002.ʀᴏᴄᴋ ʀᴏꜱᴇ
TW: ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS DESCRIPTIVAS DE TERRORES NOCTURNOS, ASÍ QUE LEER CON MODERACIÓN O SALTARSELO SI CONSIDERAN QUE ES NECESARIO.
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ʀᴏᴄᴋ ʀᴏꜱᴇ
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━━━28 de Agosto
APARENTEMENTE, TODO COMENZÓ A MEJORAR DESPUÉS DE ESO.
Las cosas de Lee ya no estaban, y su cama estaba vacía a la espera de alguien nuevo. Aunque la verdad es que nadie lo decía, pero todos esperábamos que no llegara alguien nuevo todavía que fuera a ocuparla. Aún era demasiado pronto.
Pero sabíamos que probablemente no sería así. Era una esperanza en vano.
Pronto el campamento se organizó para las actividades anuales. Era la primera vez que empezaría el año académico en el mundo mortal y yo permanecería aquí.
Claro que "aparentemente" era la palabra clave.
El paisaje a mi alrededor era una extensa llanura de hierbas gris y estalagmitas caídas. Todo era tan silencioso y deprimente que solo estar aquí parada me generaba una desazón que me devoraba. No entendía qué estaba pasando, ni dónde estaba o por qué.
Había estado en la batalla en el campamento, me habían golpeado y ahora...
«Ah...es eso» pensé comprendiendo. «He muerto».
Miré a mi alrededor, desesperada por encontrar a alguien conocido, pero no había nadie. Todas las almas que deambulaban perdidas a mi alrededor tenían los ojos vacíos, como si hubieran perdido todo rastro de conciencia. Parecían máquinas y no la esencia de lo que una vez fueron personas.
Continué caminando entre ellas, sintiendo el peso de la desesperanza aplastando mi espíritu. Cada paso que daba parecía hundirme más en la tristeza y la frialdad que envolvían aquel lugar.
De repente, un susurro siniestro emergió de las sombras. Un eco malévolo llenó el aire, susurrando palabras indescifrables que resonaron en lo más profundo de mi ser. El sonido retorcido y perturbador hizo que se me erizara la piel y un escalofrío recorriera mi columna vertebral.
Las sombras se retorcieron y se convirtieron en figuras distorsionadas. Eran criaturas deformes y retorcidas, con ojos inyectados en sangre y sonrisas perversas. Susurros amenazantes llenaron el aire, envolviéndome en un aura de miedo y angustia. Me sentí atrapada en medio de aquellos seres infernales, sin poder escapar de su influencia.
Las figuras se acercaron sigilosamente, acechándome como si fuera su presa más preciada. Mi instinto de supervivencia gritaba que huyera, pero mis pies se negaron a moverse. Una parálisis de terror me envolvió, inmovilizando cada músculo de mi cuerpo. Era como si estuviera atrapada en un tormento eterno, en el corazón mismo de la pesadilla más espantosa. Lágrimas desesperadas brotaron de mis ojos, mezclándose con los sollozos ahogados que se perdían en la vastedad sombría del inframundo. Sentí que mi corazón se partía en pedazos mientras el terror y la pena se entrelazaban en un abrazo asfixiante. La desesperación se convirtió en mi única compañera, envolviéndome como una mortaja.
Me derrumbé de rodillas en el suelo, cerrando los ojos con fuerza y tapando mis oídos en un intento desesperado de bloquear aquel horror incesante. Grité entre sollozos, luchando por escapar de aquel lugar infernal.
—¡Basta, no quiero estar aquí! —mi voz resonó con un tono desgarrador, cargado de terror y pena. Pero las sombras solo se burlaron de mí, riéndose con risas crueles y penetrantes que perforaron mi alma.
—¡Buenos días! —La voz de Silena me indicó que ya era la hora de levantarse.
De todas maneras, no había dormido nada. Había tenido pesadillas la mitad de la noche. Había tenido varias pesadillas desde hace días, cinco para ser más exacta del tiempo que llevaba sin poder dormir bien.
Me senté en la cama y bostecé, luchando contra un agotamiento abrumador. El deseo de quedarme allí e intentar dormir un poco más era abrumador, aunque sabía que no serviría de nada porque volvería a soñar horrible. Ya casi ni me esforzaba en intentar dormir.
—Wow, mira esa cara de zombie —dijo Drew desde su propia cama—. Cariño, deberías ponerte una bolsa de papel, así vas a arruinarnos el desayuno.
Ella siempre tan agradable para dar los buenos días.
Me froté los ojos y me estiré, tratando de ignorar la punzada de dolor que tenía en las sienes y el puente de la nariz. La voz chillona de Drew se sentía como un martillo contra mi cabeza.
—Vete a la mierda, Drew —respondí con voz adormilada, sintiendo cómo la irritación se apoderaba de mí—. No he dormido bien.
Silena se acercó a mí y me puso una mano reconfortante en mi hombro.
—Lo siento, cariño. Sé que ha sido difícil para todos nosotros. Pero hoy es un nuevo día y tenemos que seguir adelante. En unos días empiezan las actividades anuales del campamento, eso nos ayudará a distraernos un poco.
Contuve las ganas enormes de apartarme de ella, no quería que me tratara con compasión. Me sentía tan enojada que era difícil aceptar cualquier tipo de consuelo en ese momento, pero no quería tener que lidiar con sus ojos llenos de lágrimas como hace dos días cuando le grité que me dejara en paz, me hizo sentir tan culpable que prefería evitar una repetición de esa escena.
Así que me mordí el labio tan fuerte conteniendo una respuesta mordaz hasta que sentí el sabor metálico de la sangre.
—¿Y cómo es ese tema de las actividades anuales? —pregunté sintiendo un ligero mareo que decidí ignorar.
—Bueno, por las mañanas tenemos entrenamiento, igual que en verano —respondió Mitchell—. Y por las tardes, después del almuerzo, Quirón nos da clases mortales, ya sabes, escuela en casa y eso.
Asentí lentamente, luchando por procesar la información mientras el mareo persistía. Mi mente se encontraba nublada y la falta de sueño dificultaba mi capacidad de concentración. La idea de tener clases mortales impartidas por Quirón se presentaba como un alivio después de años de tener que adaptarme a las clases típicas de las escuelas, que siempre terminaban con mi expulsión.
Al menos aquí, Quirón no me haría sentir una estúpida inepta y problemática.
Me puse de pie, sintiendo una pronunciada debilidad en las piernas. Me sentía tan cansada y débil, que cada movimiento requería un esfuerzo adicional. A pesar de ello, me negué a rendirme. Con cada paso, me sentía agitada, los temblores recorrían mi cuerpo y me estaba costando bastante enfocar la visión. Aunque todo en mí clamaba por descansar, me obligué a seguir adelante.
—¡Bueno, a ver todos! —grito Silena parándose en medio de la cabaña con una carpeta rosa pastel y una lapicera de peluche. Quería gritarle que cerrara la boca porque me dolía la cabeza—. Tenemos una hora antes del desayuno, los chicos tienen la primera media hora de baño, las chicas comiencen a acomodar la habitación, luego rotamos. ¡Vamos, no tenemos toda la mañana!
Normalmente en verano, las chicas hacíamos dos grupos para turnarnos por el baño en sesiones de veinte minutos. Ahora apenas llegábamos a los nueve en total, y como los chicos solo eran tres, ellos irían primero.
Otra ventaja: menos campistas, más tiempo en el baño.
Me esforcé por ponerme en marcha, moviéndome con cierta somnolencia. Mientras los chicos se dirigían al baño, nosotras, las chicas, nos embarcamos en la tarea de organizar la habitación. Aunque las camas estaban desordenadas y había objetos esparcidos por todas partes, terminamos todo bastante rápido.
Todo empañado por las quejas de Drew. Todo le molestaba, todo le era desagradable, era una caprichosa insoportable y estaba haciendo que me sintiera tan tentada de meterle un zapato en la boca.
Por supuesto, esa era la desventaja de quedarme, tener que soportar a Drew todo el año. Por los calzones de Zeus, a esa chica no la debía aguantar ni en su casa.
Después de terminar en la habitación, nos turnamos para el baño. El agua caliente de la ducha era revitalizante, y sentí cómo el cansancio comenzaba a disiparse.
Una vez que todos estábamos listos y vestidos, nos reunimos para ir al comedor.
Desde la mesa de Afrodita miré las demás cabañas. La de Hermes, como siempre incluso en esta época, era la más llena, debían haber unos veinte campistas. De Hefesto había unos cinco, de Ares seis, de Demeter eran dos, de Atenea cuatro, los dos hijos de Dioniso, de Apolo ocho.
Mientras los observaba, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Las personas a mi alrededor parecían distorsionarse, cambiando a sombras que se retorcían y halagaban...como las de mi sueño.
Me froté los ojos y volví a mirar. Solo campistas.
Mis compañeros de cabaña desayunaban tranquilos, igual que todos, no quería preocuparlos. Los sonidos y voces a mi alrededor se desvanecieron en un murmullo confuso. Observé cómo los platos y utensilios parecían moverse por sí mismos, bailando en una macabra coreografía.
Me retorcí sintiendo mi respiración agitarse, me aferre a mi asiento.
«¿Qué...qué me pasa?».
Los susurros se volvieron más fuertes, convertidos en gruñidos, miré hacia el bosque, teniendo la sensación de que había algo observándonos. Pero no había nada.
Respiré profundamente, tratando de calmarme. Estaba actuando como una tonta, yo...
—¡Muy bien, héroes! —gritó Quirón asustándome. Nadie parecía haber notado mi estado—. ¡Vamos a comenzar las actividades del día!
Todos se pusieron de pie, listos para un nuevo día
No toqué mi desayuno.
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Me removí incómoda en la cama, debían ser las tres de la mañana y ya sabía que era otra noche sin dormir.
Me acababa de despertar de otra pesadilla y tenía ganas de vomitar. Mis mejillas estaban húmedas de tanto llorar, me limpié con la sábana, deseando poder borrar mi miedo de la misma manera.
Me quedé allí, acurrucada en la oscuridad de la habitación, mientras los retazos de la pesadilla seguían atormentándome. Mi corazón latía desbocado, como si intentara escapar de mi pecho y dejar atrás aquel horror que me había invadido durante la noche.
Sentía un nudo en la garganta que me impedía tragar saliva con facilidad. Cerré los ojos con fuerza, tratando de alejar las imágenes perturbadoras que seguían grabadas en mi mente. Pero era inútil, se aferraban a mí como una sombra persistente.
Las figuras se acercaron, acechándome como si fuera su presa. Traté de huir, de alejarme de aquellos horrores, pero mis pies se negaron a moverse. Me sentía paralizada atrapada en un tormento que parecía no tener fin. Las lágrimas brotaron.
El aire era espeso y pesado, como si estuviera impregnado de la esencia misma del sufrimiento. Un cielo carmesí se extendía sobre mí, sin estrellas ni luna, emanando una sensación de eterna condena. Las sombras danzaban a mi alrededor, susurros malignos y gemidos de tortura llenaban mis oídos, arrastrándome hacia la desesperación.
El suelo estaba cubierto de llamas voraces, que emergían de fisuras en la tierra y lamían el aire con su hambre insaciable. Gritos de agonía resonaban desde las profundidades, retumbando en mi pecho y aumentando mi propio temor.
El olor a azufre y la sensación de desesperanza invadieron mi ser. Sentí un nudo en mi garganta y un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
Un grito de horror se me atoró en la garganta al ver mi piel llenándose de pústulas dolorosas. Cada parte de mi cuerpo parecía estar ardiendo en un fuego interno, como si mi propio ser estuviera siendo consumido por la enfermedad y el tormento.
Las llamas voraces a mi alrededor parecían alimentarse de mi angustia, intensificando mi dolor. Los gritos de agonía resonaban en mis oídos, mezclándose con mis propios gemidos de sufrimiento.
Miré al techo de la cabaña, deseando tanto poder dormirme. Pero las sombras que entraban por la ventana, apenas iluminadas por la luz de la luna me paralizaron. Eran formas alargadas, como garras. Y rostros que se formaban en la madera, mirándome fijamente con ojos huecos.
Me tapé con la manta, acurrucándome en posición fetal y sintiendo un nudo en el estómago.
«Es una pesadilla, solo es otra pesadilla, Darlene. No es real» pensé desesperada, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.
El miedo me envolvía como una manta gélida, congelando mi cuerpo y paralizando mis movimientos. Un sollozo escapó de mis labios mientras me aferraba a la última chispa de resistencia que me quedaba.
Mientras el terror me envolvía, me sentía cada vez más aterrada y sola en aquella habitación oscura. Mis manos temblaban y mi respiración se volvía entrecortada, como si el aire mismo estuviera envenenado por el miedo. El silencio de la noche se rompía únicamente por los latidos frenéticos de mi corazón y mis sollozos ahogados.
Los minutos parecían eternidades, y yo solo quería estar en casa para poder meterme en la cama con mi madre, como cuando era pequeña. Anhelaba esa sensación de seguridad y cariño que solo ella podía brindarme.
Mis dedos se cerraron con fuerza alrededor del borde de la manta, buscando cualquier rastro de consuelo.
En algún momento volví a quedarme dormida, por supuesto, con más pesadillas asaltándome el resto de la noche.
Por la mañana, cuando todos se despertaron para seguir con la habitual rutina, me senté en mi cama observando como me temblaban las manos y mis dedos parecían enroscarse como si fueran gusanos.
Ignorándolo, y también las ganas de vomitar, me dirigí al baño arrastrando los pies. Al mirarme al espejo, mi reflejo me devolvió una imagen de ojos cansados y ojeras pronunciadas.
No me veía así desde que comencé a tener visiones, y aun así, ahora me veía mucho peor. Mis mejillas estaban pálidas, sin vida. Me traté de peinar un poco y mojarme la cara, intentaría tapar todo con maquillaje, pero sabía que no sería suficiente.
Tomé un vaso de agua del grifo y lo bebí lentamente, tratando de calmar mi garganta seca. Cerré los ojos por un momento, respirando profundamente y tratando de alejar las imágenes terroríficas que me habían acosado durante la noche.
Me fui de allí cuando la imagen del reflejó pasó a reflejar fantasmas tras mi espalda.
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Esa noche mis sueños fueron un poco más...productivos.
Se podría decir que empezó tranquilo. Estaba en un campo vasto, lleno de colores vibrantes y fragancias embriagadoras. Los rayos del sol se filtran entre las nubes, bañando el paisaje en una luz suave y cálida. Mis pies descalzos se hunden en la tierra suave y fresca, mientras levanto la vista para contemplar la belleza que me rodea.
No sabía qué flores eran pero se extendían en todas direcciones, formando un manto multicolor que se balancea suavemente con la brisa. Sus pétalos delicados y sedosos capturaban la luz, creando destellos brillantes que hacían que el campo pareciera estar lleno de estrellas en la tierra. Cerré los ojos y respiré profundamente, inhalando el aroma embriagador de las flores, una mezcla celestial de dulzura y frescura.
Era lo más bonito que había soñado en semanas, pero no era tonta, esto no era un sueño cualquiera. Mis sentidos de semidiosa estaban en alerta más que en otros sueños.
Y no me equivocaba, porque las flores se secaron hasta desaparecer.
Entonces me encontré de pie en una cueva sombría y húmeda, con el aire denso y el olor a tierra mojada impregnado en el ambiente, envuelta en una atmósfera cargada de misterio y temor.
Un escalofrío me recorrió la columna vertebral mientras inspeccionaba mi entorno, tenía la sensación de no estar sola, como si algo peligroso y oscuro acechara de las profundidades de las sombras. Miré a mi alrededor, buscando alguna señal de vida, pero no, solo el eco lejano de mis propios latidos, resonándome en los oídos como un recordatorio de mi inquietud.
De repente, una voz resonante y misteriosa llenó la cueva, susurros cargados de sabiduría antigua.
Mis ojos se abrieron de par en par, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho al darme cuenta de la inesperada presencia de tres mujeres ancianas que estaban sentadas en un oscuro rincón. Hacía unos segundos estaba sola, y ahora estaban ahí, hilando hilos dorados.
La sangre se me heló al darme cuenta que estaba en presencia de las Moiras.
—Bienvenida, hija del amor —susurraron las voces en coro, enviando escalofríos por mi espalda—. Hace mucho queríamos conocerte en persona.
—¿Por qué me han convocado aquí, mis señoras? —pregunté con la voz temblorosa—. ¿Qué desean de mí?
—Hemos visto tu llegada a este mundo desde hace muchos siglos atrás —dijo la de la derecha—. Sabíamos que tu presencia tendría el mayor impacto de todos entre los dioses.
—Claro que tus decisiones son difíciles de avistar —agregó la del medio—, no esperamos que tomaras las riendas del destino.
—Sin duda eres única, Darlene Backer —declaró la de la izquierda.
—Hace mucho que no había una vidente, los hijos de Apolo son los que suelen nacer con ese don, aunque muy rara vez —masculló la del medio.
—Las videntes que no tienen nada que ver con su línea son raras, aún más una a la que él mismo le de ese don —expresó la de la izquierda.
—Algo...me comentó —murmuré incómoda.
—Hemos visto tu inquietud, tu miedo a no poder controlar lo que ves —dijo la de la derecha.
Me mordí el labio pensativa.
—¿De eso se trata mis pesadillas? ¿Soy yo misma provocándolas por miedo a mis poderes?
Las Moiras intercambiaron miradas entre ellas antes de que la anciana de la izquierda tomara la palabra nuevamente.
—Tus pesadillas no son meras coincidencias, hija del amor. Son manifestaciones de tus propios temores y de la responsabilidad que recae sobre ti —dijo con voz serena pero cargada de significado—. Tu poder es grande y trascendental, y con él viene una carga pesada.
Las palabras resonaron en el aire, y sentí cómo la realidad de mi situación se hundía en lo más profundo de mi ser. La incertidumbre y el miedo que me habían acechado durante tanto tiempo cobraban sentido.
—¿Qué debo hacer entonces? —pregunté, con un hilo de esperanza en mi voz—. ¿Cómo puedo controlar mis poderes y superar mis miedos?
—Estás tan preocupada por el futuro, que te estás olvidando de vivir el presente. —Miré a la del medio con la boca abierta, no sabía qué responder a sus palabras—. Crees que todo lo importante está por pasar, piensas en lo que podrás hacer, dudando de tí misma sobre si arruinarás todo con las elecciones que tomás ahora.
—Pero has ignorado lo más importante —dijo la de la izquierda—. ¿Qué es el futuro?
—Y-Yo...
—Tiempo, dentro de 60 años.. o dentro de 10 segundos, son la misma cosa, en 60 años o 10 segundos puede pasar cualquier cosa. —La del medio enredó el hilo varias veces y lo soltó—. Todo puede cambiar en un pestañeó, has decidido borrar algunas cosas, pronto se acerca el comienzo de todo.
—Pronto entregarás todo de tí, y no siempre lograrás tu cometido —dijo la de la izquierda—. La muerte te ronda, Darlene Backer, porque has elegido desafiarla.
—Tu mortalidad y la de los que te rodean están a punto de experimentar el trágico destino —murmuró la de la derecha—. Recuerda siempre, lo que cambies puede ser para bien, como puede ser para mal. Si juegas con el destino, podrías arrepentirte.
—También podrías ser feliz —agregó la del medio—, pero siempre habrá consecuencias.
—¿Estás lista para afrontar lo que tu destino tiene preparado? —preguntaron las tres al mismo tiempo que sonreían de una manera que me heló los huesos.
La flor de Rock Rose (también conocida como Heliantemo o Jarilla) es la flor de los que padecen terror paralizante, sufre pesadillas y tienen miedos extremos. Se usa en personas que han sufrido accidentes o shock. Esta flor es la que corresponde al “pánico”, al “terror”.
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