038.ᴀᴍᴀᴘᴏʟᴀꜱ ᴅᴇʟ ʟᴇᴛᴇ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2

╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗

ᴀᴍᴀᴘᴏʟᴀꜱ ᴅᴇʟ ʟᴇᴛᴇ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2

╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝

NO CONFIABA PARA NADA EN AFRODITA.

La diosa encendió todas las luces, se movía con tal gracia que era alucinante, aunque lo que más se me hacía impresionante, era lo extremadamente parecida que se veía con Apolo, como si ella fuera su gemela en lugar de Artemisa.

Se sentó de forma muy elegante en el sofá, cruzando las piernas con una sonrisa que sugería que estaba por revelar otro secreto emocionante.

«A ver con qué sale ahora».

—Darlene, cariño, siéntate conmigo —dijo haciendo un gesto a su lado.

Sin dejar de estudiar cada movimiento de Afrodita, me acerqué al sofá con cautela, manteniendo una distancia segura. Ella se mantuvo serena, pero la pequeña, casi imperceptible sonrisa en la comisura del labio la delataba: mi actuar le divertía.

Me senté a su lado, manteniendo la postura erguida, en guardia, lista para cualquier cosa.

—¿Sobre qué quiere hablar conmigo, señora?

Hizo un falso puchero.

—Mmm…creí que te había dicho que me llamaras abuela Dita. —No respondí, y ella rodó los ojos, dejó caer la máscara—. Vamos, Darlene, ¿en serio sigues enojada? ¡Tú me apuntaste con una flecha y fuiste irrespetuosa! Y no hice nada para vengarme por ello.

Sonreí, imitando su gesto.

—Porque sabía que Apolo se enojaría mucho —respondí—, y como dijo su esposo, el señor Hefesto —agregué con cinismo—, nadie lo quiere enojado hasta la locura.

Soltó un resoplido desdeñoso, encogiéndose de hombros.

—Supongo que si te pareces más a mi de lo que planeé.

—¿De qué quiere hablar conmigo?

—No voy a disculparme por lo que hice, si eso estás pensando. No me arrepiento de nada de lo que hice.

—Entonces no tenemos nada de qué hablar.

La habitación quedó sumida en un silencio incómodo, solo roto por el crepitar de las lámparas, y es que ni ella ni yo pensábamos disculparnos. Yo lo haría, si ella realmente pensara hacerlo de forma honesta, pero como ya dejó en claro que no lo hará, pues entonces, no me arrepiento de haberla amenazado.

Afrodita mantenía esa expresión analítica, como si estuviera analizando mis posibles reacciones a lo siguiente qué pensaba decirme. 

—Desde el primer instante en que atisbé tu existencia, me propuse hacer lo que fuera necesario para que nacieras. Tenías que nacer, así lo decretaron las Moiras, pero incluso cuando ellas quieren algo, llevarlo a cabo con respecto a tu padre es…complicado. Es testarudo, capricho e incontrolable, precisamente, como el amor solo puede ser. Eros tenía que conocer a tu madre, y el amor es una de esas fuerzas que no se dejan controlar, y a veces, por más que el destino quiera algo, este hace lo que quiere sin importarle lo que debe. 

—Usted hizo que mis padres se enamoraran, mi mamá no ha sido capaz de seguir adelante por más que lo intentó —espeté molesta. Había pasado toda mi infancia escuchándola llorar por él.

—Yo no influencie mágicamente a tu padre para que ame a tu madre, ni a ella tampoco; pero si forcé la situación para que se conocieran, lo demás fue cosa suya, ambos se atrajeron el uno al otro con solo verse. 

Ok. Eso no me lo esperaba. 

Pensaba que si había mucha magia de por medio. 

—Mira, entiendo que no estés contenta conmigo, que piensas que he sido cruel y egoísta. Admito que he hecho cosas que pueden haber sido…controversiales; pero debes entender que todo lo que hice, lo hice pensando en tu bienestar.

—Lo hizo porque soy su proyecto favorito.

Afrodita suspiró, como si mi resistencia la agotara.

—Bueno, sí. Pero en algún punto dejaste de ser solo mi mejor proyecto, y ahora te tengo mucho cariño.

Me mordí la mejilla. Estaba siendo sincera. O al menos en su mayoría.

—Yo la admiro mucho, señora. Usted siempre ha sido una de mis diosas favoritas, y nada me daba más orgullo que ser su descendiente —admití. Ella sonrió con tristeza—. Pero no me gustó nada la manera en cómo me manipuló.

—Oh, Dari querida, no creas que esto es algo personal contra tí, como que me divierte verte sufrir o algo así. No, para nada, eres mi nieta favorita, quiero más que nadie tu felicidad, pero bien sabes que el amor verdadero debe recorrer caminos difíciles para alcanzar esa felicidad. Y bueno, los humanos son criaturas complicadas, y a veces necesitan un pequeño empujón en la dirección correcta. Además, ¿qué sería de este mundo sin un poco de romance y emoción?

—No necesito que me tengan en cuenta para ese tipo de cosas, creo que sola soy más que capaz.

—¡Oh, eres tan testaruda! ¡Eres igual que Eros! —se quejó frustrada.

—Sí, porque soy su hija.

Ella puso los ojos en blanco.

—He estado guiando tus pasos para que puedas alcanzar tu máximo potencial. Estoy aquí para ayudarte a convertirte en la mejor versión de ti misma.

—¿La mejor versión? —cuestioné incrédula—. ¡¿Cómo es que quitarme la posibilidad de elegir, me convertiría en la mejor versión de mí misma?!

 Afrodita se reclinó en el sillón.

—Dime, Darlene, ¿en serio estás tan enojada porque te guié a estar con Apolo? —Sonrió de lado—. Hace unos momentos, cuando se besaban, no parecían muy molesta con eso.

Me puse de pie, enojada.

—¡Es diferente! —espeté. Tenía los puños tan apretados que dolía, las uñas se clavaban en las palmas—. No estoy arrepentida de haberme enamorado de Apolo, pero si Michael era mi alma gemela, me hubiera gustado haber tenido la oportunidad de saber si teníamos un futuro cuando debía ser. No ahora que solo nos hacemos daño.

Hizo un falso puchero.

—¿No crees que sería aún más cruel? Le hubieras dado falsas esperanzas, mucho más de las que ya le diste.

Eso me cayó como patada al hígado. No, lo último que quería era hacerle más daño del que ya le había dado, y ahora que lo pensaba, ni siquiera sabía cómo iba a decirle que estaba saliendo con su padre.

Solo pensar en la idea de hacerle daño me producía un enorme dolor en el alma.

—¿Por qué estás aquí? —cuestioné, aguantando las lágrimas que amenazaban con escapar.

Ella sonrió, como si estuviera disfrutando del desplante. Recorrió la habitación con una mirada de evaluación antes de centrar su atención en mí.

—Siempre tan astuta, cariño. Bueno, precisamente tiene que ver con tu preciosa alma gemela.

Negué con la cabeza, incrédula de lo cruel que podía llegar a ser.

—¿Qué pasa con él? —Me pasé una mano por la frente, estaba cansada y Afrodita podía ser un dolor de cabeza cuando se lo proponía.

—Dices que tu enojo es porque te quité tu capacidad de sentir el vínculo que compartes con ese chico y me pediste que te lo devolviera. No lo he hecho aún, yo también estaba enojada. Pero dime una cosa, ahora que estás con Apolo, ¿sigues queriendolo de vuelta? —preguntó con una mirada expectante, como si estuviera a punto de revelar el secreto mejor guardado del universo.

—Sí. —La palabra salió de mi boca antes de que pudiera procesar siquiera lo que me había dicho. 

Afrodita sonrió condescendientemente, como si esperara esa respuesta.

—¿Estás segura?

—No —respondí apresurada, negué con la cabeza—, sí…es decir…yo…

—No pareces segura —Ella rió con suavidad, como si estuviera disfrutando de un entretenido juego.

No estaba segura, no sabía ni qué quería. Mi corazón estaba dividido entre el pasado y el presente, entre Michael y Apolo. No era justo que Afrodita me pusiera en esta posición, pero la verdad no me sorprendía.

La cuestión era: ¿Quería eso? ¿Quería recuperar un vínculo que solo haría más complicadas las cosas? ¿Qué pasaría cuando viera a Michael? ¿Qué pensaría Apolo si le decía que recuperé el vínculo emocional que me hacía más unida a Michael que a él?

«Nada» dijo mi conciencia. «No pasará nada, porque estás segura de lo que sientes».

¿Lo estaba?

«Sí, estúpida».

Es decir, sí. Claro que lo estaba. No tenía nada que ver una cosa con la otra. Amaba a Apolo y amaba a Michael, no de la misma forma, uno era el amor de mi vida y el otro, mi alma gemela. Y no siempre las almas gemelas están destinadas a tener un romance.

Michael me había dicho que quería mi felicidad, incluso si no era con él. Michael entendería. Todo estaría bien. Nada malo pasaría solo por recuperar algo que me pertenecía.

¿Verdad?

—La elección es tuya, querida. Recuerda que el amor, en todas sus formas, puede ser tanto una bendición como una maldición. 

—¿Por qué haces esto? —Había algo extraño en esto.

—¿A qué te refieres? —preguntó frunciendo el ceño.

—Devolverme el vínculo, ¿por qué ahora? ¿Por qué estás tan dispuesta a devolverme algo así, justo ahora?

Resopló, hastiada.

—Porque tu padre ha sido un incordió estas últimas semanas pidiéndome que te lo regrese, insiste en que no he sido justa quitándole a Michael la verdadera oportunidad de pelear por tu corazón, y porque creo que a esta altura, tu amor por Apolo es lo suficientemente fuerte como para que el vínculo no tambalee las cosas.

No. Había algo más.

—Este es tu castigo —murmuré comprendiendo—. Te amenacé, te ofendí y no hiciste nada para castigarme. Me estás devolviendo esto ahora porque sabes que pondrá mi vida hecha un caos en cuanto lo recupere y así vas a divertirte por lo que hice.

Afrodita ladeó la cabeza, haciendo un puchero.

—¿Tan mal concepto tienes de mí que me crees capaz de algo así de horrible?

—Sí.

—Bueno, sí, tienes razón —admitió encogiéndose de hombros—, pero más que un castigo, creo que es más un “a ver qué pasa si…”. Te lo dije, la elección es tuya, y por más que le daría un poco más de drama a esta bella historia, tengo plena confianza en tus sentimientos por Apolo y que este vínculo no lo desbaratará. ¿Tú no? —preguntó con burla.

—Amo a Apolo. Eso no va a cambiar. 

—Bien, entonces no veo por qué deberías ver esto como mi castigo.

Me quedé mirando a Afrodita con desconfianza. 

—¿Y qué hay de Michael? ¿Qué va a pasar cuando recupere el vínculo? —pregunté, sintiendo una mezcla de ansiedad y temor.

Afrodita sonrió con suficiencia, como si estuviera disfrutando de un juego en el que solo ella conocía las reglas.

—Eso dependerá de ti, querida. El vínculo se restablecerá, pero cómo manejes la situación determinará el rumbo de las cosas. 

Sí, imaginé que diría algo así.

—Entonces, Darlene, ¿estás lista para recibir de vuelta tu conexión con Michael? —preguntó, como si estuviera ofreciéndome un regalo invaluable. A mí me daba más bien la sensación de que me estaba dando una bomba a punto de explotar.

Respiré hondo antes de responder. Esta decisión no solo afectaría mi vida amorosa, sino también mi relación con Apolo y seguro que también con Michael. La responsabilidad pesaba sobre mis hombros, y una parte de mí deseaba negarme y evitarme todo este drama, pero quería tener la esperanza que todo saldría bien. 

—Sí, devuélvemelo —dije con determinación, aunque mi voz temblaba ligeramente. 

Afrodita sonrió ampliamente como si hubiera ganado una apuesta.

Un destello dorado envolvió la habitación, y sentí una oleada de energía en el aire, como si estuviera tejiendo hilos invisibles que se conectaban poco a poco en mi ser, calentándolo con una electricidad que me recorrió cada centímetro del cuerpo llegando tan profundo.

La mente se me llenó de imágenes de Michael, de todos los momentos con él. Cerré los ojos, aunque eso no detuvo las lágrimas. Era una sensación tan bonita, tan cálida, nunca me había sentido así, era hermoso.

Abrí los ojos lentamente.Afrodita observaba con atención mi reacción. Me enderecé en el sofá, tratando de procesar la inundación de emociones que ahora me invadían.

—¿Cómo te sientes, querida? —preguntó Afrodita, con una sonrisa que denotaba satisfacción por su pequeño experimento.

Tragué saliva, intentando encontrar las palabras adecuadas para describir la mezcla de nostalgia, alegría y confusión que me embargaba.

—Es abrumador. No esperaba que fuera tan intenso. —Admití, pasándome una mano por la frente—. Pero no puedo negar que es hermoso.

—Y eso que aún no lo has visto, son solo recuerdos. —Afrodita asintió con aprobación, como si hubiera esperado esa respuesta.

Asentí, consciente de que la decisión que acababa de tomar cambiaría por completo mi vida. Miré a Afrodita con determinación.

—Gracias por devolverme esto, pero eso no significa que esté de acuerdo con tus métodos.

—Ay es que aún no termina —dijo riendo.

—¿Qué? —Fruncí el ceño—. ¿A qué te refieres con que no ha terminado? —pregunté con desconfianza.

—Querías tener toda la información, ¿no? —dijo poniéndose de pie con las manos en la cintura—. Bueno, quizá te gustaría saber algunas cosas de tu vida pasada.

También me puse de pie.

—¡Has sido tú! —acusé entre enojada y confundida—. ¡Es por tí que he estado soñando con ella?

—¿Yo? —Se apuntó con falsa ofensa, negó con la cabeza, levantó el dedo y apuntó a la mesilla frente a nosotras. Allí, en el florero, lentamente comenzaron a aparecer amapolas rojas, el aire se llenó de un olor parecido al álamo, algo aguado, y los párpados me comenzaron a pesar—. No, no, no. Yo no, yo no me meto en el reino de los sueños, ¿verdad, cariño?

—Eres demasiado escandalosa, Afrodita.

Me giré sorprendida hacia el hombre que había aparecido de repente, acostado en otro sillón con los ojos cerrados. Tenía piel cobriza y cabello negro, alto pero de complexión delgada. Estaba vestido con un pijama y pantuflas.

Se parecía a…

—Klaus.

El hombre abrió un ojo, era dorado, pero se veía cansado, como si le estuviera costando trabajo mantenerse despierto.

—Es mi hijo —dijo con tono pesado.

Lo miré, boquiabierta. Primero, son poder creerme que Hipnos hubiera aparecido de la nada, después, enojada.

—Su hijo es una mierda.

—Sí, todos me lo dicen. 

Me giré hacia Afrodita.

—¿Por qué está aquí?

—Klaus te dijo que ya no podían ver tus visiones, Morfeo no está entrando en tus sueños directamente.

Fruncí el ceño. Klaus parecía bastante frustrado por eso, muy insistente.

—Si, ¿y?

—¿Quién crees que lo está impidiendo? —Señaló a Hipnos, el cual ya estaba roncando—. ¡Hipnos!

—¡¿Eh?! ¿Qué? No estaba dormido. —Abrió los ojos, parpadeando lentamente antes de enfocarse en nosotros—. ¿Qué pasa? —preguntó bostezando.

—Hipnos, por los dioses, podrías concentrarte —se quejó ella—. Estamos hablando de tu “nueva” posición con respecto a la guerra.

¿Nueva posición? Hasta donde yo sabía, Hipnos se había declarado neutral y no quería interferir, aunque ahora que lo veía, no parecía ser de mucha ayuda tampoco.

Hipnos bostezó, se sentó mejor y se frotó un ojo.

—Ah eso. Sí, bueno, Apolo te quiso hacer un regalo, tú lo arruinaste pidiendo las visiones, Zeus se enojó con Apolo por ello, pero él se negó a quitártelas, Zeus le ordenó que se hiciera cargo y eso hizo, te invadió en sueños para evitar que las produjeras inconscientemente —explicó sin mucho entusiasmo. Me di cuenta que tenía líneas de sábanas marcadas en la cara, estaba mucho más dormido que despierto, pero al parecer era bastante capaz de sostener una conversación.

—Ya sabía todo eso.

—¿Y sabes por qué dejaste de tenerlas cuando Apolo no te podía visitar? —preguntó dándome una sonrisa perezosa. Era extraño, se parecía tanto y a la vez en nada a su hijo. Los mismos rasgos, los mismos gestos, pero donde Klaus parecía un loco psicópata, Hipnos se veía más como un osito gigante y escuálido—. Sí, exactamente yo.

—¿Tú interferiste en mis sueños?

—Incluso cuando Morfeo es el dios de los sueños, yo soy el sueño mismo. Tengo un poder superior a mi hijo, el suyo no puede hacerle frente al mío.

La habitación estaba impregnada de un olor suave, como a leche y miel. Esa explicación no aclaraba nada. Miré a Afrodita, buscando alguna respuesta en su expresión. Ella parecía disfrutar de la situación de mi confusión.

—¿Está diciendo qué ahora está de parte de los dioses?

—No es que me dejaran muchas opciones.

—Tú padre y Apolo lo amenazaron —susurró Afrodita—. Hipnos no es muy…valiente.

—¡Puedo serlo si quiero! —se quejó, ofendido.

—¿En serio? —cuestionó ella con sorna—. Bien, sal y dile eso a mi hijo.

No creía que pudiera ser posible ver a otro dios palidecer, pero sí. Hipnos se puso tan pálido, que de ser mortal, quizá se desmayaría.

—No…no es necesario.

Afrodita suspiró y se acercó a mí, como si estuviera lista para explicar el próximo capítulo de este drama divino.

—Ambos le ordenaron a Hipnos que ya que no pensaba tomar partido por ningún bando, que al menos protegiera tus sueños de las garras de sus engendros.

El dios frunció el ceño.

—Oye, engendros o no, son mis niños. Más cuidado con eso.

—Fue cuando Klaus entonces casi te mata —continuó ella, ignorándolo por completo—. Apolo casi quemó el Santuario, pero Eros resolvió que Hipnos se declararía a favor de nuestro bando, quisiera o no. Ha estado…reteniendo a Morfeo y redujo los poderes de Klaus durante la batalla esta noche, por eso también fuiste capaz de incapacitarlo de esa manera.

—Entiendo —murmuré—, pero sigo sin comprender qué tiene todo eso que ver con mi vida pasada.

—Bueno, querida, si hay un dios capaz de traer recuerdos perdidos, memorias antiguas y todo eso, ese es Hipnos.

—Yei, bien por mí —masculló sin ganas. Se recostó nuevamente en el sillón, cerrando los ojos y dejando escapar un suspiro somnoliento. Aunque no mostraba mucho interés en la conversación.

Afrodita rodó los ojos.

—Y dado que ya estaba haciendo bastante por tus sueños, pensé que otro favor más podía hacernos, sobre todo porque parece que Klaus, Michael y tú comparten un pasado en común.

Me imaginaba que algo así era. El odio que ese imbécil y yo nos teníamos no podía ser normal, y él mismo en mi visión me confirmó que algo había pasado hace más de dos mil años.

—¿Quién…?

—No, no voy a decirte nada —dijo Hipnos con el ceño fruncido. Ni siquiera tenía los ojos abiertos y ya estaba dudando si realmente estaba prestando atención, pero al parecer sí—. Te daré tus memorias mientras duermes y evitaré que Morfeo o cualquiera de mis otros hijos entren en ellos, pero no haré más. Arréglate sola.

Levanté las cejas, con falso asombro.

—Vaya, eres muy amable, gracias.

—De nada.

Me volví hacia Afrodita.

—¿Por qué es tan importante que recuerde?

—Querías la verdad —dijo encogiéndose de hombros—. La tendrás al completo, y puede, que incluso te ayude a entender mejor cómo proceder con tus dos chicos.

—Ya te dije que amo a Apolo.

—Es bueno que lo tengas presente, no sé qué tanto seguirás pensando así cuando empieces a recordar todo.

Hipnos se volvió a quedar dormido en algún punto de la conversación. Sus ronquidos me sonaban parecidos a una canción de cuna y me pesaban los párpados, pero no podía dejarme llevar por su influencia. Tenía preguntas y quería respuestas.

—No te entiendo, ¿no estabas del lado de Apolo?

—¡Y lo estoy! —exclamó ofendida—. Pero también debes ser consciente que una buena historia a veces necesita cierta…sazón. Estoy segura que tu padre te ha hablado sobre la importancia de poner a prueba el amor. Aunque me caiga mal, Psique demostró estar dispuesta a lo inimaginable solo para poder volver a Eros, ¿qué estás dispuesta a hacer tú, para demostrar que mereces el amor de Apolo?

—Lo que sea —respondí sin siquiera pensarlo.

Y no se trataba solo de Apolo. Yo siempre estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta por aquellos que amaba, solo que ahora Apolo se había pasado a un nivel muy alto en una escala de importantes. Era mi más importante.

—Bien, entonces no tienes nada de que preocuparte. Y si quieres otro incentivo —dijo casualmente—, supongo que también puedes considerar que es vital que recuerdes para entender mejor qué los une a ustedes dos con Klaus.

Asentí. Eso sí me interesaba.

—¡Genial! —exclamó poniéndose de pie—. Ya hemos terminado, ahora puedes correr de regreso a los brazos de tu nuevo y flamante novio.

Puse los ojos en blanco.

—Gracias, supongo.

—¿Puedo pedirte un favor? —Hipnos, que se había despertado y estaba estirándose, me miró luego con algo de conflicto en sus ojos—. Si es posible, no mates…

—No te lo puedo prometer.

Él asintió con pesar.

—Es lindo soñar a veces —masculló—. Va a morir de todas maneras, seas tú o Zeus…o Apolo si no te deja en paz; pero creo que eres la más compasiva de los tres, así que por favor, cuando lo hagas…dile que lo lamento…por todo.

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

Abrí la puerta y lo primero que vi fue a Apolo de pie frente a mí. Parecía preocupado.

—¿Era necesario?

Suspiré. Por alguna razón, no me hacía falta preguntar para saber cuál era el problema.

—Sí. —Tragué saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Decidí ser honesta, aunque temía su reacción—. Lo necesito.

—Pero… —Se detuvo, podía sentir la cantidad masiva de enojo, celos, dudas que había en él, finalmente, resignación. Respiró profundo y asintió—. Entiendo.

Negué con la cabeza. 

—Esto no cambia nada, Sunshine —murmuré tomando su mano y llevándola a mi mejilla, le sonreí, tratando de que viera más allá de lo que pasaría, que viera lo mucho que lo quería—. Y si has estado escuchando todo, como el chismoso que eres, sabrás que te sigo eligiendo a tí.

Él asintió, aunque pude notar un destello de preocupación en sus ojos.

—Sí…

—Apolo. Sé que te preocupa, pero necesito esto y…Michael también, no sería justo para él. 

—Lo sé, yo…quiero lo mejor para él, es mi hijo y…

—Entonces no te preocupes, déjame resolver esto, ¿sí? Nada cambiará lo que siento, te amo —dije sonriendo.

Me devolvió la sonrisa, aunque no llegaba a sus ojos.

—Yo también te amo.

Esto no me gustaba nada. Me encantaba el Apolo celoso, seguro de sí mismo y posesivo, esto no. No lo quería con dudas, ni inseguridades.

Fruncí el ceño, y tomé su rostro en  mis manos, asegurándome que me viera a los ojos.

—La mejor prueba de amor que puedes darme, es la confianza de que será a tí a quién elegiré al final —dije con voz firme y recordé las palabras que él mismo me había dicho—. No quiero que dudes de mi amor, es suficiente. Eres mi tiempo, Apolo, el tiempo correcto para que me enamorara de ti.

Quiero quedarme para cosas buenas
quiero quedarme para cosas buenas
debo quedarme para cosas buenas
debo quedarme para cosas buenas

Y es que se vienen cosas buenas...

❤️‍🔥Si algunas recordaran lo que decía Dari en la introducción del libro, ya se cumplió❤️‍🔥

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top