ꜰᴏᴜʀ
𝐀𝐔𝐓𝐎 𝐁𝐎𝐍𝐈𝐓𝐎 𝐘 𝐒𝐇𝐄𝐑𝐈𝐅𝐅
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╰─►La tierra humeda ensuciaba sus pantalones de jean color azul, mientras que en sus manos tenía un pequeño juguete de plástico en forma de auto color rojo, de esos típicos que compras en el súper a un dolar.
Carl reía, estaba feliz. Su hermana y él comenzaron a hacer una mini carrera con aquellos objetos. Malia miró el brillo en los ojos de su hermano y no sabía que no podía sentirse más completa aún.
El pequeño de ojos azules había corrido hasta su tienda para pedirle por favor que jueguen con sus autos, la castaña no pudo negarse ante ése tierno puchero en sus labios y sus manitas juntas.
—Malia. — La voz de su madre la saco de sus pensamientos, girando en su lugar para voltear y verla. Lori tenía una pequeña cubeta de color rojo en sus manos mientras balanceaba su pie derecho. — Voy a salir. — Avisó para luego dirigirse a su hijo menor. — Cariño, quédate a la vista de tú hermana.
—Okey.
—Ten cuidado, mamá. — Pidió la mayor con una mirada suplicante. — Mantente cerca de la zona y si pasa algo grita, yo iré corriendo.
—Si, descuida. — Le dió una leve sonrisa para marcharse a su destino.
Unas cuantas personas de su grupo fueron a buscar algunos suministros; Merle, T-dog, Jacqui, Morales, Andrea y Glenn. Sabía que quizá el primero pueda ser un problema pero confiaba en que su amigo coreano podría mantener todo bajo control.
De pronto, Isaac se acercó a ambos hermanos Grimes, con otro auto de juguete en sus manos y una sonrisa traviesa digna de un niño pequeño que acaba de cometer algo indebido sin que sus padres sepan.
—Yo puedo ganarles a ambos. — Se sentó en el suelo junto a su mejor amiga.
—Lástima, me aburrí de jugar. — Sonrió el más pequeño arrugando la naríz.
—Puedes ir con Soph. — Malia despeinó levemente a su hermano, él cuál asintió feliz y se fue en busca de su amiguita.
—Esos dos me recuerdan a ti y a mí cuándo teníamos ocho, sólo que ellos tienen doce. — Habló Isaac apoyando su cuerpo en la camioneta. — Salíamos a jugar al parque hasta las doce y me quedaba a dormir a tú casa porque tenía miedo de volver a la mía.
—Cómo olvidarlo. — La castaña se arrastró para quedar contra el mismo lugar que él, también apoyando todo su peso en el vehículo. Giró su cabeza para conectar miradas. — Competíamos en las hamacas para impresionar a una niña.
—Y tú ganabas.
Ambos carcajearon al recordar su niñez. Se conocían desde que tenían memoria y en el fin del mundo seguían juntos. Quizá la vida aún no estaba lista para separarlos.
—¿Vamos a molestar a Dale? — Preguntó él de rizos. — Debe estar llenando de cinta la manguera de la casa rodante.
—Otra vez. — Bromeó Malia. — Es más cinta que manguera.
Se pararon del suelo para luego dirigirse al anciano, él cuál, efectivamente, estaba arreglando su vehículo junto con Jim. Por otro lado, estaba Amy, la que se paseaba de un lado a otro esperando ansiosa el regresó de su hermana.
—Es tardé, ya deberían haber vuelto. — Habló rápidamente la ojiazul.
—Calma, rubia. — Isaac intervino haciendo que deje de caminar. — Preocuparse no lo hará más fácil.
El cielo tronaba avisando que una tormenta pasaría por ahí pero no se quedaría por mucho tiempo. No hacía calor pero tampoco frío, sólo era un ambiente cálido.
Lori ya había vuelto y descolgaba ropa del tendedero improvisado, Carl estaba junto con Shane y los dos jóvenes adultos dedicaron su día a molestar a Dale cómo habían planeado.
Todas las actividades se vieron interrumpidas cuándo la radio comenzó a emitir sonidos alertando a varios del campamento. El objeto mencionado estaba en el techo de la casa rodante. Dale fue el primero en llegar subiendo a dicho lugar.
—Hola, hola. — Dijo dos veces. — Tenemos mala recepción, repitan.
—¿Son ellos? — Preguntó Lori, que estaba al lado de sus dos hijos.
Apenas se podía escuchar lo que decían, mucho menos oían los que estaban en el suelo lejos del aparato.
—¿Dijo que están atrapados? — Al parecer la única persona en entenderlos era Jim, él cuál hizo que la castaña se preocupara por sus amigos.
—¡T-dog repite eso último! — Pidió Dale, sintiendose alertado por lo poco que pudo oír. — ¡Repitelo! — Y al final nada se escuchó, sólo la estática emanada por la radio.
—Dijo que están en el centro comercial. — Explicó Lori.
—Yo también lo escuché. — Habló el anciano.
—Shane-
—Ni lo sueñes. — Dijo rápidamente al ver a la castaña mayor. — No vamos a ir a buscarlos, tampoco vamos a arriesgar el grupo. Todos ya lo saben.
—¿Entonces vamos a dejarla allí?
—Oye, Amy. — El ex policía se acercó a la rubia quedando cara a cara. — Sé que no es fácil.
—Ella se ofreció a ir para ayudarnos a todos.
—Lo sé, sabía nos riegos, ¿no? Si está atrapada: la perdimos. — Ante lo dicho, Malia rodó los ojos. — Tenemos que lidiar con eso, no hay nada que hacer.
—Andrea es mí hermana, hijo de perra. — Escupió con irá para luego irse de allí, casi corriendo. Aquello le había afectado, ¿cómo no? La persona más importante para ella estaba atrapada y rodeada de caminantes.
—¿No tienes sentimientos? — La Grimes se acercó al hombre. — Amy sólo tiene a Andrea.
—No importa a quién tenga, no podemos arriesgarnos. — Jim intentó calmar la situación.
—Tampoco debías usar ésas palabras. — Lori se puso del lado de su hija estando de acuerdo con ella, pocas veces pasaba eso.
—¿Qué esperaban? Es un idiota. — Aquél comentario vino de Isaac. Malia asintió yendo a su lado dejando a Shane sólo con Carl, ya que su madre decidió ir por la rubia.
—No me cae bien. — Murmuró Lia cuándo estuvieron lo suficientemente alejados cómo para que nadie pueda oír su platica. — Quiere tener el control de todo.
—Nunca me cayó bien. — Reveló él chico. — Cuándo iba a tú casa a cenar, algunas veces estaba él y me miraba raro.
—No entiendo cómo mí madre puede estar con él. Creen que nadie sabe pero todos nos damos cuenta de que estan juntos. — Suspiró frustrada. Aquello era algo que tenía atorado desde hacé bastante pero nunca lo admitió. — Todo sería más fácil si estuviera mí papá aquí.
—Ven. — Isaac la atrajo a sus brazos apenas noto como la voz de su mejor amiga se quebró con lo último.
Él era más alto que ella, por lo que su rostro encajaba perfectamente en el pecho del rubio. Se refugió en él sintiéndose totalmente segura, cómo si nada pudiera pasarle estando allí, con él.
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Ya era más tarde, quizá las cuatro o cinco de la tarde. El cielo estaba azul con algunas nubes y el sol estaba oculto entre ellas, aunque algunas veces se dejaba ver golpeando contra el estanque de agua.
Lori cortaba el cabello de Carl mientras que su hija mayor se encargaba de revisar sus tareas. Algunas estaban equivocadas pero ella lo borraba y anotaba la respuesta correcta para que su madre no lo regañe luego. Shane estaba sentado junto con ellos limpiando su escopeta.
Los niños Morales peleaban hasta que su madre los separó de su riña. Isaac estaba con Dale arriba de la casa rodante, el resto estaba esparcido haciendo sus cosas.
—Cariño, si te mueves tardaré más. — Aviso Lori. — No te muevas.
—Lo intento. — Bufó el menor. Malia levantó su rostro para verlo, tenía un leve pucheron en sus labios.
—Bueno, sigue intentándolo.
—Eso no es nada, ya verás cuándo tengas que afeitarte. — Habló él mayor llamando la atención del pequeño. — Es horrible. Cuándo ese día llegue, extrañaras cuándo tú mamá te cortaba el cabello.
—Cuándo suceda lo creeré.
—Todo perfecto. — Aviso Malia, dejando el cuaderno de Superman en el tronco de madera que usaba cómo mesa. — Eres muy inteligente, Carl. — El mencionado solo le sonrió con inocencia, sabía que su hermana estaba arreglando su tarea.
—Gracias, cielo. — Habló Lori hacía su hija, dándole una leve sonrisa. Los hermanos Grimes se miraron complices cuándo su madre volteó a seguir con lo que estaba haciendo.
—Te dire algo; sólo soporta ésto con dignidad y mañana... te enseñaré algo especial. Te enseñaré a casar ranas.
—Ya case una rana, Lia me ayudo.
—Dije "ranas", en plural. Es todo un arte, no puedes tomarlo a la ligera. Tiene muchos secretos, pocos lo sabe. Y yo quiero enseñartelos.
Carl dirigió su vista a Lori esperando que le diga aquellos secretos, pero la contraria solo se encogió de hombros.
—Yo soy mujer, habla con él.
—¿Puede venir Lia? — Pregunto con timidez, quería que su hermana mayor esté allí y ambos cacen ranas juntos.
—No me gustan las ranas desde la última vez, pequeño monstruo.
—Es una oferta única, amigo. No se repetirá.
—¿Para que necesitamos ranas? En plural.
—¿Comiste alguna vez ancas de rana? — El ojiazul dejo escapar un pequeño "Iugh" demostrando su disgusto.
—Son horribles. — Dijo Lori con una mueca de asco.
Malia se mantenía alejada de la conversación. Shane no la hacía sentir cómoda, menos con la manera de mirarla que algunas veces llegaba a intimidar.
Dirigió su vista a Isaac, él cuál justamente también la estaba viendo. La chica hizo una seña con su dedo pasándola por su cuello, Stone sólo rio negando con la cabeza ante las acciones de su amiga.
—Cuándo se acabe la última lata de frijoles te encantarán las ancas de rana, ya te imagino: "Shane podrías darme otra porción, sólo una más"
—No haré eso. — Sonrió la mayor.
El doble sentido se había entendido a la perfección, sólo Carl fue quién, por su inocencia, no entendió. Por otro lado, Lia hizo una mueca de desagrado levantándose de la silla plegable. Shane era un total descarado por coquetear con su madre frente a ellos.
Estaba apunto de ir con su mejor amigo hasta que una alarma de auto resonó por todo el lugar. Llamando la atención del campamento.
—¡Lia! — Llamo Dale de un gritó.
—¿Qué pasa? — Pregunto al verlo con los binoculares.
—No sé ve bien. — Confesó con preocupación.
Malia desenfundó su arma con cautela para no llamar la atención de nadie. Aquel ruido podría atraer caminantes y ella tendría que estar alerta.
—¿Son ellos?, ¿volvieron? — Amy estaba totalmente nerviosa esperando por Andrea.
—Dios.
—¿Qué es? — Preguntó la rubia.
—Es un auto robado, supongo.
Dale tenía razón, era un auto robado de color rojo. Un vehículo muy bonito a decir verdad pero muy ruidoso también. De aquel coche se bajó Glenn, con una sonrisa plasmada en su rostro.
—¡Maldición! — Habló él anciano en un tono elevado gracias a que el ruido hacía que sea más difícil escuchar. — ¡Apaga esa porquería!
—¡No sé cómo!
—¿Dónde está mí hermana? — Amy no tardó en bombardearlo con sus preguntas. — ¿Dónde está Andrea?
—Abre el capó. — Al mismo tiempo, Shane también le hablaba dejándolo un poco aturdido.
—Está bien, de acuerdo. — Aquello lo repitió varias veces sintiéndose abrumado por las dos personas.
—¡Por favor, dime que está bien!
—¡Si!, ella está bien.
Shane desconecto la bocina y aquel ruido infernal se dejó de escuchar.
—¿Por qué no esta contigo? ¿está bien?
—Está bien. — Volvió a repetir. — Todos se encuentran bien... bueno, Merle no está tan bien.
—¿Qué? — Preguntó Malia pero aquello quedó en el aire cuándo el ex policía habló.
—Cómo se te ocurre venir aquí haciendo tanto ruido, ¿quieres que los zombies lleguen a nosotros?
—Creó que estamos bien. — Isaac habló querido aligerar el ambiente.
—Yo creó que fue una estupidez.
—La alarma hizo eco en todas las montañas, es difícil encontrar la fuente. — Razonó Dale. Shane le dió una mirada de pocos amigos. — No quiero discutir, sólo digo eso. La próxima vez podrías pensar las cosas con más cuidado. — Se dirigió a Glenn con lo último.
—Lo siento. — Dijo tímido, ganándose una sonrisa por parte de Malia. — Tengo un auto bonito.
—Claro que lo tienes. — Bromeó la chica.
Un camión hizo presencia. La Grimes supuso que allí vendría el restó del grupo. Morales bajo del asiento del copiloto siendo recibido en los brazos de su esposa e hijos.
De la parte de atrás salió Andrea, dirigiéndose directamente a su hermana y ambas se fundieron en un abrazo.
—Me asustaste mucho. — Confesó la menor entré sollozos.
—Vamos, cariño. — Lori tomó la mano de Carl para alejarse del lugar.
Todos tenían un reencuentro familiar, abrazando a sus seres queridos y agradeciendo que llegaron vivos. Eso era algo que Malia envidiaba mucho, pero de buena forma. Estaba feliz de que todos hayan vuelto pero también era un recuerdo de que no podría tener en sus brazos a su padre de esa misma manera.
Lia giro para dirigirse a su pequeña familia. Acarició el cabello castaño de su hermano y luego su cara, limpiando su rastro de lágrimas.
Los rostros de Carl y de Lori giraron en dirección al grupo, Malia les daba la espalda a todos ellos. Él pequeño soltó levemente la mano de su madre mientras sus ojos analizaban con impacto lo que veía.
—¡Papá! — Empezó a correr en dirección al restó gritando esa misma palabra una y otra vez, su madre lo siguió.
Malia, al contrario de él, no movió un solo músculo. Era mentirá, ¿verdad? Carl le estaba jugando una mala broma gritando aquella palabra. Sus ojos no pudieron evitar llenarse de lágrimas temiendo voltear y que en realidad no haya nadie allí.
Reunió coraje para girar su cuerpo de manera lenta. Sus puños estaban apretados dejando que sus nudillos se pongan blancos por la presión que hacía, incluso sus uñas se clavaron en las palmas de sus manos ocasionando un leve ardor en ésa zona.
Era verdad, su padre estaba allí, con su típico uniforme de policía. Sostenía a Carl y se dejaba abrazar por Lori mientras los tres lloraban a mares.
Las lágrimas que habían amenazado con salir de sus ojos, ya no estaban. Un nudo se plantó en su estómago sintiéndose incapaz de llorar pero su boca comenzó a soltar sollozos involuntarios. No sabía que hacer o cómo controlarse, su cerebro no reaccionaba.
El abrazo de los tres se terminó cuándo Rick vió a su primogénita mayor, Malia. La menor apenas pudo reaccionar cuándo sus piernas corrieron por si solas en dirección a su padre. El sheriff abrió sus brazos esperándola. La castaña enrolló sus piernas en la cintura del mayor, apretándolo por completó contra su cuerpo. La estrujó contra él temiendo soltarla.
—Estás aquí. — Susurró con voz quebrada. — Realmente estás aquí. — Ahora las lágrimas se permitieron bajar de su rostro, al igual que Rick. No estaban tristes pero se habían hecho la idea de que estaban muertos el uno para el otro.
—Estoy aquí.
—No te vayas nunca de mí lado, papá. — Sollozo con fuerza en el hueco de su cuello. — No me vuelvas a dejar.
—Nunca me iré. — Aseguró, ambos se separaron levemente y Rick dejó un beso en la frente de su adorada hija.
Las piernas de Malia tocaron el suelo otra vez pero aún no se separaban de los brazos de su padre. Carl llegó corriendo a ellos queriendo unirse al momento familiar.
El sheriff lo tomó elevandolo del suelo para poder tenerlos a los dos juntos. El pequeño de ojos azules aferró uno de sus brazos al cuello de su hermana mientras que con el otro sostenía a su padre.
Su familia estaba junta y está vez nadie podría separarlos.
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