ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ ᴛʀᴇꜱ: ʟᴏꜱ ᴇꜱᴘÍᴀꜱ.

—No lo repetiré de nuevo, ¿qué hacen en mi fábrica? —cuestionó una vez más el chocolatero, cambiando su rostro a uno sombrío—. ¡¿Vienen a robar mis nuevas fórmulas secretas?! —preguntó casi gritando el pálido hombre.

Malorie y Leonardo los miraron consternados, sin entender porque reaccionaba así.

—Por supuesto qué no, señor Wonka. Mi abuelo trabajo aquí, y yo soy un gran admirador suyo y de sus creaciones —aclaró Leonardo de inmediato—. Le aseguró que yo no haría nada para traicionarlo de esa forma. En serio, me odiaría a mí mismo sí lo hiciera. —trató de justificarse el asiático con las lágrimas a punto de salir de su rostro. Pero Wonka parecía no creerle, así que, sólo rodó los ojos y miró al asiático de forma incrédula.

El chocolatero no tenía razones para creer lo que decía la pareja; o eso creía Malorie, ya que Willy no era un idiota y ante años de experiencias con espías tenía la mejor protección del mundo, pero no admitiría en el momento la razón por la cual ahora la pareja había logrado violar aquella seguridad. Por ende, el chocolatero sólo quería ver cómo reaccionaba la pareja y se sorprendió mucho cuando la mujer alzó la voz.

—Sí, a eso veníamos —confesó—. Estamos aquí para saber más de su fábrica. Es el único propósito que teníamos —aclaró mirándolo directamente a los ojos del hombre, y este le sonrió.

Pues, aunque lo había sorprendido, a la vez se sentía satisfecho de la sinceridad de la mujer y eso le había atraído un poco. Mientras que Leonardo seguía cabizbajo y con lágrimas en los ojos, Malorie miraba de manera retadora al chocolatero y Willy... se encontró perdido en sus pensamientos, perdido en los recuerdos de hace unos días, cuando decidió dejar sin seguridad su fábrica en este día, para conocer a ese par de amigos que venía muy a menudo al portón de su negocio. Por otro lado, los niños y los padres estaban inquietos, ya que ellos sólo esperaban que, Willy llamara a la policía por invasión de propiedad ajena, pero eso no pasaría ahora, pues Wonka había creado un cuarto especial para esté día. Y cuando por fin el pálido hombre salió de su ensoñamiento, miró a uno de sus oompa loompa y habló.

—Quiero qué lleven a los espías al cuarto oscuro, de inmediato —ordenó casi gritando, mientras levantaba la mirada.

Los hombrecillos se acercaron a la pareja; uno sujetó a Malorie y otro a Leonardo, mientras el sobrante iba guiando. Esto era un poco patético, ya que con una patada podías deshacerte del oompa loompa. Pero la pareja era buena y obedecieron indicaciones, mientras Wonka prosiguió con su recorrido.

—Síganme, sin el bote tendremos qué caminar un poco más deprisa —mencionó el chocolatero comenzado a caminar en diferente dirección—. Todavía falta mucho qué ver. Y esperemos no encontrarnos otra vez con sorpresas inesperadas de este tipo —recalcó el hombre.

Los niños y los adultos comenzaron a caminar detrás de él, a excepción de Charlie Bucket qué no dejaba de mirar a la pareja, un poco decepcionado de qué hicieran esto. 

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El lugar no era llamado cuarto oscuro por nada. Literalmente era un cuarto oscuro, porque no se miraba absolutamente nada y provocaba que se sintiera que el tiempo no existía.

Malorie caminaba por el lugar con las manos enfrente de ella y con pasos pequeños, tratando de llegar a la pared para poder recargarse en está y descansar. La mujer tragó saliva nerviosa, hasta sentir la pared en sus manos y lograr su cometido. Ella se sentó en el suelo abrazando sus piernas con tristeza. Era cierto que la mujer se sentía muy sola, a pesar que Leonardo estaba con ella, él no le hablaba y la hacía sentir peor.

Malorie tenía una serie de pensamientos, y en una de ellas, se le ocurrió que, ante la oscuridad del lugar, podían sacar provecho y que cuando abrieran la puerta del lugar, podían atacar de sorpresa y huir; y eso era una excelente idea.

—Leonardo, ¿sigues conmigo? —preguntó en medio de la oscuridad, esperando que este contestara.

Silencio. No había más que los sonidos de nuestras respiraciones.

—¿Leonardo?

—Sí.

Malorie suspiró y se acomodó en su lugar alegre.

—Ya sé qué hacer para escapar —confesó la mujer con una sonrisa—. Primero qué nada...

Una carcajada se escuchó en el lugar; una carcajada qué resonó en la habitación.

행운을 빈다 (buena suerte) —susurró Leonardo y bufó indignada la mujer; ya que ella no hablaba coreano y odiaba que le hablara a ella de esa manera.

El silencio volvió a invadir la habitación, hasta que Leonardo decidió romperlo después de varios minutos sin decir nada.

—Era mi sueño conocer a este hombre y hablar con él de sus magníficos dulces. Pero ahora soy un espía y un sin vergüenza ante sus ojos —comenzó a decir a Leonardo, con la decepción reflejada en su voz—. Posiblemente nos lleven a prisión por irrumpir propiedad ajena y mi abuelo me verá en esta situación tan penosa. —volvió a decir con melancolía—. Pero no importa, no pienso huir, posiblemente esto empeore mi reputación ante Wonka.

Malorie le causaba gracia aquello, pero soporto la risa. A eso se referían las personas al decir que Malorie era una persona mala que no sabía hacer amigos, y en ocasiones se contenía con Leonardo, para no perder a alguien que amaba

—Tal vez no lo entiendas, pero desde pequeño quería entrar a esta fábrica. Era un sueño y cada que podía me paraba frente a la fábrica para contemplar su belleza, como lo suele hacer el pequeño Bucket. Por ello, le di el boleto. —siguió diciendo el asiático—. Finalmente estoy dentro de la fábrica y no pude descubrir más del lugar porqué soy un prisionero de está —aclaró con fastidio y odio.

Malorie sonrió con tristeza entendiendo las palabras de Leonardo y entendiendo lo que sentía. Por ende, suspiro y cerró los ojos agobiada, recordando de un tema que la perseguía todos los días de su vida. Aquel tema que era muy delicado para ella y le dolía repetir y recordar cada día de su vida.

—Mi familia... —comenzó a decir la mujer de manera nerviosa—. Mi familia disfrutaba mucho el chocolate, yo también lo hacía, pero mi padre lo atesoraba —mencionó relamiendo sus labios tratando de calmar las lágrimas—. Para él era lo más delicioso del mundo. Él podría comerlo todo el día y no se cansaba de este dulce y de su olor, ya que él ya estaba tan impregnado del chocolate. —siguió relatando resistiendo las lágrimas—. Como todo en el mundo, él un día murió. Nunca supe la razón exacta del porqué, ya que yo era muy pequeña, pero sí era demasiado cercana a él y me dolió tanto su pérdida —dijo y cerró los ojos—. El chocolate me recuerda a mi padre y por eso lo odio. Mi familia nunca dejó de probarlo y por eso me fui de casa —confesó limpiando las lágrimas que acababan de salir con sus manos, hasta que alguien le ofreció un pañuelo y ella lo tomó para limpiarse sus lágrimas—. El chocolate me recuerda a lo que más amé y por eso me alejo de él —susurró sintiendo una diminuta mano en su espalda acariciándola.

Un gritó salió de sus labios y se paró de inmediato alejándose de ahí, hasta qué chocó con el cuerpo de Leonardo.

—Tranquila, Malette —susurró Leonardo para después abrazarla—. Lo siento tanto por lo de tu padre, realmente yo no sabía nada.

Ambos se abrazaron y Malorie no paró de llorar; la puerta de la habitación se abrió y dos hombrecillos habían salido. Por ello ella había sentido una mano tocarla y darle un pañuelo; habían sido observados todo este tiempo, pues Willy no era para nada estúpido.

Malorie limpió sus mejillas cuando las luces fueron encendidas; la mujer observó el pañuelo que tenía en sus manos, observando que estaba completamente blanco y sólo había una "W" en la esquina derecha; en el cuarto que estaban todo era completamente azul y no había nada en el lugar. Estaban solos ahora.

En lo dulce de la vida, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

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