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Había pasado la mayoría de la tarde sumergido en diversas historias fantásticas. Donde el amor heroico, el rencor, la venganza y envidia, eran las situaciones que los personajes vivían día a día.
Se sentía agotado, tanto física como emocionalmente. Desde su matrimonio, los momentos de paz se habían extinguido. Nada de lo que hiciera lo hacía sentirse bien consigo mismo, o útil de alguna manera. Sus padres le habían dicho que sería tratado con la más fina delicadeza existente, y que su único trabajo seria sonreír y ser un orgullo para su alfa.
Pero SeokJin no quería sonreír... mucho menos ser exhibido como un bien material ante la jauría de lobos desalmados, a los que su esposo estaba acostumbrado a tratar.
Él era mucho más que eso. Y se lo hizo saber a su esposo el mismo día que se casaron. Dando inicio al mayor infierno personal que una vez viviría, y del cual no sabría cómo escapar.
Kim Namjoon era un alfa temible y dominante, que se había encaprichado con él, desde el primer momento que sus caminos se cruzaron. Tenía poder, mucho poder, del cual no dudó en hacer uso para obtenerlo a él. Sin importar su opinión, o si quería o no quería. Total, era un omega y como tal debía obedecer.
Y así fue, como después de un par de reuniones con su padre y visitas ocasionales, que su matrimonio quedó estipulado. Siendo entregado a un alfa que no conocía y que no amaba.
SeokJin no recuerda otro momento en el que haya sentido tanta impotencia y lástima por sí mismo, que el que sintió el mismo día de su boda, cuando caminaba al altar. Con una sonrisa fría y superficial, en la que decía a gritos lo infeliz que era. Sintiendo como su alma debilitada y desgarrada gritaba por ayuda sin ser escuchada.
"Sopórtalo, y da a respetar tu lugar...". Había sido el consejo de su madre, cuando apenas una semana después de su matrimonio, SeokJin había acudido a ella contándole de las múltiples infidelidades de su esposo.
"Debes ser fuerte, tienes que estar a la altura de tu alfa. No te doblegues por pequeñeces...". Fue la respuesta de su madre, cuando volvió a acudir a ella. Esta vez enseñándole los golpes que había recibido de su alfa, dejándole múltiples marcas entre tonalidades verdes y violáceas.
"Con el tiempo pasará, y las heridas cicatrizarán. Solo debes avanzar y olvidar...". Y esa fue la respuesta que recibió, cuando completamente desconsolado y destruido le había dicho que su alfa lo había violado.
Tiempo...
Con eso SeokJin lo entendió todo. El mismo día que sus padres lo entregaron a ese desalmado alfa, sin importarles nada más que riquezas y poder, ese mismo día, dejaron de ser sus padres.
Muchas fueron las humillaciones y maltratos que recibió en las ostentosas paredes de su nuevo hogar. Y aunque su lengua era lo suficientemente filosa para defenderse de manera astuta, su cuerpo no poseía la fortaleza suficiente para soportar la furia proveniente de los puños del alfa.
Así fue, durante los pocos meses que llevaban de casados. Hasta que un día, los síntomas de lo que sería su pequeño rayito de luz y motivo de lucha, llegaron.
"Felicidades alfa Kim. Su omega tiene tres semanas de gestación."
SeokJin sabía que algo bueno debía merecer después de tanto sufrimiento enmascarado, tras la fachada de un matrimonio perfecto con el alfa perfecto.
Luego de la noticia las cosas mejoraron un poco. Los golpes desaparecieron por arte de magia. El alfa se encontraba más que complacido con la idea de ser padre, y eso lo llevó a ser exageradamente cuidadoso con todo lo que el omega hacía. Desde cada control, alimentación y planes de ejercicio que debía cumplir de manera disciplinada y rigurosa. Y para SeokJin, no había comportamiento más hipócrita que ese.
Sin embargo, lo dejó pasar. El médico había aconsejado que el alfa estuviera cerca de su omega para que el pequeño cachorro sintiera su presencia, y así los primeros meses de su formación se llevaran a cabo de manera óptima, previniendo de este modo problemas futuros.
El omega pudo notar el leve cambio en esos meses. Sentía la paz que su retoño le brindaba. Se sentía útil al poder albergar algo tan mágico y maravilloso como el milagro de la vida en su cuerpo, el cual, lo sentía tan dañado y podrido.
Y aunque los golpes y peleas desaparecieron, las infidelidades por parte de su esposo no lo hicieron. En lugar de eso, aumentaron.
Aunque no le importaba. Lo único importante para él, era su pequeño y quería solo lo mejor para su bebé. Y para lograrlo, debía aprender a ser más inteligente, frío y calculador. Defender el lugar que les pertenecía con uñas y dientes. Esa era la única manera para sobrevivir en el abismo en el que ambos estaban sin haberlo pedido.
"No te precipites Hyung, la mente funciona mejor cuando no es dominada por los sentimientos. Dale el completo poder y verás cómo obtendrás lo que tanto deseas y darás a valer tu lugar. No permitas que conozcan lo que verdaderamente sientes, tampoco te muestres débil. Lucha Hyung, lucha por lo que quieres. Recuerda que no estás solo". Fue el consejo que Jimin le había dado, una noche que lo había llamado en completa desesperación, en busca de consuelo. Y aunque se le hacía un poco egoísta por el duelo que pasaba el menor, éste lo escuchó con amor y paciencia, y le dio la clave que sería su arma de salvación.
La mente, ante los sentimientos.
Y así fue como el nombre de Kim SeokJin fue respetado por primera vez por su esposo. Dando a valer su lugar, sobre todas las aventuras y deslices que el alfa tenía.
"Te lo explicaré, antes que armes un escándalo y pongas en riesgo al cachorro". Le había dicho su esposo, cuando una noche lo encontró en la habitación que compartían, con una omega, en SU cama. Estando ambos completamente desnudos.
"No armaré ningún tipo de escándalo porque simple y sencillamente no me interesa con cuantos te revuelques al día, siempre y cuando no sea en esta casa. Aquí estoy yo. TU esposo y futuro padre de TU hijo. Así que ten un poco de moral y haz tus mierdas en otro sitio, no quiero ser el hazme reír de la puta sociedad al ser el esposo de un alfa troglodita como tú. Así que, si no sabes controlar tus impulsos al menos ten la decencia de ocultarlos. ¿Quedó claro?".
Luego de su respuesta los había dejado solos, y había ordenado a la servidumbre pasar sus pertenencias a una de las habitaciones vacías. Su cuerpo jamás tocaría esa cama apestosa y contaminada. Y aunque el alfa no estaba de acuerdo, por miedo de ser el causante de un nuevo disgusto para el omega, no tuvo otra opción que ceder.
Habían pasado un par de semanas de eso. SeokJin no estaba seguro si el alfa seguía teniendo encuentros con sus amantes, pero al menos su hogar era respetado, y sinceramente eso era lo único que le importaba.
Para sobrevivir en un mundo como ese, se necesitaba de carácter, fortaleza, poder e inteligencia. Y a SeokJin le había tocado aprenderlo a la mala.
—Omega Kim —una de las omegas encargadas de su cuidado lo sacó de sus profundos pensamientos—. Discúlpeme por haber interrumpido su lectura, pero es la hora de que tome sus vitaminas.
SeokJin observó el libro en sus manos, ni siquiera lo había abierto para leer. Se había perdido totalmente en todo lo que su mente guardaba.
—No interrumpiste nada —respondió neutral. Para luego extender su mano y recibir aquella tableta de color amarillo.
—El amo Kim me pidió que le recordara que en un par de días tienen un compromiso, por lo cual, la cita para su control tuvo que ser modificada.
El omega hizo una mueca. —¿Compromiso? —preguntó extrañado, la contraria asintió—. No estaba enterado.
—Pues ahora lo estás.
La voz del alfa interrumpió la tranquila conversación que ambos omegas tenían. Namjoon carraspeó y con un movimiento de cabeza le indicó a la chica que se retirara del lugar. La joven omega no necesitó de más, y con una reverencia se retiró, sin decir más.
—Hola cariño —saludó el moreno, queriendo dar un beso en los labios a su pareja y fallando rotundamente, cuando el omega sin delicadeza giró el rostro.
—Llegaste temprano —comentó, sin voltearlo a ver—. ¿A qué se debe tan grata sorpresa?
El alfa suspiró cansado. —No empieces SeokJin. He tenido un día difícil y no quiero lidiar contigo.
El omega le observó, mientras parpadeaba repetidas veces luciendo adorable. —Entonces ¿Qué haces aquí? —preguntó suavemente, pero Namjoon fue capaz de detectar cada gota de veneno que iba impresa en las palabras—. La casa es grande, así que tienes muchas opciones para ir y no tener que verme y lidiar conmigo.
El alfa respiró de manera profunda, esperando que con eso su creciente mal humor se detuviera, y así poder ser capaz de evitar una pelea.
—Está bien, te dejaré con tus libros —accedió a regañadientes—. Solo necesito que cooperes conmigo en el baile que se realizará en dos días.
El omega alzó una ceja mientras cruzaba sus piernas. —¿Baile?
El moreno asintió. —Se realiza cada año, solo miembros de la organización están invitados. Este año, el anfitrión será el Dragón Negro, así que ya has de saber que es imprescindible mi asistencia.
—¿Y por qué tengo que ir yo?
—Porque eres mi omega, y porque así lo decidí. Es por eso, que la cita con tu médico ha sido cambiada para mañana por la tarde.
El omega rió irónico. —¿Entonces debo ir, lucir bonito, saludar y sonreír?
—Comportarte como un verdadero omega haría —respondió el alfa, borrando la sonrisa de su esposo—. Sabes que he sido flexible contigo durante este tiempo, pero eso puede cambiar. Sigue haciéndome la vida difícil y te juro SeokJin que apenas mi cachorro nazca, te disciplinaré como debí haberlo hecho desde el inicio. He sido muy benevolente contigo, y tu terquedad me está hartando.
El mencionado se levantó de su asiento luciendo sumamente furioso. —¿Con qué lo harás? ¿Con más golpes y violaciones? —preguntó furibundo.
—Hice lo que un alfa hace con su omega —se defendió—. Tu rebeldía y falta de respeto tiene que ser reprendida. Soy tu alfa, y como tal debes respetarme.
El odio que los ojos del omega dejaban ver, erizó cada vello que el alfa poseía.
—Me violaste —dijo con asco.
Namjoon se encogió de hombros, sin mostrar rastro de arrepentimiento. —Exigí mis derechos como esposo. Entiéndelo de una vez, tú estás aquí para satisfacerme. Me perteneces, y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo.
—Te odio —respondió el omega, llorando de la rabia e impotencia que sentía—. ¡TE ODIO! ¡ME DAS ASCO! —gritó.
Y nuevamente, dejaba ver sus verdaderas emociones y lo débil que era.
—No me importa —respondió el alfa con tranquilidad—. Mientras estés a mi lado, no me importa si me amas o me odias. Me darás un hijo y por él, jamás serás capaz de abandonarme.
Esas palabras derribaron toda convicción y fortaleza en el omega. Su pequeño hijo era lo único bueno que tenía, y sabía que el alfa sería capaz de usarlo en su contra, si con eso lo obligaba a permanecer a su lado.
Su mayor fortaleza, también podía ser su mayor debilidad. SeokJin lo sabía, y su corazón lloraba y se lamentaba por ello.
—Vete —logró articular, mientras las lágrimas, amargas y silenciosas se derramaban sin pudor por su rostro. Sirviendo de testigos de su dolor y desdicha. Estaba cansado, no podía fingir ser fuerte cuando no lo era. Era un cobarde, y merecía vivir todo lo que estaba sufriendo.
Namjoon suspiró cansado. Realmente no estaba en sus planes pelear nuevamente con su pareja, pero era inevitable. Su omega era una fiera, y si no quería ser la burla de la organización tenía que domarla, lo quiera o no.
Se acercó y le besó los cabellos, sintiendo de manera inmediata el cambio en el aroma de su pareja, más la rigidez en su cuerpo. Dándole las dos señales más claras del rechazo que siempre recibía por parte de su esposo.
—Cuando aprendas cuál es tu lugar, y me des el respeto que merezco al ser tu alfa, tendrás la paz y tranquilidad que tu corazón tanto ruega —le dijo el alfa antes de abandonar la biblioteca, dejando a un omega solo y muerto en vida.
SeokJin respiró profundo y se limpió cada una de las lágrimas que en un momento de debilidad derramó. Sonrió de manera rota mientras acariciaba su vientre levemente abultado, sintiendo de manera inmediata la tranquilidad que solo su retoño era capaz de otorgarle.
—Te equivocas Nammie —habló para sí mismo en la soledad del lugar—. La paz vendrá a mi corazón cuando mi cachorro y yo estemos libres de ti. Y eso, solo será posible con tu muerte.
Habían llegado hace media hora. En el momento exacto que bajaron del jet privado, la omega pudo notar las tres camionetas blindadas que estaban a la espera. Cada una de ellas repleta de guardaespaldas, los cuales estaban ahí exclusivamente para ella.
Seulgi estaba emocionada. Por fin estaba en Seúl y viviría con su esposo. Bajó rápidamente del jet, ignorando completamente los llamados de su amiga y las advertencias del alfa rubio. Lo más importante para ella era ver a Yoongi y reclamar sus labios en un tan esperado y merecido beso.
Llegó con una sonrisa hasta donde estaban todos aquellos hombres, los cuales lucían intimidantes y aterradores. Los saludó cordialmente y ellos hicieron una respetuosa reverencia. Iba a preguntar por su alfa, pero su madre salió de una de las camionetas, sorprendiéndola al instante.
—¿Madre? —preguntó extrañada—. ¿Qué haces aquí?
JinKyung hizo una mueca desaprobatoria ante la apariencia de su hija. Seulgi lucía pálida y las ojeras que habían alrededor de sus ojos no eran nada atrayentes de ver. Había perdido peso, y su cabello no era tan brillante como antes. Además, el gran vendaje que cubría su cuello lucía espantoso y con algunas manchas de sangre. JinKyung supuso que la mordida del alfa era la causante; así que, viéndolo desde esa perspectiva, era una suerte que su hija estuviese con vida.
—Vine por ti. ¿No estás feliz de ver a tu madre? —interrogó, con el tono elegante y distinguido que siempre la caracterizaba.
—Lo estoy —respondió, mientras abrazaba levemente a su madre—. ¿Dónde está Yoongi? —preguntó nerviosa, había bajado hace un par de minutos y no veía por ningún lado al alfa.
—No pudo venir —respondió su madre, mientras ambas ingresaban a una de las camionetas—. Está muy ocupado con sus asuntos, y me pidió que viniera a recogerte.
El corazón de Seulgi dolió.
—Pero él dijo que vendría por mí —susurró dolida.
JinKyung rodó los ojos con fastidio. —¡Niña por Dios! —exclamó—. Tu esposo es un hombre importante, que no cuenta con el tiempo suficiente para cumplir tus caprichos. Aprende a comportarte como una omega de clase, si no quieres aburrirlo —regañó—. Tu padre logró consolidar tu matrimonio con el alfa que querías, pero depende exclusivamente de ti que así siga.
Seulgi no respondió, su madre no era la mujer más cariñosa del mundo. Siempre la trató como un objeto con el cual obtendría beneficios en el futuro, y sí que tenía razón cuando decía que la frialdad de la mujer la aterró desde que era una niña. A veces se preguntaba como su padre podía seguir con ella después de tantos años de desamor e infelicidad. Sin embargo, no podía negar el hecho de que su madre tenía razón. Su padre había logrado que se casara con el alfa de sus sueños, pero era trabajo absoluto de ella de que así siguiera.
Pero... ¿Acaso era malo el hecho de soñar con obtener el amor de su esposo? La omega estaba segura que no hacía nada malo, y era por ese hecho que no pensaba cambiar, por mucho que su madre opinara al respecto. Ella enamoraría y amaría a su alfa, pero a su manera. No se dejaría influenciar por una mujer que tenía de todo, menos amor.
—¿Cómo te has sentido? —la pregunta de su madre la trajo de vuelta al mundo real.
Seulgi hizo una mueca mientras llevaba una de sus manos a la venda que cubría su cuello. —Aún duele, pero es soportable. Ya no necesito de calmantes para poder sentirme bien, y las marcas casi desaparecen.
La omega mayor la observó intensamente. —¿Sientes que el lazo se formó por completo? ¿Eres capaz de sentir el lobo de tu esposo?
—No mucho. Pero Grace me dijo que quizá el dolor de la mordida no me dejaba concentrarme en nada más que no fuera eso —respondió—. Estoy segura que ahora que esté con mi alfa, seré capaz de sentirlo.
JinKyung no estaba tan segura de que eso pasara. Aun así, no había problema si el lazo estaba completo o no, siempre y cuando nada interfiriera con su plan. Se acercó a su hija y olisqueó el cuello, tensando a la menor debido a la sorpresa. Luego de unos segundos se apartó como si nada.
—Al menos conservas su olor —comentó sorprendiendo a la menor, ya que ella no era capaz de sentirlo—. Cuando lleguemos a tu casa, te darás un baño y te arreglarás. Por nada del mundo debes permitir que tu alfa te vea en esas penosas condiciones.
—Pero si me verá al llegar madre —respondió con gracia—. Será imposible que no me vea así. Además, no estoy tan mal.
La mayor rió divertida mientras negaba con la cabeza. —Luces terrible querida, esas ojeras que tienes necesitan de muchas mascarillas. Además, estás pálida y demacrada. Si quieres conquistar a tu esposo, tienes que dejar de pensar así, y buscar la perfección —hizo una pausa mientras observaba a su hija—. Tu esposo no estará en casa, te dije que tenía asuntos importantes por atender, quizá lo veas hasta en la noche.
La menor suspiró, se sentía cansada y quería ver a su alfa cuanto antes para sentirse mejor. Pero no quería parecer una omega mimada y malcriada, así que esperaría en silencio hasta que su esposo llegara.
—Como digas madre —respondió bajito, mientras observaba por una de las ventanillas de la camioneta.
El resto del camino transcurrió en completo silencio, y la menor de las omegas lo agradeció con creces. Amaba a su madre, pero ésta no tenía ni el más mínimo tacto cuando de reprocharle cada uno de sus errores y hacerle saber cada uno de sus defectos se trataba. Siempre le decía que era así con ella para forjar su carácter desde pequeña, y que así fuese una omega digna de admirar y el centro de atención de los alfas. Pero Seulgi sabía que había algo más tras todo aquel trato frío y sin sentimientos que siempre obtuvo de su progenitora.
Su madre la odiaba, pero no sabía la razón.
—Hemos llegado —anunció el chofer, mientras apagaba el motor de la camioneta.
Seulgi tomó su bolso y se disponía a bajar, pero la mano de la mayor la detuvo, haciendo firme su agarre para mantenerla dentro del auto.
—Debes comportarte y no armar dramas por pequeñeces —advirtió severa—. Tu marido no es un juego. Un mínimo error y todos estaremos muertos.
—Lo sé bien madre —respondió seria—. Pero no dejaré que te metas en mi matrimonio, ni en cómo comportarme.
—Si veo el mínimo error por tu parte, ten por seguro que me meteré, Kang Seulgi —sonrió con superioridad—. Soy tu madre, y mi deber es ver que te conviertas en alguien digna de tu alfa y estatus social, y que no seas la vergüenza ni de tu padre, ni mía. Así que, comportarte acorde a tu altura y no habrá problemas.
La menor decidió no seguir con aquella discusión y salió rápidamente del vehículo. Afuera, una fila de sirvientes con uniforme de colores azul y blanco le esperaban, perfectamente formados. Seulgi calculaba entre quince y veinte personas.
—Bienvenida a casa, señora Min —fue el saludo grupal que la omega recibió por parte de ellos. Seulgi sonrió agradecida por tan cálida bienvenida, e ingresó al que sería su nuevo hogar.
La mansión era sin duda hermosa. Con estilo moderno y rústico, donde grandes paredes de colores blanco y gris predominaban. Hermosos candelabros negros con detalles dorados, cuadros de arte abstracto y múltiples mesas de madera con hermosos adornos de mimbre. Anchos y largos pasillos de derecha a izquierda, con doble escalera en el salón principal, la cual guiaba al segundo piso. Todo perfectamente en sincronía con el suelo recubierto de madera oscura.
Estaba sorprendida y se sentía a gusto con el lujo de la casa. Aunque los colores y decoración no terminaban de encantarle todavía. Se encargaría de hablar con su esposo acerca de ello, y ver si le permitía decorar un poco a su manera, y así agregar su estilo al lugar.
Caminó un poco más hasta que observó que en el inicio de las escaleras una joven de más o menos su edad, hermosa y extranjera, le esperaba con una muy tenue sonrisa. A paso lento se acercó, sin poder evitar el escanear a la joven de pies a cabeza y olfatear un poco el aire, sintiendo un tenue aroma a jazmín. Deduciendo de inmediato que se trataba de una omega.
—Señora Min —saludó la joven con una reverencia—. Mi nombre es Lila, y seré su asistente personal. Cualquier cosa que desee no dude en pedírmelo.
—Gracias Lila —sonrió, con un poco de confianza.
—Por favor acompáñeme, la llevaré a su habitación.
Lila inició a subir las escaleras seguida de Seulgi y su madre, además de dos betas, los cuales llevaban las maletas de la omega.
Cuando llegaron al segundo piso, lo primero que notó Seulgi fueron las múltiples puertas que habían. Recuerda que en la casa de su padre era similar, y que había algunas en las cuales tenía prohibido el acceso. No sabía con exactitud si sería igual con su esposo, pero para evitar problemas le preguntaría, para así sentirse más segura y poder explorar el lugar más libremente.
Doblaron por un pasillo y siguieron caminando por pocos segundos, hasta que llegaron donde supuso la omega eran las habitaciones, ya que el pasillo era más estrecho con el color negro y blanco predominando y había dos alfas al inicio de éste, completamente armados. Eran cinco puertas en total, dos de cada lado y una central. Seulgi estaba segura que la última era la habitación del alfa, pero fue sorprendida cuando la omega que minutos atrás se había presentado ante ella abrió la primera puerta de la derecha.
—Ésta es su habitación —anunció la omega con la mirada fija en el piso, quizá sintiendo un poco de pena.
Seulgi lo entendió. No compartiría habitación con su alfa, Yoongi no la quería cerca, y se lo hizo saber aún sin él estar presente. Su corazón nuevamente sintió un golpe, dejando el dolor tan conocido. Quiso llorar, jamás se había sentido tan humillada en toda su vida. Iba a entrar en silencio, tratando de conservar su postura y dignidad, pero su madre tenía otros planes.
—¿Es esto una broma? —preguntó JinKyung con el ceño fruncido—. ¿Sabes quién es mi hija?
Lila permaneció impasible. —Es la esposa del alfa Min.
—Entonces ¿Por qué la tiras a una habitación cualquiera cuando su lugar es en la cama de su alfa? —demandó saber— ¿Quién te crees que eres? Llévala a la habitación de mi yerno ahora mismo —ordenó.
—Son órdenes estrictas del señor Min —respondió Lila, sin dejarse intimidar—. Yo solo obedezco lo que él ordena.
—Eres la asistente de mi hija. Tu deber es velar por ella.
—Efectivamente, soy su asistente —admitió la omega—. Pero el señor Min es el amo de esta casa, y las ordenes de él se cumplen —respondió contundente—. Si tiene algún problema, por favor háblelo con él.
Seulgi solo escuchaba la discusión sin sentido que su madre había creado con la omega. En esos minutos de silencio fue donde se dio cuenta que sería más difícil de lo que pensó conquistar a su esposo, ya que éste la estaba apartando desde el inicio, y ella no tenía ningún derecho a opinar. Después de todo, Lila tenía razón. Yoongi era el amo y señor del lugar, y sus órdenes siempre estarían por encima de todo.
Esa era su verdad, pero no estaba dispuesta a aceptarlo... no sin antes luchar.
—Inténtalo de nuevo —alentó Yoongi, mientras observaba divertido el puchero pronunciado que tenía el castaño.
—Es inútil, Yoongi —refunfuñó Jimin, conservando el puchero—. Nunca podré dar en el blanco —se lamentó.
—Con esa actitud nunca lo harás —contestó el alfa, mientras lo abrazaba por atrás.
Tal y como el pelinegro le había prometido, estaban en el campo de tiro donde el Dragón Negro entrenaba a los nuevos reclutas. Tenían un par de horas de haber llegado, y luego de que Yoongi le explicara todo el proceso, desde como tomar un arma, la posición correcta y más cómoda para disparar, el omega había empezado a practicar, fallando en todos los intentos que hizo. Provocando las risas en el mayor y los aprendices de la organización, quienes también practicaban arduamente.
—¿Qué actitud quieres que tenga cuando todos se ríen de mí? —preguntó ceñudo—. Vine de entretenimiento para todos ustedes.
—Si mejoras, ya nadie se reirá de ti —respondió Yoongi, haciendo al omega bufar—. Manzanita, debes entender que tu puntería es un asco —sonrió divertido, apartándose justo a tiempo del codazo del menor.
—¡Que no te burles de mí! —chilló ofendido.
—Ya, ya... —trató de calmar, mientras le daba un beso tronador en la mejilla izquierda. Aumentando la irritación del castaño, por la mirada burlona del alfa—. Inténtalo una vez más precioso, estoy seguro que te saldrá mejor.
—¿Por qué estás tan seguro? —preguntó con curiosidad.
—Bueno... es que peor no te puede salir —concluyó el pelinegro, estallando en carcajadas al igual que los demás presentes en el lugar.
Las risas estridentes llegaron e inundaron el campo, siendo las protagonistas durante pocos segundos, segundos que se vieron opacados cuando un estruendoso sonido se dejó escuchar, cortando de un tajo el ambiente divertido, y llenando de tensión y alerta a los alfas presentes.
Yoongi observó a Jimin, buscando algún tipo de herida en el omega, ya que el fuerte sonido había sido producido por un disparo del cual no sabía su origen, hasta que observó al menor.
Todos los alfas que estaban en el campo de tiro, no creían lo que veían.
El pequeño omega estaba en la posición de disparo. El pie derecho delante del izquierdo, y con el cuerpo levemente inclinado hacia atrás. Con el arma fuertemente sujeta con ambas manos de manera firme, de la cual salía un tenue humo blanco, el cual testificaba la reciente hazaña. La mirada del castaño era calculadora, y estaba fija en el blanco al que había disparado.
Un jadeo de sorpresa grupal se dejó escuchar, cuando todos fueron conscientes que el disparo había sido efectuado de manera limpia, concisa y perfecta a uno de los blancos más lejanos, casi a 20 metros de distancia. Donde los alfas cercanos corroboraron que la bala estaba justamente en el centro, dejándolos atónitos y pálidos cuando se dieron cuenta que la bala había pasado por entre medio de ellos, al haber estado en el centro del campo.
Yoongi estaba asombrado ante el repentino ataque del omega.
—¿Jimin? —preguntó cauteloso.
El castaño salió de su trance y dejó caer el arma al suelo como si ésta quemara en su piel, para luego correr desesperado a los brazos del alfa.
—Lo siento —se disculpó, estando escondido en el amplio pecho—. Solo quería que dejaran de burlarse.
Yoongi rió ronco, mientras besaba la suave cabellera, y acariciaba la delicada espalda. —Lo lograste —susurró—. Eso fue estupendo bebé.
—Fue una tontería —aclaró, el menor—. Un descuido de mi parte, que me hubi...
—Fue el mejor disparo de mi puta vida —interrumpió el alfa—. Eres letal cariño —murmuró ronco—, recuérdame no volverte a molestar.
El omega rió divertido, mientras salía de su escondite y veía al mayor, juguetón. —No prometo nada, alfa.
—Entonces, correré el riesgo —decidió Yoongi—. Es hora de irnos —anunció, mientras jalaba al omega del brazo y los guiaba al auto.
Ambos caminaron riendo uno del otro, sin ser conscientes de la mirada curiosa de cierto pelinegro en el campo.
—¿Ansioso por ver a tu esposa, Min? —preguntó Jimin divertido, mientras el alfa arrancaba.
El mayor lo observó profundamente mientras tomaba una de las pequeñas manos del omega para besarla.
—Como no tienes idea —fue la respuesta de Yoongi, cuando ambos se marcharon del lugar.
YOONGLH💀
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