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Otro día había muerto, y con él lo había hecho el último resplandor del horizonte. Para las personas normales con vidas normales no había mucho que esperar. Sin embargo, para los depredadores de la noche, era un gran espectáculo poder observar el nacimiento de la realeza nocturna, pintar de su tentadora oscuridad el inmenso cielo.
La noche. Donde los pensamientos, actos y crímenes más tremendos ocurren durante la oscuridad, donde nadie es testigo de ellos. O eso es lo que muchos creen, o quieren creer.
Una noche de invierno estaba iniciando. Apenas eran las 21 horas, y Seúl ya danzaba al compás de la música de los diferentes clubes y bares más exclusivos de la gran ciudad. Donde el libertinaje era el anfitrión de todos los actos que no tenían nada que ver con la moral.
Las avenidas centrales eran una completa locura. Repletas de personas que disfrutaban de su tiempo libre, ya sean familias pasando tiempo de calidad, o algún chico de fiesta con una que otra droga en él. Todo para pasarla bien y olvidarse de la monotonía de una vida insípida carente de riesgos y bajas emociones.
¿Y cómo no portarse mal? Viernes por la noche, inicio del fin de semana, libertad de las obligaciones de clases o laborales. Así que es un buen pretexto para que todas las personas, sin importar la edad, jerarquía o clase social, salgan sin preocupación dejando toda la diversión a su salvaje lado animal.
Un flamante Ferrari último modelo se deslizaba con elegancia por la avenida central de Seúl. Con buena música animando el ambiente y una vista excelente de lo que era la ciudad a esas horas, mientras escuchaba como las llantas hacían lo suyo con el duro asfalto. Se deslizaba de derecha a izquierda con gran velocidad, importándole una completa mierda las señales de tránsito.
Era conducido por un alfa pálido de gatuna y oscura mirada acompañado de una sensual sonrisa torcida, sonrisa que aumentaba a medida que imaginaba la gran noche que pasaría en compañía de sus perros fieles en uno de sus tantos bares. Cuando el semáforo dio luz roja, aprovechó para sacar un cigarrillo de su chamarra, y con la ayuda de un encendedor, pudo comenzar a fumarlo con un poco de ansiedad.
La luz por fin dio verde, y el alfa aceleró con fuerza, asustando a las personas que paseaban por las iluminadas calles ante el potente sonido. Haciendo rugir el motor, aumentó la velocidad, le gustaba la sensación de adrenalina recorrer cada célula de su piel ¿Y cómo no hacerlo? Era malditamente excitante y no podía parar, siempre se caracterizó por hacer mal y mal, y eso le encantaba.
Min Yoongi era un ser temible. Siendo un alfa líder de sangre pura, y jefe de una de las mafias más importantes del mundo su presencia era algo que simplemente no se podía ignorar. Su aura y poder potentes, capaz de doblegar a cualquiera que quisiese y con la sed de sangre siempre presente en sus orbes oscuros e hipnóticos carentes de empatía o de afecto.
Pero, como era de esperar en un hombre tan autoritario, imponente y atractivo, hay algo más que siempre se da el lujo de disfrutar con verdadero deleite y sin inhibiciones, convirtiéndose quizá en algo más delicioso y adictivo que la más pura y potente droga.
Sexo.
Sexo rudo con omegas, betas y hay algunos que dicen que ha sometido hasta alfas. La verdad, la jerarquía es lo que menos le importa una vez el deseo carnal nace en él no hay nada que haga pararlo hasta que se ha consumido totalmente en el placer de probar la delicia de lo ajeno. Otros dicen que tiene su propio harem como los reyes de antaño, y que nunca se ha enamorado. Pero solo son historias que solamente el mismo Min podría admitir o negar, mas nadie ha tenido el suficiente valor de ir y comprobarlo.
Lo que Min puede asegurar con seguridad es que el sexo simplemente le encanta. Disfruta de ese sublime placer, lo considera una experiencia excitante y profundamente satisfactoria. No ha conocido a alguien que lo haya rechazado; y no ha sido precisamente por temor o simple sumisión, sino que el alfa es verdaderamente el pecado y lujuria personalizados. Desborda belleza por donde le veas, además de ser un hombre millonario, bien dotado, calculador y endemoniadamente caliente.
Con un apetito sexual voraz, Min Yoongi ha visitado las camas de todas las y los omegas de clase alta que se han cruzado por su camino, así como hijas e incluso esposas de colegas dentro de la organización. Disfruta de cada uno de sus amantes, disfruta hacerlos gritar, gemir y llorar. Que pidan por mas... y lo más importante, que cada uno de ellos esté dispuesto a complacerlo hasta en lo más enfermo de su mente, llevando su propio éxtasis hasta la cima de su locura.
No le dice que no a lo desconocido, siempre y cuando sea de su agrado. Su bestia hambrienta de carne fresca y sedienta del elixir de la más pura inocencia; asechando desde las sombras y a la espera de que sus presas caigan por si solas, atormentadas y ciegas por la divinidad de sus encantos.
Solo hay una particularidad que Min tiene a la hora del sexo y esa es que disfruta en demasía del sexo grupal. Le encanta someter a varios a la vez sintiendo como el poder de su lobo los doblega, y no piensa cambiar, porque es su mayor fuente de placer, donde siente de manera auténtica su poder y dominio ante cada uno de sus amantes.
Desde tríos, hasta orgias...
Nunca ha estado con una sola persona, ni en su primera vez, ya que fue un trío que recuerda bien ocurrió cuando tenía quince años. Disfruta follarse a varios en conjunto, así que, para él entre más culos y vaginas por joder, más deliciosa se hará la experiencia.
Modificar su estilo de vida no es una opción. En su mente nunca ha pasado la idea de ser racional y no ser un completo bastardo hijo de puta. Se siente orgulloso de lo que es, donde está y lo que ha logrado y la benevolencia jamás formará parte de su naturaleza. La vida que escogió es perfecta, desde el ámbito laboral, hasta el personal, y siempre hará lo que le plazca. Total, todos en este puto mundo nacieron para complacerlo. No él a ellos, así que su puta palabra es ley.
Mientras conducía a su destino, recordó que una vez quiso cambiar un poco y pensar más con claridad, por la lealtad en lo que respecta la relación entre los negocios con sus socios.
Tenía un compañero que básicamente era su mano derecha y hombre de total confianza, sabia todos sus movimientos y le ayudó a crear estrategias que lo llevaron a la cima del poder, agrandando su organización e incluyendo además del transporte de droga, trata de órganos, personas y armas. Para así ganar más dinero y adueñarse del máximo poder en el bajo mundo.
Era un gran alfa, de unos cincuenta años. Le dio sabiduría y lo ayudó a saber controlar la mente, mantener a raya los sentimientos que te hacen débil y ser calculador. Lo aconsejó y entrenó ayudándole a forjar su carácter; convirtiéndose con el paso de los años en lo más cercano que tuvo a un padre.
Y murió.
Aún recuerda divertido, que cuando le dieron la noticia sintió impotencia y ganas de llorar. Sin embargo, no lo hizo, juró ser fuerte y no tener sentimientos, ni debilidad que fuera capaz de doblegarlo. Así que acudió al entierro y dio el pésame a la omega viuda, y al hijo adolescente que había dejado su viejo colega.
Esa misma noche, consoló a la pobre mujer en su cama en compañía de su secretaria, penetrándola y hablándole sucio al oído, mientras las dos mujeres gemían y gemían sin parar. Totalmente cegadas de placer.
Sonriendo por el recuerdo de haber consolado a la viuda (a la cual aún frecuentaba) llegó a su destino, estacionó el vehículo y lo apagó. Aún dentro, se observó en el espejo retrovisor por breves segundos, mientras negaba con la cabeza divertido y reía en completo cinismo.
Min, Min... ¿Cuándo será que cambiarás? Pensó.
Sonriendo ante su reflejo respondió ronco y alto a su propio pensamiento.
—Nunca.
Y si el alfa hubiera sabido en ese momento, lo que estaba por ocurrir esa misma noche, quizá se hubiese pensado mejor esa respuesta.
YOONGLH💀
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