⚜ 27 ⚜
[ Minnie ]
Mientras me ataba la cuerda alrededor del muslo izquierdo, pensé en las últimas semanas y en todo lo que había ocurrido desde la noche en que los dos utilizamos las palabras de seguridad.
Yoongi se negó a volver a ponerme el collar aquella noche.
En lugar de jugar, nos fuimos a la cama y dormimos abrazados.
Aún recuerdo cómo me dormí con su pierna casi protectoramente puesta encima de mi muslo.
La mañana siguiente seguimos hablando sobre Gwen y Niell, e incluso sobre Ming.
A media mañana, los dos estábamos más tranquilos y relajados y acordamos que llevaría el collar durante el resto del día.
Después de lo que ocurrió aquella noche, me sentía aún más conectado con él.
Estaba claro que yo ya sabía que él aflojaría el ritmo o se detendría si yo utilizaba la palabra de seguridad, pero de algún modo, haberlo experimentado me confirmó lo mucho que podía confiar en él.
Yoongi me dijo que lo que pasó a él le había afectado de la misma forma y que se sentía mejor sabiendo que yo utilizaría mis palabras de seguridad cuando las necesitara.
Fui a la reunión de sumisión y Dawn me presentó enseguida a todo el grupo.
Además de todo lo que aprendí sobre el estilo de vida, me sorprendieron mucho los sentimientos que me suscitaron los distintos miembros del grupo.
Hyo Jong era como mi hermano mayor, se reía y se mostraba seco en algunas ocasiones, era protector y comprensivo.
Como era uno de los más experimentados, todo el mundo se fijaba en él.
Enseguida supe que él y su Señora eran muy respetados en la comunidad.
Las acciones de Niell no pasaron desapercibidas la noche de la fiesta y, según Dawn, poco después de que nos fuéramos Yoongi y yo, le pidieron que se marchara y que no volviera por allí.
Sin embargo, Gwen seguía siendo bienvenida y me sorprendió mucho ver que había asistido a mi primera reunión.
Parecía una mujer independiente y segura de sí misma.
Me costaba relacionarla con la sumisa desnuda que vi arrodillada a los pies de Niell.
Y lo más sorprendente fue que, a pesar de saber que había jugado con Yoongi, no sentí recelo hacia ella.
De la persona que me sentí más celoso fue de Mark.
Cuando lo pienso, sé que no tiene ningún sentido, porque él mantenía una estrecha relación con Jackson, había jugado con Yoongi muy pocas veces y siempre en presencia de Wang.
No obstante, supongo que los celos son así.
No tenía por qué tener ningún sentido.
Especialmente sabiendo que Yoongi no sentía nada por él.
Así que conseguí ignorar esa sensación.
Y debo admitir que me sentía un poco superior a Ming.
Yo tenía lo que ella quería.
Yoongi era mi Amo, mi amante.
Yo llevaba su collar y eran sus manos las que dictaban los movimientos de mi cuerpo durante los fines de semana.
Ella podía mandarle su solicitud a Han todas las veces que quisiera.
Jamás conseguiría que fuera suyo.
— ¿Hay algún motivo que explique esa sonrisa vengativa, Jimin? —me preguntó Yoongi, devolviéndome a la realidad de lo que estábamos haciendo.
— No, Amo —dije.
Pensé contarle lo que estaba pensando y quizá añadir algún comentario ácido, pero decidí no hacerlo.
A fin de cuentas, había un momento y un lugar para esa actitud peleona que tanto le gustaba.
Yoongi arqueó una ceja.
— ¿Tenemos que pasar unos minutos por el potro para centrarte?
Vaya, vaya.
Decididamente, no era el momento de ponerse peleón.
No me pasó por alto que él había usado el plural y que, por tanto, la decisión final sería mía.
— No, Amo —contesté, con la esperanza de haber eliminado de mi cara cualquier rastro de sonrisa.
Me lanzó una mirada severa antes de retomar su tarea y seguir con los nudos.
Habíamos pasado bastante tiempo de los últimos fines de semana, y una divertida noche de miércoles, trabajando para llegar a ese punto.
Un día me ató el pecho con multitud de cuerdas y nudos; otro día me ató las piernas.
El fin de semana sería una combinación de ambos.
Como no me dijo que no lo hiciera, cerré los ojos y me concentré en sus manos mientras me rodeaba con la cuerda.
Trabajaba metódica y lentamente, tomando una cuerda y rodeando la parte superior de mi pierna antes de repetir lo mismo con la otra.
Sus labios se deslizaron por mi vientre y me habló con suavidad.
— Te estoy atando para mi placer —dijo— Vas a pasar todo el día y toda la noche con las cuerdas —me deslizó la mano entre las piernas— Te voy a hacer algunos nudos aquí para provocarte y no tendrás permiso para correrte hasta que yo te lo diga.
«Jodeeer»
Yoongi siguió hablando:
— Te he dejado un vestido preparado. Te lo pondrás para ir a casa de Suran. Nadie sabrá ni será capaz de adivinar lo que llevas debajo —se rió— O lo que no llevas.
Algo me dijo que no habría bragas junto al vestido.
— Te pondré unos ganchos para que te los puedas quitar rápido justo aquí —me explicó, rozándome por debajo del ombligo— Cuando tengas que ir al sanitario, me tendrás que pedir permiso y yo te quitaré la cuerda de entre las piernas.
Faltaban pocas horas para que diera comienzo el picnic en casa de su tía.
Todo el mundo estaría allí.
La familia llevaba sin reunirse casi un mes por culpa de nuestras apretadas agendas.
Tenía muchas ganas de ir.
Yoongi me puso una cuerda delgada entre las piernas y se aseguró de que me rozaba lo justo.
Tenía muchas ganas de ir por más de un motivo.
— Esto es sólo el principio —me susurró.
— Estás precioso —me dijo, mientras me llevaba en coche a casa de Suran.
— Gracias, Amo.
Tal como me había dicho, las cuerdas quedaban discretamente escondidas bajo el vestido que había elegido.
Llevaba cuerdas alrededor de los muslos, la cintura y entre las piernas.
Se había negado a dejarme llevar algo más.
En lugar de eso, me había atado unas cuerdas rojas alrededor del tórax, tanto por encima como por debajo del pecho, y llevaba más cuerdas en medio.
A pesar de que el vestido era de manga corta, el cuello alto ocultaba la que me rodeaba la nuca.
Cuando movía los brazos de la forma adecuada, la tensión de las cuerdas tiraba de la tela del vestido y me rozaba los pezones desnudos provocándome un escalofrío.
— Creo que me gustaría escuchar un poco de jazz —comentó Yoongi.
«Sí, cuando me muevo justo así»
— Gracias, Jimin —dijo, con una sonrisa que me dió a entender que sabía perfectamente lo que sentí cuando me incliné hacia adelante para cambiar la emisora.
— No, Amo —contesté, mientras las suaves notas de jazz empezaban a sonar en el coche— Gracias a ti.
[⚜]
Una hora después, estaba en el jardín hablando con Suran y SeokJin mientras NamJoon, JungKook, Yoongi y Tae Hyung jugaban un partido de baloncesto poco equilibrado.
Yo decliné la invitación a unirme, principalmente porque llevaba vestido.
Los deportes no eran mi pasatiempo favorito, aunque supongo que jugar con las cuerdas alrededor del cuerpo habría hecho que todo fuera mucho más interesante.
— Yoongi nos ha dicho que se van a Florida el mes que viene —comentó Suran.
— A Orlando, sí —contesté— Tengo muchas ganas. Llevo años sin disfrutar de unas buenas vacaciones.
— Yoongi también —intervino SeokJin.
— Pues me temo que para él esto tampoco serán unas verdaderas vacaciones —dije— Hay una conferencia sobre economía y él tiene que pronunciar el discurso de apertura.
Llegaríamos el sábado y nos quedaríamos hasta el viernes siguiente.
Yo tenía muchas ganas de hacer ese viaje, porque nos daría la oportunidad de explorar nuevas formas de jugar.
— Tú sólo prométeme que conseguirás sacarlo de ese traje durante algunas horas —me pidió Suran— Le iría muy bien descansar y relajarse un poco.
SeokJin se acercó a mí y me susurró:
— Estoy seguro de que conseguirás quitarle el traje durante algo más que unas cuantas horas.
Yo me reí.
— Seguro que sí.
Estaríamos en Florida tanto entre semana como en fin de semana y si me salía con la mía, cuando Yoongi estuviera fuera de la sala de conferencias, no llevaría ese traje ni un minuto.
En realidad, no llevaría nada.
Suran le dirigió a Jin lo que debía de ser una mirada estricta, pero sólo consiguió hacernos reír aún más.
Me encantaba lo unida que estaba aquella familia.
Y que nos hubieran recibido a Tae Hyung y a mí con los brazos abiertos.
Tal como había asegurado Yoongi, nadie se dio cuenta de lo que yo llevaba debajo del vestido.
A mí me gustaba pensar que Suran no sabía nada de nuestro estilo de vida.
A fin de cuentas, nunca había insinuado que lo supiera.
Por otro lado, ambos nos habíamos unido mucho durante los últimos meses y la consideraba como una segunda madre.
SeokJin era como el hermano que nunca tuve.
A pesar de que él sí conocía los detalles de la relación que manteníamos Yoongi y yo, nunca hablaba del tema conmigo y, para ser sincero, yo lo prefería así.
No sé si JungKook estaba al corriente.
Yoongi me dijo que por el momento no, así que yo actuaba como si así fuera.
Existía la posibilidad de que se lo hubiera dicho Tae Hyung, pero si lo había hecho, lo cierto era que él no me trataba de manera distinta.
No me di cuenta de que el partido había acabado hasta que me rodearon unos fuertes brazos muy calientes.
— ¡Uf! —exclamó Jin a mi lado, apartando a NamJoon.
Su marido le había abrazado de la misma forma que Yoongi a mí— Estás sudando.
«Uhm. Yoongi»
— ¿Estás bien? —me susurró.
— Sí —contesté, sin añadir la palabra «Amo»
Estábamos demasiado cerca de su familia y alguien me podía oír.
Me estrechó con más fuerza y ejerció la presión justa sobre las cuerdas.
— ¿Estás seguro?
Yo cerré los ojos y me recosté contra él, mientras me recorría una oleada de deseo.
— Mucho.
— ¿Me lo dirás si no es así? —preguntó.
— Sí.
— Lo estás haciendo muy bien —musitó.
Se separó de mí antes de que yo pudiera responder.
— ¿Puedo ayudarte con la comida? —se ofreció.
— No —respondió Suran— Todo está listo.
JungKook se acercó a nosotros y tomó la bebida que le ofrecía Tae.
— Te hemos echado de menos en el partido, Jin.
Él quitó una hebra imaginaria de la camisa a su esposo.
— Por lo visto, cuando Nammie estudió medicina le explicaron que las personas embarazadas no pueden practicar según algunos deportes.
Todos tardamos unos segundos en asimilar lo que había dicho y luego todo el mundo habló a la vez.
— ¡¿Estás embarazado?!
— ¡Sorpresa! —respondió estallando en carcajadas.
— ¿Por qué no lo habías dicho antes?
— ¿De cuánto estás?
NamJoon y SeokJin se quedaron allí de pie, mirando a su familia y sonriendo.
— De diez semanas —respondió Jin cuando nos quedamos en silencio el tiempo suficiente como para que pudiera decir algo— Ayer le oímos por primera vez los latidos del corazón.
Antes de que Yoongi y yo pudiéramos unirnos al resto de la familia para felicitar y abrazar a los futuros padres, él me pasó un brazo por la cintura.
— La casa del árbol será mucho más divertida con sobrinas y sobrinos corriendo por allí, ¿no crees? —me susurró.
Yo me volví hacia él y nuestros labios se fundieron en un dulce beso.
[⚜]
Cuando volvimos a nuestra casa, todavía me seguía costando ver aquella imponente mansión como nuestra, me dijo que subiera a prepararle la ducha.
Era una nueva clase de orden, pero no me resultó tan inesperada.
A fin de cuentas, Yoongi había estado sudando y necesitaba ducharse.
Para cuando subió, después de sacar a Apolo, yo ya había abierto el agua y colocado algunas toallas en el toallero radiador.
También me pareció que lo más correcto era que me quitara el vestido, así que lo hice.
No sabía si debía ponerme de rodillas o quedarme de pie, de modo que cuando llegó aún seguía de pie.
Yoongi miró el vestido, que yo había dejado en el suelo.
— ¿Va todo bien, Jimin?
— Sí, Amo —dije.
Él seguía vestido.
Estaba absolutamente delicioso.
— ¿Necesitas usar el servicio?
Pues sí.
Ahora que lo mencionaba, sí.
— Por favor, Amo.
Cruzamos el cuarto de baño y él me quitó con rapidez la cuerda de entre las piernas.
Aunque tomándose un momento para juguetear con mis pezones expuestos.
Yo gemí al sentir la presión de su pulgar.
Yoongi se rió y me dio un seco azote en el trasero.
— Date prisa en volver. Necesito tu ayuda.
Su cuarto de baño era enorme.
Durante el fin de semana, pensaba en ese espacio como suyo, a pesar de que había pruebas de nuestra convivencia en uno de los tocadores.
Los fines de semana, yo solía utilizar el del cuarto de los sumisos.
[⚜]
Cuando volví, Yoongi ya se había desnudado.
Intenté no pensar que desnudo estaba todavía más delicioso, pero fracasé estrepitosamente.
Sonrió como si supiera exactamente lo que estaba pensando.
Maldita fuera.
— Luego, Jimin.
Claro.
Me había dicho que no habría orgasmo hasta que él me diera permiso.
Maldije de nuevo.
Me deslizó las manos por todo el cuerpo para provocarme y hacerme cosquillas mientras manipulaba la cuerda que llevaba entre las piernas.
Para mí suponía un verdadero reto quedarme quieto estando tan cerca de él cuando los dos estábamos desnudos, pero conseguí controlarme.
Me volvió a colocar la cuerda, le dedicó a mi clítoris una última y suave caricia y susurró:
— Lo estás haciendo muy bien.
Yo moví las piernas; ya estaba acostumbrado a la forma en que las cuerdas tiraban de mi cuerpo y al suave y constante tormento.
— Gracias, Amo.
Sonrió.
— Ya estoy listo para mi ducha.
Oh, claro, la ducha.
Abrí la llave del enorme espacio, comprobé el agua para asegurarme de que estaba a la temperatura adecuada y di un paso atrás para dejarlo entrar.
Yoongi pasó por mi lado y por un momento me pregunté si debía seguirlo.
No estaba seguro.
Supuse que las cuerdas se podrían mojar y no pasaría nada, ¿no?
— Jimin —dijo, colocándose bajo una de las regaderas.
— ¿Sí, Amo?
— Necesito tu ayuda —contestó.
Su voz había sonado grave y con cierta brusquedad.
Al mojarme, la presión de las cuerdas aumentó un poco, pero me obligué a concentrarme en él en lugar de pensar en mi cuerpo.
No era tan difícil.
Se colocó debajo del agua mientras yo ajustaba los chorros laterales y luego se sentó en uno de los bancos.
Durante la semana, nos duchábamos muchas veces juntos.
Hacerlo era una de mis formas preferidas de levantarme.
Por las noches compartíamos una botella de vino mientras nos relajábamos en su enorme jacuzzi climatizado.
Pero entonces me recordé que aquél no era Yoongi, era mi Amo.
Tomé su champú y me puse un poco en la mano.
Empecé a masajearle la cabeza y a frotarle el cuero cabelludo con los dedos, con suavidad, tal como sabía que le gustaba.
— Hum —murmuró poco después— Qué bien, Jimin.
Mi pecho rozó sus hombros por accidente.
— Gracias, Amo.
Cuando acabé con su pelo, seguí con el resto de su cuerpo, comenzando desde arriba y bajando poco a poco.
Disfruté de poder lavarlo, del modo en que mis manos se deslizaban por su pecho y su espalda mientras lo enjabonaba, de cómo cerraba los ojos de placer cuando cambié la dirección de uno de los chorros laterales para quitarle el jabón.
Y todo el tiempo los numerosos chorros, tanto laterales como verticales, nos mantenían calientes y llenaban la ducha de vapor.
Me agaché y él se puso de pie para facilitarme la tarea.
Esquivé su erección a propósito y le enjaboné los muslos, masajeándole primero una pierna y luego la otra.
Cuando llegué a los pies, me arrodillé en el suelo de la ducha, recogí su pie derecho, lo coloqué sobre mi rodilla, me incliné hacia adelante y se lo besé.
Él me puso las manos en la cabeza.
— Hazlo otra vez —ordenó.
Le di un beso en el empeine con la boca abierta y deslicé los labios por el lateral antes de cambiar al otro pie y hacer lo mismo.
Luego se lo dejé en el suelo y levanté la cabeza.
Me estaba mirando con aquellos preciosos ojos oscuros y yo me sentía caliente, pero no se debía sólo al vapor que nos rodeaba.
— Te has dejado una parte —señaló, arqueando un poco las caderas.
Yo deslicé las manos por sus piernas.
— Oh, no, Amo. No he olvidado nada. Sólo estoy dejando lo mejor para el final.
— ¿Ah, sí?
— Sí, Amo —respondí, tomando más gel de baño y enjabonándome de nuevo las manos.
Me acerqué con suavidad, le tomé los testículos con delicadeza, y lo lavé lo mejor que pude.
Me recreé en su miembro, que agarré con fuerza para asegurarme de que no me dejaba ni un centímetro.
Tenía los ojos cerrados, pero los abrió de golpe cuando aparté las manos de su cuerpo.
— ¿Ya has acabado? —me preguntó.
— Ya he acabado de lavarte, Amo —dije— Pero si no te importa, hay algo que me gustaría hacer.
— Dime.
— ¿Puedo demostrártelo?
— No —contestó— Quiero que me lo digas con palabras.
¿Quería que se lo dijera con palabras?
Pues se lo diría con palabras.
— Quiero tu polla, Amo —le pedí, sin notar el delator calor que me recorría la piel cuando decía guarradas— Quiero metérmela en la boca.
Él siguió en silencio.
Yo me quedé escuchando el sonido del agua que caía sobre nosotros temiendo que me dijera que no.
A fin de cuentas, ése era su privilegio.
Podía negarse con la misma facilidad con que podía decirme que sí.
Me puse tenso y me prometí que si me decía que no, no me lo tomaría como algo personal.
— Eso me gustaría mucho —dijo al fin.
Se me aceleró el corazón, pero esperé.
Aún no me había dado permiso.
— Adelante, Jimin.
— Gracias, Amo —susurré, porque sabía que por mucho que yo lo deseara, eso no significaba que pudiera tenerlo.
No durante el fin de semana.
Sabía a jabón y lo lamí haciendo girar la lengua alrededor de su polla antes de chupársela entera.
La tenía gruesa, larga y dura y, como siempre, tardé un minuto en acostumbrarme a tenerlo metido en la boca.
Él hundió los dedos en mi pelo y empezó a balancear ligeramente las caderas, pero en general me permitió que me tomara mi tiempo.
Adopté una cadencia fija y empecé a acelerar muy despacio hasta que encontré el ritmo.
Había sido yo quien le había pedido permiso para servirle y él me estaba dejando que lo hiciera a mi manera.
Seguía teniendo las manos en mi cabeza, pero los únicos movimientos que hacía eran los suaves balanceos de sus caderas al compás de mi succión.
Al moverme, las cuerdas me tiraban deliciosamente y me pregunté, no por primera vez, cuándo me daría permiso para correrme.
— Joder —exclamó tan bajito que apenas pude oírlo por encima sonido del agua que caía sobre nosotros.
Interpreté su exclamación como una señal de estímulo y empecé a moverme más deprisa.
Deslicé las manos por su piel.
Me costaba mucho agarrarlo, porque estaba muy mojado, pero redoblé mis esfuerzos y lo conseguí.
Mis manos empezaron a jugar con su trasero y deslicé un dedo vacilante entre sus nalgas.
Él se arqueó contra mí en un gesto de evidente placer.
Vaya, vaya, vaya.
Iba a ser muy interesante explorar eso.
— Joder —repitió, embistiendo mi boca con más fuerza.
Yo apreté los dedos por detrás de sus muslos y poco después relajé la garganta para que se corriera en mi boca.
Cuando me ayudó a levantarme, parecía completamente satisfecho.
— Gracias —dijo.
— Ha sido un placer, Amo.
El brillo de sus ojos me dejó muy claro que me recompensaría por haberle servido tan bien y yo estaba impaciente por saber qué tendría reservado para mí.
[⚜]
El domingo me llevó al cuarto de juegos, me ató con más cuerdas y utilizó distintos látigos.
Empezó con el de piel de conejo y fue aumentando la intensidad con los de cuero hasta provocarme aquellas sensaciones que yo empezaba a ansiar.
La misma que deseaban todos los sumisos con los que había hablado.
Cuando acabó, yo temblaba de deseo; estaba seguro de que con una sola mirada de Yoongi, alcanzaría un poderoso orgasmo.
Pensaba que me poseería en el cuarto de juegos, pero cuando estuve un poco más recuperado y conseguí tenerme en pie, me tomó de la mano y me llevó a nuestra habitación.
Entré detrás de él y enseguida me di cuenta de que la estancia estaba más oscura de lo habitual gracias a los reguladores de intensidad que había instalados allí.
Había velas encendidas sobre la cómoda y en las mesitas de noche y sonaban las delicadas notas de un piano.
— Túmbate boca arriba en medio de la cama —me ordenó.
Yo ya me había acostumbrado a los tirones de las cuerdas, pero mi excitación creció cuando intenté imaginar lo que habría planeado.
Cuando lo hice, subió también a la cama y se colocó encima de mí.
Empezó por mi pecho y fue desatando la cuerda que me lo rodeaba con la misma lentitud con que me la había atado.
Quizá incluso más despacio.
Cuando el trozo de cuerda resbaló de mi cuerpo, Yoongi hizo lo que me había prometido hacía ya varias semanas y deslizó los dedos por encima de las marcas que la cuerda me había dejado.
— Tienes la piel llena de marcas —dijo— ¿Lo notas?
Claro que lo notaba.
Las zonas donde había llevado las cuerdas durante todo el día estaban hipersensibilizadas.
Me sentí como cuando me quitaba una tirita y dejaba al descubierto la piel nueva.
Me estremecí cuando sus dedos repasaron las marcas que yo sólo podía recrear en mi cabeza.
Al rato, cayó otro trozo de cuerda y sus labios se unieron a sus dedos en la exploración de mi piel.
Cerré los ojos y sentí su cálido aliento sobre los pezones, los dulces y tiernos besos sobre mi piel sensibilizada, las suaves y relajantes caricias en mi espalda, que seguía roja por efecto de su látigo.
Sus manos resbalaron hasta mi cintura para soltar las cuerdas que cubrían esa zona.
— Puedes correrte cuando quieras —me indicó con voz ronca y áspera.
La cuerda que tenía entre las piernas desapareció y la sustituyó la calidez de su caricia.
Entonces comprendí lo que estaba haciendo:
Me estaba haciendo el amor como mi Amo.
Un hombre.
Dos facetas.
Yoongi, mi amado.
Mi dulce y considerado amante, que adoraba mi cuerpo y me había robado el corazón.
Mi Amo, también mi amado.
Mi Dominante, que me sometía con sólo una mirada, controlaba mi cuerpo y tenía mi alma suavemente atrapada entre sus poderosas manos.
Y en ese momento, en esa fracción de tiempo, los dos se unieron en uno solo y abrí los ojos para ver cómo me miraba desde mi cintura.
— Sí —dije casi en un quedo susurro.
— ¿Sí? —preguntó, volviendo la cabeza para darme un leve beso en la cara interior del muslo.
— Sí —repetí— Los dos. Ahora. Así.
Sabía que probablemente aquello no tuviera ningún sentido para él, pero no pude evitarlo.
Tanto si lo entendió como si no, prosiguió con lo que estaba haciendo, desatándome las cuerdas sin dejar de hacerme sentir como si me estuviera desenvolviendo.
Cuando cayó la última, suspiré.
Era como si hubiera vuelto a nacer con una piel nueva.
Cada caricia, cada bocanada de aire parecía nueva y sin estrenar.
Temblaba, estimulada por las sensaciones que me provocaba.
Volví la cabeza y me perdí en el baile de las sombras que las velas proyectaban en la pared.
Luego cerré los ojos y me permití experimentar el deleite de sus caricias mientras la suave música me transportaba a otro lugar.
Él se rió contra mi piel.
— No te estarás quedando dormido, ¿verdad?
— No, Amo. Sólo estoy intentando empaparme de todas las sensaciones.
Yoongi subió por mi cuerpo y se detuvo en mi torso.
Sacó la lengua para dibujar un círculo en mi pecho y dejó que su cálido aliento me acariciara el pezón.
— Yo también quiero empaparme de todo.
Se metió un pecho en la boca haciendo girar la lengua y rozándome con los dientes.
Luego repitió lo mismo con el otro pecho.
— ¿Me sientes? —me preguntó, cambiándose de postura para que pudiera sentir su anhelo y su deseo.
Yo deslicé las manos entre nuestros cuerpos y agarré su miembro.
— Sí, Amo.
— ¿Me deseas? —me preguntó, empujando un poco.
Lo agarré con más fuerza.
— Sí, Amo.
— Demuéstramelo —susurró.
Coloqué las piernas una a cada lado de él y arqueé las caderas para alinear nuestros cuerpos.
Luego lo metí en mi interior y noté cómo me dilataba mientras me colmaba.
— Sí —afirmé de nuevo.
«Sí», repetí en mi cabeza.
Él me pasó la mano por debajo de una rodilla y me levantó un poco más la pierna para deslizarse más adentro.
— Oh, Dios —exclamé, cuando alcanzó una zona nueva.
— ¿Te gusta? —me preguntó, embistiéndome para enfatizar su pregunta.
— Sí, Amo —gemí— Más. Por favor. Otra vez.
Él me respondió con una nueva embestida y alcanzó el mismo punto.
Deslizó la otra mano hasta mi trasero y me pegó más a él.
Yo gimoteé al sentir el placer que me provocaba su mano justo ahí, donde mi piel seguía sensible debido al beso de su látigo.
— ¿Lo sientes? —me preguntó y yo lo sentía todo:
Su posesión, su dominación, su protección, su amor.
A él.
No conseguía articular las palabras, así que le contesté con un gemido.
— Te quiero —dijo, al tiempo que me embestía de nuevo— Te quiero, Jimin.
Sólo me había dicho que me quería durante el fin de semana en una ocasión y fue en respuesta a mi propia declaración.
Después de que yo se lo dijera primero por teléfono.
Pero en ese momento estaba haciendo mucho más que hacerle el amor a Jimin, su sumiso.
Me estaba demostrando con su cuerpo, sus palabras y sus acciones que había vencido su miedo y que ya no temía amarme y dominarme.
Deslicé las manos por su espalda y entonces me di cuenta de que yo también tenía esos mismos miedos.
Que temía que llegara un día en que Yoongi se diera cuenta de que no quería o necesitaba aquellos dos aspectos de sí mismo.
Y mientras seguía moviéndose dentro de mí, supe en lo más profundo de mi alma, que él siempre necesitaría esas dos facetas.
Igual que yo necesitaba también las mías.
Y como ambos necesitábamos las dos facetas del otro.
Me penetró de nuevo y yo le respondí arqueando las caderas.
Nuestros cuerpos se hicieron con el control y hablaron por nosotros de formas que las palabras jamás conseguirán expresar.
Cuando noté que se acercaba mi clímax le rodeé la cintura con las piernas.
Mi liberación fue creciendo lentamente hasta que él deslizó la mano entre nuestros cuerpos y me acarició el clítoris.
Entonces me corrí, dejando escapar un corto grito que me hizo estremecer de pies a cabeza.
Yoongi se quedó inmóvil, profundamente enterrado en mí, mientras su propia liberación lo recorría entero.
Yo seguí rodeándolo con las piernas, quería conservar nuestra conexión física el mayor tiempo posible.
Al rato, rodó conmigo sobre la cama hasta que estuve encima de él y me estrechó entre sus brazos.
Levanté la cara y le besé la mandíbula.
Él suspiró.
— ¿Amo? —llamé, para asegurarme de que disponía de toda su atención.
— ¿Uhm?
— Te quiero.
Me estrechó con más fuerza.
— Te quiero.
[⚜]
D–1
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top