⚜ 5 ⚜
[ Yoongi ]
Jimin murmuró algo entre dientes que no alcancé a comprender.
— O te estás calladito o hablas claro para que pueda entenderte —le dije, dándole un azote en el culo— ¿Lo entiendes?
— Sí, Amo.
— Muy bien —le agarré las manos atadas— Ahora inclínate.
Empezó a moverse lentamente, preparándose.
Yo le sujeté las manos con firmeza con la mano izquierda para que se diera cuenta de que podía confiar en mí.
Tenía las piernas muy abiertas, cosa que a él le proporcionaba una buena estabilidad y a mí una vista increíble.
— Estás precioso, Jimin —aseveré— Me encanta lo abierto que está tu culo en esta postura.
El dedo lubricado de mi mano derecha dibujó un círculo en su ano.
— Vamos a ver si decías la verdad cuando dijiste que habías estado usando el tapón —le penetré un poco con el dedo— Me muero por metértela por aquí.
Él gimió y se empujó contra mí.
El dedo se enterró más profundamente.
«Joder»
Lo follé lentamente con el dedo, asegurándome de que seguía agarrándola con fuerza de las manos para que no se cayera.
La cabeza le colgaba entre las rodillas; su melena rozaba el suelo con cada nueva embestida de mi dedo.
Interné un segundo dedo.
Presioné despacio.
Dilatándolo.
Preparándolo.
Aún estaba demasiado firme.
Cuando se empezó a acostumbrar a mis dedos, yo me replanteé lo que había pensado.
Tomarlo allí, en medio del suelo, no iba a funcionar.
No podría agarrarme a él, concentrarme en su cuerpo y embestirlo sin provocarle una presión innecesaria en los brazos y los hombros.
Miré a mi alrededor y mis ojos se posaron sobre el potro.
«Perfecto»
— ¿Añorabas esto? —le pregunté— ¿Echabas de menos que preparara tu culo para mi polla?
Me interné algo más adentro.
Mi pene se moría por un poco de fricción, pero por mucho que quisiera sacar los dedos y penetrarlo, sabía que no podía hacerlo.
Jimin confiaba en que yo lo haría bien y yo valoraba mucho esa confianza.
Detuve el movimiento de mis dedos y él también dejó de moverse.
Cuando estuve seguro de que aguantaría el equilibrio, le solté los brazos.
Aún con los dedos en el interior de su ano, deslicé la otra mano entre sus piernas y acaricié su humedad.
— Muy bien, Jimin —dije— Has estado usando el tapón. Añorabas mi polla, ¿verdad?
Le rocé el clítoris.
— Oh, Dios —gimió— Sí, Amo.
Empecé a estimularle el clítoris con una mano, mientras seguía dilatándole lentamente con los dedos de la otra.
Él dejaba escapar algún quejido de placer de vez en cuando.
— Te voy a sacar los dedos —le expliqué— Cuando lo haga, quiero que vayas hasta el potro.
«Lo uso para castigar —le expliqué en una ocasión— Pero también sirve para otros propósitos»
¿Se acordaría?
¿Podía atreverme a esperar haberlo llevado a ese lugar de su mente donde confiaría en mí ciegamente?
Saqué los dedos de su cuerpo muy despacio y dibujé un último círculo alrededor de su clítoris.
— Incorpórate —le pedí, tirando de sus manos.
Jimin lo hizo muy despacio y su pelo recuperó su lugar original alrededor de su rostro.
— Al potro, precioso.
No vaciló.
Con suerte, sabría que no había hecho nada para merecer ningún castigo.
— Estoy tan orgulloso de ti... —le repetí, cuando se puso en posición— Me encanta que confíes en mí.
Estaba tumbado sobre el potro, de espaldas a mí.
Tenía los brazos atados a la espalda y las piernas abiertas.
Yo me puse detrás y me incliné hacia adelante.
— Puedes sentirlo en esta postura, ¿verdad? —le pregunté, volviendo a deslizar un dedo lubricado en su interior y haciendo que la parte superior de su cuerpo se moviera contra la madera.
» Tus pezones —me retiré un poco y su cuerpo se movió ligeramente— ¿Te das cuenta de cómo rozan el potro?
Volví a dilatarlo con los dedos y deslicé una mano entre sus piernas para rozarle el sexo.
Quería que se muriera por tenerme dentro.
Quería llevarlo hasta ese punto en el que se derretiría por mi polla.
El movimiento de su cuerpo contra el potro, la suave dilatación de mis dedos, la estimulación de su clítoris...
Todo se sumaba para llevarlo hasta ahí.
Gimió.
— ¿Qué pasa? —le pregunté— ¿Qué necesitas?
— Oh, Dios —exclamó, cuando le penetré más profundamente.
— ¿Qué necesitas? —le di un azote en el culo y él gimió de nuevo— Dímelo.
— A ti —jadeó— Amo.
— ¿Estás listo para mí?
Saqué los dedos y coloqué la punta de la polla contra él.
— Por favor —pidió.
Tenía que ir despacio.
Sólo era su segunda vez.
Le dolería.
— Despacio —dije, más para mí mismo que para que me oyera.
Me interné suavemente en su cuerpo, apretando los dientes para aplacar la ardiente necesidad de embestirlo con fuerza.
Detuve el movimiento de mis caderas y metí dos dedos en su humedad.
— Mira lo que me haces —le susurré— ¿A ti te pasa lo mismo?
Su única respuesta fue el gemido que le arrancaron mis dedos al deslizarse alrededor de su clítoris.
Empujé las caderas hacia adelante y me detuve en seco cuando le oí inspirar con fuerza.
— ¿Estás bien? —le pregunté.
— Sí, Amo —dijo con voz ronca— Más. Por favor.
Entré un poco más en él.
Me retiré.
Avancé un poco.
Doblé los dedos y, cuando los metí en su sexo, sentí los movimientos de mi polla.
«Joder»
Con la siguiente embestida me deslicé un poco más adentro, apretándolo con más fuerza contra el potro y me hundí hasta el fondo.
Sus músculos se contrajeron contra mis dedos.
— Déjate ir —tenía la voz espesa— Cuando quieras.
Él arqueó la espalda y mis dedos llegaron a lo más profundo de su sexo.
Adopté un ritmo lento mientras lo embestía con la polla por detrás y sacaba los dedos para acariciarle el clítoris.
Entonces me retiré y le penetré de nuevo con los dedos.
Cada bocanada de aire, cada latido de corazón, cada nervio de mi cuerpo palpitaba con su nombre.
Palpitaba de necesidad de él.
Jimin me engullía entero.
Eché la cabeza hacia atrás y aceleré el ritmo.
Su cuerpo rozó el potro con más fuerza.
— Mgh —gimió, contrayéndose de nuevo a mi alrededor.
«Sí»
Metí los dedos más adentro.
— Oh, Dios —susurró— No puedo aguantar... N-no puedo...
— Pues no lo hagas —murmuré, penetrándolo aún más.
Entonces alcanzó el clímax y dejó escapar un suave aullido.
Yo le embestí de nuevo, dejé que la necesidad me superara y me corrí dentro de él.
Nos quedamos allí tumbados durante varios segundos, mientras escuchábamos nuestros jadeos y los latidos de nuestros corazones.
Al poco, conseguí recomponerme y salí de su cuerpo muy despacio.
— ¿Estás bien? —inquirí.
— Oh, Dios, sí.
Sonreí.
— Ahora vuelvo. No te muevas.
Me fui al baño que había dentro del cuarto de juegos y me lavé las manos sin dejar de mirarlo.
Recogí algunas toallas grandes del toallero radiador y luego mojé algunos paños.
Extendí las toallas en el suelo.
Cuando regresé junto a Jimin, le desaté los brazos con suavidad y le besé las muñecas.
Dejé caer la cuerda mientras le besaba los brazos y le daba un masaje relajante en los hombros.
Le recogí un brazo y le besé la cara interior del codo antes de colocárselo junto a su cuerpo y repetir la maniobra con el otro brazo.
Me puse frente a él y me bajé para que nuestras miradas estuvieran al mismo nivel.
En sus ojos se adivinaba un profundo placer.
— Me dejas alucinado —le dije— Cada vez —le besé con suavidad— ¿Te puedes poner en pie?
Jimin asintió y se levantó.
— Ven a tumbarte en las toallas —lo tomé del brazo— Están calientes.
Cuando lo hizo, lo limpié con los paños húmedos y acabé envolviéndolo en más toallas esponjosas.
Estuvo a punto de ronronear de puro placer.
— Te iba a preguntar si lo has pasado bien, pero creo que no me hace falta —bromeé.
Él me respondió con una risita grave y sensual.
Le rocé los labios con los míos.
— ¿Estás cansado?
— Mhm —cerró los ojos— Me siento como una medusa. Como si fuera de gelatina —bostezó— Puede que esté un poco cansado.
«¿Un poco cansado?»
Reprimí una carcajada.
Quizá hubiera dormido cuatro horas.
Probablemente menos.
Un poco cansado, claro.
— Quiero que descanses. Prepárate algo de comer si quieres. Yo me las arreglaré solo —lo volví a besar— Tú duerme una siesta.
[ ⚜ ]
Después de prepararme un sándwich y de comprobar que Jimin dormía cómodamente, me fui al salón y llamé a Chan Yeol.
Contestó al segundo tono.
— ¿Yoongi?
— Hola, Chan Yeol —contesté.
— ¿Cómo van las cosas con Minnie? —se interesó.
Él sabía lo importante que era ese fin de semana y lo difícil que sería, tanto para Minnie como para mí.
Tenía suerte de tener un amigo como él con el que poder hablar.
Sabía que si no tuviera a nadie con quien hacerlo me sentiría muy perdido.
Y, ¿qué pasaba con Minnie?
«Oh, no», pensé cuando lo comprendí.
¿Con quién podía hablar él?
«Con nadie. Él no tiene a nadie»
— ¿Yoongi? —insistió Chan, adoptando un tono inquieto que sustituyó a su anterior saludo despreocupado— ¿Va todo bien con Minnie?
Él sólo me tenía a mí, a nadie más.
Y yo era su Dominante; ¿eso contaba?
¿A qué otra persona podría recurrir?
Tae Hyung apenas aceptaba nuestra relación.
Las cosas se habían suavizado con él, pero yo sabía que no aprobaba nuestro estilo de vida.
Minnie hablaba a menudo con SeokJin, pero aunque la pareja de mi mejor amigo supiera lo nuestro y lo aceptara, no sería un buen apoyo para un sumiso sin experiencia.
— Joder —me desplomé contra el respaldo del sillón— He vuelto a meter la pata.
— Yoongi —dijo Chan Yeol, trayéndome de nuevo al presente— ¿Cómo está Minnie?
— ¿Qué? —pregunté, al darme cuenta de que tenía el teléfono en la mano— ¿Minnie? Está durmiendo.
— Muy bien —contestó— Entonces, cuéntame, ¿en qué has metido la pata?
— Me acabo de dar cuenta de la suerte que tengo al contar con tu apoyo, al poder tener a alguien con quien hablar y lo duro que sería todo si no fuera así —inspiré hondo— Minnie no tiene a nadie —entrecerré los ojos al recordar.
— Tenía una amiga amateur que vivía por aquí, pero no creo que sigan estando en contacto.
— Ya veo.
— Me refiero a que, bueno, me tiene a mí. Nosotros hablamos.
Recordé el rato que pasamos en la biblioteca y en lo difícil que seguía siendo conseguir que se expresara con libertad cuando llevaba mi collar.
— A veces.
— ¿Y aparte de ti no tiene ningún amigo que lleve el mismo estilo de vida? —preguntó— ¿No conoce otros sumisos con las que poder charlar?
— No que me haya contado.
«Me lo habría dicho, ¿no?»
— ¿Has pensado en llevarlo a alguna fiesta? ¿A algún sitio donde pueda conocer gente?
En realidad sí que lo había pensado.
Llamar a algunos de los miembros de la comunidad era una de las cosas que quería hacer cuando pasara la boda de JungKook y Tae Hyung.
— Sí —contesté— Pero tenemos esa boda y acabamos de reiniciarlo todo este fin de semana. Había pensado... Joder.
No importaba lo ocupados que estuviéramos, yo me tendría que haber asegurado de que él tenía el apoyo que necesitaba.
— ¿Te acuerdas de lo que te dije cuando fui a visitarte?
— ¿A visitarme? —le pregunté— ¿Así es como lo llamas? ¿Te refieres a cuando viniste a reprocharme que me hubiera convertido en un patético despojo humano?
— Sí, eso.
— Dijiste muchas cosas.
Me ruboricé al recordar que Chan tuvo que dejar a su hijo recién nacido para venir a salvarme de mí mismo.
— ¿A cuál te refieres?
— A cuando te dije que quería que vinieran a vernos cuando volvieran a estar juntos.
Era cierto, me había olvidado de eso.
Aunque cuando lo dijo yo nunca pensé que Minnie y yo volveríamos a estar juntos.
— Sé que Koo se casa dentro de dos semanas —prosiguió Yeol— Pero, ¿crees que hay alguna posibilidad? ¿Quizá el fin de semana que viene?
— Hum —reflexioné, intentando organizarlo todo en mi cabeza...
Podría funcionar.
— Hablaré con Baek, a ver si su madre se puede quedar con SuHo un rato el sábado —se quedó un momento en silencio mientras pensaba— Habla con Minnie. Envíame sus listas; quizá podamos jugar juntos. ¿O sigues sin compartir los sumisos a los que les pones el collar?
«¿Compartir a Minnie?»
Intenté imaginar a otros hombres poniéndole las manos encima.
Otro hombre deslizando los dedos por su pelo.
Los labios de otro hombre sobre él.
«Jamás»
— Yo no comparto —dije casi con un rugido.
— Es una lástima —contestó— Los cuatro juntos...
— De todos modos —lo interrumpí— es uno de los límites infranqueables de Minnie.
Yo sabía que lo de compartir nunca había supuesto ningún problema para Chan Yeol y Baek Hyun.
Y me parecía muy bien.
Pero no iba conmigo.
— En ese caso, ¿crees que quizá podríamos jugar para ustedes? —insistió— ¿Tal vez con algo que Minnie haya marcado como límite suave? A Baek le excita mucho que lo observen y los dos necesitamos pasar un buen rato en el cuarto de juegos.
Pensé unos segundos.
— Suena bien. Déjame hablar con Minnie.
Luego comentamos cómo había ido el fin de semana hasta el momento.
— ¿Cómo han ido los castigos? —preguntó él, cuando yo saqué a relucir la necesidad que había habido de ellos.
— Difíciles —le respondí con sinceridad— Para los dos. Él estaba afligido y ver eso me disgustó a mí y...
— Te preguntaste si estabas haciendo lo correcto —concluyó por mí.
— No recordaba que me resultara tan difícil con las demás.
— ¿Con tus sumisos anteriores? —preguntó.
— Sí —respondí— No recuerdo que me sintiera así.
— Yo sí que me acuerdo —aseveró con cierto tono de burla en la voz.
— ¿Qué?
— También me llamaste después de castigar a Yoo por primera vez.
— ¿Yoo Ki Hyun? —Intenté recordar— Eso fue hace mucho tiempo.
— Y entonces estabas tan afligido como lo estás ahora —dijo— Quizá incluso más.
Deseé poder recordarlo.
Lo de Ki Hyun parecía haber ocurrido hacía ya mucho, era algo muy alejado de lo que estaba viviendo en ese momento.
— Como no te acuerdas del incidente, es probable que no recuerdes lo que te dije —apuntó.
— Vamos, Chan. Dímelo de una vez.
— Es perfectamente normal que te cueste infligirle dolor a otra persona, incluso en la clase de relación que mantienes —afirmó— Lo que me preocuparía es que te resultara sencillo.
— Ya lo sé, pero... —empecé yo.
— No hay peros —me cortó— La mayoría de los Dominantes que conozco experimentan lo mismo.
— ¿Cómo les fue a ti y a Baek Hyun? —inquirí— ¿Cómo fue el primer fin de semana que pasaron juntos después de empezar una relación romántica?
— Baek y yo somos diferentes de ti y de Minnie —señaló— Nosotros decidimos mantener esta clase de relación las veinticuatro horas los siete días de la semana.
— Pensaba que fue antes de que empezaran a salir —comenté.
— No, fue después.
— Vaya —exclamé, tratando de imaginar esa clase de vida con Minnie— Y, ¿cuánto tiempo duró?
— Algunos meses —contestó.
— A nosotros no nos funcionó. Era demasiado difícil —pude percibir la sonrisa en su voz— Así que ya ves que todo el mundo tiene que librar sus batallas.
— ¿Todavía?
— Sí. Todavía. Aunque te aseguro que ahora son muy distintas.
Suspiré, más de alivio que de otra cosa.
Lo que me estaba ocurriendo era normal.
Minnie y yo estábamos bien.
Sólo necesitábamos tiempo para ponerlo todo en orden.
— ¿Qué planes tienes para mañana? —me preguntó.
— Estoy intentando decidir si debería pedirle que se quede a dormir mañana por la noche —respondí, meditando la idea.
Minnie había pasado conmigo la noche del jueves y no estaba seguro de que quisiera quedarse hasta el lunes.
— No sé si es muy buena idea —dijo él.
— ¿Por qué?
— Porque este tipo de relación dual es nueva para ti —me explicó— Y, para ser sincero, creo que él lo llevará mejor que tú. Pero en tu caso —vaciló— creo que es posible que mañana por la noche necesites reflexionar sobre algunas emociones. No sé si tenerlo en tu casa cuando acabe el fin de semana será lo mejor.
No había pensado en ello, pero era probable que tuviera razón.
Necesitaría tiempo para pensar en cómo había ido el fin de semana, incluso después de haberlo hablado con Minnie.
Quizá me viniera mejor poder hacerlo solo.
A fin de cuentas, seguíamos teniendo la noche del lunes.
Y la noche del martes.
Y la noche del miércoles...
El llanto de SuHo rompió mi concentración.
— Vaya. Este chico no duerme nunca —exclamó Chan— Me tengo que ir.
— Me estoy replanteando lo del próximo fin de semana —bromeé.
— No te culparía.
[ ⚜ ]
Le prometí a Chan que hablaría con Minnie antes de llamarle durante la semana y nos despedimos.
No hacía ni dos minutos que había colgado cuando volvió a sonar el teléfono.
Era JungKook.
— Eh, hola —saludé— ¿Qué pasa?
— Tae y yo queríamos invitarlos a Minnie y a ti a una parrillada mañana por la noche —dijo— Para estrenar la casa.
Koo y Tae Hyung se acababan de comprar una casa en las afueras, porque mi primo había decidido que su ático no era lo más adecuado para una pareja de recién casados.
Empezaron a trasladarse el fin de semana anterior, aunque yo sabía que técnicamente Kim aún seguía viviendo en el apartamento contiguo al de Minnie.
«Otra conversación que tiene que surgir tarde o temprano»
— ¿Una parrillada? —pregunté.
— Ya sabes —se burló— Filetes, patatas. Comida de hombres. Aunque si quieres puedo poner algún pescado en la parrilla.
— Me conformo con los filetes —contesté, sin parar de pensar ni un minuto— ¿A qué hora?
Quería quitarle el collar a Minnie y poder hablar con él sobre el fin de semana antes de hacer nada el domingo por la noche.
— No lo sé —respondió— ¿Importa mucho? ¿Tienes que tomar un avión?
— ¿Qué tal sobre las cinco? —propuse.
Eso nos daría dos horas.
Teniendo en cuenta que era el primer fin de semana que jugábamos, no era lo ideal, pero serviría.
— Me parece perfecto —contestó— Ah, no, osito —lo oí decirle a alguien, probablemente a Tae Hyung— Eso tiene que estar ahí. Son cosas del fútbol.
Yo carraspeé con discreción.
— Perdona, Yoongi —se disculpó Koo— Chicos, ya sabes... Lo amo mucho, pero tiene que aprender a no tocar mis cosas, respeto de límites, ¿sabes?
Cuando colgué, miré a mi alrededor.
«Chicos, ya sabes...»
La verdad es que no.
No lo sabía.
[ ⚜ ]
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top