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El miércoles me levanté con la loca certeza de que tenía que mirar por la
ventana.

Me sentí como un idiota comprobando si seguía habiendo nieve, pero lo hice de todos modos.

Descorrí las cortinas y allí estaba. 

Quizá un poco menos que el día anterior, pero continuaba en el mismo sitio.

Y seguía sin asomar por allí ninguna máquina quitanieves.

Dejé caer las cortinas.

Ese día tampoco me iría a mi casa. 

¿Me marcharía el día siguiente?

Quizá.

Pero, ¿qué sentido tenía que me fuera para regresar de nuevo el viernes?

Lo cierto era que podía quedarme en su casa durante el resto de la semana.

Martha me había escrito para decirme que la biblioteca no abriría si no hasta el lunes.

No creía que a Yoongi le importara, pero decidí preguntárselo más tarde y
me fui a la cocina para empezar a preparar el desayuno.

Me di una ducha rápida y bajé la escalera.

Cuando el café empezó a subir en la cafetera, cociné el tocino y los huevos.

La sartén se calentó y yo di dos rápidos pasos de baile, escuchando las canciones que sonaban en mi cabeza.

«Le diré que es tan clara y serena como las matutinas rosas cuando las ha bañado el rocío» —dijo Yoongi, entrando en la cocina y apoyándose en la encimera.

¿Shakespeare?

No podía ser.

Tenía una sonrisa en los labios.

Sí, sí podía ser.

Yo me acerqué al fuego y le di la vuelta al beicon.

«Tenéis hechicería en los labios»

Yoongi se rio; era evidente que se estaba divirtiendo.

«¡El mundo es un gran escenario, y simples comediantes los hombres y
mujeres!»

Vale, sí.

Había estudiado a Shakespeare.

Pero yo seguía pudiendo superarlo.

«La vida es una sombra tan sólo, que transcurre; un pobre actor
/ que orgulloso, consume su turno sobre el escenario
/ para jamás volver a ser oído»

Yoongi se acercó al horno, se llevó una mano al pecho y alargó la otra en dirección a la ventana abierta y exclamó:

«¿Qué luz es la que asoma por aquella ventana? ¡Es el Oriente! ¡Y Julieta es el sol!
/ Amanece tú, sol, y mata a la envidiosa luna.
/ Está enferma, y cómo palidece de dolor,
/ pues que tú, su doncella, en primor la aventajas»

Yo me reí.

Me encanta Shakespeare.

Y nadie había citado a Romeo y Julieta
para mí.

Sin embargo, seguía pensando que era mejor no dejarle saber lo mucho
que me afectaba; aunque estoy seguro de que se dio cuenta.

«Los asnos se hicieron para llevar carga, y vos también» —dije.

«Las mujeres se hicieron para llevar carga, y tú también» —citó el verso siguiente.

Vaya, ¿también se sabía ésa?

«¿La razón? La de una mujer. Le creo así, porque así lo creo» —proseguí con el duelo.

Yoongi se rio.

Fue una carcajada generosa y profunda.

«¡Oh villano! ¿Sonríes? ¡Villano, maldito villano!»

Lo miré con fingido asombro.

— Me has llamado «villano»

— Tú me has llamado «asno»

No podía discutirle eso.

— ¿Estamos en paz?

— Por esta vez —contestó— Pero me gustaría dejar claro que el tanteo
demuestra que te estoy comiendo terreno.

— De acuerdo. Y hablando de ganar terreno, hoy necesito utilizar tu gimnasio. Tengo que correr algunos kilómetros en la cinta.

— Yo también tengo que correr —dijo, recogiendo un trozo de beicon del plato— Pero tengo dos cintas. Podemos entrenar juntos.

Que esa era la única forma de conseguir que correr fuera divertido.

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Después de desayunar, me cambié y me fui al gimnasio.

Cuando llegué, Yoongi estaba haciendo estiramientos en medio de la sala.

Yo me uní a él y empecé a eliminar la tensión de la parte inferior de mi cuerpo.

Pasé mucho rato observándolo, imitando sus gestos, porque, maldita fuera, si aquel hombre decidía en algún momento dejar su trabajo, podría ser un gran entrenador personal.

O chef.

O profesor de Literatura.

O muchas cosas más.

Cuando se subió a la cinta comenzó a correr al mismo ritmo que yo.

A mí me pareció un gesto muy dulce por su parte, porque podía machacarme cuando quisiera.

Por un momento pensé en la primavera y me imaginé corriendo fuera con él y con Apolo.

¿No había dicho la noche anterior que veía lo nuestro como una relación a largo plazo?

Corrimos juntos, allí, encerrados en el gimnasio, y mi imaginación se desató.

¿Cómo sería pasar la primavera con Yoongi?

¿Querría siquiera pasar una tarde corriendo conmigo?

Quería pensar que sí.

¿Me estaba haciendo demasiadas ilusiones?

Aquella semana que habíamos pasado juntos nos había unido un poco más.

Habían caído algunos de sus ladrillos y, aunque seguían quedando muchos, la cosa iba progresando.

Y cuando pensé en eso, me pregunté también qué estaría haciendo Tae Hyung.

Era incapaz de recordar la última vez que habíamos estado tanto tiempo sin
hablar.

¿Cómo estaría pasando la tormenta de nieve con JungKook?

¿Estaría más enamorado de lo que ya lo estaba antes?

¿Sería siquiera posible?

Al pensar en mi amiga y en la tormenta de nieve, no pude evitar pensar en Suran y en nuestra comida del día anterior.

Quizá pudiéramos pasarla a la semana siguiente.

Entonces me pregunté sobre el motivo de la discusión entre Yoongi y NamJoon en Tampa.

Vaya, debería haberle preguntado sobre el tema durante nuestro picnic.

Aunque estaba seguro de que no me habría contestado.

—¿Jimin? —preguntó él sin levantar la voz ni un ápice— ¿Estás bien?

Lo miré, a mi derecha.

— Sí. Mi cabeza vuela mientras corro.

Y en realidad tendría que haberme concentrado en pensar en el delicioso
espécimen masculino que tenía al lado.

¿A quién le importaba la primavera cuando podía quedarme atrapado por la nieve con Yoongi en febrero?

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Por la tarde fui a la cocina e intenté decidir qué podía preparar para cenar.

¿Quizá algo de pescado?

¿Gambas?

Intenté recordar si había pescado en el congelador.

Eché una ojeada por los estantes.

Podría hacer unas patatas al horno
con el pescado.

Algo sencillo.

Mis ojos se posaron en los armarios y recordé el día anterior al episodio del potro:

Nunca llegué a explorar los estantes superiores.

Acerqué una silla a los armarios y me subí en ella.

Me tambaleé un poco y me agarré a un estante diciéndome que debía tener cuidado.

Si me caía y me rompía algo, no podría llegar hasta el hospital.

Cuando recuperé el equilibrio, rebusqué por el armario.

Más latas.

Sonreí.

Con etiquetas.

Busqué entre ellas para ver si encontraba algo interesante que pudiera servir con el pescado, y mis ojos se posaron en una caja enorme que había al fondo del armario.

Pasé las manos por encima de todo lo demás y tiré de la caja, mientras
apartaba las latas de delante.

La sostuve con incredulidad.

¿Chocolates?

Yoongi tenía una caja llena de chocolates en su despensa.

Recordé todas las veces que habíamos comido juntos.

Sólo lo había visto comer dulces en la
fiesta benéfica y en la cena familiar a la que asistimos el fin de semana de la
Super Bowl.

¿Y tenía una caja entera de chocolatines en un armario?

¿Una caja abierta?

Fue como encontrar oro.

En mi mente se empezó a perfilar un plan.

Eso iba a ser divertido...

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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