030.ʟɪʀɪᴏ ᴀᴍᴀʀɪʟʟᴏ
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ʟɪʀɪᴏ ᴀᴍᴀʀɪʟʟᴏ
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━━━15 de Octubre
NO ME IMPORTABA QUE FUERA UN ARMA PODEROSA, NO IBA A USAR MIS PODERES DE ESA MANERA.
Alessandra estaba frustrada conmigo y había pasado los últimos dos días tratando de convencerme, pero esa misma mañana después de nuestra salida nocturna había amanecido con un enorme ramo de flores en mi mesita de noche.
Eso lo decidió todo.
Miré mi ramo de flores, sintiendo el aroma dulce que llenaba la zona. Sonreí mirándolas, eran tan lindas, aunque no tenía idea de qué flores eran. No salían en mi libro.
—¡Es la estupidez más grande que he oído! —Miró mis flores como si fueran una atrocidad—. ¡Y encima por un novio!
Me mordí la lengua para no contestarle. Ella más que nadie lo entendía, estaba traicionando a su alma gemela por lo que creía correcto y quizá era por eso que estaba tan enojada con que otros no estuvieran dispuestos a hacer lo mismo.
—Ya, Lessa —la interrumpió Héctor, estaba parado detrás de ella con los brazos cruzados—. Si no quiere hacerlo, pues no lo hace y ya.
—Es una tontería.
—Tal vez, pero ella sabe que líneas quiere cruzar o no.
—En la guerra…
—Lo que nos diferencia del enemigo es mantener aquello que nos hace ser quienes somos y no caer igual de bajo que ellos —replicó frunciendo el ceño.
Entonces ella se rió y me miró
—La moral no nos mantendrá vivos.
Salió enojada de la carpa, y Hector suspiró con cansancio.
—Déjala, solo está enojada porque ya había calculado todo con ese plan y ahora tendrá que volver a empezar desde cero.
—No confía en que sea capaz de enfrentarlo por mí misma —dije igual de enojada que ella.
Héctor hizo una mueca sin saber cómo contradecirme.
—Lo lamento.
—No es tu culpa, ni de ella —Me encogí de hombros—. Lessa apenas me ha visto pelear un par de veces, ella no ha estado en el campamento conmigo. Ellos no me subestiman de esta manera.
—¿Tan así? —preguntó sonriendo.
—Tengo el récord invicto en combate cuerpo a cuerpo —respondí con tono sobrado, y luego me puse seria—. Me he entrenado con hijos de Ares y Atenea, me he enfrentado a los mismos dioses, un imbécil psicópata es la menor de mis preocupaciones.
Héctor medito mis palabras y asintió.
—Quizá sí puedas enfrentarlo y ganar, pero…¿te puedo dar un consejo?
—Claro.
—Tú tampoco lo subestimes.
Luego me dejo sola.
No me había dado cuenta que estaba quitándole importancia. No me había preocupado mucho por las posibilidades de que pudiera perder porque nunca lo consideré.
Solté un suspiro. Annabeth me había contagiado su orgullo.
No tuve mucho tiempo después de eso. Estaba afilando mi espada cuando Lessa se acercó a mí con una expresión que me puso alerta.
—¿Qué?
—Llegó —advirtió.
Me puse de pie y ajusté el agarre de mi espada, sintiendo la tensión en el aire. Pensé que ya no vendría hoy porque era ya de noche y ninguna noticia suya.
Lessa y yo no habíamos hablado en todo el día, pero en ese momento, me tomó de los hombros y me miró a los ojos.
—Mantén la calma, no muestres miedo. Es astuto, y le gustan las pesadillas, así que puede darse cuenta de cuando alguien tiene miedo, no lo dejes ver tu miedo o preocupación. —Asentí, tratando de recordar todo—. Se directa, mantén la conversación enfocada en hechos concretos, evita divagar.
—Está bien.
Ariel entonces se acerco a nosotras con el ceño fruncido.
—¿Por qué siguen perdiendo el tiempo? —Tenía una mano en la espada de su cinturón—. Muévanse, a Klaus no le gusta esperar.
Me aguanté las ganas de reirme. Esa chica era un desastre en batalla, se hacía la valiente solo por tener el respaldo de Cronos, pero sería incapaz de defenderse si Lessa y yo decidiéramos matarla ahora.
Y la verdad era que no me importaría, ella era hermana de Klaus y había intentado secuestrar a Will.
«Ya no te tiembla el pulso si tienes que matar» dijo mi conciencia con ironía. «¿Pero crees que no es bueno manipular a otros?»
Tragué saliva, comprendiendo que quizá Lessa tenía razón.
—Ahora vamos —dijo ella apartando el cabello de su hombro.
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La noche estaba en pleno apogeo, pero se notaba mucho la diferencia con las últimas semanas. Antes me era fácil ver que todos estaban preocupados, pero ahora que Klaus había llegado, el hedor del miedo era demasiado.
La oscura presencia de Klaus se extendía por el campamento, envolviéndolo en una atmósfera de tensión palpable. Mis pasos resonaban en la grava mientras nos dirigíamos a la cabaña de Bruno. Lessa caminaba a mi lado, su mirada reflejaba determinación mezclada con un dejo de preocupación. A pesar de nuestras diferencias, sabía que tenía su apoyo hasta el final.
Ariel nos seguía a la retaguardia, impaciente y con la mano firmemente aferrada a su espada. La oscuridad acentuaba los contornos de su rostro, y su expresión reflejaba la arrogancia respaldada por la influencia de su hermano.
Entramos a la cabaña hasta la sala, había varios soldados dentro, todos con la mirada perdida y dilatada, todos esclavos mentales.
Y allí, sentado en el sillón principal estaba él.
Sabía que no iba a agradarme, pero no esperé sentir una oleada de odio y desprecio tan abrumadora como nunca sentí. Cada fibra de mi ser rechazaba su existencia. Ardía en mi pecho, creciendo y alimentándose por la idea de matarlo lentamente, de hacerlo suplicar por su vida.
Me estaba costando mucho no apartar la mirada sobre él, porque cada minimo movimiento suyo me resultaba ofensivo, como si el hecho de que estuviera respirando lo percibiera amanezante.
Era demasiado pálido, un tono casi enfermizo, de cabello y ojos negros, los cuales tenían unas pronunciadas ojeras moradas. Lo del insomnio era verdad, me preguntaba cómo hacía para no quedarse dormido porque parecía que no había tenido ni siquiera una siesta en varios días.
Estaba sentado con las piernas sobre el mueble. Ya me imaginaba que si Calia lo viera estaría sufriendo al ver su mantel manchado con barro.
—Klaus —saludó Lessa parándose delante de él con autoridad.
Él la miró como si fuera un insecto, pero aún así se levantó con una elegancia sobreactuada, como si el simple acto de ponerse de pie fuera un espectáculo, e inclinó la cabeza ante ella.
«Claro, ella sigue siendo su superior» pensé viendo como Lessa se sentaba y él se mantenía de pie.
—Alessandra, preciosa como siempre —Tenía una voz melodiosa, algo gastada y apagada.
—Dime, Klaus, ¿Has conseguido más soldados? —preguntó ella.
—Por supuesto —respondió con una sonrisa perezosa—, ya fueron enviados a Nueva York, Cronos estará muy a gusto.
Se me puso la piel de gallina, el ejército del Titán crecía cada día y nosotros seguíamos perdiendo semidioses.
—Es bueno saberlo. —Lessa parecía tan relajada, como no la había visto nunca, como si aquel fuera su verdadero papel. Ella sabía como actuar para ser creíble que aún seguía del lado de Luke, tanto que hasta me hizo dudar a mí.
Entonces Klaus miró en mi dirección y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. El odio que sentía hacia él se intensificó, pero no pude evitar que un ligero temor se insinuara en mi interior. La certeza de que su existencia era un peligro para mi vida se acentuó.
«Mátalo, tiene que estar muerto».
Nunca había estado tan de acuerdo con mi consciencia como en ese momento.
—¡Ah! Tú nueva adquisición —le comentó a Lessa como si yo fuera un objeto que se compró en la tienda de recuerditos de sus vacaciones.
Alessandra hizo un gesto vago con la mano.
—¿Qué quieres con ella? Me has estado molestando demasiado.
Klaus avanzó lentamente hacia mí, observándome arriba a abajo. Se detuvo frente a mí, y sonrió divertido cuando le sostuve la mirada. Luego procedió a girar a mi alrededor con curiosidad.
—Tenía mis motivos —respondió con simpleza. Volvió a pararse delante mío—. Quería conocer a la que en los cielos llaman “la ruina del sol”.
«¿Desde cuándo me llaman así?»
Se me clavaron las uñas en las palmas de la mano, su sonrisa burlona me irritaba como nunca nadie lo había hecho. El aire se espesaba con la tensión que fluía entre nosotros, como si estuviera cargado con la electricidad de una tormenta inminente.
—Ya me viste, ¿quedaste satisfecho o tengo que salir y volver a entrar?
Él rió, un sonido que envolvía la habitación con una extraña y desagradable energía.
—Es valiente, me agrada —dijo girándose hacia Lessa y apuntándome con el pulgar. Volvió su atención a mí, se cruzó de brazos, sujetando su barbilla con la mano como si estuviera analizándome cuidadosamente—. Pero, me pregunto si en verdad puedes controlarla.
Respiré hondo, recordándome a mí misma que no debía dejar que sus palabras me afectaran.
Lessa asintió con seriedad.
—Es sencillo, Darlene tiene sus propias razones para unirse, como todos. Gracias a las acciones de Afrodita, los dioses han perdido su lealtad.
Él se acercó aún más, sus ojos buscando los míos como si tratara de encontrar algún rastro de debilidad
—¿Será que es así?
—¿Por qué no me dices a mí directamente lo que quieres saber y te dejas de tonterías?
Klaus sostuvo mi mirada con una intensidad que me hizo sentir como si estuviera desnudando mi alma. Su risa resonó en la habitación, y su expresión se volvió aún más intrigante.
—Muy bien —murmuró—. Alessandra, querida, si no te importa…
Supe el momento en que intentó usar sus poderes contra ella. Lessa frunció el ceño, y se inclinó levemente hacia adelante como si algo la hubiera golpeado. La vi respirar con dificultad, no debió ser ni cinco segundos, pero cuando levantó la vista, su rostro estaba perlado de sudor y tenía una expresión furiosa.
—¡Maldito hijo de puta! —gritó avanzando hacia él—. ¡Te he dicho que no uses esa mierda conmigo!
Klaus se rió.
—¡Oh, vamos! —exclamó fingiendo la inocencia de una travesura de niño—. Sabes que me gusta ver cuánto tiempo soporta una mente dura antes de caer finalmente.
Ella lo tomó de la chaqueta y lo acercó con la ira brillando en sus ojos.
—No juegues conmigo —gruñó entre dientes.
Él levantó las manos y le dio una sonrisa perezosa.
—Ya, ya, como quieras. —Se soltó y sacudió la ropa, antes de poner las manos tras su espalda—. Pero sí me gustaría tener unas palabras con ella a solas.
—No…
—Está bien.
Alessandra hizo una mueca, intentando decirme que no era buena idea, pero quería ver qué tan lejos pensaba llegar este tipo y por alguna razón que me hacía hervir la sangre, tenía un interés extraño en mí.
—Ya ves, ella quiere —dijo a gusto.
Lanzó una última mirada de advertencia antes de salir de la habitación, seguida por todos los demás. La puerta se cerró con un clic, y el silencio tenso se apoderó del lugar.
En cuanto la puerta se cerró, dejó caer su fachada divertida y me dio la misma mirada de odio y desprecio que estaba segura yo tenía.
La presión en mi pecho se hizo insoportable, la mezcla de furia y desesperación que se retorcía en mi interior. Su mirada perforaba la mía con una intensidad que dejaba al descubierto la hostilidad que había entre ambos. Cada átomo de mi ser clamaba venganza, una sed ardiente que se mezclaba con el odio que brotaba de mis entrañas, y no estaba segura de por qué. Una necesidad de venganza que también salía de él.
Realmente no entendía qué pasaba, pero estaba claro que lo que ambos estábamos sintiendo era una cuestión más personal.
—¿Qué quieres de mí? —mascullé. Mi mandíbula ya dolía de lo tenso que tenía los dientes.
Klaus frunció los labios, y soltó el aire que estaba conteniendo. Dio unos pasos atrás y comenzó a pasearse por la habitación, como si estuviera rondando a su presa.
—Ya lo dije, quería conocerte.
—¿Por qué?
No estaba dispuesta a jugar sus juegos. Observé cada uno de sus movimientos con cautela, preparada para cualquier cosa que pudiera intentar.
El silencio se rompió solo por el susurro sutil de sus pasos sobre el suelo de madera. Mi espalda se mantenía erguida, aunque sentía un nudo en el estómago que amenazaba con deshacerse.
—Siendo honesto. No lo sé. —Se detuvo frente a una mesa, jugueteando con un pequeño adorno. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos, y una sonrisa desafiante se dibujó en su rostro pálido—. Aunque si he de responder con una verdad más inmediata, mi tarea es asegurarme que este…repentino interés tuyo de unirte al bando de Cronos no sea una manera de llevar información que no te corresponde.
Ladeé la cabeza, sin apartar la mirada.
—¿No confían en mí? —pregunté con una sonrisa inocente.
Él bufó, se pasó la lengua por los labios y me apuntó con el dedo.
—Confiaría en una serpiente antes que en tí, cariño.
—Wow, yo estaba pensando exactamente lo mismo…cariño —devolví enarcando una ceja.
La atmósfera estaba cargada con nuestra hostilidad mutua, y la habitación parecía encogerse con la tensión.
—Responde la pregunta —gruñó entre dientes—. ¿Qué te motivó a unirte a Cronos?
Sintiendo la presión de sus ojos clavándose en los míos, la pregunta flotaba en el aire. Necesitaba algo sencillo, pero que tampoco pareciera una mentira descarada. Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando las palabras correctas mientras trataba de ocultar la rabia que bullía en mi interior.
—¿Motivos? Te lo dijo Alessandra,, es por causa de Afrodita. ¿Acaso el chismoso de tu hermano no te contó toda la telenovela de mi vida?
Klaus se quedó en silencio por un momento, como evaluando mis palabras. Su sonrisa se ensanchó, revelando una diversión siniestra.
—Sí, todos estamos al tanto, no todos los días nace una mortal profetizada a ser amante de un dios —murmuró—. La última sino mal recuerdo, fue la que le destinaron a tu padre.
—Pues ahí tienes tu respuesta.
—Tch tch tch —chasqueó, negando con un dedo—. No me alcanza.
—¿No? A mí me parecen buenaa razones —Enarqué una ceja.
—Verás, estábamos al tanto de tu romamce con el chico de oro —comentó acercándose demasiado y colocando un mechón de mi cabello tras la oreja. La sola mención de Apolo en su boca me dieron ganas de morderlo—. También de tu discusión con los dioses por todo ese drama, pero por alguna razón que no sabemos, ahora ninguno de nosotros, ni siquiera Morfeo puede entrar a tus sueños. Están bloqueados por completo.
—¿Bloqueados? —pregunté con incredulidad, intentando ocultar la intriga que sus palabras despertaban en mí.
—Sí, un día podemos ver el asqueroso acto de apareamiento de ese dios insufrible, luego nos enteramos del chisme del siglo contigo amenazando a Afrodita y al siguiente ¡Puff! —exclamó moviendo las manos con exageración—. No más sueños.
«En serio comienzo a preguntarme si los seres inmortales no tienen nada más interesante que hacer que andar de chismosos con mi vida privada».
—No sé qué decirte realmente —dije encogiéndome de hombros—. Lo mío es el amor, no los sueños, así que no sé qué pasó.
—Muy bien, supongamos que te creo. ¿Dices que tu motivo es…?
Me crucé de brazos.
—Los dioses sólo han complicado mi vida. Eros, para empezar, no midió las consecuencias de sus actos. Afrodita manipulo toda mi vida, incluso mi vínculo de alma gemela. —No dejé pasar la manera en cómo los ojos de Klaus parecieron volverse un pozo sin fondo repleto de odio a la mención de Michael que me hizo tener ganas de apuñalarlo—. Y Apolo…bueno, no creo que tenga que explicar lo mucho que me molesta que me usen —agregué usando mi don para que mis palabras sonaran convincentes—. Todos me mintieron, jugaron con mi vida como si fuera una marioneta. Creo que son motivos suficientes.
Klaus ladeó la cabeza, como si estuviera considerándolo, y asintió.
—Interesante. Veremos cuánto duras con esa determinación —dijo dándome una sonrisa siniestra—. Pero no subestimes la importancia de las elecciones que haces, Darlene. La lealtad es una moneda de doble cara.
—Y tú no deberías subestimarme, eso hicieron los dioses y perdieron mi lealtad.
—Para eso estoy yo —respondió en voz baja—. Para que esa lealtad sea permanente, aquí no tendrás opción de cambiar de idea.
La sala parecía estar impregnada con una energía cargada, como si estuviéramos empujando todos nuestros poderes el uno contra el otro. Me pregunté cuánto tardaría antes de que alguno de los dos encontrara el motivo perfecto para saltar al cuello del otro con una cuchilla. No me quedaba ninguna duda de que él me quería muerta y yo a él también.
—No necesitas preocuparte por mi lealtad, Klaus. Ya tomé mi decisión —afirmé con determinación, aunque por dentro la sola idea de traicionar a mis seres queridos se sentía como beber veneno.
Klaus soltó una risa sutil, como si estuviera disfrutando de algún chiste secreto.
—Ya te lo dije, confiaría en una serpiente antes que en tí —murmuró tomando un lirio amarillo de un florero que Calia tenia sobre la mesa y caminando a mi alrededor—. Las serpientes no dudan en morder cuando les pisas la cola.
—Entonces no deberías pisarlas.
Se detuvo a mi espalda, inclinándose sobre mí para susurrar en mi oído.
—Yo soy de los que prefieren prenderlas fuego antes de darles la oportunidad de morderme. —Colocó la flor en mi cabello y luego lo acomodó sobre mi hombro—. Tenlo en cuenta, porque si me das una sola razón, haré que de verdad desees no haber nacido. Ni siquiera tu amado dios podrá salvarte una segunda vez.
¿Notaron el odio que tienen Dari y Klaus? No es por nada, tiene que ver con sus anteriores vidas y con Michael, vayan pensando teorías sobre quienes fueron Dari y Michael en su vida pasada.
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