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Las voces a su alrededor le despertaron. Había pasado una de las noches más difíciles de su vida, su cuerpo al por fin haber reaccionado era capaz de sentir en completa totalidad todo el dolor que tenía desde esa noche.

Esa noche...

Los recuerdos la atacaron como rayos, perforando su mente y activando sus sentidos. Sintió a su loba inquieta, y de manera desesperada llevó su pequeña mano a su cuello, en busca de la marca que esperaba tener.

Una sensación de alivio recorrió su cuerpo y mente relajándola en el proceso, cuando el dolor que sintió al contacto con su cuello, le confirmó lo que tanto deseaba. Dándole la prueba absoluta que su anhelada marca estaba ahí. Que no era un sueño el que tuvo, sino más bien, algo totalmente real.

Su alfa la había reclamado formando la unión, y ahora eran uno solo.

Sonrió tan amplio como pudo, estaba feliz. El hecho de pertenecerle a un alfa de la categoría de su esposo era algo digno de presumir. Seulgi lo sabía y se sentía orgullosa de ello.

De pronto, la ansiedad y el miedo al no sentir el aroma que amaba la empezó a consumir. ¿Dónde estaba su alfa? ¿Por qué no estaba ahí con ella? Lo necesitaba... necesitaba su aroma y sus mimos ahora más que nunca que se sentía tan completa, pero vulnerable a la vez.

Trató de levantarse para ir en busca de su esposo, pero un intenso dolor en su parte baja, más unos delicados brazos se lo impidieron; recostándola nuevamente para que pudiera descansar.

Enfocó su vista en la persona que la acompañaba, sonriendo en grande cuando una cabellera platinada y grandes ojos expresivos la recibieron.

—¿Grace? —preguntó bajito—, ¿Qué haces aquí?

La beta le sonrió, observando de reojo al alto rubio que estaba en una esquina de la habitación con los brazos cruzados sobre su fornido pecho, y escuchando todo en silencio.

—Me quedé para cuidarte —respondió cariñosa, mientras acariciaba los cabellos de su amiga—. Estabas muy mal, así que decidí quedarme a tu lado.

La omega asintió despacio, sintiendo como un pequeño dolor se iba alojando en su pecho.

—¿Dónde está Yoongi? —preguntó sin querer saber la respuesta—. ¿Dónde está mi alfa?

La pequeña platinada frunció el ceño mientras arrugaba la nariz, observando de manera acusatoria al alfa que estaba con ellas, haciendo un puchero marcado e involuntario al no querer hablar con su amiga de ese tema. Luciendo irritante a los ojos del menor.

El rubio resopló rendido, sabía lo que la pequeña beta le pedía con aquella mirada, y aunque no fuera asunto suyo quizás podría ayudar un poco. Además, se notaba que la esposa de su jefe era algo difícil de tratar.

—Señora Min —le llamó con su gruesa voz, sorprendiendo a la omega con su presencia, pero haciéndola sonreír con orgullo por la forma en la que se refirió a ella—. El alfa Min tuvo que viajar a Seúl por asuntos de trabajo. Pero llama todos los días preguntando por su salud, expresando lo preocupado que esta por usted. Fue por esa razón que me ha dejado a cargo de su seguridad mientras permanezca lejos de él —mintió descaradamente.

Seulgi le sonrió educadamente, aunque no estaba completamente satisfecha y tampoco se sentía cómoda con la presencia de otro alfa que no era el suyo estando recién marcada. Ella quería a su alfa a su lado, que le diera cuidados, amor y le llenara de besitos y palabras bonitas, pero como toda omega casada con un alfa de alto rango, debía entender que su amado esposo era un hombre ocupado y que había asuntos que no podían hacerse esperar.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó curiosa, aquel alfa lucia sumamente joven y familiar.

El rubio hizo una respetuosa reverencia. Su rostro tan frío, aterrador e impenetrable, logrando erizar cada vello existente en ambas mujeres.

—Lo siento. Mi nombre es Kim Taehyung y trabajo para el alfa Min —se presentó formalmente.

La omega asintió y luego observó a su amiga. Grace lucía incómoda y le miraba de una manera que ciertamente no le gustaba. Detestaba cuando las personas la veían con lástima.

—¿Cuánto tengo de estar aquí?

La beta hizo una pequeña mueca, observando nuevamente a Taehyung quien le sonreía burlón. De verdad que detestaba a ese alfa.

—Casi una semana.

Esa respuesta no era la que la omega esperaba. Llevaba mucho tiempo separada de su alfa y no creía ser capaz de poder soportar más.

—Necesito irme de aquí —trató de levantarse—. Necesito a Yoongi conmigo, ¡no quiero estar lejos de mi alfa! —lloriqueó.

—Seulgi tranquilízate. En dos días nos iremos —consoló Grace, desesperada ante el comportamiento de su amiga.

La omega detuvo todo movimiento, y con un puchero y ojitos llorosos observó al alfa que le veía impasible.

—¿Es verdad? —preguntó ilusionada. Expectante por una respuesta.

Taehyung hizo un esfuerzo sobrehumano por no rodar los ojos.

—Por supuesto que sí señora —sonrió amable—. Solo debe esperar dos días más y estará en casa con su esposo.

La beta sonrió incomoda hacia su amiga, tenía miedo por ella. La omega estaba sedienta de amor por su alfa, y aunque la peliplata solamente lo había visto en la boda, podía deducir fácilmente que amor era precisamente lo que menos recibiría.

Pero... ¿Qué se puede hacer ante la terquedad e ilusión de un corazón enamorado?

—¿Lo ves? En pocos días estarás con él —animó, llenando de más amor e ilusiones vacías el joven corazón enamorado.

El alfa solo observaba en silencio a la esposa de su jefe, compadeciéndose un poco del mayor, ante la omega tan sensible y mimada que le había tocado.

Su nuevo hogar era inmenso. Una mansión donde los colores blanco, rojo y negro eran los que predominaban. Tanto en muebles como en paredes y techo. Con un mármol blanco, dándole el toque de luminosidad justo. Le gustaba mucho, tenía un aspecto algo excéntrico con un toque lúgubre.

No se terminaba de adaptar a la extensa seguridad. Cámaras de vigilancia por dentro y por fuera, las cuales cubrían un perímetro de cinco kilómetros a la redonda. Dentro estaba instalado un sensor de rayos láser, los cuales se activaban al anochecer. Eso, sin contar los siete hombres que vigilaban desde puntos estratégicos la zona.

Suspiró con resignación. Sabía que Amox no escatimaría en gastos para hacer de su nuevo hogar una fortaleza impenetrable.

Y aunque ella sabía a la perfección los motivos que el pelinegro tenía, no quitaba el hecho de sentirse asfixiada y una carga. Algo inútil, que era incapaz de cuidarse a sí misma.

A pesar de tus torpes pensamientos no objetó nada. Sabía que el peligro que corrían no era imaginario. Y aunque deseara que el pelinegro estuviera seguro junto a ella en esas paredes impenetrables, era imposible. Su alma reclamaba venganza por toda la oscuridad que se creó en su pasado, y que ahora era parte esencial de su presente. Así que el único modo que tenía para serle de ayuda era cooperar, obedeciendo todas las recomendaciones, y así no ser un dolor de cabeza más, ni un obstáculo que sirva de preocupación y distracción a su menor.

Con un último suspiro dio un sorbo a su té de hierbas, haciendo una mueca al notar que estaba frío. Al parecer había tardado más de lo usual sumergida en sus pensamientos.

—Has vuelto... —susurraron ante el silencio.

La castaña volteó en busca de la voz conocida, llevándose una grata sorpresa al ver al pelinegro dueño de sus pensamientos ahí de pie, en el umbral de la puerta. Observándola con una sonrisa ladeada y postura relajada.

Le sonrió de vuelta mientras corría a abrazarlo, siendo inmediatamente recibida por los brazos del contrario.

—Pensé que vendrías hasta mañana —susurró escondida en el cuello del menor. Olfateó un poco para poder tranquilizarse, y cuando salió de su escondite observó aquellos ojos tan llamativos y hermosos que la veían con completa calidez—. Hola —saludó tímida.

Amox le besó la frente con cariño. Su cuerpo tenso debido al cariño que recibía y al cual no estaba del todo acostumbrado.

—Hola.

Se separaron y ambos se sentaron en el amplio sofá.

—¿Qué te parece tu nuevo hogar Noona? —preguntó animado.

La mayor hizo una pequeña mueca, pero aun así sonrió. No importaba el lugar, siempre y cuando estuviesen seguros.

—¿Extravagante? —dudó un poco—. Aun así, es perfecto. Aunque un poco amplio para mi gusto, pero me acostumbraré. No te preocupes por mí.

El pelinegro mantenía su sonrisa, observando a su mayor casi sin pestañear. Su mirada era tan penetrante que un rubor delicado cubrió las mejillas de la castaña, haciéndola bajar la mirada y sonreír aún más al menor. Después de todo, ellos habían compartido algo más en el pasado.

—Te extrañé Noona.

—Lo sé niño —respondió juguetona mientras le daba un leve empujón con el hombro—. Aunque me debes una explicación. El viaje fue precipitado y sigo sin entender tus motivos.

Todo rastro de calidez y tranquilidad se esfumó del rostro del pelinegro, devolviéndole el aura oscura que lo consumía a cada minuto y segundo de su vida.

—Te lograron localizar —y solo eso necesitó para entender—. Entenderás que ahora el lugar más seguro es estar aquí a mi lado. No puedo darme el lujo de arriesgarlas.

La omega suspiró, recordando a cada momento su promesa de cooperar. Quizá fue por eso que no insistió en saber más del asunto, lo consideraba innecesario y entre menos supiera, más tranquila se sentiría, y menos tendría que ocultar.

—¿Tienes un plan? —preguntó dudosa. Amox le sonrió—. Lo tienes —afirmó segura, haciendo al contrario bufar divertido—. Si no fuera así no me pedirías estar aquí. Aun sabiendo lo arriesgado que es.

—Tan inteligente —halagó revolviendo los suaves cabellos de la omega, haciéndola gruñir bajito—. Tienes razón, tengo algo en mente.

—¿Puedo saber qué es? —preguntó genuinamente curiosa, con una pequeña sonrisa que se desvaneció cuando vio al pelinegro negar sonriente—. ¡Oh vamos! Solo una pequeña pista ¿Si? —suplicó, juntando sus manos y haciendo un puchero.

Amox estuvo en silencio por unos cuantos minutos, exasperando a la omega, la cual esperaba ansiosa una afirmativa de su parte. Mantuvo el misterio unos segundos más, hasta que asintió mientras le sonreía divertido. Listo para darle una pista.

—La semana de sangre.

Llevaban un par de horas esperando la nueva mercancía. El puerto de Ulsan se encontraba medianamente vacío, y el punto donde sería el encuentro lo estaba completamente.

Yoongi había decidido llegar mucho antes que la hora acordada, y en cuanto estuvieron en el puerto, ordenó a sus hombres que se distribuyeran por todo el lugar hasta tenerlo completamente cubierto. Solo por si las cosas se ponían feas.

Haría un intercambio con un socio chino, y pues para ellos jugar sucio era su marca personal. Y el pálido sencillamente no estaba para juegos.

Dio una última calada a su cigarrillo, sintiendo como el humo quemaba sus pulmones haciéndole gemir con satisfacción.

Él amaba lo caliente...

A lo lejos observó como uno de sus hombres daba órdenes a los demás miembros, de manera firme y coordinada. Cuando todo el grupo había sido distribuido, el alfa se acercó a su líder para informarle la situación.

—Alfa Min —le llamó, obteniendo la atención del mayor—. El equipo está distribuido acorde a sus órdenes. El escuadrón A está en el área de los contenedores, y el escuadrón B en el área central del puerto —explicó detalladamente—. Seis francotiradores están a los alrededores, cubriendo el perímetro en su totalidad, y con usted estará el equipo que lidera Hoseok.

Yoongi asintió satisfecho, su mirada fija en el espeso mar del atardecer.

—Bien KiungSoo, ahora vete a tu lugar.

—Sí señor.

A los pocos segundos ya tenía al pelinaranja a su lado.

—¿No crees que exageras un poco? —indagó, al ver a tantos hombres en el lugar—, Podemos llamar mucho la atención, y ahí sí que nos jodemos.

—No subestimes a Gao —respondió sereno—. El hombre no desaprovecharía una oportunidad como esta en la que me encuentro solo y en mi territorio para atacar. Sabes bien que lleva meses tras mis bolas.

—Y es por eso que no me explico el por qué sigues haciendo tratos con él. El tipo está loco —calló por unos segundos observando la amplia sonrisa de su amigo—. Aunque no hay mucho que pueda salvar de ti ¡Solo mírate! —exclamó—, estás completamente chiflado.

Yoongi decidió no seguir con aquella ridícula conversación. En lugar de eso, prefirió centrar su absoluta atención en el texto que había recibido de Taehyung, escuchado a la lejanía el potente motor del buque de carga negro que traía su mercancía.

—Ya vienen —habló Hoseok, con una seriedad digna de su cargo—. ¿Todos en sus posiciones? —preguntó a través del walkie-talkie.

—Estamos listos —le respondió KiungSoo.

Yoongi empezó a caminar hacia el área de descarga, seguido por Hoseok. Ambos calculaban que en un par de minutos el buque estaría justo frente a ellos.

—¿Dónde está el dinero? —preguntó, sin dejar de observar la información en su móvil.

El pelinaranja llamó a uno de sus hombres y le ordenó traer los maletines, donde los fajos de billetes estaban perfectamente ordenados. Al poco tiempo, un par de alfas regresaron, ambos cargando un maletín en cada mano, donde la cifra acordada el día que se cerró el trato con el chino estaba.

—Ahora sí está todo —informó Jung, en el momento exacto que el buque de carga llegaba.

Yoongi sonrió arrogante, cuando a los pocos minutos observó bajar a su querido socio, enfundado en un fino abrigo de piel de oso. Luciendo tan arrogante y vanidoso, tal y como recordaba.

Gao sonrió en grande cuando a pocos metros de distancia localizó a Min, mostrándole una de sus más simpáticas sonrisas, la cual se extendió cuando fue consiente de los cuatro jugosos maletines que esperaban por él.

—Min Yoongi —saludó jovial, mientras estrechaba de manera firme la mano contraria—. Es un gusto verte de nuevo.

El pelinegro le sonrió de medio lado, mientras su lengua jugaba con el piercing que se había colocado en la esquina derecha de su labio inferior.

—Lo mismo digo Gao.

—Supe que te casaste —comentó—. Debo decir que me sentí mal al no recibir invitación alguna ¿Sabes? Pensaría que no somos amigos.

—Perdón por eso. Pero mi esposa se encargó de todo, y no tuve tiempo de revisar la lista de invitados—se excusó—. Ya sabes cómo son las omegas, por cierto ¿Cómo está tu esposa? —preguntó con malicia y burla, despertando la irritación en el contrario—. La última vez que la vi, fue cuando nos encontraste follando en tu cama —comentó casual—. Entenderás lo preocupado que quedé por su bienestar —fingió preocupación, sonriendo cuando escuchó las risas para nada disimuladas de sus hombres.

Aun bajo todas las provocaciones, Gao no se dejó vencer, así que extendiendo aún más su sonrisa le respondió.

—Está bien, no te preocupes. Solo que merecía un castigo y gustoso se lo di, y te puedo asegurar que ambos lo disfrutamos.

—Me imagino que sí —concordó Yoongi—. Después de todo, te la dejé bien preparada y sedienta por más —remató, estallando en carcajadas.

El chino apretó la mandíbula hasta el punto de ser doloroso. El maldito de Min le estaba cabreando y disfrutaba hacerlo, y eso era algo que no le permitiría. Suficiente había tenido con la humillación que pasó al enterarse que el muy cabrón se follaba a su omega a sus espaldas.

—¿Te parece si procedemos con el intercambio? —preguntó tenso.

Yoongi sonrió en grande, mostrando con orgullo su perfecta dentadura y rosadas encías.

—Me parece bien amigo mío.

Gao dio la señal y en el mismo momento, una tripulación completa estaba bajando seis grandes cajas de madera completamente selladas. Yoongi le indicó a sus hombres que abrieran cada una de las cajas para revisar que la mercancía estuviese en perfectas condiciones y sobretodo completa.

—No te importará que revise lo que compraré ¿Verdad Gao?

—Por supuesto que no Min —respondió sonriente—. Verifica que todo esté en orden, así nos evitamos malentendidos.

Con el permiso del hombre, los miembros del Dragón Negro se dispusieron a abrir caja por caja, donde efectivamente verificaban que todo estaba en perfecto estado. Así mismo, Gao estaba verificando que el dinero estuviese completo con la ayuda de sus hombres.

Cada alfa ocupado en sus propios intereses, que generaban ese jugoso negocio.

—Alfa Min. Dos cajas con supresores en tabletas y spray. Las otras dos con éxtasis de aroma, y las últimas dos, con los inhibidores CL2 y CL3 —informó Hoseok a su líder—. Todo completo y en perfecto estado.

Yoongi sonrió satisfecho. Ese tipo de mercancía le era sumamente útil para realizar el lavado de dinero en todos los bares de los cuales era dueño. El producto que Gao le abastecía era sumamente cotizado por los omegas, ya que era sutilmente modificado en los laboratorios clandestinos que el chino tenía a su disposición. Así que, eran adictivos y placenteros; convirtiéndolo en una de las más grandes fuentes de ingreso en sus bares, y dejándole jugosas ganancias a Min cada noche.

—El dinero está completo —comentó el chino satisfecho—. Como siempre, es un gusto hacer negocios contigo Min.

—El gusto es mío Gao —respondió. Al parecer el hombre no le complicaría las cosas, y por el momento eso era beneficioso para el pelinegro.

Además. No era momento de deshacerse del chino, pues éste figuraba un papel importante en los planes que tenía para su amada esposa.

Eran las 19 horas cuando Yoongi iba entrando a su mansión. Al llegar, el ama de llaves le esperaba en la entrada como ya era costumbre, lista para recibir el abrigo del alfa y darle su taza de café.

—Bienvenido a casa Amo Min —saludó con una reverencia.

Yoongi le dio su abrigo y negó el café. —¿Alguna novedad?

La omega colocó el abrigo en el perchero y dejó la taza de café en la mesita de la entrada.

—No señor —se lo pensó un poco—. Bueno, hay una, pero usted dijo que no se le informara nada que no fuera importante, así que no estoy segura.

Yoongi se cruzó de brazos mientras alzaba una ceja interrogante. —Habla.

—El joven Baekhyun ha llamado un par de veces. Solicita verlo esta noche.

Yoongi rió divertido cuando la omega le mencionó a uno de sus amantes. Así que Baekhyun... Oh... tenía bastante de no tener un encuentro con el travieso omega, y aunque la idea de pasar la noche con el chiquillo se le hacía tentadora, simplemente la rechazó. Esa noche estaba de excelente humor, así que quería dormir solo.

—Tienes razón —hablo por fin—. No es importante.

—Amo, el joven ha estado muy insistente —expresó, quizá un poco irritada—. Si vuelve a llamar ¿Qué le digo?

Yoongi se relamió los labios mientras acariciaba su barbilla. —Dile que busque quien se lo folle esta noche, porque yo no lo haré.

La omega se sonrojó furiosamente ante el poco tacto que el alfa tenía. —Sí señor.

Pensaba ir directo a su habitación para poder descansar como hace días no hacía; pero recordó que aún tenía un par de documentos por revisar en el despacho, así que cambió de rumbo para poder llevárselos consigo a la habitación y poder revisarlos con tranquilidad, en la comodidad de su cama.

Al entrar notó un aura extraña que no le gustó. Una de las ventanas estaba levemente abierta, dejando colar dentro del lugar la fresca ventisca de la noche. Caminó cautelosamente hacia su escritorio y abrió cajón por cajón, corroborando que todo estaba en su lugar, y que no había nada aparentemente extraño.

Dejó de lado la búsqueda de los papeles que necesitaba revisar. No se creía para nada el hecho de que nadie había entrado a ese lugar, y mientras no verificara, no era seguro sacar información tan importante a la ligera. Caminó rápidamente hacia la ventana para cerrarla y asegurarla, su lobo estaba alerta, y no hizo nada más que gruñir cuando su agudo olfato pudo detectar un tenue aroma en el ambiente. Era fresco pero dulce a la vez... y aunque no detectara amenaza en el, no le gustaba para nada la intromisión a su territorio sin su consentimiento.

Escuchó un leve sonido en una de las estanterías del fondo, fue casi inaudible, pero suficiente para alertarlo por completo. Con todos sus sentidos alerta sacó el arma que llevaba, listo para matar al intruso que se había atrevido a irrumpir en su mansión.

Pero no llegó siquiera a rozarla.

Un golpe seco resonó por todo el lugar y Yoongi sintió como un agudo dolor se iba extendiendo en su cabeza y toda la extensión de su columna vertebral, ante el impacto que sufrió al ser acorralado contra la pared. Trató de moverse y no pudo, fue ahí donde se dió cuenta que ambos brazos eran sostenidos por encima de su cabeza con una fuerza abrazadora, y entre medio de sus piernas estaba una intrusa que inmovilizaba las propias. Con un cuerpo ajeno, completamente pegado al suyo para terminar de inmovilizarlo por completo.

Estaba atrapado... en su propio territorio, sin saber por quién.

Estaba pensando en qué hacer, cuando una suave risa llena de diversión inundó sus oídos.

—Tan predecible... —susurraron en su oído izquierdo, provocándole un escalofrío ante la cercanía.

Yoongi se permitió relajarse, esa aura se le hacía conocida. Sin embargo, una parte de él no podía evitar estar alerta.

—¿No te han dicho que es de mala educación irrumpir en propiedad ajena? —preguntó, sin hacer ningún intento por liberarse—. ¿No tienes modales?

Amox rió más alto y por fin lo liberó. Se situó en un punto donde la luz de la luna le favoreciera y así el alfa tuviese una mejor visión de él.

Alzó una ceja divertido. —¿Un asesino los tiene? —interrogó, cruzándose de brazos.

Yoongi lo observó. Como siempre iba vestido de negro y con botas militares, solo que esta vez no llevaba ninguna gorra o beanie, tan solo un cubrebocas y el cabello azabache y rebelde, el cual le caía de manera desordenada en la frente.

El pálido debía admitir que sentía curiosidad por el tipo. Porque ahora que analizaba mejor la situación, el suave aroma que minutos atrás había sentido provenía de él. Claro que siempre está la posibilidad que dicho aroma sea el de algún omega con el cual Amox se haya enredado antes de reunirse con él. Sí, era una deducción correcta y creíble, pero si en verdad era así entonces, ¿Por qué ese aroma se le hacía tan familiar?

Té verde y frambuesa... estaba seguro de haber sentido ese aroma antes.

—Los modales hacen al caballero —respondió, con su mirada fija en aquellos ojos que lucían hipnotizantes.

—No soy un caballero —respondió juguetón, mientras se acercaba nuevamente al pálido—. Tampoco me gusta que lo sean conmigo —susurró tentador.

Yoongi se sorprendió con la respuesta que obtuvo. ¿Dónde estaba el serio y sanguinario Amox? Porque lo que él veía en esos momentos era a un hombre descarado y coqueto.

Y eso le empezaba a gustar...

—Entonces nos llevaremos bien —susurró ronco, mientras el otro caminaba de manera lenta y sensual alrededor de él—. ¿A qué has venido?

Volvió a escuchar una risa juguetona mientras sentía como el menor le soplaba lentamente al oído, causándole sensaciones que no planeaba sentir esa noche.

El de ojos bicolores se separó de él y caminó lentamente hacia el escritorio. Cuando llegó se sentó sobre el mueble y separo ambas piernas, en una invitación silenciosa.

Yoongi no sabe de dónde le salió el impulso de responder al llamado. Solo sabía que ahora su cadera estaba siendo apresada por ambos muslos contrarios, tal y como una serpiente haría con su presa. Llenándole de excitación y curiosidad por lo que pasaba por la mente del menor.

Amox se inclinó hacia atrás, colocando ambas manos sobre el escritorio. Sabía que lo que hacía estaba mal, y que Min Yoongi no era un tipo de juegos. Pero él nunca se detuvo a pensar en las consecuencias de sus actos, y no empezaría a hacerlo ahora.

—Aceptaré tu propuesta —respondió por fin—. Ingresaré a tu organización.

Ahora fue el turno de Yoongi para reír. —¿Puedo saber tus motivos? —preguntó curioso.

—Mis motivos no tienen por qué interesarte Min —respondió esquivo—. Lo único de tu interés es que seguiré tus ordenes de ahora en adelante.

—No es tan sencillo cariño —dijo divertido—. Creí habértelo mencionado antes. Para entrar al triángulo, debes probar de lo que eres capaz, y no solo yo debo aprobarte. También deben hacerlo el líder de Xolot, y la líder de Moon Black.

Amox se enderezó, aumentando más la cercanía entre ambos cuerpos —Dime qué hay que hacer —susurró, el aliento tibio acariciando el rostro del alfa, dándole a entender que el menor se había quitado el cubrebocas. Sin embargo, no podía verlo debido a la oscuridad del lugar.

Suspiró pesado cuando fue consiente que el suave aroma que había percibido, iba en aumento.

—¿Qué sabes de la semana de sangre? —preguntó alejándose del menor para poder sentarse en el sillón frente a su escritorio. La cercanía que ambos habían impuesto le nublaba los sentidos, y no le permitía pensar con claridad.

El de ojos bicolores sonrió al notar la incomodidad en el alfa, y volviéndose a colocar el cubrebocas se bajó del escritorio.

—No mucho —mintió—. ¿Qué tiene que ver eso con mi ingreso a la organización?

—Mucho —respondió Yoongi—. Esa semana es la única época del año donde aceptamos nuevos miembros dentro del triángulo, ya que eliminamos a los que ya no nos sirven o nos han traicionado de una u otra manera —hizo una pausa—. Por eso se llama semana de sangre, porque sangre es justamente lo que se derramará en grandes cantidades durante esos días.

Amox gimió con verdadera satisfacción de solo imaginar la cantidad de sangre que sería derramada durante esos días. Para él no había algo más excitante al momento de matar que la calidez que ofrecía aquel glorioso líquido carmesí al hacer contacto directo con su piel, creando un contraste perfecto con la frialdad que se reflejaba en los ojos sin vida de cada una de sus víctimas.

—Me encanta tanto... que ya quiero empezar a jugar —comentó extasiado—. Ya no puedo esperar para que se llegue esa semana Min, y así demostrar de lo que soy capaz de hacer para entrar.

—Me gusta tu actitud —le dijo el mayor—. Pero ten cuidado con lo que deseas —advirtió—, porque de tanto querer jugar te puedes quemar.

Amox se acercó hasta donde Yoongi estaba, y sin contemplaciones se sentó a horcajadas sobre él, tensándolo por completo. Sin embargo, el alfa no hizo ningún intento por quitárselo de encima.

—¡Oh! Para eso hay dos opciones querido alfa —dijo. Jugando con el pecho del contrario.

Yoongi tragó pesado, mientras inspiraba profundamente —¿Cuáles son?

—La primera es que me permitas entrar de una vez a la organización —propuso, escuchando la risa del mayor—. Y la segunda... —se acercó más, hasta quedar mejilla con mejilla—. Es enseñarte a jugar y así quemarnos juntos.

Y a Yoongi le pareció mucho más tentadora la segunda opción.















Yoon los ama. ❤️





YOONGLH💀

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