005.ᴍᴀʀɢᴀʀɪᴛᴀꜱ ʀᴏᴊᴀꜱ
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ᴍᴀʀɢᴀʀɪᴛᴀꜱ ʀᴏᴊᴀꜱ
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━━━19 de Septiembre
LLÁMENME COBARDE SI QUIEREN, pero no iba a quedarme en el campamento después de haberme dado cuenta que me estaba enamorando del padre del chico que también me gustaba.
Necesitaba urgente consejo de quiénes más sabían de líos amorosos. Sí, huí a la casa de mi padre.
—¿Estás segura de esto, querida? —preguntó Quirón cuando le conté que me iría.
Asentí.
—De todas maneras él deseaba que fuera, solo...necesito pensar algunas cosas —respondí sin querer dar muchas explicaciones sobre el hecho de que me iba porque mi vida se estaba convirtiendo en una telenovela.
Papá me había dado indicaciones de lo que debía hacer si quería visitarlo en su palacio, no era muy difícil, solo debía hacer lo mismo que hizo Psique en su momento.
Así que me subí a una enorme colina del campamento, una que daba vista al bosque y todo el valle protegido.
Una vez que estuve allí arriba, solté un suspiro. Probablemente hubiera sido más cómodo para todos si simplemente me decía dónde quedaba su palacio, pero no; papá tenía que ser hijo de Afrodita y dramatizar todo.
—¡Céfiro, llévame a casa! —grité a la nada. Esperaba que el dios del viento me escuchara, entonces salté.
Al menos yo tenía la ventaja de mis alas, sin ellas bien podría matarme.
Por suerte, no hizo falta. Los vientos se arremolinaron a mi alrededor, casi quince metros antes de tocar el suelo, detuvieron mi caída y me elevaron.
—¡Hola, pequeña! ¿Cómo estás hoy?
La voz del dios incorpóreo me habló con cariño. El tipo se había autoproclamado mi padrino porque "yo vigilé a tu madre durante el embarazo, yo vi tu nacimiento, te vi crecer y te cuidé; es lo mínimo que merezco".
—Con la cabeza hecha un caos total.
—¡Genial! —exclamó—. Muy bien, tenemos un vuelo corto esta mañana, hacia el palacio de mi amo. El clima luce bien, tal vez un poco de turbulencias.
—¿Siempre haces el acting de piloto de vuelo comercial?
—Por favor, recuerde mantener el cinturón de seguridad bien puesto y no desactive los detectores de humo en el baño —siguió parloteando. Tengo que admitir que me reí muchísimo.
El viento del este se volvió más fuerte, elevándome tan alto y lejos del campamento.
Cuando se detuvo, aterricé en un frondoso valle cubierto de flores silvestres, con mariposas que revoloteaban bajo la luz del sol.
—Gracias por volar con nosotros —dijo Céfiro continuando con su broma—. Sabemos que tiene un montón de opciones cuando se trata de elegir un viento direccional, y apreciamos tu preferencia.
—Sí, sobre todo mis propias alas —murmuré.
La risa del dios vibró en la brisa.
—Anda, pequeña. Ve adentro, tu familia te espera.
Entonces el viento se detuvo, y me di cuenta que ahora estaba sola.
Miré el valle, encontrándome un enorme palacio majestuoso. Con jardines y huertos que doraban la propiedad, un río que fluía entre las flores y arbustos frondosos cubiertos de madreselvas.
El palacio estaba hecho de mármol y las enormes puertas eran de madera caoba. Entré y lo primero que vi fue una sala con techos de paneles de cedro y marfil, paredes grabadas con patrones de plata y piso de mosaico con piedras preciosas.
Definitivamente, mi madrastra tenía un gusto exquisito para la decoración, porque esos sillones blancos eran un sueño.
«Esto está más vacío que escuela en feriado» pensé pasando por delante de un jardín interno, repleto de rosas y fuentes brillantes.
—Buenos días, señorita —dijo una voz femenina.
Me di la vuelta, sobresaltada por la repentina compañía, pero no había nadie.
—¿Eres...una de las sirvientas de mi padre?
—Así es, señorita. Mi señor habla mucho de usted, sin embargo, lamento decir que no la esperábamos así que no hemos podido preparar unos aposentos dignos de usted.
Negué con la cabeza.
—No, no, no. Ni siquiera Eros sabía que vendría, solo...necesitaba venir. No quiero ser una molestia.
—No lo es, es la hija de nuestro señor, nunca sería una molestia. Cualquier cosa que necesite, se lo proveeremos —dijo la sirviente.
—No hace falta tanto formalismo, solo llamame Darlene...o Dari.
—Prepararé sus aposentos, señorita —dijo el espíritu—. Lo que desee, solo pídalo y lo tendrá.
Me mordí el labio, claramente no íbamos a llegar a un acuerdo, y esto de hablar con el aire era raro.
—¿Podrías decirme tu nombre, al menos?
La voz no respondió. En su lugar, una puerta se abrió a unos metros.
—Por aquí, señorita. La señora la espera.
—Supongo que no —murmuré. Caminé hacia la puerta, arrastrando los pies.
Era una sala privada, exquisitamente decorada, con paredes cubiertas de seda blanca y dorada que reflejaban la suave luz de las lámparas de cristal. El suelo estaba cubierto por una gruesa alfombra de terciopelo carmesí que absorbía cada uno de mis pasos. Amueblada con elegantes sillones tapizados en terciopelo rojo, dispuestos alrededor de una mesa baja de ébano incrustada con incrustaciones de marfil.
En el centro de la sala, había una imponente chimenea de mármol blanco, en la cual las llamas danzaban suavemente, creando un ambiente cálido y acogedor. Junto a ella, en un diván de terciopelo dorado, se encontraba mi madrastra.
Psique, hermosa como la recordaba de hace dos años atrás, vestía un vestido de seda blanca, adornado con hilos de plata que dibujaban intrincados patrones de flores y mariposas.
Frente a ella había una mesita de café donde habían colocado un juego de té.
—Darlene, qué agradable sorpresa —dijo dándome una mirada cálida y una sonrisa suave.
—Lamento invadir su palacio, señora Psique —murmuré algo avergonzada.
—No lo haces, Eros te dijo que podías venir cuando quisieras —respondió moviendo las manos con elegancia y quitándole importancia—. Ven, siéntate conmigo, he pedido que preparan el té.
—Eso fue rápido —mascullé mirando la tetera que ahora desprendía un ligero vapor con un aroma delicioso, también habían colocado bollos calientes y mermelada.
Me senté en el diván frente a ella, mientras mi madrastra servía el té.
—Así que, querida, ¿qué es lo que te trae a mi humilde morada? —preguntó Psique, con curiosidad genuina en sus ojos, entregándome una taza.
Hice una mueca divertida.
—¿Humilde?
Psique se rió.
—Con los dioses, esto es lo más "humilde" que se puede conseguir. Habrás notado que otros palacios son...mucho más extravagantes.
Me sonrojé ante esa mención, porque la realidad era que el único otro palacio que conocía era el de Apolo.
Decidí no responder, y en su lugar tomé un sorbo de té. La mezcla de sabores sutiles y aromas relajantes me reconfortó mientras buscaba las palabras adecuadas.
—Bueno, no sé si realmente puedo explicarlo con claridad. Pero todo se ha vuelto tan complicado en el campamento.
—Imagino que sí —dijo Psique con una mueca de pesar—. Esta espantosa guerra se está alargando demasiado, es comprensible que te sientas abrumada. —Ella me miró fijamente, y tuve la sensación de que estaba leyendo mi alma, quizá lo hacía, era la diosa del alma después de todo—. Pero dime, querida, ¿qué te ha llevado a tomar esta decisión de venir?
Bajé la vista a mi taza, el té era de un color oscuro y las ondas de vapor se arremolinaban formando patrones en el aire.
—Esperaba...hablar de eso con mi padre —murmuré—. Aunque no estoy segura de qué tanto le vaya a gustar.
Decididamente no iba a gustarle nada si le decía que pensaba que me estaba enamorando de Apolo.
Psique ladeó la cabeza.
—Ah —dijo comprendiendo—. Temas de amor, entonces.
—Algo así.
Ella asintió.
—Me temo que Eros ha salido, pero puedes quedarte el tiempo que necesites. Y...siempre puedes preguntarme a mí, si te sientes cómoda.
—Es que...es complicado —mascullé.
Psique se recostó un poco en su diván y me miró fijamente.
—Todo lo relacionado al amor suele serlo —dijo—. Tu padre diría que es el costo a pagar por la felicidad que arrastra luego.
—¿Cómo luchar con el dragón para obtener el "felices por siempre"? —cuestioné burlona. Ella se rió.
—Mmm...sí. —Psique volvió a servir más té y removió el líquido unos segundos con una cucharita—. Dime, Darlene, ¿qué chico aqueja tu mente?
Tomé un sorbo de té, saboreando el cálido líquido mientras reunía el coraje para responder la pregunta directa de Psique. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y complicidad, como si supiera más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Después de un momento de duda, decidí confiar en ella. Psique había demostrado ser comprensiva y sabia, y tal vez encontraría alguna orientación en sus palabras.
—Más de uno en realidad —respondí.
Psique levantó una ceja con curiosidad, y su expresión se volvió aún más intrigante. Sabía que estaba a punto de compartir algo íntimo y personal con ella, y confiaba en que su sabiduría pudiera ayudarme a navegar por las complicaciones de mi corazón.
—El amor es un laberinto complicado, querida —dijo Psique—. A menudo nos encontramos enredados en los hilos de las emociones, con más de una persona ocupando nuestros pensamientos y sentimientos.
—Es que...ya todo es una completa locura con todo lo de la guerra, ¡y ahora esto! —exclamé exasperada—. Quería vivir un romance de cuentos de hadas, y en cambio, me tocó una telenovela con más drama que La Rosa de Guadalupe.
Psique rió suavemente ante mi comentario, y su risa resonó en la acogedora sala. Tomó otro sorbo de té antes de responder.
—Los romances de cuentos de hadas rara vez son lo que parecen, querida. La vida real suele entrelazarse con el drama y las complicaciones, incluso en los corazones más puros. Pero eso no significa que no puedas encontrar tu propia versión de la felicidad.
—Ojalá fuera tan fácil —balbuceé.
—Si lo fuera, todo el mundo encontraría el amor a la vuelta de la esquina —respondió. Asentí dándole la razón.
»No trates de complicarte tanto antes de tiempo, tus dudas se resolverán tarde o temprano, por ahora, bebamos té —agregó levantando su taza hacia mí.
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Decidí quedarme tal vez uno o dos días, aprovechando la hospitalidad que me había ofrecido. No me sentía preparada para volver al campamento y hacerle frente a Michael.
La chica invisible que me dio la bienvenida me llevó a "mis aposentos".
«Que divertido suena» pensé siguiendo la voz por el enorme pasillo.
Me guío hasta una puerta tallada con intrincados diseños de mariposas y flores.
El interior de la habitación era tan hermoso como el resto del palacio. Las paredes estaban cubiertas de seda blanca, con cortinas que ondeaban suavemente con la brisa que entraba por las ventanas abiertas. Una cama con dosel de terciopelo dorado se encontraba en el centro de la habitación, cubierta con sábanas de seda y cojines suaves.
«Es más grande que mi apartamento entero» pensé boquiabierta.
—He preparado un baño caliente para usted, señorita —dijo atrayendo mi atención—. Luego de eso, si tiene hambre, puede pedir lo que desee, incluso puedo traer músicos para usted.
Tengo que admitir, que en mi pobre mente mortal, pensé en una bañera como la de los hoteles comunes. No esperé encontrarme un baño gigante con una piscina en medio repleta de burbujas y sales aromáticas con aroma a rosas.
No pude contener una exclamación de asombro. La chica invisible se rió suavemente, pareciendo complacida por mi reacción.
—Me alegra que le guste, señorita. Es un placer ofrecerle una experiencia excepcional. Por favor, siéntase libre de disfrutar de un relajante baño. Si necesita algo más, estaré a su disposición.
Esperé unos minutos para asegurarme de que estaba sola, y porque aun no salía de mi asombro.
—Bueno, no me voy a quejar —solté quitándome la ropa y metiéndome al agua.
Me quemé. Estaba muy caliente.
Pero después de unos minutos, fue una maravilla. Las burbujas acariciaban mi piel y sentí cómo las tensiones y preocupaciones se disipaban poco a poco. Cerré los ojos y me dejé llevar por la sensación de calma y bienestar.
Era lo que necesitaba, no me había sentido tan relajada en años.
Tanto que casi me quedé dormida en el agua y me ahogo. Gracias al espíritu que vino a preguntarme si estaba bien, porque si no amanezco de nuevo en el Inframundo.
—Le he traído algo de ropa, señorita, mientras limpiamos la suya.
—¿En serio, puedes decirme tu nombre? —pregunté viendo como unos vestidos flotaban por la habitación—. No puedo estar llamándote "la chica invisible" todo el tiempo.
—Puede llamarme como desee, señorita. Estoy para servirle.
—Esto no va a funcionar -mascullé, entonces, decidí cambiar de estrategia. Me paré más firme y con la barbilla en alto, usé mi voz más "señorial"—. Te ordeno que me digas tu nombre.
La habitación se llenó de un silencio momentáneo, tanto que pensé que me había excedido y estaba a punto de disculparme por ser grosera.
—Mi nombre es Arise, señorita.
Di un salto extasiada. Sí funcionó.
—Gracias, Arise. Es un placer conocerte —respondí con una sonrisa, sintiéndome más cómoda ahora que había establecido una conexión más personal con ella.
Arise me dio el vestido más suave que hubiera visto en mi vida.
De seda roja, tenía un escote pronunciado, adornado con delicados bordados de hilo de oro que formaban patrones de flores y mariposas, recordando los diseños que adornaban las puertas del palacio. Las mangas eran amplias y fluidas, cayendo en cascada hasta mis muñecas, con ribetes dorados.
—Está hermosa, señorita.
Di vueltas a mi alrededor, disfrutando de la vista.
—Nunca había usado algo así —murmuré emocionada—. ¡Me encanta!
A ver, por una vez en mi vida, iba a ser bien vanidosa. Me miré en el espejo de cuerpo entero y no pude evitar sonreír ante la imagen que se reflejaba.
—Está loquito por tí.
Pensé en las palabras de Arantza hace unos días. Y que si Michael me viera así, probablemente babearía.
Unos ojos azules y una sonrisa brillante como el sol inundó toda mi mente de repente.
Sacudí la cabeza, desechando esos pensamientos por ahora.
Mientras admiraba mi reflejo en el espejo, la puerta de la habitación se abrió de repente. Me giré hacia el sonido y me encontré con una chica de belleza deslumbrante que entraba con confianza en la habitación.
Mis ojos se abrieron de par en par al observarla. Esbelta y elegante, de tez perfecta y delicada, rasgos armoniosos, y una mirada depredadora. Su cabello parecía cambiar constantemente, de dorado a castaño.
Si pensé que me veía bonita con mi vestido, la chica me dejo con la boca abierta. Usaba un vestido griego sensual y muy provocativo, adornada con joyas preciosas. Cada paso que daba parecía llenar la habitación con una energía enigmática y cautivadora.
Se detuvo frente a mí, analizándome a detalle. Me sentí bastante cohibida bajo su mirada.
Ella se giró hacia la nada, imagino que había la presencia de Arise.
—Tráeme vino —ordenó.
—Por supuesto —dijo Arise—, para servirle, señorita Hedoné.
«Ay carajo, mi hermana» pensé sintiendo palidecer.
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Hedoné no resultó ser muy conversadora.
En cuanto supuse que Arise se había ido, ella sonrió de forma perversa.
—Sígueme —ordenó.
Y salió de la habitación con paso de diva.
Tragando saliva, nerviosa, seguí a Hedoné por los pasillos. Cada uno de mis sentidos parecía estar en alerta máxima mientras avanzábamos hacia lo desconocido.
Hasta ahora la familia de papá había sido muy agradable, pero no sabía qué esperar de mi supuesta hermana, casi no había nada de información en los mitos sobre ella, todo era de la diosa naciendo como parte del felices por siempre de Eros y Psique.
Hedoné parecía en su elemento en este lugar. Su presencia irradiaba una confianza innata y una energía arrolladora. Era como si el palacio mismo se inclinara ante ella.
«La gracia de nacer siendo diosa, Darlene».
Finalmente, llegamos a unas puertas dobles de madera tallada, decoradas con símbolos que desconocía pero que sin duda representaban a algún ser divino. Hedoné las abrió con un gesto elegante, revelando una sala impresionante que se extendía ante nosotros.
La habitación era de proporciones épicas, con techos altos sostenidos por columnas majestuosas. Las paredes estaban cubiertas de tapices ricamente bordados con escenas mitológicas y paisajes exquisitos, todo el lugar estaba decorado con margaritas de un intenso color rojo.
En el centro de la sala, había un juego de sala bellísimo, blanco y muy esponjoso.
Me paralicé al ver que no éramos las únicas.
Había un hombre allí, un dios seguramente, que capturó toda mi atención de inmediato.
Tenía una presencia imponente y una belleza sobrenatural. Su cabello oscuro y rizado caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando un rostro perfectamente esculpido, y sus ojos eran de un intenso color ámbar. Emanaba una fuerza magnética que parecía envolver toda la habitación, mucho más poderosa de la que Hedoné poseía.
Mi hermana avanzó hacia él con confianza, como si estuviera acostumbrada a su presencia y se sentó a su lado. Me quedé un poco rezagada, insegura de cómo debería actuar en este momento tan desconcertante. El dios me miró con diversión y burla.
Se cruzó de brazos y me observó de tal manera que me sentí demasiado expuesta, avergonzada. Sentí un cosquilleo en el estómago, una sensación desconocida que comenzó a recorrer cada fibra de mi ser.
«¿Así se siente que te desnuden con la mirada?» pensé, me sonrojé cuando mis pensamientos comenzaron a ir por un camino bien raro.
A ver, que bien leo cosas en Wattpad, pero hay límites....
Y es que me sentía abrumada por la intensidad de las sensaciones que de repente me golpearon. Me removí algo incómoda, y me sentí super avergonzada cuando el tipo se rió escandalosamente.
—Deja de burlarte de ella, Hímero —dijo Hedoné con diversión.
«Ay mierda, voy de mal en peor».
Hímero, sin borrar la sonrisa burlona de su rostro, dirigió su mirada a Hedoné y luego a mí. Sus ojos brillaban con un brillo travieso y provocador.
—Oh, querida Hedoné, no puedo evitar divertirme un poco —dijo, con un tono cargado de insinuación.
Hedoné soltó una risa juguetona y se inclinó hacia mí.
—Siéntate con nosotros.
—Yo...em...estoy bien aquí, gracias —balbuceé.
Hímero rió.
—Awww es adorable. La pequeña semidiosa nos tiene miedo.
Una ola de enojo me invadió. Ya estaba bien de burlarse de mí.
—No me gusta perder el tiempo con imbéciles, ya tengo bastante de esos en la escuela —espeté.
Mis palabras resonaron en la sala, creando un breve silencio incómodo. Hedoné y Hímero intercambiaron miradas ante mi respuesta. La diosa rompió el silencio, estallando en risas divertidas que llenaron el espacio.
—¡Oh, me encanta! ¡Esto se pone interesante! —exclamó Hedoné, entre risas contagiosas.
Hímero, aunque sorprendido por mi respuesta, no parecía ofendido. Su sonrisa burlona se suavizó, dejando entrever un destello de aprecio en sus ojos ámbar.
—Interesante, muy interesante, sí —murmuró, cruzando los brazos sobre el pecho—. Al parecer los rumores son ciertos, ¿me pregunto si lo del jarronazo a Apolo, también? —cuestionó apoyando la barbilla en el puño con expresión curiosa.
—Sí, ¿quieres probarlo tú mismo?
Hedoné contuvo una carcajada, mordiéndose el labio.
—Tiene el temperamento de Ares —sentenció.
—Eso lo hace aún más divertido —agregó Hímero de acuerdo.
Me crucé de brazos, irritada.
—¿De qué se trata todo esto?
Hedoné se acomodó mejor contra el respaldo del sillón, cruzándose de piernas y mirando de manera un tantito morbosa.
—Queríamos conocer a la última adquisición de la familia —respondió—. Nuestro padre no nos dejaba acercarnos a tí, y ahora estés en el palacio...bueno, era la mejor oportunidad.
Miré a ambos, dudando.
—¿Por qué?
Hímero se encogió de hombros.
—Algo sobre ser "mala influencia" para su pequeña princesa inocente.
Ahí comprendí todo. Estos dos, Hedoné, diosa del placer y la voluptuosidad, y Hímero, dios de la lujuria, se estaban aprovechando de que Eros no estaba para hacer de las suyas.
Me paré un poco más firme, no queriendo dejarme intimidar. Por dentro estaba que me moría de nervios.
Unas copas llegaron flotando en una bandeja, acompañadas de una botella de vino.
—¿Qué traman?
—Mi madre me ha contado que tienes ciertos dilemas amorosos...
Fruncí los labios y me crucé de brazos.
—No pongas esa cara, cherry. —Hímero sirvió unas copas de vino, imaginé que de Dioniso. Dudaba que los dioses bebieran vino de mala calidad—. Anda, siéntate con nosotros.
Extendió una copa hacia mí, con una sonrisa juguetona en su rostro. Mis ojos se encontraron con los suyos, y un cosquilleo recorrió mi espina dorsal. Sentí la tentación de aceptar, dejarme llevar por la curiosidad.
Sin embargo, me mantuve firme en mi posición.
—Tengo quince.
Él se rió.
—Ay por favor, eres una adolescente. Tarde o temprano beberás, mejor que sea en presencia de...tu familia que te cuida.
Ladee la cabeza, fingiendo analizar sus palabras. Caminé hasta el sillón y me senté, imitando bastante bien la postura de Hedoné. Ella me miró enarcando una ceja, pero no dijo nada.
—No, gracias.
—¿Acaso temes perder el control? —dijo Hedoné con voz suave, desafiandome.
El pulso se aceleró en mis venas, me forcé a respirar hondo y apreté los puños, para mantenerme firme. La miré entrecerrados los ojos.
Hímero no era el único que jugaba conmigo.
—Bien, si quieres ser así de aburrida —espetó el dios apartando la copa—. Tal como dijo mi querida sobrina, nos hemos enterado de tus dilemas amorosos.
—¿Acaso los dioses no tienen nada mejor que hacer que meterse en mi vida?
—No —respondieron ambos al mismo tiempo.
—Tu vida amorosa es una delicia, de especial interés para Afrodita, eso lo hace interesante para nosotros.
—Ya tengo suficiente con ella metiéndose sin mi permiso, gracias —gruñí.
Hímero soltó una risa burlona mientras se apoyaba despreocupadamente contra el espaldar del sillón. Su rostro, de belleza sobrenatural, reflejaba una mezcla de diversión y arrogancia.
—No seas arisca, viniste aquí buscando consejo y estamos dispuestos a dartelo.
Analicé sus palabras, era cierto. Esa era mi intención, pero no estaba segura de querer un consejo de estos dos.
—Tengo la sensación de que están más dispuestos a ver arder Troya.
Ambos soltaron una carcajada.
—Eso es inevitable, pero el proceso sería magnific —dijo Hedoné—. Ahora cuéntanos, ¿qué tanto te gusta Apolo?
La cara me ardió tanto que esta a segura de que me había sonrojado hasta las orejas.
—Awww yo creo que le gusta mucho.
—¡Basta!
Hedoné paso su dedo por el borde de la copa, divertida por ni bochorno.
—No te avergüences, Apolo es... —Soltó un suspiro que me hizo fruncir el ceño. No me hacía falta experiencia para saber que estaba teniendo una imaginación muy activa—. Sin duda debe ser un amante de ensueño.
—Imagino que no has tenido el placer de saberlo —repliqué esbozando una sonrisa inocente—, por todo el asunto con papá y eso.
Ella soltó un resoplido irritado.
—Évidemment —dijo cruzándose de brazos.
—Es muy difícil desobedecer a Eros —explicó Hímero—, es el más poderoso de nosotros, salvo por supuesto, Afrodita.
—Pero ahora lo están haciendo.
—Lagunas —masculló él—, dijo que no podíamos acercarnos a tí y malinfluenciarte. Pero has venido aquí por voluntad propia en busca de consejo y eso haremos.
Puse los ojos en blanco.
—Por supuesto.
—Entonces, te gustan dos chicos, Apolo y alguien más.
—Algo así —respondí removiéndome en mi asiento, incómoda.
Ambos se miraron incrédulos.
—No lo entiendo, ¿cuál es el problema? —preguntó Hímero.
—Te estás complicando demasiado, hermanita. Te gustan ambos, tenlos a ambos.
Me quedé boquiabierta.
—Son padre e hijo —dije con tono obvio.
Ellos se miraron nuevamente y luego a mí como si fuera estúpida.
—¿Y?
—¡A mí no me van esas cosas!
Himero resoplo.
—Agh te pierdes de mucho.
Hedoné le dio un golpecito en la rodilla.
—Es joven, no ha experimentado ciertos...placeres —comentó—. Dale un par de años y lo entenderá.
—Si es que sigo viva en un par de años —murmuré.
Entonces Hímero se acomodó en su asiento, apoyando los codos en sus rodillas. Sus ojos dorados se volvieron rojos y noté más que nunca el parecido con mi padre. Me miró de una manera depredadora y al mismo tiempo dura.
—Exactamente, no lo sabes. Deja de complicarte la existencia con ridículas convenciones románticas y solo disfruta. Eres hermosa, joven y soltera, eres del linaje de la diosa del amor, puedes tener a quién se te antoje a tus pies.
»Deja de actuar como una princesita de cuento de hadas, eres la hija del dios del deseo y la atracción sexual —dijo sonriendo peligrosamente—, actúa como tal.
Prepárense que en el capítulo que viene se viene un dramón impresionante por culpa de los Stoll.
Y AHORA....MEME TIME...
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