12 》Mi Luz


—¡Mami! ¡Mami!

Una joven de 25 años, rubia de ojos rubíes se detuvo con el corazón palpitando al escuchar esa voz, tal vez en el pasado había detestado ser la peor madre pero después llegando a ser mas mayor, supo que tal vez pudo haber tenido un mejor desenlace en su vida pasada tal vez hubiera tenido una familia dispareja como su hermana mayor. Su noviazgo en el pasado no había salido tan bien como creía, al momento que parecía haberse quedado embarazada sin quererlo a propósito, supo que ni aunque luchase por ver crecer a su propio hijo nunca lo podría tener. Eros al estar atrapado en aquel cuerpo no podía evitar que su esperma muriera despues de tres meses, produciendo un aborto natural en Emiko. Al principio ella se culpó mucho tiempo de no haberlo aceptado a tiempo, por dejarse nuevamente cegar por sus miedos, pero luego una chica que solo había visto pocas veces por videollamada les había explicado la situación.

Panambi Pucca la prima de Eros siempre traía luz en la oscuridad de sus problemas, o bueno casi siempre. No pudo prever que su primo se suicidara despues de haberla hecho sufrir tanto.

Una mujer joven de 17 años nunca superaría la perdida de un bebé que sería el enlace de un amor, y aunque no hubiese sido planeado, ella había reflexionado como para evitar ser la misma estupida de antes.

Al voltearse con un sabor amargo entre sus labios, al recordar su pasado. Sentir como la niña la abrazaba con mucha calidez, la hizo sentir un calor abrumador, el perfume a uvas le produjo un mareo, y dolor de cabeza tremendo.

—¡Mira Dai-nii ella es nuestra mami! —dijo la pequeña niña de cabellos negros con ojitos azules de 12 años junto a otro niño de 11años, pelinegro de ojos azules,bastante más tímido que la niña.

Nombre: Maitei Stroessner
Madre: Sirius
Padre: Benjamin Stroessner
Edad: 12 años
Cumpleaños: 15 de abril
Madre adoptiva: Hitoshi Stroessner Panambi Pucca
Abuelo: Hitoshi Shinsou
Bisabuela: Señora Hitoshi

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—¿Mai..tei?

Emiko siente un dolor en la cabeza, como un estiron, algo que su mente estiraba por recordar con ansias.

Los ojitos de la pequeña brillaron de felicidad ante la pregunta, había esperado demasiado este día, tanto que se había escapado de la escuela para llegar a ella. Desde que se había corrido el rumor que la hija menor de Bakugo Katsuki había vuelto a sus raíces, la pequeña Maitei había estado molestando a su madre. Panambi Pucca seguía siendo radiante pero su neutralidad a seguir cosas efimeras la hacía demasiado seria para muchos. Los chismes de ser la mujer perfecta para muchos llegaban, pero al ser bateados sin mucho interés, sabían que era imposible llegar a ella. Panambi Pucca solo se había centrado en vivir sin estar ligada a ser una heroina, su padre lo aceptó, ya que no deseaba perderla también.

—¿Q-que... Haces aqui?

Apenas dijo aquello supo que con solo sentir la mano de la pequeña en su mejilla, ya que Emiko se había inclinado hasta la estatura de la pequeña.

Era mas madura, seria y ruda pero desde aquella perdida no podía permanecer arisca hacia los niños. Las muertes o accidentes eran los mejores golpes para hacer cambiar a la gente para bien o para mal, en este caso fue para bien.

Una vez tuvo el contacto, un monton de imagenes llegaron a su mente como si fueran peliculas antiguas que había perdido con el tiempo.

En todas se mostraba ella con la prima de Eros, besos, discusiones, bromas, situaciones pasionales, discusiones que terminaban en mas que besos, abrazos, el deseo de la heroina Sirius para que fuera madre de sus hijos, mientras mas imagenes llegaban a ella, el aire parecía ser lo único bueno y estable.

Hasta que llegó una escena que no pudo creer lo que veía. Eran sus propias fantasías pidiendo como novia a la uva, cuando en la realidad la morada le ganó. Pero después de tanto calor dulzon e intenso llegó la parte que menos se esperaba, allí en sus mas oscuros recuerdos estaba eros, quien parecía enamorado y discutiendo por el amor de Panambi con... Ella. Pero un accidente ocasionó su primer beso, pero también la perdida de muchas cosas. El dolor punzante en su corazon, cabeza, era inimaginable de explicar. Su huida, su miedo, su pánico, su peor pesadilla, verla rota, verse rota al mismo tiempo que la maldita uva se rompía y decidía terminar esto con una daga directa a ella.

—Distorsionó mi mente...

—Mamá sintió que era hora de dejarte vivir... Pero no pensó en como nos sentiríamos yo y Tony.

Todo parecía ser una cruel mentira, su vida, todo habia sido distorcionado para que ella fuese feliz, pero aunque los primeros años lo fue no terminó como ella deseaba. La aberración que hizo al final era lo mismo que ella de pequeña le hizo a Panambi.

Ella la había obligado decidir por ambas, despues de ser ella misma quién cortó toda comunicación y después quiso volver para resolverlo pero ya fue tarde. Panambi decidió sufrir sola todo, y darle una mejor vida.

Esa maldita, la mataría al verla. La golpearía, la descuartizaría, buscaría alguien con quirk que la uniese de nuevo para volver a decirle que... Algo dentro de ella está mal.

—Bakugo-san... No hagas daño a mami, no la recuerdo muy bien a usted, pero... —solloza el pequeño mientras la mira inquietado— por favor no me quite a mi mami.



Nombre: Stroessner Daipiero
Edad:10 años, casi 11.
Cumpleaños: 6 de junio
Madre adoptiva :Panambi Pucca.
Madre biológica: Sirius.
Abuelo:Hitoshi Shinsou.
Abuela:Señora Hitoshi.

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Aquello dio un golpe en lo mas bajo de su ser. Había perdido mucho por inmadurez, más cuando la logró arrastrar a la pelimorada.

—Mi pequeña Maitei llevenme con su madre, hoy se soluciona todo. —con una suave sonrisa para el pequeño, mientras se acercó para limpiarle las lagrimas— no le haré daño, después de todo nunca pude olvidarla.—mintió.

Los niños aun eran ingenuos, rápidamente la llevaron a la casa, pero se quedó estatica al ver como Hitoshi Shinsou, el héroe pelimorado la observaba seriamente, su amor imposible tal vez de pequeña, recordaba que siempre fangirleaba cuando su madre le contaba todo acerca de dichoso heroe.

Quería ser tan cool como él, a pesar que Bakugo la tratase después como traidora. Pero solo molestaba a su padre con ese heroe. Era el mejor golpe para ue su padre la mimase, o ella pudiera sobornarlo.

—Llegas un poco tarde.

Una mueca de molestia se aparece en el rostro de la rubia, pero se sorprende al ver como agarra a los niños y se los lleva, dejandole via libre para entrar en la casa.

—Esta con Tony, solucionen las cosas, yo me encargaré del resto. Pero por lo que mas quieras, despiértala ya.

¿Despertarla? ¿Que significaba aquello? ¿Acaso esa maldita estaba enferma? Había llegado tan tarde.

Se apresura, corre hasta llegar a la cocina donde la ve, la ve abrazando a un chico de 18 años, quien al verla se queda sorprendido.

Ese chico era la viva imagen de Sirius en forma hombre, pero sus expresiones no coincidían.

—Madre...

Panambi ya estaba un poco mas vieja, sus cabello pelimorados tenían algunas canas adornando.

Se fija como la pelimorada solo abraza a su pequeño hijo, a aquel niño que vio en pañales años atrás. Ya era todo un joven adolescente frente a Panambi.

Emiko no sabía bien como comenzar, por lo que pidió ayuda con una suave sonrisa melancolica al peliazul de ojos grises.

—Iré a comprar helado, lo necesitaremos.—tony sale de la cocina, agarra sus llaves y billetera, dejandolas solas.

—¿Uh? ¿Porque...—pregunta Panambi despegandose del abrazo de su hijo mayor—Lo...—pero su mirada quedó estatica en la rubia de unos rubíes—... Dices?

Panambi buscó rapidamente un escape despues de ver marchar a su hijo Tony pero cuando iba hacia la puerta una explosion la deja estatica, asustada.

Era su final. Era demasiado obvio que sabía todo.

Estaba mas que muerta.

Intentó llegar a escapar a la sala pero alguien se tiró encima, cayendo ambas al sillon.

—No te dejaré escapar maldita uva. Te arrepentirás de haberme borrado la mente.

Aquel ronco, rabioso y puntiaguda frase caló en su ser un escalofrio de miedo, la culpa que cargaba, las cicatrices que seguían allí, la vez que terminó con todo para hacerla feliz por encima de ella.

Las lágrimas caían por sus mejillas, ya al fin terminaría todo, al fin la mataría. Al fin todo terminaría sin mas dolor.

—Matame si lo vas a hacer.

La voz ruda, neutral, evitando demostrar sus sentimientos hizo que pudiera sentir un calor creciendo entre ambas.

—Después de tanto daño, despues de que tengo tu mirada presente en mi, sigues pensando en solo morir para que todos sean felices sin ti. Eres una maldita aberración.

—Que mas da, si es igual.

—¡Dejame verte, dame la cara, maldita perra!

Panambi solo se encontraba ocultando su rostro tras su cabello, pero Emiko no lo pudo evitar, la voltea boca arriba. Viendola con esa mirada vacía y ojos rojos por tanto llorar.

—Decidiste cargar con la culpa.

—Era mi destino.

—Sabías que algo dentro de mi estaba mal, distorsionaste mi mente solo para darme todo pero me quitaste todo.

—¿Que?

—Las cicatrices quedaran para siempre.

—Y en tu instinto es lastimar a quien mas te ama.

—¿Humillación me querías provocar? Solo me creaste una aberración hacia ti.

Las palabras eran crueles, ambas ya estaban llorando, el dolor de haberse daño al mismo par, no estaba logrando resolverse, nunca ganarían.

—Estaba cagada de miedo, porque te amaba demasiado. Todo entre nosotras iba demasiado rápido. No sabía como lidiar con mis inseguridades. Estabas allí. Siempre pero algo dentro de mi estaba mal pero igual me aceptabas, y creí que alejandote era lo mejor pero después de tantos errores me di cuenta que eres mi mejor cicatriz. Porque aunque ahora te odio como nunca podrías imaginar... —traga saliva.

El dolor en el corazon de Panambi se expandía, el cansancio la empezaba a inundar, la culpa la estaba comiendo viva.

—Te sigo amando como aquel primer día que te vi. Pero como ahora te odio... Ya nada sirve. Por lo que...

La mirada de odio, tristeza, y rabia hacia la pelimorada la había consumido, impulsandola a usar su Quirk.

—¡SHINNEEEE! Despierta!
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Una oscura manta cubría sus ojos
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Se sentía caer en un hoyo sin fondo, sin regreso
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¿Había muerto? ¿Porqué no terminaba su caída?
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El oxigeno buscaba, su respiración era demasiado entrecortada, siente un temblor moverla desenfrenada.
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Voces femeninas, no, una voz, solo una podía escuchar.
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La quemazón ardía, la quemaba ferozmente, la dejaba sin poder respirar, gritando de dolor puro.

Tanto que se ahoga al respirar de golpe y levantarse.

—¡¿Joder?! Panambi, dios, que te pasa, necesitas algo, dime... Hablame por favor... ¿Porque lloras? Dime a quien mato. Por favor hablame.

Al escuchar esa voz a su lado, su corazon repitea, sus lágrimas siguen cayendo pero son limpiadas por las suaves manos temblorosas con la compañía de esa mirada preocupada de una Emiko de 15 años.

—K-kouhai... Chan—sus ojos se cristalizan mas al pronunciarlo.

—¿Sí?

No pudo evitarlo mas, la abrazó destrozada, temblando mientras lloraba a moco tendido, abrazandola y abrumando a la rubia ceniza que no entendía muy bien que pasaba, pero podía comprender que tal vez fuera una pesadilla con ella.

—Tranquila... Ya estoy aquí, no me... iré a ninguna parte...

Emiko la abraza mientras acaricia aquel cabello que tanto le gustaba acariciar. Tenerla así la hacía sentir útil, poder protegerla de sus pesadillas, la hacía sentir fuerte.

Poco a poco, pudo sentir como su uva favorita se tranquilizaba con algunos sollozos aun padeciendo su cuerpo, pero y estaba un poco mas calmada.

Había logrado cubrirla con las sábanas, y sentir como aquella mujer que tanto se mantenía firme a ella, estaba rota apegandose y abrazandola sin querer apartarse de ella.

Con suma paciencia acaricia la espalda desnuda de su novia, intentando calmarla. Panambi pucca adoraba las caricias de Emiko en esa zona.

—¿Quieres hablarlo?

—....

—Nambi..?

—Soñé que te perdía por mis decisiones, soñé que te borré la mente y me odiabas. Me matabas... Todo era demasiado caótico. No quiero usar mi quirk, no quiero ser heroina, no quiero estar sin ti, si debo elegir, siempre te elegiría a ti. Que volver a sentir tu odio.

—No te podría odiar... Si... Si saber que y-yo, yo te amo, sempai.

—Te amo más Kouhai-chan... Por favor... Quédate a dormir hoy. No quiero, no quiero tener esa pesadilla de nuevo.

Emiko Bakugo se había quedado por la ternura de verla así, tal vez esa pesadilla fue la peor, pero tampoco se imaginaba no tenerla, no recordarla. Realmente esa sería su peor pesadilla.

Menos mal, toda pesadilla solo era un mal sueño. Nunca se cumpliría. Porque ambas estarían juntas para apoyarse.

Porque... PANAMBI PUCCA ERA MI LUZ

EMIKO KUROGAWA era la luz para ella.







FIN.

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