026.ʀᴏꜱᴀꜱ ʀᴏᴊᴀꜱ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2
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ʀᴏꜱᴀꜱ ʀᴏᴊᴀꜱ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2
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IBA A ENCONTRAR LA MANERA, NO SABÍA CÓMO, PERO IBA A MATAR A APOLO.
Rosas. Rosas por todas partes, en los lugares menos esperados y en cualquier momento, Apolo había empezado a mandarme rosas por doquier.
La primera vez fue hace una semana, estaba en medio de un entrenamiento con Héctor, habíamos estado coqueteando mucho, pero también había aprendido que era solo la naturaleza de él, no porque de verdad me encontrara atractiva. Nop, era simple y llanamente, un coqueto nato.
Cuestión que estábamos entrenando.
Ambos nos movimos con destreza, esbocé una ligera sonrisa mientras esquivaba su ataque con un giro ágil de espada. Él respondió con una risa estruendosa.
—Eres muy buena en esto.
—Me hubieras visto cuando empecé, no podía ni soportar el peso de una espada, mucho menos blandirla —respondí divertida.
—Se nota que te has esmerado en mejorar.
Me encogí de hombros, dando un salto cuando él barrió el suelo con su pierna y me acerqué lo suficiente para casi golpearlo en la mandíbula con el mango de la espada, pero él lo evitó sujetándome el brazo y retorciéndolo hacia atrás.
—Aunque aún te faltan aprender algunas cosas —me susurró en el oído.
—Tal vez podrías mostrarme.
—Podría… —Su mano se deslizó por mi brazo, provocándome escalofríos—, aunque no creo que necesites mucho, ya eres impresionante tal y como estás.
El tipo sabía muy bien como poner nerviosa a una chica, pero no me malentiendan, no era el mismo tipo de nerviosismo que cuando Apolo estaba cerca, parecido, pero muy diferente a la vez. No sé si me entienden.
Héctor era más como cuando has estado haciendo ejercicio y sientes una brisa sobre la piel sudada. Apolo era un tornado, arrasando con todo y dejando caos a su paso. Cuando él me hablaba así, me hacía sentir que ni el suelo firme sería suficiente para contener el desastre que era por dentro.
Quizá por eso me gustaba coquetear con Héctor. Era una experiencia nueva, pero segura. No sentía absolutamente nada en comparación a lo que Apolo me provocaba, no había posibilidad de sufrir, no había ningún daño a mi corazón.
—Dudo que haya mucho que puedas enseñarme que mi tía Clarisse no me haya enseñado ya —murmuré expandiendo mis alas. La repentina explosión de plumas lo arrojó atrás, cayendo de espaldas lejos de mí. Me giré hacia él con una sonrisa—. No has visto todos mis trucos —agregué sonriendo.
Estaba agradecida de la modificación a mi armadura que había hecho Nissa en el campamento, una abertura especial en la espalda para estos momentos.
Héctor pareció muy aturdido por el golpe, pero luego rió poniéndose de pie.
—De acuerdo, lo admito. Eso fue genial e inesperado. —Se pasó el brazo por la frente quitándose el sudor del rostro.
—Demasiado, no esperé ese movimiento —dijo Alessandra acercándose a nosotros—. Venciste a Héctor, el mejor luchador del Santuario, es un gran logro.
—Solo porque no sabía que podía hacer eso, la próxima vez no tendrás el factor sorpresa —se defendió, aunque la sonrisa en sus labios delataba que estaba bromeando. Tomó mi mano y la besó—. Es un verdadero placer entrenar contigo, sabes seguir el ritmo de cualquiera.
Antes de que pudiera responder, un suave viento agitó mis plumas y una enredadera apareció enroscándose en mi espada, decorada con pimpollos de rosas que se abrieron lentamente en cuanto el brillo del sol las alumbró.
—¿Pero qué…?
Mi corazón se apretó en mi pecho. Eran perfectas y llenas de color, desprendian un aroma embriagador, pero su presencia me llenó de una sensación inquietante. Sabía que él estaba detrás de esto. No podía ser una coincidencia.
—¿Y esas rosas? —Héctor las miraba confundido, pero Alessandra parecía que se iba a ahogar de la risa.
—Son del novio de Dari.
—¡No somos novios! —chillé, sonrojada hacia ella.
—Ese sonrojo no dice lo mismo —comentó Héctor.
—Su novio es cierto dios solar —agregó ella señalando al astro.
Héctor se puso pálido y retrocedió.
—¿Sales con el dios Apolo?
—¡No! Bueno…sí, es decir no, no salimos es…complicado —dije intentando explicarme, pero solo me confundí más.
—No creo que él piense eso —Alessandra señaló detrás de nosotros, donde una serie de rosales empezaron a brotar por todas partes.
Tiré la espada al suelo, frustrada y levanté la vista al cielo.
—¡Eso no va a hacer que te perdone, imbécil!
Y no, ya había pasado una semana y a donde quiera que iba, me seguían las rosas.
Eso puede que me hiciera replantearme un par de cosas que antes no había pensado por estar tan cegada de un punto muy importante de haberme enamorado de un dios.
Su obsesión.
Los mitos siempre relataban la obsesión de un dios como algo extremadamente peligroso, y yo sabía que Apolo era una bomba a punto de estallar. Todos sus intentos de romance terminaron muy mal, y el hecho de que yo fuera su apuesta segura, se me empezaba a figurar un poco preocupante.
Hefestos había dicho que nadie lo quería enojado hasta la locura si algo me pasaba, pero me empezaba a preocupar qué pasaría si lo seguía rechazando. California seguía incendiada y los brotes de enfermedades no habían menguado.
Estaba sentada en mi litera, con el espejo en mano y la visión de Quirón al otro lado del reflejo.
—¿Crees que se haya vuelto loco?
El centauro frunció el ceño, sin saber bien qué decirme.
—Bueno, Apolo se había calmado bastante en las últimas décadas, es claro que tu presencia le ha hecho regresar a ciertas conductas antiguas —explicó con la mano en la barbilla—, pero tampoco esta intentando acercarse activamente a ti, así que de momento no me preocuparía tanto. Los dioses tienen otras cosas de que preocuparse, pero estoy seguro que Zeus le dirá que se calme cuando considere que ha ido demasiado lejos.
—¿Y si no lo hace?
—Siempre puedes intentar hablar con él, de forma pacífica.
Resoplé, frustrada ante su sugerencia.
—Sí, claro.
—Dijiste que se habían logrado llevar muy bien, así que no descartes esa carta.
—Supongo que puedo intentarlo —murmuré.
—Y evitemos que haya objetos voladores o filosos en medio.
—No prometo nada.
La risa de Apolo se escuchó en el viento, una risa burlona que hacía eco en mi mente y me hizo rechinar los dientes.
«Estúpido dios».
Quirón suspiró y asintió. Luego me miró con seriedad.
—¿Qué piensas de ese santuario? —preguntó en voz baja.
Medité su pregunta.
Era un buen lugar para vivir, quizá no tan caótico como el campamento, pero era genial el pensamiento de tener un lugar al que poder ir cuando nuestro tiempo allá acabara. Un lugar donde crecer en paz y formar familias sin pensar en todo el desastre que era el mundo mortal.
Había visto incluso una carpa donde trataban de dar clases a los más pequeños, realmente lo estaban intentando solo que no tenían los recursos para hacerlo.
Pero, ¿se imaginan si los dioses les dieran el apoyo necesario para crear una verdadera ciudad para los semidioses griegos? Sería el paraíso.
Aunque ahora no lo era por culpa de Luke y Cronos.
Era muy lindo todo, pero era difícil pasar por alto las miradas preocupadas y el temor que sentían cuando los secuaces de Luke andaban cerca.
Y eso que aún no conocía al tal Klaus. Alessandra y Héctor me habían dicho que era un lunático, que nunca le diera la espalda. Estaba deseando conocerlo para mostrarle mi preciosa espada o alguna de mis flechas.
Recordé la conversación que había tenido con Bruno, Calia y Julián, los papás de Héctor, a la mañana siguiente de mi llegada.
Lessa y yo caminábamos por el lugar, seguidas por sus dos guardias. Llegamos a una zona donde había un edificio a medio construir ensamblado a una gran carpa.
—Quédense aquí —ordenó ella a sus seguidores.
Ambos se miraron con dudas.
—Pero…
Me giré hacia ellos, sacando a Resplandor de mi cabello y dejando que se volviera espada.
—¿Acabas de cuestionar una orden de tu superior?
Se pusieron pálidos, y negaron apresurados.
—No, no, pero…
—Quédense aquí —siseé dejando salir hacia ellos una oleada de furia que los hizo retroceder.
Lessa y yo entramos, ella sonriendo divertida.
—Eres buena en dar miedo.
—No fue tan difícil —respondí encogiéndome de hombros—. Cronos te dio unos carceleros patéticos y miedosos.
Ella me llevó hasta una especie de sala, donde los tres líderes del campamento ya estaban ahí.
Calia era una mujer bonita con ropa hippie, esbozó una sonrisa enorme en cuanto nos vio y nos ofreció galletas veganas. Julián tenía toda la pinta de hijo de Hermes, era igualito a los que ya conocía: desgarbado, alto, rubio, orejas de duende y sonrisa zocarrona.
Bruno, el esposo de ambos, estaba sentado con los pies en una mesa y un recipiente chiquito en la mano, le echaba agua caliente de un termo.
—Ah piola, llegaron —dijo en cuanto nos vio con su acento—. A ver, siéntense, les voy a dar unos verdes.
—¿Unos verdes? —pregunté confundida.
—No, gracias —dijo Lessa empujándome hacia el sofa—. Estamos aquí para hablar de guerra.
—Aquí todo es guerra últimamente —comentó Calia con el ceño fruncido.
—Le damos las gracias a mi hermanito —masculló Julián.
—Mejor dale las gracias a tu papá —espetó Lessa.
—Lo haría, pero como ves, a mí tampoco me dio atención jamás y no por eso empecé una alianza con un titán que quiere destruir el mundo —replicó él cruzándose de brazos.
Me di cuenta que esto iba para largo y que era un tema ya discutido, así los interrumpí.
—Alessandra me dijo que el Santuario está bajo el poder de Cronos —dije con seriedad—. ¿Cómo lo eliminamos?
Los cuatro me miraron y luego entre ellos con duda.
—Eliminando a Klaus.
—¿El hijo de Hipnos?
—Ese hijo de puta es el culpable de todo, él nos vendió a Cronos y él controla a parte de mi gente —explicó Bruno—, Morfeo le enseñó bastante bien como hipnotizar, y entre más débil es la mente, más fácil para él es controlarlos.
—Has notado a los soldados que estás esparcidos por el campamento, ¿no? —preguntó Calia, asentí—. No todos son del ejército de Luke, algunos eran civiles de aquí, pero perdieron su mente a manos de ese chico.
—Ok —mascullé comprendiendo—. ¿Y dónde está ahora?
—Va y viene —respondió Lessa—, hace lo que quiere, tiene mucho poder y es un psicópata que disfruta de generar miedo en otros. Por eso le agrada tanto a Cronos. Ha dejado a algunos de sus hermanos para asegurar el control mental de los que han hipnotizado, pero no son tan poderosos como él.
—¿Y por qué nadie lo aprovecha si no está aquí?
—Porque no sabemos cuando vuelve, aparece de la nada y siempre con monstruos nuevos acompañándolo. No sería difícil para él volver a tomar el control en cuanto se de cuenta de lo que pasa y solo sería peor.
—¿Entonces se trata de deshacernos de ese tipo y listo?
—¿Acaso no acabas de escuchar que es un loco psicópata con fuertes poderes de hipnosis, capaz de controlar mentalmente a un ejército completo? —cuestionó Julián.
—Y yo golpeé en la cabeza a un dios y sigo viva—espeté enarcando una ceja—, morí por el golpe de un gigante y volví del Inframundo. Nunca me han atrapado bajo el poder del embrujohabla, tengo un don de persuasión que me protege. Lo que sea que ese tipo sea capaz de hacer, no me da miedo.
Un silencio incómodo se instaló en la sala. Los cuatro me miraron como si estuviera loca.
—Comienzo a entender por qué las moiras pensaron que era buena idea emparejarte con el dios más sangriento y peligroso de los hijos de Zeus —comentó Lessa.
Rodé los ojos.
—Miren, no soy tonta, no me lanzaré a su cuello apenas lo vea —expliqué—, estudiaré sus movimientos y todo eso, solo quiero dejar en claro que si llega la oportunidad, no retrocederé. Y mi campamento tampoco.
—¿Tu campamento? —preguntó Calia.
—El Campamento Mestizo —respondí sonriendo—. Ellos están listos para la batalla si es necesario, es para lo que siempre nos entrenamos, y no le damos la espalda a la familia.
—Necesitan toda la ayuda posible.
Quirón me miró unos instantes y asintió.
—Tendré un batallón preparado en caso de necesitarlo con urgencia. Lamentablemente están a un día de distancia, pero si usamos los pegasos seguro llegaríamos.
—Pueden pedirle ayuda a Céfiro, solo dile que es para ayudarme y aceptará.
—Es una opción acertada.
Miré más allá del espejo, asegurándome de seguir estando sola. Nada, ninguna emoción cerca.
—Hablaré contigo en unos días, cuando tenga un poco más de información —dije. No quería arriesgarme demasiado.
—Está bien, ten cuidado, Darlene —pidió. Por un instante, tuve la sensación de que Quirón me veía como si ya estuviera muerta.
—No te preocupes, yo… —Sentí pasos acercándose—. Tengo que irme.
Sacudí el espejo, haciendo que la imagen del centauro desapareciera y solo veía mi reflejo. Pasé mis dedos por mi cabello, como si estuviera solo peinándome.
—Hola.
Bajé el espejo y suspiré al ver a Héctor. Llevaba en sus manos una bandeja con comida en las manos.
—Hola.
—No fuiste a cenar, mi madre te envía esto —dijo dejando la bandeja en el suelo.
—Gracias —respondí pasando la mano por la frente y guardando el espejo en mi bolsillo—. Estaba comunicándome con el campamento.
Héctor asintió, sentándose a mi lado.
—Debe ser lindo ese lugar.
—Lo es. —Sonreí pensando en mi segundo hogar—. No es nada como aquí, es…mucho más caótico y somos un desastre andante, pero es maravilloso.
La risa de Héctor me sonaba muy sexy. Era ronca y gastada.
—Me imagino. —Sacó de su abrigo un cigarro y lo encendió. Lo miré con curiosidad, sin poder apartar la mirada de sus labios, mucho menos del piercing. Él enarcó una ceja y sonrió—. ¿Quieres probar? —preguntó extendiendo el cigarro hacia mí.
—¿Qué? No, no —dije apresuradamente.
«No es eso lo que quiero probar».
¿Ya les dije que odio mi conciencia? La odio, la muy zorra.
Él me siguió mirando unos instantes, y luego lo volvió a poner en su boca.
—Mi mamá me dio mi primer cigarro, dijo que mejor que lo probara frente a ella que a solas y con algún desconocido —explicó—, mi papá Bruno estuvo de acuerdo, pero mi papá Julían casi pierde el cabello cuando se enteró.
Me reí de solo imaginarlo.
—¿Él es el adulto responsable de los tres?
—Difícil de creer, ¿no? —Héctor sonrió divertido—. No le quedó muchas opciones. Mamá es una loca amante de las cosas mágicas y todo eso, y Bruno vive con la cabeza en ideas para mejorar el Santuario, y su forma de ser es un completo desastre. Si él no se ponía el delantal de papá responsable, nadie lo haría.
—En el campamento nadie consideraría darle el título de responsable a un hijo de Hérmes.
Héctor ladeó la cabeza, y soltó el humo por el costado de la boca.
—Sería interesante de ver cómo son.
Nos quedamos en silencio unos instantes, mientras él seguía fumando. Me costaba muchísimo apartar la mirada de ese pircing. Me pregunté qué se sentiría tener un romance sin tantos dramas, sin tanta locura divina ni magia.
Héctor era realmente sexy. Y tenía el plus de que no tenía mi vida atada a él, casi se sentía como si fuera alguien que yo elegía voluntariamente. Era un soplo de aire fresco, de libertad.
—Déjame probarlo —murmuré.
—¿Qué…?
Antes de que terminara de preguntar, le quité el cigarro de la boca y lo llevé a la mía. Le di una fuerte calada, y ahí quedó toda mi intención seductora, porque me ahogué con el humo.
Comencé a toser hasta ponerme roja, y él me golpeó la espalda mientras se reía.
—Me hubieras dejado avisarte de eso —comentó cuando logré dejar de toser.
—No me gustó —dije sin voz. Me ardía la garganta y tenía los ojos llenos de lágrimas.
—La primera vez a veces es así. —Dio una calada y la soltó. Lloré por dentro al ver que él lo hacía ver tan fácil y tan atractivo y yo seguro parecía una fresa hinchada—. No deberías forzarte si no estás lista para algo así.
—Tenía curiosidad —me defendí.
Héctor me miró a los ojos y sonrió con pereza.
—Tal vez un poco más despacio. —Soltó suavemente humo en mi rostro.
«¡Oh por los dioses, igualito que en Wattpad!» pensé al recordar que ese gesto es una declaración de deseo.
Me incliné más cerca suyo, casi con los ojos cerrados, pero él retrocedió, como si de golpe se hubiera acordado de algo.
—Bueno, te dejo comer tranquila.
Se puso de pie rápidamente y salió de la tienda, dejándome sola y con los labios estirados.
—¡Maldita sea, siempre me dejan a medias! —espeté dándole una patada a la litera.
Me crucé de brazos, frustrada con los chicos. Comenzaba a preguntarme si debería considerar mirar chicas, porque hasta ahora con ellos me resultaba un completo desastre.
—Tan hermosa, y tan cruel, siempre jugando con mi corazón.
Mi cuerpo se paralizó. Tragué saliva, me giré lentamente hacia la voz que había aparecido de la nada, y me encontré a Apolo frente a mí, con el ceño fruncido, los ojos ardiendo en ira y celos.
HOLA!
Mi explicación de mi tiempo desaparecida tiene spoilers del último manga de Shuumatsu no Valkyrie, si no desean saber, les recomiendo saltarse mis explicaciones.
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Este fin de año se me ha hecho muy intenso, el trabajo y la universidad me sobrecargó y casi no he tenido tiempo de escribir mucho, pero hay otra razón principal, porque si siguen mis videos en tiktok sabrán que empecé a escribir un fic de One Piece.
La verdad de porque no pude escribir nada de este fic es simple y sencilla: Me peleé con Apolo.
Verán, parece que Don Tóxico se enojó por lo de Héctor y me quitó toda inspiración.
Literal que me sentaba frente al archivo y estaba una o dos horas en blanco, escribía y borraba y volvía a quedarme en nada. Luego, me fui de paseo con el trabajo y en pleno día nublado salió el sol a todo lo que daba, me insolé fuertísimo y casi tuve quemaduras de sol.
Entonces nos pusimos en una situación de que él me seguía enfermando o no dejándome escribir y yo lo puteaba de lo lindo.
Hasta que alguien me recordó ayer que salían los spoilers del capítulo 83 de Shuumatsu no Valkyrie y que era el final de la pelea de Leonidas vs Apolo.
Fui corriendo, ya llorando por las dudas, a ver si mi Sunshine había muerto o no, y resultó que no.
Ganó y lloré, y me puse feliz de que no se hubiera muerto (siendo que horas antes le estaba deseando la muerte XD) y arreglamos nuestros problemas. Literal que me volvió la inspiración, me senté a escribir inmediatamente y salió el capítulo entero.
Nada. Me di cuenta que tenemos una relación bien tóxica.
No creo que suba tan seguido al menos hasta diciembre, tengo un poquito complicadas las cosas con la universidad más que nada, pero en cuanto esté de vacaciones vuelvo con la programación habitual.
Hice a Darlene versión griega antigua con una IA y salió así de hermosa.
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