ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ ᴜɴᴏ: ᴘʀɪᴍᴇʀᴏ ᴅᴇ ꜰᴇʙʀᴇʀᴏ.

Todo el mundo se encontraba reunido en las afueras de la gran fábrica de chocolates de Willy Wonka. Y estaba más que claro que, Malorie y Leonardo se encontraban ahí junto con los padres de Charlie Bucket; ellos contemplaban al pequeño y al abuelo que entrarían a la fábrica.

Pues bien, aquel niño con buen corazón era Charlie Bucket y cuando Leonardo tuvo oportunidad, le regalo el boleto al niño, un día antes, provocando que la familia del pequeño estuviese tan agradecida de cumplir este sueño y, además, pese a su condición económica, hayan querido invitar a la pareja a probar una rica sopa, pero los amigos lo rechazaron, no por groseros, sino porqué tenían otros planes.

Los planes malévolos de los mejores amigos eran entrar a la fábrica de chocolates a escondidas con un plan elaborado que había planeado Malorie desde que empezó a investigar sobre la fábrica. Pues bien, para la mente de Malorie, ella creía que el dueño estaría ocupado dando el recorrido y los obreros qué debería tener —aunque no sé sabía de su existencia por qué no eran presentes en el exterior—, estarían laborando. Por ello, ambos serían precavidos y atentos en lo que hicieran dentro de las instalaciones para poder identificar la presencia de la gente.

La pareja miraba atenta el portón de la enorme fabrica, hasta que está se abrió y comenzó la emoción de todos en el lugar. A excepción de Malorie que rodó los ojos disgustada al ver a la gente volverse loca y comenzar a empujarla para tomar fotos.

—Es sólo una simple fábrica —murmuró tratando de controlar a la gente que se aproximaba mucho a ella.

Malorie no entendía la enjundia que tenían por este chocolatero en específico. Sí, ella era consciente de los rumores y lo misterioso que llegó a ser el chocolatero en una época, pero ella seguía sin enamorarse del chocolatero como todos en este lugar. Pues ella seguía manteniendo en su mente que este lugar era como cualquier otra fábrica de chocolates. Era muy seguro que tenían empleados con un pésimo sueldo a comparación de su esfuerzo que realizaban día a día, con la modernidad de otras más empresas como lo son las máquinas y herramientas usadas en su ámbito de trabajo, además de ser rutinaria y con colores muy aburridos. Posiblemente todo adentro sea del mismo color que en el exterior de está, y lo único interesante que podría tener era qué sus dulces los hagan con cosas inadecuadas.

Eso sería un interesante reportaje y sería muy vendido. Por ello, ella quería entrar.

Pueden pasar. —una voz se escuchó en los altavoces del lugar—. Cierren las puertas.

Los niños y los adultos ya estaban dentro de la fábrica y la persona misteriosa seguía dando órdenes por el altavoz. Malorie notó que esté era el momento perfecto de ejecutar su plan y quiso tomar a su amigo para retirarse, pero Leonardo aún quería seguir contemplando el espectáculo y Malorie optó por obedecer a la petición silenciosa de su acompañante y espero a que los invitados entraran a la fábrica.

Y, exactamente en ese momento la puerta principal de la fábrica fue abierta, dejando ver un escenario colorido de muñecos de cera moviéndose de forma divertida al ritmo de la música extraña que se oía de fondo. El público se dividió en miradas extrañadas, y sólo el par de amigos destacaban ante sus carcajadas intensas.

Era cierto que la canción no era mala —incluso llegaba a ser pegadiza—, pero lo que más causaba gracia y confusión fue que el hombre se tomará el tiempo para crear su propia canción, e incluso hacer su propio show con títeres. Podría considerarse lo más turbio que las personas hayan visto en su vida. Y eso aseguraba cada vez más la excéntrica personalidad del chocolatero.

Poco a poco la melodía se volvió escalofriante, pues los títeres comenzaron a incendiarse, provocando que Leonardo quisiera retirarse de allí ante tal visión perturbadora.

—Hay que irnos —susurró de forma melancólica y Malorie asintió tratando de atravesar a la gente para dirigirse a la parte trasera de la fábrica.

Entre ambas cabezas, Malorie sólo pensaba y rezaba a Dios el poder salir bien y no ser descubierta mientras que Leonardo sólo iba como un zombie rezando no equivocarse en esto, es más, quizá era lo mejor, pues ante tal show, ya no tenía tanta fe en lo que le decía su abuelo del chocolatero. Ambos tenían diversos pensamientos, pero los dos tenían la enorme necesidad de entrar al lugar.

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—Cuidado, Malette —susurró Leonardo.

—No me llames así —murmuró Malorie con nervios al ver la altura en qué tenía que tirarse—. Es por mi reportaje —dijo cerrando los ojos para después tirarse.

La mujer cayó al suelo directamente acostada y Leonardo se acercó a ella asustado y comenzando a levantarla.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado el hombre y la mujer asintió sin evitar su mirada de dolor, pero a pesar de su mala caída, tenía que seguir adelante.

Entonces, la mujer miró el lugar con una sonrisa sin creer que por fin estaba adentro. Pese a que su plan era muy sencillo, lo había logrado; todo constaba en ir a la parte trasera de la fábrica y escalar el muro que había, para después escalar la pared del edificio hasta llegar a las ventanas y tirarse en una de ellas —con ayuda del equipo de escalar de Leonardo—. Podría ser un plan de niños pequeños, pero había funcionado y Malorie era feliz con ello. Y cuándo la gente preguntará sobre cómo habían logrado llegar hasta ahí, la mujer respondería que fue gracias al valor, la rapidez, el camuflaje y la agilidad que tenían.

—¿Estás segura, Malette? —volvió a cuestionar el asiático y Malorie lo miró molesta, a lo cual, él sonrió—. Malorie Anette, ¿estás segura que te encuentras bien? —volvió a preguntar de forma divertida provocando que la mujer sacará una carcajada.

—Sí, eso creo —murmuró ella alejándose un poco de él—. Rápido, necesitamos colocar cámaras por el lugar para tener bien vigiladas todas las zonas y poder descubrir los secretos de Willy Wonka —ordenó viendo el lugar con una gran sonrisa. Hasta que está se borró, pues fue entonces que la mujer reaccionó que no habían activado ninguna alarma y eso la hacía dudar un poco, pero tenía que seguir con el plan.

Malorie sacó de su mochila una bolsa llena de cámaras y fue entonces que ella volteó a ver a su amigo esperando qué la ayudará, pero este no lo hizo, y seguía ahí parado viéndola solamente.

—Vamos, Leonardo, no tenemos todo el tiempo del mundo. —lo comenzó a presionar sacando una cámara de su mochila para checar sí está estaba bien para poder colocarla en el pasillo.

—No voy a hacerlo —dijo Leonardo y ella fijó su vista a él—. Mi abuelo me habló del señor Wonka y él realmente no se lo merece. Además, no quiero qué entré en depresión de nuevo al darse cuenta de esto, y abandoné la idea de seguir creando sus chocolates —susurró mirándola con súplica.

Pese a que el hombre anteriormente se había decepcionado del chocolatero, el estar en la fábrica lo invadió de un sentimiento de culpa de estar ahí presente y se arrepentía de su buen corazón y de no saber decir que no; como también el estar tan enamorado de Malorie que no sabía que hacer para que ella se fijara en él. Ahora, él ya estaba allí y ya no quería seguir con todo esto. Pero Malorie estaba tan segura que tenía miedo el asiático.

—No están tan ricas sus golosinas —murmuró entonces la mujer volviendo su atención a las cámaras y él se las quitó de inmediato—. ¡Hey!

—¿Por qué odias el chocolate? —preguntó enojado—. Si pruebas estás delicias y crees en todo lo que dicen de ese hombre, no quisieras arruinarlo. Willy Wonka es increíble —mencionó Leonardo viendo a su amiga con súplica, mientras ella sólo suspiró.

—Mi familia —susurró—. Así cómo tú eres unido a tu familia, yo estoy lejos de la mía, pero esto es por...

Pese a los años de amistad de ambos, Malorie nunca había compartido de su vida con el asiático y antes de poder abrirse ante él, un pequeño ruido se oyó alertando a la pareja al temer que hayan sido descubiertos. Sin embargo, sólo estuvo ese ruido y ya nada más paso. Nadie se acercó y quizá no había sido nada....

—Posiblemente sean ratas —dijo Leonardo colocando una mano en el hombro de la mujer para apretarlo y ella rio ante ese comentario—. ¿Qué me decías...?

Y quizá esa era la señal para seguir en anonimato con su vida, así que Malorie sólo negó y le indicó al hombre que era mejor seguir. Pese a que eso no lo hacía sentir cómodo al asiático, no supo rechazar a la castaña y comenzó a ejecutar el plan de instalar cámaras pequeñas en diversas partes junto con la mujer.

Ambos continuaron recorriendo la fábrica hasta llegar a un pasillo azul con puertas grandes colocadas cada cierto tiempo y con nombres arriba de ellas especificando de qué trataba cada lugar. Era cierto que tenían miedo los dos, ya que quizá se toparían a un obrero, a los niños, al chocolatero o quizá una cámara de vigilancia ya los había grabado, ya que la sensación de ser seguidos era una que dominaba tanto a la pareja que tenían miedo.

Pero, ¿qué tanta probabilidad había que estuvieran unos pequeños hombres siguiéndolos como sombras?

En lo dulce de la vida, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

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