicarse.

—Tiene que ver con... la familia de tu padre.

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La tormenta había estallado cuando llegamos a Montauk, eran de esas horribles, capaces de tirar árboles. Los relámpagos eran tan brillantes que iluminaron nuestro camino en la noche, el mar embravecido estrellaba las olas contra las dunas.

Tenía el cabello y la ropa mojada pegada a mi piel, y la ferocidad de las gotas me resultaban algo dolorosas. Aún así no solté la mano de Grover, quien me arrastraba hacia la cabaña con la misma fuerza que el viento nos hacía retroceder.

Aún estaba en shock por todo lo que había pasado en las últimas horas.

Grover había dicho que era hija de un dios. Uno menor, aparentemente, porque podía pasar desapercibida sin problemas.

«Dari, eres una semidiosa» pensé con una risa nerviosa. «Ahora te entiendo, Harry; ni Grover ni Hagrid tienen tacto para estas cosas».

Casi que hubiera preferido ir a Hogwarts, aprender magia y decir "Wingardium leviousá".

Ah no, que era leviosa.

Ya, sí estoy tonteando, pero si no me disperso un poco en divagaciones tontas voy a terminar desmayandome.

También había dicho que ahora que había visto mi verdadero mundo no podía quedarme, que estaba en peligro y necesitábamos encontrar a Percy para poder ir a un lugar seguro.

El Campamento Mestizo. El mismo campamento del que mamá había estado hablando antes. El campamento al que mi padre quería que fuera.

Grover quería llevarme de inmediato, exigió nuevamente saber dónde estaba Percy, y cuando le dije que había ido a Montauk tres días con su madre parecía a punto de ponerse a llorar de nuevo.

¡No puedo irme así! grité cuando tomó mi muñeca y comenzó a arrastrarme hacia la zona de taxis.

¡Si te quedas tu vida corre peligro!

¡Tengo que al menos avisarle a mi mamá!

Darlene.

Mi abuelo estaba parado en la puerta del edificio mirándonos entre asustado y resignado. ¿Cuánto había escuchado? Me dio una mirada angustiada y luego clavó sus ojos en Grover.

Llévala, protégela.

Grover tragó saliva y asintió. El abuelo bajó los escalones y le dio dinero para pagar el taxi y el autobús.

Pero...

Estarás bien, preciosa me dijo con lágrimas en los ojos. Yo me encargo de tu madre, estarás más a salvo allá.

Abuelo.

Y si ves a tu padre... dale un puñetazo de mi parte.

Así que me vi subida a un autobús rumbo a Montauk con Grover para buscar a Percy e ir a un extraño campamento sin nada más que la ropa que tenía puesta para ir al cine.

Y si las cosas no se pudieran poner más raras todavía, luego de bajarnos del autobús, Grover comenzó a quitarse los pantalones y guardó las muletas en su bolso, y en lugar de ver piernas desnudas y quizá calzoncillos de corazones, había unas piernas peludas como lana y pezuñas.

Grover tenía pezuñas en lugar de pies.

Esta noche no podía ser más rara. ¿Verdad?

Estábamos a unos pasos de la cabaña cuando lo sentí. Un rugido a lo lejos que me puso la piel de gallina.

—¡¿Qué fue eso?! —grité entre el ruido de la tormenta.

Pero Grover no me respondió. Se arrojó contra la madera de la puerta, golpeando desesperado porque nos abrieran.

La señora Jackson abrió en camisón, y Grover se precipitó dentro directamente a Percy, que nos observaba atónito ante nuestra llegada.

—He pasado todo el día buscándolos —jadeó.

La señora Jackson miró a Percy asustada, y gritó—: ¡Percy! ¿Qué pasó en la escuela? ¿Qué es lo que no me has contado?

Pero Percy estaba paralizado mirando a Grover.

O Zeu kai alloi theoi! —exclamó Grover—. ¡Nos viene pisando los talones! ¿Tú tampoco le has contado nada a tu madre?

—T-Tú...maldeciste en girego antiguo —murmuré impactada al darme cuenta que acababa de entender perfectamente lo que había dicho.

La señora Jackson pasó su vista de mi a Grover y luego a Percy, con seriedad se acercó a él.

—Percy. ¡Cuéntamelo ya!

Al ver que él no respondía, que seguía en una especie de shock, decidí hablar yo. Sobre las ancianas del puesto de frutas y sobre la señora Dodds, y la señora Jackson se quedó mirándome con una palidez mortal a la luz de los relámpagos. Por fin agarró su bolso y exclamó:

—¡Entren al auto! ¡Los tres! ¡Rápido!

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