⛓️ Final ⛓️

— Joven Park —dijo la recepcionista— El señor Min ya puede recibirlo.

Me levanté y me dirigí a la puerta de madera oscura.

Mi corazón no tendría por qué latir a la velocidad que lo hacía.

Yo sabía muy bien quién me esperaba
detrás de aquella puerta cerrada.

Lo conocía y lo amaba.

Era viernes por la noche y estaba en su despacho porque yo se lo había
pedido.

Al principio, Yoongi no comprendió el propósito de lo que quería hacer, pero luego acabó accediendo.

Abrí la puerta, crucé el umbral y le eché una mirada rápida.

Tenía la cabeza inclinada y estaba tecleando.

Cerré la puerta detrás de mí y me detuve en medio del despacho.

Me coloqué exactamente en la misma postura que meses atrás:

Con las piernas separadas a la anchura de los hombros, la cabeza gacha y los brazos caídos a los costados.

Él siguió tecleando.

Habíamos pasado las dos últimas semanas perfilando los detalles de nuestro acuerdo.

Nos sentábamos a la mesa de su cocina y discutíamos y negociábamos
lo que queríamos los dos.

Explorábamos nuestros límites personales.

Buscamos nuevas palabras de
seguridad y decidimos cuándo y cómo jugar.

Al final acordamos hacerlo del
viernes por la noche al domingo al mediodía y ser como cualquier otra pareja del domingo por la tarde al viernes por la noche.

Nuestro primer desacuerdo fue sobre la asiduidad con que llevaría su collar.

Yo quería llevarlo todo el tiempo, pero Yoongi no pensaba lo mismo.

— La última vez lo llevaba cada día —le dije, sin comprender el sentido de
hacerlo de otra forma.

— Pero las cosas han cambiado.

— Y eso no lo discuto, pero si lo llevo cada día, podré recordar siempre la
conexión especial que hay entre nosotros.

— Entiendo que quieras llevar mi collar cada día, pero ¿aceptarías un consejo de alguien con más experiencia?

— ¿Vas a utilizar la carta de la experiencia muy a menudo?

— Sí.

Resoplé y me recliné en el asiento.

— Minnie, escúchame. Tanto si quieres admitirlo como si no, ese collar te pone en un estado de ánimo muy concreto y yo no quiero que te sientas de esa forma durante la semana.

» Si te pregunto si prefieres guisantes o zanahorias para cenar la noche de un martes, quiero que la respuesta proceda de Minnie, mi amante, y no de Jimin, mi sumiso.

— Ya lo sé, pero...

Me quedé en silencio.

Tenía parte de razón.

— No voy a imponerte ningún plan alimenticio, ni rutinas de ejercicios, horas de sueño o...

— Gracias a Dios, porque si insistieras en que durmiera ocho horas cada día,
limitarías mucho nuestras actividades semanales.

— Sí, estoy de acuerdo. Pero volviendo a lo que estaba diciendo: Si yo quiero practicar sexo un miércoles y no estás de humor, quiero que te sientas libre de decírmelo. El collar te limitaría.

Negó con la cabeza.

— Aunque creas que no.

Así que quedamos que sólo llevaría su collar durante el fin de semana.

Y aunque lo de reenviarle mi solicitud y reunirnos en su despacho había sido
idea mía, en ningún momento hablamos de lo que ocurriría el resto de la noche.

Me miré los pies y me pregunté si tendría el collar allí, en su despacho. 

No lo había vuelto a ver desde la mañana en que lo dejé sobre la mesa de su salón.

Escuché su rítmico teclear y me pregunté en qué estaría pensando y qué estaría planeando.

Ignoré mis dispersos pensamientos y me concentré en mi respiración.

No había forma de saber por dónde discurriría la noche.

Yo haría todo lo que Yoongi hubiera decidido, y lo que él resolviera sería lo mejor para los dos.

No tenía ninguna duda.

Dejó de teclear.

— Park Jimin.

No me sobresalté cuando dijo mi nombre.

Esta vez lo esperaba y mantuve la cabeza agachada.

Él se separó del escritorio y caminó acercándose.

Conté sus pasos.

Diez.

Diez pasos y se detuvo detrás de mí. 

Me recogió del pelo, se lo enrolló en la
mano y tiró.

— La última vez fui suave contigo —recordó con una voz tersa y autoritaria.

Mi vientre se estremeció anticipando lo que estaba a punto de suceder.

Por fin había vuelto Yoongi el Dominante.

Lo echaba de menos.

Tiró con más fuerza de mi pelo y yo me obligué a mantener la cabeza
agachada.

— Una vez me dijiste que podías soportar todo lo que te diera físicamente —dijo— ¿Te acuerdas?

Sí, maldita fuera.

Recordaba haber dicho exactamente esas palabras.

Debería haber imaginado que volverían para morderme el culo.

Me volvió a estirar del pelo.

— Voy a poner a prueba esa teoría, Jimin. Ya veremos cuánto eres capaz de soportar.

Me soltó el pelo y yo solté el aire que estaba conteniendo.

— Te voy a entrenar —continuó, poniéndose delante de mí.

Yo miré fijamente la punta de sus zapatos de piel.

— Te entrenaré para que satisfagas
todas mis necesidades, deseos y caprichos. De ahora en adelante, cuando yo te ordene algo, espero que me obedezcas inmediatamente sin replicar. Cualquier duda, cualquier ceja arqueada o desobediencia tendrá consecuencias inmediatas. ¿Está claro?

Esperé.

— Mírame y contesta —me ordenó— ¿Lo entiendes?

Yo levanté la cabeza y miré sus inalterables ojos verdes.

— Sí, Amo.

— Tsk, tsk, tsk—me regañó— Pensaba que ya habías aprendido esa lección la última vez.

¿La última vez?

¿Qué?

— ¿Cómo debes dirigirte a mí antes de que te ponga el collar?

Mierda.

— Sí, Señor.

— La última vez pasé por alto ese error —dijo, caminando de nuevo hacia su escritorio— Pero como ya te he dicho, esta vez no voy a ser tan tolerante.

Se me aceleró el corazón.

La verdad era que no esperaba cometer un error tan deprisa.

— Levántate la falda y apoya las manos en mi escritorio.

Me acerqué a la mesa y me levanté la falda por encima de la cintura.

¿Su secretaria seguiría fuera?

¿Podría oírnos?

Apoyé las manos en el escritorio y me
preparé.

— Tres azotes. Cuenta.

Su mano silbó al cruzar el aire y aterrizó en mi trasero para propinarme una buena nalgada.

Ay.

— Uno —dije.

Volví a sentirla, esta vez en una zona distinta.

— Dos.

Sólo una más.

Apreté los dientes cuando me azotó por tercera vez.

— Tres.

Dejó de azotarme y me acarició el trasero para aliviar el dolor con sus
expertas manos.

Sus caricias me hicieron sentir bien y tuve que contenerme para quedarme
quieto.

Luego me bajó la falda.

— Vuelve dónde estabas —susurró.

Regresé a mi sitio justo en medio del despacho.

En cierto modo me sentía
más tranquilo.

Había cometido un error y había encajado bien mi castigo. 

Proseguimos.

No había nada que temer.

—¿Recuerdas tus palabras de seguridad? —preguntó Yoongi por detrás de su escritorio.

Yo volví a pensar en nuestra conversación.

Volvíamos a estar en la mesa de la cocina.

— ¿Dos? —me extrañé— ¿Me vas a dar dos palabras de seguridad?

— Es un sistema muy común —dijo, mientras escribía algo.

— Pero la otra vez...

Levantó la vista.

— Ya te expliqué que cometí un error, Minnie. No quiero que te vuelvas a
marchar.

Yo alargué el brazo por encima de la mesa y le tomé la mano.

— No pienso marcharme. Lo único que ocurre es que no sé por qué debo
tener dos palabras de seguridad.

— Porque vamos a explorar tus límites. Si dices «amarillo» sabré que te estoy presionando, pero seguiré. Pero si dices «rojo» la escena se detendrá automáticamente.

Seguía pareciéndome mucho.

— Pero ninguno de tus sumisos ha utilizado nunca su palabra de seguridad —repuse.

— Ahora sí —contestó, llevándose mi mano a los labios— Y quiero que te
sientas completamente libre y seguro siempre que estés conmigo. Incluso cuando te esté presionando.

— Sí, Señor —dije volviendo al presente— Recuerdo mis palabras de
seguridad.

— Bien.

Volvió a su escritorio, abrió otro cajón y sacó una caja.

La abrió.

Mi collar.

Lo levantó.

— ¿Estás preparado, Jimin?

— Sí, Señor —dije sonriendo.

Se volvió a colocar delante de mí.

— Arrodíllate.

Me puse de rodillas.

Yoongi me puso el collar alrededor del cuello y me lo abrochó.

Me volví a sentir completo.

— Te lo pondré cada viernes a las seis y te lo quitaré los domingos a las tres — dijo, deslizando los dedos por mi clavícula.

Habíamos decidido que de ese modo tendríamos tiempo más que suficiente
para empezar a jugar la noche del viernes y después emplear el tiempo que nos quedaba el domingo por la tarde para hablar sobre el fin de semana y hacer la transición al comportamiento del resto de la semana.

También habíamos decidido lo que iba a pasar inmediatamente después de que me pusiera el collar cada viernes.

Pero esperé a que él me diera
instrucciones.

— Levántate —dijo.

Estaba confundido, eso no era lo que habíamos decidido.

Sus ojos brillaban de emoción.

— Estás precioso con mi collar.

Me puso una mano bajo la barbilla y me besó.

Con fuerza.

La mañana después de la primera noche que pasé en su cama, me quedé
tumbado entre sus brazos.

— Esa norma sobre no besar... —dije, deslizando una mano por su pecho—
¿Es una norma que pones en práctica con todos los sumisos o sólo lo has hecho conmigo?

Él me acarició el pelo.

— Sólo contigo, Minnie.

— ¿Sólo conmigo?

Levanté la cabeza para mirarlo.

— ¿Por qué?

— Era una manera de distanciarme. Pensé que si no te besaba podría
controlar mis sentimientos, que sería capaz de recordarme que sólo era tu
Dominante.

— Pero sí besabas a tus otros sumisos —murmuré, odiando los celos que sentí.

— Sí.

— Pero a mí no.

No dijo nada, probablemente por miedo a mi reacción o a lo que yo pudiera decir.

Y a una parte de mí le molestó que se contuviera y que hubiera querido
negarnos.

Pero el pasado debía quedar atrás.

— Ya sabes lo que significa esto, ¿no? —le pregunté, colocándome encima de él.

— No —respondió vacilante.

Acerqué los labios a los suyos.

— Que tienes mucho trabajo pendiente.

Me besó con suavidad.

— ¿Mucho?

— Mhm —musité, mientras me volvía a besar— Con intereses.

Yoongi sonrió contra mis labios.

— ¿Intereses?

— Muchos intereses. Será mejor que vayas empezando.

— Oh, Minnie.

Me dio media vuelta y se puso encima de mí.

— Yo siempre pago mis deudas.

Dejó de besarme y me empujó por los hombros.

— Arrodíllate otra vez.

Me puse de rodillas delante de él.

Su polla le presionaba los pantalones, pero esperó.

— Por favor, Amo, ¿me la puedo meter en la boca?

— Sí.

Le desabroché el pantalón y le bajé la cremallera con rapidez, ávida por
disfrutar de su sabor.

Le bajé los pantalones y los bóxers hasta los tobillos y me humedecí los labios al ver su enorme erección.

Yoongi enredó los dedos en mi pelo mientras yo me lo metía en la boca.

Fui avanzando poco a poco, pero él no quería hacerlo despacio y se internó del todo de una firme embestida.

Llegó al fondo de mi garganta y yo la relajé rápidamente para no
atragantarme.

Se valió de las manos que tenía enredadas en mi pelo para mecerse dentro y fuera.

Me encantaba sentir cómo me tiraba del pelo mientras su polla penetraba
en mi boca.

Esperaba que a él le gustara tanto como a mí.

Lo succioné cuando se apartó y recorrí su longitud con la lengua cuando se volvió a internar.

Luego retiré los labios para poder rozarlo con los dientes.

— Joder —dijo.

Algunas embestidas después, se empezó a estremecer dentro de mi boca.

Yo apoyé las manos en sus muslos, anticipando lo que estaba a punto de llegar, preparado para su clímax.

Deseándolo.

Yoongi arremetió profundamente y se quedó inmóvil mientras su orgasmo
me llenaba la boca.

Me lo tragué todo; me encantaba el sabor salado de su placer.

Luego me masajeó la cabeza con las manos y poco a poco fue haciendo
desaparecer el dolor que me había provocado al tirarme del pelo.

Yo me quedé quieto y me concentré en el amor que desprendían sus caricias.

— Abróchame los pantalones, Jimin —me indicó, deslizando los dedos por
mi pelo una última vez.

Le subí los bóxers y los pantalones.

Luego tiré hacia arriba de la
cremallera y le abroché el cinturón.

— Levántate —me ordenó.

Cuando estuve de pie, me sujetó la barbilla y me levantó la cabeza para mirarme a los ojos.

— Esta noche voy a ser duro contigo.
Te voy a llevar al límite del placer y te dejaré esperando. No te correrás hasta que yo te dé permiso, y no seré generoso con mis permisos. ¿Lo entiendes? Contéstame.

«Madre mía»

— Sí, Amo.

Sus ojos brillaban de excitación.

— Llegaré a casa dentro de una hora. Quiero que me esperes desnudo en la
habitación de juegos.

CONTINUARÁ...

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Éste es el fin del primer libro, pero el comienzo de una gran historia...
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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