⚜ 21 ⚜
[ Minnie ]
Yoongi me había dicho que íbamos a hacer alguna clase de representación y el domingo por la mañana lo esperaba leyendo en el salón.
No lo había visto desde el desayuno.
Salió del comedor poco después de tomarlo, ordenándome que me pusiera el conjunto que me había dejado en el armario.
Yo nunca había llevado liguero.
El que él me había dejado preparado era negro y tengo que admitir que, cuando me lo puse, mis piernas parecían más atractivas de lo habitual.
Nunca se me había ocurrido ponerme esas cosas y decidí organizar una salida con Tae Hyung para comprar algo la semana siguiente.
Me tiré de la falda con aire distraído.
Era ridículamente corta y apenas me llegaba por debajo de las nalgas.
Estaba seguro de que se me veía el liguero al andar.
La chaqueta no era mucho mejor:
Ajustada, apenas me tapaba el pecho.
Ni siquiera me había dejado una camisa, sólo un protector de puntilla negra, que se veía cuando hacía según qué movimientos.
Aunque tenía que admitir que me excitaba pensar en lo que habría planeado.
¿Cómo sabría que ya estaba preparado?
¿Vendría a buscarme?
Tendría que hacerlo, ¿no?
Volví a pensar en el viernes por la noche.
Yoongi tenía tantas ganas como yo de hablar y pospuso el juego hasta que se aseguró de que todo iba bien entre nosotros.
Yo seguía esbozando una absurda sonrisa cada vez que pensaba en aquella casa del árbol y en que él quería las mismas cosas que yo.
Pasamos horas en el desván, investigando el contenido de viejos baúles, y cada vez que destapábamos un mueble nuevo era como si descubriera una parte de sí mismo.
Al final, acabó poniéndome el collar y, por algún motivo, nuestro ritual fue más intenso que de costumbre.
Luego, cuando llegó la hora de dormir, me invitó a pasar la noche en su cama y ni se me ocurrió rechazarlo.
La comida con JungKook y Tae Hyung del sábado fue maravillosa.
Casi nunca pasaba tanto tiempo sin ver a mi amigo y enseguida me di cuenta de que seguía estando radiante.
Por primera vez, no me sentí celoso de que compartiera una conexión con Yoongi que yo no tenía.
Después de nuestra conversación del viernes por la noche, él y yo nos sentíamos más cómodos con nuestra relación, con el momento en el que estábamos y con lo que queríamos que fuera algún día.
Me puse de pie y me acerqué a las estanterías para guardar el libro que fingía leer.
— ¿Tú qué crees, Apolo? —pregunté— ¿Debería buscarme algo que hacer o es mejor que me rinda?
El perro ladeó la cabeza, dejó escapar un gruñido y se puso panza arriba.
Capté la indirecta.
Quería que le rascara la panza.
Entonces sonó mi teléfono:
Tenía un mensaje.
— Lo siento, Apolo —dije, acercándome a la mesa que había junto al sofá, para coger mi teléfono— Supongo que es Tae.
Pero no era él.
Era Yoongi.
Cuando leí el mensaje, se me aceleró el corazón.
«Ven a mi despacho. Ahora»
Me quedé mirando el mensaje demasiado rato.
¿A su despacho?
¿Qué despacho?
Primero fui a mirar al escritorio que había en la biblioteca.
Nada.
Ni siquiera estaba en la biblioteca.
Tenía un despacho al otro lado del salón, que utilizaba cuando trabajaba en casa.
Corrí todo lo rápido que me permitían los zapatos negros de tiras que llevaba.
Esperaba que la puerta estuviera cerrada, pero estaba abierta.
Asomé la cabeza, pero también estaba vacío.
No se refería a su despacho, ¿no?
¿Al de la ciudad?
Pero no se podía referir a nada más.
Recogí el bolso y las llaves de su otro coche, acaricié la cabeza de Apolo y fui al garaje.
En el asiento había una nota para mí.
Sí, joven Park. Me refería a mi despacho de la ciudad. El guardia de seguridad la dejará entrar al edificio. Atentamente, señor Min.
P. D.: Llega usted tarde.
[⚜]
Mientras conducía hacia allá, pensé que para ser una nota tan corta contenía mucha información.
Para empezar, sabía que podría llamarlo señor Min en vez de Amo, y también sabía que por lo visto llegaría tarde.
La idea me emocionó y me excitó.
Dejé el coche en el aparcamiento que había al otro lado de la calle de su despacho y me di cuenta de que tendría que pasearme en público con la ropa que Yoongi había elegido para mí.
Sentí una extraña combinación de orgullo y excitación.
Corrí por la calle hasta el altísimo edificio donde estaban las oficinas de su compañía.
— ¿Sí, señor? —preguntó el guardia del fin de semana, cuando llegué a la puerta de la entrada.
Yo ya conocía al de entre semana y hablaba con él siempre que iba a visitar a Yoongi a su despacho.
Pero aquel tipo no era aquel anciano, sino un hombre más joven y no me sonaba de nada.
— Joven Park, vengo para ver al señor Min —dije, tirándome de la falda.
Me pregunté si me habría visto el liguero al entrar y luego me reprendí mentalmente.
¿Acaso importaba?
— Sí, señor —contestó— El señor Min le está esperando. Me ha pedido que le hiciera subir enseguida —no dejaba de mirarme a los ojos.
Su mirada no se dirigió a mi conjunto ni una sola vez.
— Necesito ver su identificación.
— ¿Qué? —pregunté— Oh, sí.
Aquel hombre no me conocía como el guardia de entre semana.
Saqué la billetera y le mostré mi permiso de conducir.
— Gracias —dijo y luego me hizo un gesto en dirección a los ascensores.
[⚜]
El despacho de Yoongi estaba en el último piso y, aunque ya había estado en sus oficinas en muchas ocasiones, aquella vez era distinta.
Aquél no era un encuentro normal para ir a comer o para irnos juntos a la clase de yoga.
Por supuesto, Shan no estaba en su puesto habitual, dado que era domingo.
La enorme puerta de madera que daba acceso al despacho de Yoongi estaba cerrada y me detuve un momento, porque no estaba seguro de cómo proceder.
Él debía de haber oído el pitido del ascensor cuando llegó a su planta, ¿no?
¿Debería llamar a la puerta o enviarle un mensaje?
Quizá sería él quien abriera.
Pero me había pedido que fuera a su despacho.
Estaba claro que no me iba a salir a abrir.
Llamé a la puerta.
Me contestó con un tono de voz grave e imponente.
— Pase.
Empujé la puerta con mano vacilante.
Yoongi estaba sentado a su escritorio y revolvía unos papeles.
Cuando entré, levantó la vista y me miró frunciendo el ceño.
— Pase, joven Park.
La puerta se cerró detrás de mí con un sonoro clic.
— Llega tarde —me reprochó.
Yo había decidido el papel que adoptaría mientras iba de camino, así que me puse el pelo por detrás de las orejas y ladeé la cabeza.
«Me gusta cuando te pones peleón», me había dicho hacía sólo dos semanas.
¿Le gustaba peleón?
Pues sería peleón.
— No estaba seguro de a qué hora quería que viniera, señor Min —contesté.
Él arqueó una ceja.
— ¿Mi mensaje no especificaba que tenía que ser «ahora»?
— Es posible. La verdad es que no me acuerdo.
— Ése es un problema recurrente en usted, ¿verdad? —me preguntó— Me parece que es un poco desmemoriado.
Me encogí de hombros.
Yoongi dejó los papeles sobre la mesa.
— Según tengo entendido, últimamente está usted un poco olvidadizo. Por lo visto, está pensando en otras cosas cuando debería estar trabajando.
— Tengo muchas preocupaciones —dije— Pero siempre acabo mi trabajo.
Rebuscó entre los papeles que tenía delante.
— Según pone aquí, realiza usted llamadas personales en las horas de trabajo.
— Una o dos.
— Una o dos a la hora, quizá —replicó— ¿Llama a algún hombre?
Me cambié el peso de pierna.
— A veces llamo a mi novio.
Me miró de pies a cabeza y luego hizo un gesto en dirección a mi conjunto de ropa.
— Y, ¿ya sabe su novio que se viste así?
— Oh, no, señor Min —le seguí la corriente y traté de tirarme de la falda— Mi novio nunca me ve así. Esto lo llevo porque me lo ha pedido mi Amo.
Pensaba que mi sinceridad lo confundiría o que, por lo menos, demostraría cierta complicidad.
Pero se limitó a asentir.
— Ah, ya veo —contestó— Es usted un fetichista.
Pensé en el fin de semana anterior y sonreí.
— Mucho.
— Estoy seguro de que le encanta vestirse así —aseveró— Seguro que disfruta luciendo su cuerpo ante su Amo.
— Sí —confirmé, deslizando las manos por mis caderas y sacando un poco el trasero.
— Y seguro que también le gusta lucirse delante de otros hombres, ¿verdad, joven Park? —empujó la silla hacia atrás— Como, por ejemplo, delante del guardia de seguridad de la puerta.
— Estaba bien.
Me subí las manos por el cuerpo hasta rodear mi pecho.
— Pero en realidad estaba más interesado en su opinión, señor Min.
Se levantó y se acercó a mí sin dejar de mirarme a los ojos.
— ¿Ésta es la actitud con la que debe enfrentarse a su supervisor? —preguntó— ¿Este coqueteo tan inapropiado?
Esbocé mi mejor sonrisa.
— No ha contestado a mi pregunta. ¿Qué le parece mi conjunto?
Se puso detrás de mí y me rodeó el cuerpo con los brazos para agarrarme del pecho.
— La chaqueta es demasiado ceñida. —tiró de la tela y los botones cayeron al suelo.
Cuando dejó resbalar las manos por mis caderas, su voz se tornó grave y profunda.
— Y la falda es demasiado corta —me susurró al oído.
— ¿Cree que le gustaría más si me la quitara? —le pregunté, presionando hacia atrás y sonriendo al notar su erección.
— Joven Park —dijo, como si estuviera sorprendido— ¿Se da usted cuenta de la gravedad de sus actos? Podría despedirlo por sus impertinencias.
Me dijo eso, pero no despegaba las manos de mi cuerpo.
Yo me di media vuelta y batí las pestañas.
— Pero señor Min, necesito este trabajo.
— No tengo más remedio —se lamentó y dio un paso atrás— Tengo que despedirlo. No puedo dejar que este irrespetuoso y extravagante comportamiento distraiga a los demás empleados.
Yo me acerqué ligeramente hacia él, dejando caer lo poco que quedaba de mi conjunto al suelo.
— Estoy seguro de que habrá algo que yo pueda hacer.
— No lo sé. Es una situación muy seria.
— Tiene que haber algo.
Entonces paseó la vista por todo mi cuerpo.
— Quizá haya una cosa.
— Lo haré —aseguré.
Me resultó muy extraño darme cuenta de lo mucho que aquella representación estaba aumentando mi confianza.
Contoneé las caderas mientras me acercaba a él.
Luego le deslicé un dedo por el pecho.
— Por favor.
Yoongi se volvió y se acercó a su escritorio, quitándose el cinturón muy despacio mientras se alejaba.
Cuando estuvo junto a la mesa, se volvió hacia mí y dobló el cinturón entre sus manos.
— No sé si está preparado para esto.
«Joder. ¿Me va a azotar con el cinturón?»
— Le aseguro que lo estoy, señor Min.
—Venga aquí.
Yo me acerqué a su escritorio.
— Estire los brazos —me ordenó.
Me tomó de las manos y me las rodeó con el cinturón para unirme las muñecas.
Me empujó hacia adelante y yo no me resistí.
Le di la espalda y apoyé los antebrazos en la mesa.
Cuando Yoongi tuvo claro que yo veía todos sus movimientos, rodeó el escritorio para abrir un cajón.
Sacó una paleta de madera y la dejó sobre la mesa.
Yo inspiré hondo.
«¿Tiene una paleta en su despacho?»
Pocos segundos después, ya lo tenía detrás de mí.
Me pellizcó la piel de los muslos mientras me desabrochaba los ligueros.
Me frotó el trasero con aspereza por encima del encaje de las bragas, antes de deslizar los dedos por la goma de la cintura y bajármelas para dejarme completamente expuesto.
— Ha sido un empleado muy travieso, joven Park —dijo— Voy a tener que castigarlo.
Yo contoneé el trasero.
— Lo que más le complazca, señor Min.
Su mano impactó sobre mí, propinándome un satisfactorio azote.
— Voy a asegurarme de que comprende las consecuencias de sus actos —seguía azotándome mientras hablaba— Tiene que entender qué espero exactamente de mis empleados. Lo que es admisible. Si lo olvida, me veré obligado a recordárselo de nuevo.
Chasqueó la lengua cuando deslizó uno de sus largos dedos entre mis piernas.
— ¿Por qué tengo la sensación de que esto no tiene ningún efecto disuasorio para usted?
Tenía el culo caliente y sensible debido a sus azotes y moví las caderas tratando de absorber un poco más su dedo.
— No lo sé, señor Min. Quizá debería castigarme más.
Recogió la paleta de encima del escritorio.
— Si insiste, joven Park.
— Me temo que es la única forma de que aprenda la lección.
La paleta impactó contra la piel de mi trasero y yo gemí.
— Éstas son las reglas que deberá obedecer si quiere seguir trabajando para mí.
Mientras hablaba, me azotaba con la paleta una y otra vez.
— Se vestirá apropiadamente.
Azote.
— Se acabaron los ligueros y los conjuntos ajustados que exhiban su cuerpo de esta forma.
Azote.
— Se acabaron las llamadas personales a su novio durante las horas de trabajo.
Azote.
— Nada de coquetear con los empleados. Ni siquiera conmigo.
Azote.
— Se acabó eso de ser tan olvidadizo.
Azote.
— Y cuando le digo que venga a mi despacho inmediatamente, tiene usted que venir inmediatamente.
Azote.
— ¿Me ha comprendido, joven Park?
Azote.
Antes de que pudiera contestar, ya me había puesto las manos encima.
Empezó a estimular y jugar con la hinchada carne de mi sexo.
«Fóllame. Fóllame ahora»
Me dio otro azote en el trasero, pero esa vez lo hizo con la mano en lugar de con la paleta.
— Le he hecho una pregunta, joven Park.
«Claro. Claro. Claro»
— ¿Eh? —fingí tartamudear— ¿Cuál era la pregunta?
Me azotó con más fuerza.
— ¿Ha comprendido cómo debe actuar mientras siga trabajando para mí?
Yo moví las piernas, estaba desesperado por un poco de fricción.
— Sí, señor Min. Lo he comprendido.
Él suspiró.
— Debería despedirlo de todos modos. Nunca había tenido que hacer algo así hasta ahora.
El despacho se quedó en silencio.
Los únicos sonidos que se oían eran el suave y continuo tic-tac del reloj que había sobre su escritorio y un ligero zumbido procedente de una pequeña nevera en la esquina.
Yo me incorporé de la mesa muy despacio y miré a mi espalda.
Yoongi se había retirado algunos pasos, pero estaba sonriendo.
— Probablemente haga usted que me detengan —dijo.
Yo me desaté las muñecas y dejé caer el cinturón al suelo.
— Yo nunca haría que lo detuvieran.
Él negó con la cabeza.
— Tratarlo así...
— Lo necesitaba.
— No —repuso— No hay excusa para mi comportamiento.
— Pero ahora seré bueno, señor Min.
Me llevé las manos a la espalda y me desabroché el protector.
Me bajé los tirantes de los hombros y dejé caer la ligera prenda al suelo.
— Déjeme demostrarle lo bueno que puedo llegar a ser.
Él se recolocó los pantalones.
«Sí»
— Le acabo de azotar por mostrar esta clase de comportamiento —me recordó.
Yo negué con la cabeza.
— No estoy flirteando. Le estoy demostrando lo buen chico que soy.
Me senté sobre su escritorio y me mordí el interior de la mejilla al percibir una pequeña punzada de incomodidad.
Me deslicé hacia adelante y apoyé los pies sobre el escritorio, flexionando y separando las rodillas para asegurarme de que él veía exactamente lo que quería ver.
— Por favor, señor Min.
Él se acercó con el aspecto de un gato acechando a su presa.
— Y, ¿cómo de bueno puede llegar a ser?
— Venga a averiguarlo. Haré que valga la pena.
Él se fue desabrochando los pantalones mientras caminaba.
No llevaba nada debajo.
— Oh, señor Min —dije al ver su polla— La tiene usted mucho más grande que mi novio.
Él esbozó una sonrisa.
— ¿Ah, sí?
— Sí —contesté— pero es posible que la tenga un poco más pequeña que mi Amo —levanté la vista para mirarlo a los ojos— Él la tiene enorme.
Se rio con suavidad y se quitó los pantalones.
Dio dos cortos pasos y se colocó delante de mí, justo entre mis piernas.
— Será mejor que le quitemos esta camisa, ¿vale? —dije, mientras le desabrochaba rápidamente los botones.
Me impacienté cuando llegué al tercero, agarré la tela y tiré.
— ¡Uy! —exclamé, cuando sus botones rebotaron sobre el escritorio y por el suelo.
—Me ha roto la camisa, joven Park —me recriminó— Tendré que volver a azotarle.
— Me encantaría, señor Min.
Le deslicé la camisa rota por los hombros, mientras dejaba resbalar las manos por su pecho.
— Hum —murmuró— La verdad es que parece usted delicioso.
Yo me incliné hacia atrás para ofrecerle el pecho.
— ¿Por qué no los prueba?
Él me respondió con hechos:
Inclinó la cabeza hacia mi cuello y paseó la lengua por el hueco de la base.
Sus dientes dibujaron un camino de mordiscos hasta uno de mis pezones y luego hasta el otro.
Me chupó con suavidad, casi con reverencia, y luego repartió infinidad de besos por mi piel hasta llegar a mi oreja para susurrar:
— Tal como imaginaba. Es usted delicioso.
Le tomé la cabeza entre las manos y decidí susurrarle algo yo también.
Me sorprendió darme cuenta de la facilidad con que las palabras salieron de entre mis labios.
— Debería probar mi coño.
Él me mordió el lóbulo de la oreja.
— Estoy sorprendido, joven Park.
Pero deslizó un dedo entre mis piernas abiertas para internarse momentáneamente en mí y sacarlo de nuevo.
Se lo lamió con la punta de la lengua.
— Aunque es muy cierto.
Tiré de él hacia mí y me deleité en el placer que experimenté al sentir su pecho contra el mío y el abrazo de su calidez.
Le arañé la espalda suavemente con las uñas.
— Estoy impaciente por sentirlo dentro de mí, señor Min.
Él se rodeó la cintura con mis piernas.
— Entonces no debería hacerle esperar más.
Me penetró de una sola embestida y me colmó por completo.
— Joder, joven Park.
Ya no hablamos más.
A partir de ese momento centramos toda nuestra atención en el movimiento de nuestros cuerpos.
Disfrutábamos de cómo se acercaban y se separaban.
Él gimió en mi oreja y yo le respondí con mis propios gemidos guturales.
Cada nueva embestida hacía que mis caderas se desplazaran por la dura madera del escritorio y esa sensación, combinada con el ligero remanente de sus azotes, me llevó más deprisa hacia el orgasmo.
Me penetró más rápido, incluso más fuerte, provocando corrientes de placer que me recorrían todo el cuerpo.
— Señor Min —jadeé, estrechándolo más fuerte con las piernas.
— Tenía razón joven Park —dijo con una poderosa arremetida y alcanzando ese punto escondido en mi interior— Es usted muy bueno.
Mi necesidad de llegar al orgasmo aumentó y me esforcé por aguantar hasta que él me diera permiso.
— ¿Puedo? —le supliqué— Me corro.
Él me embistió de nuevo.
— Sí.
Dejó caer la cabeza contra mis hombros y yo me estremecí cuando me rozó la piel con los dientes.
— ¡Joder! —exclamé— Más fuerte.
Su única respuesta fue un intenso mordisco en mi hombro, pero eso fue todo.
El orgasmo me recorrió de pies a cabeza y me corrí con fuerza.
Él mantuvo el ritmo hasta que empezó a reducir la velocidad a medida que se acercaba al clímax.
Los músculos de su espalda se tensaron bajo mis manos y noté cómo se corría dentro de mí.
Luego dejó escapar un suave suspiro y se relajó.
— Siempre tendrá trabajo aquí, joven Park.
[ ⚜ ]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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