Capítulo uno.

Solo podía escuchar como a lo lejos mi madre gritaba mi nombre, no quería voltear. Por mis mejillas recorrían lágrimas saladas, ¿qué he hecho? me siento culpable. Mi progenitora estará más sola de lo que ya estaba por mi culpa, soy un sinvergüenza. Sentía como mi respiración era arrebatada, intentaba huir de casa y lo primero que hice para evitar algún rastro fue incendiar parte del bosque en el cual ya había recorrido, llegando a la parte más profunda de este.

Caí al suelo por el cansancio, no paraba de jadear con intensidad. Mis manos apretaron con fuerza un poco del pasto seco, llevándose una parte de tierra. No podía creer en la situación en la que me metí, siento un miedo increíble por mis acciones.  Ya hace días que no me encontraba bien, esas terribles alucinaciones con él me causan escalofríos y temo lo peor, siento que todo aquello que hice en mi casa no fue por voluntad mía. Pude observar como mi madre lloraba, mi padre muerto en el suelo y yo con las manos llenas de sangre, fue una escena traumática.

Una leve estática recorrió todo mi ser, llegando a la parte superior de mi cuerpo en donde se convirtió en un ruido irritante. Quería moverme pero no podía, sentía una fuerza sobre mi y no controlaba mis acciones, nada.
Fue entonces donde escuché unos pasos y sentí unas manos tocando mis costados que rodeaban mi pequeña cintura para después levantarme del suelo pero yo seguía sin poder moverme. Mi cabeza está agachada evitando ver quien era el que me cargaba en su hombro, se siente incómodo.

No retuve las lágrimas de mis ojos, me encuentro asustado por lo que me vaya a pasar. Me repetía muchas veces que era mucho mejor estar en la cárcel a lo que vaya a pasarme en cualquier momento, ¿y si me matan?, ¿me esclavizan? Quiero irme a casa, que nada de esto hubiese pasado.

Sentí como una mano se pasaba de arriba hacia abajo sobre mi cabello, como si quisieran tranquilizarme, ¿qué puedo hacer? cerré los ojos y esperé a lo que me preparan.

(...)

—¿Por qué Tobías?, ¿Qué hizo mamá para merecer esto?

Mamá me miraba con tristeza mientras se acercaba a mí con sus pobres manos secas ensangrentadas. A su lado se aprecia mi padre muerto, la sangre no paraba de salir y el ambiente pesado es, me sentía sofocado.

—¡Y-Yo no hice n-nada!, ¡F-Fue él!

Apunté al hombre de traje que se encontraba a lo lejos de la habitación, sus tentáculos amenazaban con atravesarme a mi madre y a mí en cualquier momento.

—¡Deja de decir tonterías, Erin!, ¡Eres un maldito asesino!

—¡Callate, callate!, ¡No lo soy!

—¡Eres de lo peor!, ¡Ojalá hubieras muerto tú en vez de Lyra!

Desperté gritando, mi respiración era igual a como cuando corrí fuera de casa, mi pecho me duele al igual que mi cabeza. Pensé que era una pesadilla hasta que me puse a observar el lugar para percatarme que no era mi habitación, sino una ajena a la cual nunca había visto. El cuarto apestaba a alcohol con cigarro, sí, olor desagradable al igual que su padre.

Me acomodé sobre la cama para sentarme sobre ella y abrazar mis piernas, por el momento vería la habitación con más determinamiento ya que no quería levantarme de mi lugar, tengo miedo.
La habitación cuenta con la cama donde estoy, una pequeña ventana que apenas entra la luz la cual la cubre una cortina algo polvosa, un ropero viejo y la puerta, no hay mucho.

Esa puerta deteriorada se abrió lentamente y de ella se asomó esos tentáculos que vi en aquel monstruo, estos se movían bruscamente y al parecer buscaban algo o alguien.
Cuando por fin pasó por donde me encontraba me agarró de la cintura y me arrastró hasta él, pude verlo de cerca y mis nervios invadieron todo mi ser que ni hablar me dejó.

—Bienvenido hijo mío.

¿Hijo? Yo seguía sin poder reaccionar de todo esto, todo va muy torpe y no puedo procesar la situación. Miré al suelo, no quiero verle a la "cara" o donde se supone donde debe estar su rostro, no puedo.

—¿Tienes miedo? No te preocupes, ya nos hemos visto antes.

¿En qué va ayudarme eso? No voy a verle así, solo hace que quiera volver a llorar porque gracias a él ya no tengo familia, todo se desmoronó tan rápido, como un chasquido de dedos.
Mis manos se aferraron al traje de este, donde me estaba desesperando por no poder moverme por miedo »no como antes que fue por una fuerza«.
El sujeto pasaba sus huesudas manos por mi cuello y cabello para acariciarlos de forma suave, como si fuese un animal o algo así.

—De ahora en adelante vivirás aquí.

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