스타 샤워
Era una noche tranquila en un pintoresco vecindario. Las luces de las casas titilaban suavemente, y el aire fresco de otoño traía consigo el aroma de las hojas caídas. Abajo, en el jardín trasero de una de esas casas, Abigail se encontraba tumbada sobre una manta, mirando hacia el cielo estrellado. Desde muy pequeña, había sentido una fascinación especial por las estrellas. Era su refugio, su escape de la rutina diaria y del bullicio del mundo que la rodeaba.
Con un cuaderno en mano, Abigail anotaba cada estrella que identificaba. Su favorito era Orión, con su distintivo cinturón de tres estrellas brillantes. Había aprendido a buscar constelaciones y a soñar despierta sobre el vasto universo que parecía extenderse sin fin. En ese momento, cerró los ojos y susurró en voz baja:
— Estrella brillante, si me escuchas, deseo encontrar el amor verdadero.
Mientras tanto, a unos pocos metros de distancia, en una habitación decorada con posters de galaxias y telescopios, Jungkook se encontraba en la misma sintonía. Su pasión por la astronomía había sido heredada de su abuelo, quien solía llevarlo a acampar para observar las estrellas. Con su telescopio apuntando hacia el cielo, Jungkook se perdió en la inmensidad de la noche. Junto a él, un libro lleno de notas sobre las estrellas y sus significados. Miró hacia arriba y, sintiendo el impulso del momento, también él elevó su voz al universo:
— Estrella fugaz, deseo que me ayudes a encontrar el amor en este vasto mundo.
Ambos, sin saberlo, habían pedido lo mismo a la misma estrella, una que se destacaba en el cielo, como si estuviera escuchando sus anhelos.
Al día siguiente, la noticia de una lluvia de estrellas se esparció por el vecindario. El evento prometía ser espectacular, y todos los residentes de aquel vecindario estaban emocionados. Abigail, con su espíritu aventurero, comenzó a hacer los preparativos. Preparó una canasta con bocadillos, se puso su chaqueta favorita y salió de casa con el corazón palpitante. La idea de ver la lluvia de estrellas la llenaba de una energía inexplicable.
Por otro lado, Jungkook estaba igualmente emocionado. Había decidido llevar su telescopio para poder observar más de cerca el fenómeno celestial. Se preparó con entusiasmo, sin saber que su destino estaba a punto de cruzarse con el de Abigail.
La gran plaza del vecindario estaba decorada con luces y había una atmósfera de festividad en el aire. Familias, amigos y parejas se reunían, todos mirando hacia el cielo con la esperanza de presenciar el espectáculo. Abigail se acomodó en una manta en el césped, mientras que Jungkook, más cerca del escenario, ajustaba su telescopio.
Mientras la noche avanzaba, ambos observaban el cielo, cada uno sumido en sus pensamientos. La plaza se llenó de susurros de asombro cuando las primeras estrellas comenzaron a caer, dejando estelas brillantes a su paso. Era un espectáculo que dejaba a todos sin aliento.
Abigail, con los ojos bien abiertos, no podía apartar la vista del cielo. Cada estrella que caía parecía llevar consigo un poco de la magia que había deseado. En medio de su asombro, sintió una extraña conexión, como si alguien la estuviera mirando. Se giró y, por un breve instante, su mirada se encontró con la de Jungkook.
Él, sintiendo la misma atracción, sonrió. Había algo en la mirada de Abigail que lo cautivó de inmediato. Sin embargo, ambos se sintieron inseguros y volvieron a mirar hacia el cielo. Pero la chispa ya estaba encendida.
Los minutos pasaban y la lluvia de estrellas se intensificaba. Las risas, los gritos de alegría y la música en el fondo creaban una atmósfera mágica. Abigail decidió que debía acercarse a Jungkook, quien parecía tan inmerso en su observación. Con un poco de nerviosismo pero también con valentía, se acercó a él.
— Hola — dijo, con una sonrisa tímida — ¿Te importa si me siento aquí?
Jungkook, sorprendido pero encantado, asintió rápidamente.
— Claro, por favor. Estoy tratando de observar la lluvia de estrellas, pero parece que me he distraído un poco —respondió, sintiendo que sus palabras no eran suficientes para expresar lo que sentía.
Mientras se sentaban juntos, la conversación fluyó de manera natural. Hablaban de sus pasiones, sus sueños y, por supuesto, de las estrellas. Ambos compartieron anécdotas sobre cómo habían descubierto su amor por la astronomía y la magia que sentían al mirar hacia el cielo.
— Es curioso, ¿no? — dijo Abigail — A veces siento que las estrellas tienen una forma de guiarnos hacia lo que realmente deseamos.
— Exacto — respondió Jungkook — Es como si tuviéramos un hilo invisible que nos conecta con el universo.
A medida que continuaban hablando, la conexión entre ellos se volvía más profunda. Las risas se mezclaban con los susurros del viento, y cada estrella que caía parecía celebrar su encuentro. Sin darse cuenta, el tiempo pasó volando, y el espectáculo de luces en el cielo se convirtió en un telón de fondo para su incipiente relación.
Cuando la lluvia de estrellas comenzó a disminuir, Abigail sintió una punzada de tristeza. No quería que esa noche terminara. Miró a Jungkook, quien también parecía pensativo.
— ¿Te gustaría volver a ver las estrellas juntos alguna vez? — preguntó, sintiendo que su corazón latía más rápido.
— Me encantaría — respondió Jungkook, sintiendo que había encontrado en Abigail una compañera con quien compartir su pasión.
Mientras la plaza comenzaba a vaciarse y las luces se apagaban, ambos intercambiaron números de teléfono, prometiendo mantenerse en contacto. Se despidieron con una sonrisa que decía más que mil palabras.
Al llegar a casa, Abigail no podía dejar de pensar en Jungkook. La conexión que habían sentido era innegable, y se preguntaba si realmente era posible que la estrella que ambos habían deseado les hubiera guiado el uno hacia el otro. Esa noche, mientras se acomodaba en su cama, miró por la ventana hacia el cielo, donde las estrellas brillaban con intensidad.
— Gracias — susurró al universo — Gracias por esta lluvia de estrellas.
Jungkook, en su habitación, se sentía de igual manera. Había encontrado a alguien que compartía su amor por las estrellas y, quizás, por el amor también. Se recostó en su cama y, mirando al techo, pensó en cómo un simple deseo había cambiado su vida en una sola noche.
Los días pasaron, y cada uno de ellos compartía mensajes y risas. Sus encuentros se volvieron más frecuentes, y cada vez que se miraban, había una chispa que iluminaba sus corazones. Descubrieron juntos más sobre el cielo, las constelaciones, y cada vez se sentían más conectados, no solo por su amor por las estrellas, sino por la conexión especial que habían forjado.
La lluvia de estrellas no solo había sido un espectáculo en el cielo, sino el inicio de una hermosa historia de amor entre dos almas destinadas a encontrarse. Y así, bajo el mismo cielo estrellado que los había unido, continuaron soñando, deseando y amando, con la promesa de que siempre habría más estrellas que desearan por ellos.
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