2》Sacrificio
—Quiero estar sola.
La chica de cabello morado de unos aproximados 9 años se abraza a si misma, aquella noche se sentía tan débil, triste.
Su voz habían sonado de cierta manera casi controladora, pero al no ser contestada por aquella sombra que la observaba, no había dado efecto de control mental, rindiendose a usarlo.
La silueta que la observaba desde la lejanía tan solo se acercó a ella y la cubrió con una abrazo fuerte, mientras Panambi flaqueó su seguridad, correspondido el abrazo.
—Ché Nambi, tranquila ya estoy aquí para ti, ¿si?
Esa voz era la de una niña de cabello negros, tez palida, junto a acento argentino mientras abrazaba a la chica de cabello exótico. Hace poquito habían llegado a aquel pueblecillo paraguayo, su padre habían encontrado trabajo en aquel país, por ende, justamente ese mes se cumplía dos del hecho.
El ambiente parecía bastante fresco pero ambas niñas estaban a las fueras de sus casas. Esa niña que reconfortaba a Panambi como si fuera una mayor, era la primer amiga que habían podido conocer con su madre Itaete.
—N-nada está bi-bien...snif...
Tartamudeó Panambi mordiendose el labio inferior de la sensación tan desolada. Sorbiendose la nariz, enojada con lo que estaba pasando. Pero la pelinegra tan solo se dedicó a escucharla, mientras le acariciaba aquellas hebras enruladas de la melena morada.
—Po-porque...¿por qué tenía que irse tan pronto? Ela... N-no se como creceré, la extraño... y ni ha pa-pasado años des-desde que... se fue.
Ela hace una ligera mueca, no sabiendo muy bien como calmarla, aunque ella misma sabía que el dolor de la marcha de un ser querido no se podía olvidar, ni dejar de nombrar solo se debía seguir viviendo con esa perdida aunque doliera. Ela lo había sentido cuando su abuela y unica mujer en la familia no la miraba como un bicho mas. Comprendía en parte el luto del cual estaba sintiendo en ese momento la chica morada.
—A veces... Las mejores personas se van al cielo para cuidarnos mejor desde allí.
—P-pero...
—Sacadlo todo querida, guardarse las cosas para ti misma estando yo, es cruel.
Panambi en un puchero tembloroso, miro al cielo, mas no lloró, no se permitía hacerlo.
[...]
Aquella tarde había sido el entierro en la Recolecta de Fernando de la Mora. Todos sus tíos estaban moqueando, hipeando y despidiendo a su madre con flores violaceas.
Su padre se encontraba mas destruido, pero parecía ido, y ella lo comprendía. Su madre no era tan tristonga, a veces era negativa con su pasado pero siempre que la lograban hacer reír, era la miss sonrisas capaz de contagiar un granito de bromas a toda la familia.
Esa era la parte que habían heredado de ella. Y aquella sonrisa pura con aquellos ojos que nunca olvidaría.
Su madre había fallecido por alguna gen maligno que crecía en ella y no podía ser erradicado porque iba creciendo en su corazón, la cirugía era muy costosa e Itaete tan solo deseó estar sus ultimos tiempos a lado de su familia, hija y marido.
Con tan solo 32 años, se habían marchado a un mejor mundo, aunque Itaete lo sabía, sabía que mucho no duraría después de haber tenido pesadillas dolorosas, vómitos incesantes y mareos crónicos.
Shinsou pensaba que podría estar embarazada de nuevo, pero al consultar, su vida cayó en picada. Sin embargo, aunque la vida de su amada iba convirtiéndose en un zombie, ella seguía regalando alegrías. Abrazandolos con todas sus fuerzas, prometiendo nunca olvidarse de ellos.
Estaba deteriorada pero seguía animándolos a ser felices, empujándolos hasta un mejor futuro. Itaete sabía que su hija tendría un gran reto en esa vida, siendo la luz de los que iban quedando de la familia.
Pero desde que Aaron cayó enfermo por dengue, ambos parecían haberse puesto de acuerdo, retando a todos en sus últimas por estar actuando como niños, que su madre Yeruti no los querría así. Los hermanos Stroessner estaban avergonzados por actuar así, pero eran los mástiles firmes y centrales de la familia, ¿como evitar no derrumbarse al verlos postrados en cama, viendo como se volvieran uno con el viento?
Panambi veía y admiraba a su madre por la fuerza de voluntad que poseía hasta en sus ultimos momentos, intentando calmar a su padre y demostrando todo el amor verdadero que poseía hacia ella desde que la vio nacer.
Su madre era la mejor heroína del Paraguay, cuidando a los pueblerinos de las malas bromas de |mala visión|, el malhumor del |karaû| que contagiaba su tristeza a una pequeña población interna del Paraguay. Junto con el |Póra|que ya se pasaba de la raya con los sustos.
De alguna manera, el Luisõ se habían ganado el respeto de aquellos seres, para no causar estragos en las pequeñas comunes que los mantengan vivos por generaciones.
Ella admiraba esa carisma, fortaleza, amor y persistencia en demostrar a los demas que para mal que traían desde tradiciones pasadas podían tambien traer cosas buenas si se lo proponían.
—Nam...bi
Una toalla humeda cae por encima de chica de cabello morados, despertandola de aquel recuerdo.
—¿Uh?
—Es hora de irnos.
—...—suspira levemente.
La joven de unos 16 años le ofreció su mano para ayudarla a levantarse, ambas poseían ojeras tremendas por haberse desvelado entre haber visto una serie en netflix hasta las tres de la mañanita.
—Ela, no tengo ganas de ir.
—¿Y ahora porqué?
—No quiero que te vayas.
Una leve sonrisa aparece en la pelinegra al ver como la pelimorada se acercaba a ella, y la abrazaba por la cintura, pasándole tan solo unos centímetros en altura, dejando a Ela siendo la pequeña de la relación íntima en ese momento.
—Ains... Eres demasiado cuqui.(tierna) —dice la castaña juntando ambas frentes en gestos dulce y tímido.
—Tks... Eso siempre lo dices, mi manzanita verde.
—Es que se que esto nos costará, a mi mas que a ti. Pero sabes que para mi siempre serás mi primer y único amor. —la pelinegra le acariciaba el mentón y mejilla delicadamente, como si esa pelimorada estuviera por desaparecer.
—Quisiera poder ir tras de ti. Acompañarte en tus aventuras, pero se que me odiarás si solo me voy por huir...
—Ciertamente. Sabes que aun están tus tios que te necesitan. Panambi Pucca fuiste la novia mas dulce y especial, no creas que no te llamaré desde Argentina. Seguiremos en contacto.
—Realmente...yo no podré dejar de agradecerte todo lo que has hecho en mi. Mi dulce Ela.
La pelimorada con aquel peinado tan punk, roza ambas narices en un gesto de amor.
—Bésame si lo harás. No me dejes con intriga, mujer.
Una sonrisa lasciva se inclina a la mejilla derecha de la pelimorada.
—Uyuyui la señorita, ¿me está acaso ordenando?—se burla con aquellos ojos miel brillando en picardía divertida.
La pelinegra se sonroja, la mira con ganas de matarla, intenta alejarse de ella, molesta. A veces las bromas que le daba su ex novia le mosqueaban sus ganas tan ansiadas de un romance.
La pelimorada se carcajea levemente, estirándola hacia si.
—¿A dónde crees que vas?
—Dejáme en paz, si vas a ser cabrona conmigo.
Espeta enojada, intentando separar, pero de la nada, su cuerpo deja de cooperar.
—Ven aquí, tonta.
Sin poder controlarlo, la pelinegra se acerca odiando con su ser el don de manipulación de la pelimorada pero al sentir el choque de ambos labios, se relajada y endulza por conseguir lo que quería. Volver a saborear aquellos labios que la hacían olvidar sus problemas.
—Que tsundere me has salido, ¿eh?—se burla acariciando el ceño fruncido de la adversa.
Quien se ruboriza, pero se marea un poco al intentar resistirse. Por ende, la pelimorada, sonríe triste. Se habían pasado con su quirk.
—Perdoname, ya puedes irte.
Una vez dicho, la pelinegra toma sus cosas y abandona la habitación para ya no volver más. Marchándose a Argentina, con su madre ya que hace poco habían peleado con su padre y solo la madre la apoyaba, pero eso contaba con irse del país.
Panambi tan solo estaba contenta por ella, porque ultimamente solo la veía discutir y caer llorando en sus brazos. Varias veces habían protegido a su novia en ese tiempo, pero no todo se podía solucionar con el poder del control mental.
Solo por eso, decidió un mejor futuro por ella sacrificando su amor puro por la propia felicidad de esa joven, de Ela que si era feliz, ella tambien lo sería.
Si Ela podía estar lejos de ese hombre que la hacía daño cada vez que la alejaba de su nuevo hermanito por culpa de la madrastra, entonces haría todo lo pudiese con solo apoyarla en una gran decisión.
A pesar que era la primera vez, que se separaban en años. Justamente unidas por la partida de su madre al cielo.
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