006
LA PISTA DE ENTRENAMIENTO SE ENCUENTRA TRANQUILA, bañada por una luz suave que apenas comienza a salir entre las nubes. El sonido del trote de Hazel es todo lo que escucho mientras me concentro en los movimientos, asegurándome de que todo esté en su lugar.
Mis manos siguen la rutina, el ajuste del equipo, el cuidado en cada detalle. Esos momentos con Hazel, tan sencillos y automáticos, siempre me traen calma. Pero hoy no. Mi mente está llena de pensamientos dispersos, como si algo invisible se hubiera instalado en mi pecho.
Christian y Charlotte están en el otro lado, charlando y disfrutando del entrenamiento. Puedo ver sus risas flotando en el aire, pero no las siento cercanas, como si estuviéramos en mundos diferentes. He intentado desconectar, pero las imágenes, los recuerdos, las preguntas, no dejan de rondar por mi cabeza.
La voz profunda de William, nuestro entrenador, me arrastra de vuelta a la realidad.
—Equipo, tengo una sorpresa para ustedes —dice con esa seriedad que suele acompañar sus palabras, y todos nos giramos hacia él. Su tono nunca es casual, siempre cargado de algo importante—. Tenemos una nueva integrante en el equipo. Quiero que la reciban como es debido.
Una nueva integrante. Un pequeño nudo se forma en mi estómago. No suelo ser de las que prefieren cambios, aunque sé que el equipo siempre está en evolución. Pero algo en su voz, algo en su expresión, me hace pensar que esta nueva persona será diferente.
Entonces, la veo. Aparece al fondo de la pista, caminando con paso firme. Hay algo familiar en su postura, en su manera de moverse. Algo que me hace detenerme, pero no sé por qué. El sol la baña, destacando sus cabellos y su figura atlética. Su mirada es decidida, pero hay algo en sus ojos que me resulta inquietante, como si estuviera esperando algo de mí.
William sonríe, como si ya estuviera anticipando nuestra sorpresa.
—Les presento a Alma Ruiz.
El nombre me golpea como una ola inesperada. Alma Ruiz. El eco de ese nombre resuena en mi cabeza, pero no sé por qué. Algo dentro de mí sabe que ya lo he escuchado antes, pero mi mente no logra conectar las piezas.
Alma se acerca, sus ojos encontrando los míos. Me ofrece una sonrisa cálida, pero hay algo en su mirada que me hace sentir incómoda. Como si estuviera buscando algo en mí, algo que yo no puedo recordar.
—¿Alex? —me pregunta, y hay un tono en su voz que hace que mi corazón se acelere sin razón aparente.
Intento sonreír, pero no puedo evitar sentir que la respuesta no está en mi mente.
—Lo siento... —digo, buscando algo en sus ojos que me ayude a ubicarla, pero no encuentro nada. Algo se me escapa, como si estuviéramos hablando en otro idioma. —No te recuerdo, ¿nos conocimos antes?
Alma me observa sin sorpresa, como si ya supiera lo que diría. Se queda en silencio por un momento, dejando que el peso de su mirada me traspase, antes de hablar de nuevo.
—Fuimos mejores amigas, Alex —dice con suavidad, casi como si no quisiera que lo olvidara. Su tono me conmueve, me toca de una forma que no puedo explicar. —Éramos inseparables en la hípica en Madrid, cuando éramos niñas. Después, tú dejaste la equitación y yo cambié de hípica. Nunca supe por qué dejaste todo, pero me alejé porque pensé que quizás lo necesitabas.
La confusión en mi rostro es evidente. Mis pensamientos se atropellan, pero no logro conectar las piezas. Una amistad que perdí, una vida que dejé atrás. Madrid. Niñas. Recuerdos tan cercanos, pero tan lejanos a la vez.
El nudo en mi estómago se aprieta mientras miro a Alma, tratando de reconocer en su rostro algún vestigio de aquella amistad. Pero no puedo. La niebla de los años me cubre, y la claridad no llega.
Ella sigue, como si estuviera leyendo mis pensamientos.
—Recuerdo que siempre me ayudabas, Alex. Incluso cuando los chicos se reían de ti. Cuando Christian... —dice, y su voz se desvanece al pronunciar su nombre, como si no quisiera decirlo en voz alta. Mis ojos se agrandan al oírlo, y una corriente fría me recorre la espalda. —Siempre fuiste valiente, incluso cuando nadie lo entendía.
Algo en su comentario me hace detenerme. La mención de Christian, aquella época cuando todo era diferente. Lo que Alma dice me lleva a una época lejana, un pasado que me resulta extraño pero cercano.
Mi mente comienza a revivir los días en los que, aún siendo una niña, me sentía incompleta al no poder montar como los demás. Esos días cuando Christian se burlaba de mí, como si yo no fuera capaz de ser parte de su mundo. La imagen de Alma, de su apoyo, comienza a formar una imagen clara en mi cabeza.
Un suspiro se me escapa, y finalmente una idea se asoma en mi mente, tan clara como una ráfaga de viento: Alma, mi amiga. La amiga que no veía desde que dejé la hípica, desde que mi vida cambió. Pero ahora no solo es el reencuentro con ella, es que estoy conectando cosas que había dejado guardadas.
Carlos. Carlos mencionó a Alma, a su amiga de aquí de Madrid. Recuerdo que una vez me habló de ella, de lo importante que era para él. Y el giro en mi estómago se hace más grande. ¿Por qué nunca me habló más de ella antes de la ruptura? La pregunta se queda suspendida en el aire, pero Alma no me da tiempo para formularla.
Alma parece leer mi mente. Sus ojos se suavizan, y en un susurro apenas audible, dice:
—Carlos siempre hablaba de ti, Alex. Y me decía que tenías que regresar, que nunca debiste alejarte de los caballos. Que él veía lo mucho que te gustaban y por eso te metió en este equipo.
El nombre de Carlos atraviesa mi pecho como un puñal, y no puedo evitar que mi corazón dé un salto. El hecho de que hablara de mí, que no me hubiera olvidado, me conmueve. Pero las palabras de Alma también me duelen.
El recuerdo de lo que fue nuestra relación, de lo que dejamos ir, me golpea como una ola. La ruptura sigue siendo un misterio, algo que no entiendo completamente.
El aire en la pista se siente denso, cargado de emoción. Aunque mi mente sigue intentando encajar todas las piezas de lo que está pasando, una parte de mí ya ha empezado a recordar.
Alma, la persona que hace solo unos minutos era un nombre vago en mi mente, y ahora me doy cuenta de que era alguien muy familiar, alguien que siempre estuvo ahí, aunque yo la hubiera perdido de vista.
Mis recuerdos empiezan a regresar, tímidamente al principio, pero con fuerza. Alma, la niña con la que compartí tanto, la que me ayudó cuando me caí, la que me entendió mejor que nadie cuando dejé la equitación. Todo se ha aclarado en mi cabeza y, al reconocerla finalmente, el abrazo surge de forma natural. No puedo evitarlo.
—Alma... —mi voz es quebrada, y siento cómo las lágrimas amenazan con salir. —Lo siento, no te recordaba, pero ahora todo vuelve. Eres tú.
Alma sonríe, pero su expresión cambia sutilmente cuando nos separamos. Sus ojos se oscurecen un poco, como si algo la hubiera incomodado. Algo que yo no logro captar de inmediato.
—Lo importante es que estás aquí ahora —dice ella, pero hay algo en su tono que me hace sentir que hay más en su mente.
—Gracias por recordarme —digo, aunque no estoy segura de si mi voz está tan firme como quiero que esté. —Es difícil, no lo había pensado en tanto tiempo.
Es entonces cuando Christian, que hasta ese momento había permanecido en silencio observando el reencuentro, se acerca a nosotros. Yo lo miro y una chispa de incomodidad me atraviesa, no porque quiera, sino porque noto la tensión que se ha instalado entre ellos.
—Es bueno verte otra vez —dice Christian, rompiendo el silencio. Su tono es amistoso, pero algo distante, como si estuviera tratando de mantener la calma.
Pero Alma no responde con la misma suavidad. Sus ojos se fijan en él, y puedo ver cómo su expresión cambia. La paz que había habido en el reencuentro comienza a desvanecerse, y me doy cuenta de que algo está sucediendo entre ellos.
—¿Sabes, Christian? —Alma no da pie a que él conteste, su voz se vuelve más firme, más cargada de desdén—. Nunca me gustaste. Y no me refiero solo a ahora, sino a cuando éramos niños.
Me siento sorprendida. No había anticipado que Alma tuviera ese tipo de sentimientos hacia Christian. Él, aunque a veces un tanto distante, siempre había sido alguien que respetaba a los demás, o eso pensaba yo. Pero en los ojos de Alma, esa imagen parece desmoronarse.
—Recuerdo perfectamente cómo te reías de Alex cuando éramos pequeños. La molestabas, y ella solo intentaba encajar. —Su tono se vuelve más hiriente. —Y no solo eso, sino que ahora, después de todo este tiempo, te atreves a besarla y arruinar lo que tenían... ¿Qué esperabas, Christian?
La acusación golpea con fuerza. Mis ojos se abren, sorprendidos. No sabía que Alma tenía esa perspectiva sobre mi relación con Christian, pero las palabras de ella resuenan en mi pecho. Porque, aunque en su momento intenté entender las razones detrás de lo que sucedió entre Christian y yo, nunca había escuchado esas palabras de nadie más.
Christian parece quedarse inmóvil ante sus palabras, pero sé que no está acostumbrado a que lo desafíen de esa forma. Él siempre fue el chico con respuestas para todo, pero ahora parece más desconcertado que nunca.
—Alma... —mi voz sale a regañadientes, un poco incómoda. No sé si quiero que ellos sigan discutiendo, pero al mismo tiempo, me doy cuenta de que hay cosas que no entendía.
Alma me mira, y sus ojos se suavizan un poco al dirigirse a mí. Sus palabras son duras, pero están llenas de un cariño profundo que no puedo ignorar.
—No es por ti, Alex. No es por lo que pasó entre tú y Christian, aunque me duele verte sufrir. Es por lo que vi cuando éramos niños. No te merecías que te tratara de esa manera. Y no me gustó verte sufrir después de todo lo que pasó. Carlos tampoco estaba contento, ya lo sabes.
Esas palabras me golpean de nuevo. Carlos. Lo que hicimos el año pasado, lo que pasó entre Christian y yo... La ruptura, todo. Las piezas del rompecabezas finalmente se unen en mi mente. Alma estaba ahí cuando Carlos y yo rompimos. Ella entendió lo que pasó, y, tal vez, por eso me mira ahora con una mezcla de rabia y preocupación.
Una mezcla de sentimientos me invade. Por un lado, entiendo lo que Alma está diciendo. Lo que pasó con Christian no fue fácil de digerir, pero a la vez me siento confundida por sus palabras. Por un lado, me duele escuchar que Alma me vea de esa manera, como si todo lo que pasó fuera un error. Pero, por otro, la comprensión en sus ojos me da una sensación de consuelo que no había tenido en mucho tiempo.
Christian, por su parte, parece haber entendido que esta no es una conversación que pueda evitar. Después de un silencio que se estira entre nosotros, se acerca lentamente.
—No quería que las cosas pasaran así. Sabes que nunca quise hacerle daño a Alex —dice en voz baja, mirando a Alma. No tiene la arrogancia que solía tener cuando era más joven, pero la culpabilidad le pesa ahora.
Alma lo mira fijamente, sus ojos llenos de una fría determinación.
—Lo sé —responde, y aunque su tono ha suavizado, sigue siendo firme. —Pero el daño ya está hecho. Y solo espero que no sigas haciéndole más daño a Alex. No sé cómo pudiste besarla el año pasado sabiendo que la lastimaste en el pasado, que todavía está recuperándose de todo lo que vivió por ti.
La tensión se vuelve casi palpable, pero yo me siento atrapada entre ellos, incapaz de intervenir de manera eficaz. Cada palabra de Alma retumba en mi mente.
Si algo estaba claro, es que la protectora de Alma hacia mí siempre había sido más fuerte que cualquier otra cosa. Y la culpabilidad que siento por lo que pasó con Christian me hace querer desaparecer, aunque sé que no puedo.
Finalmente, me doy cuenta de algo. Las palabras de Alma no solo están dirigidas a Christian, sino también a mí. Ella está aquí para recordarme que, aunque el pasado fue doloroso, no tengo que cargar con todo ese peso sola. Y, por encima de todo, Alma está aquí porque le importa.
Después de un largo momento de silencio, Christian da un paso atrás y suspira, su mirada volviendo a centrarse en mí.
—Lo siento, Alex. De verdad. No quería que esto se complicara tanto.
Yo, sin embargo, sigo pensando en lo que Alma dijo. La verdad siempre se dice de diferentes maneras, pero ahora que todo está en el aire, entiendo que la única forma de avanzar es ser honesta conmigo misma. Con Alma, con Christian y con lo que significan para mí.
Finalmente, Alma me mira con una sonrisa suave, más comprensiva.
—Lo importante ahora es que estás bien. Y que, a partir de ahora, te rodees de quienes realmente te cuidan.
La conversación se apaga un poco después de sus palabras, y aunque el aire sigue cargado de emociones, un paso hacia la curación ha sido dado.
El apartamento de Alma tiene una vibra tranquila, con la luz del atardecer filtrándose a través de las cortinas, creando sombras suaves sobre las paredes llenas de recuerdos.
Es un lugar que, aunque diferente al mío, tiene esa sensación familiar que solo se siente en un hogar de verdad. En su sofá blanco, rodeados por fotografías de viajes, libros apilados y una taza de café humeante sobre la mesa de centro, todo parece tan normal, tan rutinario. Sin embargo, hoy no es un lugar de paz.
Hoy las palabras que llevábamos guardadas por tanto tiempo parecen ser lo único que llena el espacio.
Nos hemos sentado en el sofá, yo, con las piernas cruzadas y las manos nerviosas sobre mis rodillas. Alma, más tranquila, me observa con esa mezcla de comprensión y preocupación que siempre ha tenido. La atmósfera está cargada de algo no dicho, de tantas cosas que, por fin, hemos tenido que sacar a la luz.
El sonido de la ciudad entra de vez en cuando por la ventana abierta, pero no hace más que acentuar la quietud de la conversación que estamos teniendo.
Alma parece como si estuviera buscando las palabras correctas, esas que no causen más daño, aunque sé que lo inevitable está por llegar. Por su parte, yo me siento atrapada en un mar de dudas, aferrada a recuerdos que, al parecer, no se desvanecen tan fácilmente.
—Carlos aún habla de ti —dice Alma, sin rodeos, pero con esa suavidad que me hace sentir que está tratando de no hacerme daño, aunque sé que lo que está a punto de decir me va a doler. Sus palabras caen como piedras en el agua, generando ondas en mi mente, ondas que siguen creciendo.
Mis ojos se clavan en ella, buscando alguna respuesta, alguna certeza. Pero lo único que encuentro es la sinceridad en su rostro, esa sinceridad que siempre ha sido su marca. Me pregunto si está esperando que reaccione de alguna forma, si teme que las palabras me hieran. Y lo hacen, claro. Pero lo que más me duele es que algo dentro de mí ya lo esperaba, aunque no sabía cuándo.
—¿Habla de mí? —pregunto con voz temblorosa, como si las palabras me costaran salir. Ya no sé qué quiero oír, pero necesito saberlo, de alguna forma u otra.
Alma asiente, pero su expresión se torna algo más grave. Es como si estuviera midiendo cada palabra que sale de su boca, como si quisiera darme espacio para procesar lo que está diciendo, aunque está claro que para mí todo está siendo un golpe tras otro.
—Sí, a veces. No siempre de manera directa, pero menciona cosas que solo tú y él sabéis. Recuerdos que no podrían ser inventados, ni siquiera por los medios. Habla de cómo las cosas fueron antes, de lo que pasó... de lo que tuvieron. No lo hace con nostalgia, no como si quisiera volver, pero lo hace.
Mis manos empiezan a temblar un poco, y me cuesta respirar. Todo lo que he intentado olvidar, lo que pensaba que ya había dejado atrás, vuelve a mí con la misma fuerza de siempre.
Es como si el tiempo no hubiera pasado, como si nada hubiera cambiado, como si no estuviera con Christian y no estuviera comprometida, como si Carlos siguiera teniendo poder sobre mis pensamientos.
Ese pensamiento me llena de rabia y frustración, como si nunca hubiera podido dejar ir lo que más quiero, como si siempre me quedara un resquicio de duda que me impedía avanzar por completo.
—¿De verdad? —repito, sintiéndome como una tonta al preguntar de nuevo. Pero lo que Alma me dice no tiene sentido. Carlos se fue, se alejó, y yo lo dejé ir. ¿Por qué hablaría de mí ahora, después de todo lo que pasó, después de todo lo que hemos vivido?
Alma se encoge de hombros ligeramente, como si también ella estuviera tratando de comprender por qué Carlos aún se aferraba a algo que, para él, debería haber quedado atrás.
La misma confusión que siento recorre su rostro, como si ella misma no pudiera dar sentido a los rumores, a las palabras que el mismo Carlos ha dejado escapar.
—Lo que pasa es que los medios no dejan de preguntar por él, por su vida, por su relación con Rebecca... Y a veces, cuando hablamos, da la impresión de que las cosas no están tan claras como las pintan. No quiero decir que sea un asunto de "nostalgia" o algo así, pero hay algo raro en todo esto.
Un nudo se forma en mi estómago. Los rumores, las mentiras, las noticias falsas. La relación con Rebecca ha sido lo que todo el mundo ha querido creer. Pero, ¿y si Alma tiene razón? ¿Y si Carlos no ha cerrado las puertas con facilidad?
La idea de que las cosas entre él y yo no estén tan resueltas me inquieta, me deja con una sensación de incomodidad que no puedo apartar de mí, como si un espectro del pasado estuviera acechando desde las sombras.
—¿Y qué piensas tú, Alma? —pregunto finalmente, buscando alguna respuesta que me dé sentido a todo esto. —¿Por qué seguir hablando de mí?
Alma me mira con una expresión que mezcla frustración y pena. Por un momento parece que no sabe si debería seguir hablando o callar, pero luego suspira profundamente. La incertidumbre, el no saber cómo reaccionar o qué decir, la invade como una niebla espesa.
—No lo sé, Alex. No sé si lo hace porque realmente sigue pensando en ti o si es solo porque no sabe cómo cerrar ese capítulo. Lo que sí sé es que a veces menciona detalles que no tienen sentido. Cosas que... que sólo podrías saber tú.
Esas palabras me golpean como una ola, arrastrándome en un torbellino de emociones. ¿Qué quiere decir Alma con eso? Si Carlos aún habla de mí, si tiene recuerdos que me involucran, ¿significa que todo lo que pasó entre nosotros no ha quedado claro?
No sé qué sentir al respecto. No sé si debo aferrarme a la idea de que nuestra relación fue un capítulo cerrado, o si debo aceptar que lo que pasó entre nosotros sigue flotando en el aire, suspendido en algún rincón de su mente.
Alma se recuesta en el sofá, mirando el techo, como si buscara respuestas en las sombras. Yo la observo, pero mi mente está demasiado ocupada procesando lo que acaba de decir.
A veces, creo que los recuerdos se convierten en ecos que no podemos apagar, que siempre están ahí, esperándonos en algún rincón del corazón. Y ahora esos ecos se están haciendo más fuertes, más persistentes, como si nunca hubieran dejado de resonar en mi vida.
—Es todo tan extraño, ¿no? —dice Alma, en voz baja. —Los medios lo pintan como una historia feliz, perfecta, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Pero no sé, hay algo en todo esto que no me encaja. No me lo trago.
Mi corazón da un vuelco. Yo tampoco me lo trago. La historia de Carlos y Rebecca, aunque todos la repiten, no me parece auténtica. Y no solo porque Alma lo sospeche, sino porque yo misma siento que hay algo más detrás de todo esto, algo que nunca entendí por completo, algo que se me escapa, como una pieza crucial en el rompecabezas que nunca encontré.
Alma me mira, y en sus ojos veo una mezcla de tristeza y compasión. Es como si quisiera protegerme de algo que ya no puedo cambiar, pero también me está dando la libertad de tomar mis propias decisiones, de ser capaz de enfrentar lo que venga, aunque no tenga las respuestas claras. Sus palabras, aunque cargadas de comprensión, no logran aliviar por completo la incertidumbre que siento.
—Lo que quiero que sepas es que, por más que todo lo que te digan, no es cierto que Carlos haya olvidado lo que pasó entre ustedes. Tal vez lo intente, pero no ha cerrado esa puerta.
Mis ojos se llenan de lágrimas, aunque trato de controlarme. A veces, las palabras son más poderosas que cualquier otra cosa. Y las palabras de Alma me están desbordando, como si estuvieran deshaciendo el poco control que me quedaba sobre mis propios sentimientos.
—¿Y yo qué hago con esto? —pregunto, casi en un susurro. —¿Qué significa todo esto?
Alma se acerca y me da una suave palmada en la espalda. La calidez de su gesto me reconforta solo un poco, pero no es suficiente para calmar la tormenta que siento dentro de mí.
—No lo sé, Alex. Pero lo que te puedo decir es que no estás sola en esto. Yo te conozco, y sé que tienes la fuerza para seguir adelante. Ya lo hiciste antes, y lo harás de nuevo.
Esas palabras, aunque reconfortantes, no logran calmar la tormenta que siento dentro de mí. Todo lo que pensaba que ya estaba resuelto, todo lo que creí que había superado, ha vuelto a la superficie. Y ahora, no sé qué pensar, ni qué hacer.
De lo único que estoy segura es que, mientras todo esto se resuelve, el futuro con Christian sigue adelante. Pero aún así, la sombra de Carlos parece estar acechando, esperando, como si nunca se hubiera ido, como si nada de lo que ha pasado pudiera borrarlo por completo.
Y mientras la oscuridad de mis dudas crece, me pregunto si alguna vez podré dejar ir las sombras del pasado.
☞ ᴀʟᴍᴀ ʀᴜɪᴢ
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¡Démosle la bienvenida a mi mejor amiga iamyaizaa junto a su protagonista Alma a esta saga! 💛
¡Su libro de Lando Norris (broken tracks, lost hearts) ya lo tenéis disponible en su perfil y estoy segura de que os gustará!
¡Bienvenida Alma a esta pequeña familia! iamyaizaa y yo estamos seguras de que estarás más que cómoda junto a Alex y todo su entorno.
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