⚜ 20 ⚜

[ Yoongi ]

Tuve una sensación rara durante toda la semana.

Era incapaz de decidir qué era, Minnie y yo no habíamos llegado a discutir por nada, pero había algo extraño.

Para ser sincero, fue una semana muy ajetreada.

Aunque la verdad es que todas lo eran.

Yo seguía asistiendo a una sesión de terapia por semana, Minnie y yo íbamos a cenar con mi familia los martes y la semana anterior, él nos apuntó a clases de yoga por parejas los lunes y los miércoles.

El viernes por la mañana, Shan me envió un recordatorio de mi inminente viaje a China.

«Joder»

Me había olvidado de mencionarle el viaje a Minnie.

Esperaba que no tuviera ningún problema para pedir unos días libres en la biblioteca.

Suponía que no le pondrían ningún inconveniente y que podría ausentarse una semana.

Podíamos irnos a primera hora del sábado y volver la noche del domingo de la otra semana.

Quizá incluso pudiéramos tomarnos el lunes y el martes siguientes de fiesta para relajarnos.

Le regalaría una buena sesión de spa.

Aún hablaba del día que pasó en el spa con SeokJin y Tae Hyung justo antes de la boda.

Unas horas después, me reuní con él para comer en nuestro restaurante italiano favorito.

Le di un rápido beso antes de sentarme.

— ¿Cómo va tu día? —le pregunté. 

Disfrutaba mucho comiendo con él; siempre me ayudaba a hacer un paréntesis en los días de más estrés.

Minnie sonrió y bebió un sorbo de agua.

— Bien —respondió— ¿Y el tuyo?

— Igual.

Después de pedir la comida, hablamos de cosas triviales, básicamente acerca del regreso de JungKook y Tae Hyung y de nuestra intención de comer con ellos al día siguiente.

— Hace tiempo que quería decirte —empecé, cambiando de tema— que tengo planeado un viaje para dentro de dos semanas y me gustaría que pudieras venir conmigo.

— Dentro de dos semanas no me va bien.

— ¿Hay alguna forma de hacerte cambiar de opinión? —le planteé, subiendo y bajando las cejas— Tengo entendido que cuando quiero puedo ser muy persuasivo.

— Dentro de dos semanas tengo un congreso —explicó, ocultando una sonrisa y fingiendo ignorar mi movimiento de cejas.

— Eso suena muy aburrido —dije— Ven conmigo a China. Déjame convencerte.

— ¿Te vas a China?

— Ah, veo que mis poderes de persuasión están funcionando. Sí. Voy a China.

— Tus poderes no están funcionando —repuso— Tengo que asistir a ese congreso si quiero optar a quedarme con el puesto de Martha cuando ella se retire.

— ¿Martha se retira?

— Dentro de algunos años. Además, no tengo pasaporte.

— ¿No? —me extrañé.

¿Cómo podía ser que no tuviera pasaporte?

— Pues tendremos que solucionarlo. Te podemos solicitar uno.

— ¿Es que voy a hacer muchos viajes internacionales? —me preguntó y, de repente, el tono desenfadado de nuestra comida quedó desplazado por esa tensión subyacente que había percibido durante toda la semana.

— Sí, espero que hagas muchos viajes internacionales —contesté— Conmigo.

Él se movió incómodo en el asiento, pero antes de que pudiera decir nada, el camarero regresó con nuestra comida.

— Eso sería genial —comentó cuando se marchó— No puedo ir a China, pero tienes razón. Necesito un pasaporte. Ya me ocuparé de ello.

A juzgar por su tono de voz, no parecía tan genial, pero Minnie cambió de tema y yo le seguí la corriente.

Sabía que debía decir algo más, que tendría que preguntarle qué le ocurría y por lo menos intentar averiguar lo que le estaba pasando por la cabeza.

Pero cuanto más pensaba en ello, mejor me parecía esperar.

Después de todo, no había ningún motivo para sincerarse en un restaurante.

Además, si le ocurría algo, ¿no me lo diría?

[ ⚜ ]

Aquella tarde en el trabajo estuve distraído por esa insistente sensación de que algo no iba bien.

Quizá no era exacto decir eso, pero sucedía algo raro.

Cada vez estaba más seguro.

Tenía por delante varias reuniones, pero por suerte se encargaron mis seniors y yo sólo tuve que hacer acto de presencia para saludar.

Cuando llegué a casa, eran casi las seis.

Cualquier otro viernes habría estado sonriendo al pensar en los planes que tenía para el fin de semana.

Sin embargo, los de aquella noche consistían en sentar a Minnie y tener una larga charla con él antes de hacer nada.

No estaba seguro de qué era lo que pasaba, pero pretendía averiguarlo antes de ponerle el collar.

Me estaba esperando en el vestíbulo, sentado en el banco acolchado, con Apolo a sus pies, y cuando me vio entrar esbozó una sonrisa nerviosa. 

Yo dejé mi maletín en la entrada y me senté a su lado.

No nos tocamos y la tensión entre nosotros era palpable.

— Hola —saludó.

— Hola —le respondí, confuso, inseguro y un poco asustado— ¿Qué ocurre?

— Nada importante —dijo— Sólo quería hablar contigo.

Seguíamos sin tocarnos y sus palabras no me hicieron sentir mejor.

— Yo estaba pensando lo mismo —contesté— En realidad, iba a decirte que teníamos que hablar. Has estado muy raro toda la semana.

Él suspiró.

— El periódico publicó un artículo sobre ti y tu negocio. ¿Lo has leído?

Me habían entrevistado hacía dos semanas y me había olvidado de ello por completo.

Intenté recordar qué cosas me preguntaron que pudieran haberlo llevado a actuar de esa forma tan extraña.

— No —respondí— No lo he leído.

— ¿Por qué no me dijiste que este año no ibas a cobrar tu sueldo?

— ¿Qué?

— ¿Por qué no me contaste que habías decidido no cobrar tu sueldo? —me repitió.

Ah, claro.

Eso.

Me encogí de hombros.

— Fue algo que decidí antes de que te convirtieras en mi sumiso por primera vez. Supongo que nunca se me ocurrió sacar el tema.

— ¿No pensabas que era importante?

— No —contesté— No mucho. ¿Por qué?

— Porque a mí me resulta confuso —dijo— ¿Quién puede decidir que no necesita su sueldo?

— Soy un hombre malditamente rico, Minnie.

— Ya lo sé —aseveró— Pero hasta ahora no me había dado cuenta de lo rico que eras.

— ¿Mi dinero es un problema para ti?

— Sólo necesito acostumbrarme.

— No lo entiendo.

— A veces me siento... No lo sé —se trabó con las palabras— Es como si ya no reconociera mi vida.

Sus palabras casi me destrozan y no supe cómo responder.

— Eso suena terrible —se apresuró a añadir— Incluso para mí, porque nunca he sido tan feliz. De verdad. No quería decirte nada porque no quería parecer ingrato o despreciativo, o que pensaras que no quiero estar contigo.

Empecé a darme cuenta de que me dolía el pecho.

— ¿No reconoces tu vida?

Él se volvió para mirarme.

— Mierda. Lo siento.

— No lo sientas, Minnie —dije, esforzándome por mantener la calma y no asumir lo peor.

A fin de cuentas, me había dicho que quería estar conmigo.

— Prefiero que me lo hayas dicho que dejar que las cosas empeoren.

Yo ya lo había hecho muchas veces en el pasado.

— Pero sigo sin estar seguro de cuál es el problema.

— Es que antes me sentía útil. Y ahora me siento un tanto insignificante.

«¿Insignificante?»

Contó con los dedos.

— No necesitas que limpie ni que ordene la casa. Eres perfectamente capaz de cocinar solo. No tengo que hacer la colada ni ir a comprar. Es evidente que no necesitas mi sueldo. Bueno, ni siquiera necesitas el tuyo. No estoy contribuyendo económicamente a los gastos, o sea que sí, me siento completamente insignificante en medio de todo esto —concluyó, haciendo un movimiento con la mano que abarcó todo el vestíbulo.

Reflexioné unos segundos.

No estaba seguro de cuál era el mejor modo de responder y no sabía cómo explicarle lo absurdo de su planteamiento.

Al final me puse de pie y le tendí la mano.

— Ven conmigo.

Él me dio una mano vacilante y yo se la estreché con delicadeza mientras se levantaba.

[ ⚜ ]

Lo llevé escaleras arriba, pasamos por delante del cuarto de juegos y de nuestro dormitorio, cruzamos el pasillo y llegamos a un pequeño vestíbulo que daba a una puerta.

La abrí y le mostré el tramo de escalera que había al otro lado.

No creía que hubiera estado en el desván y me siguió mientras subíamos.

El espacio era enorme, tan ancho como toda la casa.

Había muebles cubiertos con sábanas blancas y también varios baúles junto a las paredes.

Algunas ventanas repartidas aquí y allá permitían que la luz se colara en aquel espacio polvoriento.

Hacía bastante tiempo que no subía allí y me asaltaron un sinfín de recuerdos.

— Aquí era donde me gustaba esconderme cuando era pequeño —le expliqué— Me sentaba en el desván durante horas: Jugaba a piratas, leía o exploraba.

Me acerqué a una de las siluetas blancas y levanté la sábana para destapar el sillón que había debajo.

— Cuando reformé la casa, dejé el desván como estaba e hice subir aquí muchos de los muebles antiguos.

Él deslizó una mano por el sillón de piel.

— Es tu historia.

Sonreí.

— Durante mi etapa universitaria, también subía mucho. Pasaba horas aquí arriba. Me costaba decidir qué hacer —le miré a los ojos— ¿Sabías que hice una entrevista en la Academia Naval?

Él asintió.

— Suran me lo dijo una vez.

— Una parte de mí quería hacer algo diferente y poder ir a algún sitio donde nadie me conociera. Empezar de cero.

Recordé aquellos días lejanos, cuando era un adolescente desesperado por encontrar mi lugar en el mundo.

— No estoy seguro de que nadie sepa, ni siquiera ahora, lo mucho que luché conmigo mismo. Me sentía atrapado por lo que el mundo quería que fuera Min Yoongi y no me quería sentir así —me volví de nuevo hacia él— Quería ser alguien.

La ventana que teníamos al lado daba a un enorme roble que crecía en el jardín.

— ¿Ves ese árbol?

— ¿El roble? —preguntó él, acercándose un poco más a la ventana.

— Sí. Algún día quiero construir una casa en ese árbol. Para nuestros hijos.

Me quedé inmóvil y dejé que asimilara mis palabras.

Oí cómo inspiraba hondo.

— Para mí es un gran paso pensar en eso, Minnie —dije— Permitirme pensar que algún día tú y yo nos casaremos y tendremos hijos. Pero eres tú quien me da la libertad para soñar.

Me volví y le tomé la cara entre las manos.

— La riqueza, la asistenta, el sueldo que no voy a cobrar este año... No significan nada. Eso sí son cosas insignificantes, Minnie. Tú no. Tú eres lo más importante de mi vida.

— Yoongi... —susurró.

— Te quiero —dije— Y eso es lo único que importa. Si quieres ir a comprar y hacer la despensa, hazlo. Si te vas a sentir mejor ayudando con los gastos, hazlo. Pero, por favor, por lo que más quieras, no te olvides nunca de lo mucho que significas para mí.

Cerró los ojos.

— Lo siento.

— No —le besé un párpado— No te disculpes. Es normal que venir a vivir conmigo y cambiar toda tu vida te haya estresado. Tardarás un tiempo en ajustarte a los cambios.

— No lo he llevado muy bien.

— Pero ahora estamos aquí, ¿no? —dejé resbalar las manos hasta su cintura y lo atraje hacia mí— ¿No es eso lo único que importa?

Él apoyó la cabeza sobre mi pecho y suspiró.

— Sí, lo es.

El peso de toda la semana se disipó y en su lugar quedó una sensación de alegría y paz.

Nos envolvió el silencio y dejé que los viejos recuerdos y las dudas que tuve cuando era un adolescente se desvanecieran bajo los nuevos sueños que había hecho posibles la persona que tenía entre mis brazos.

Minnie suspiró.

— He echado a perder el fin de semana.

— ¿A qué te refieres? —murmuré contra su pelo.

Sinceramente, el fin de semana estaba yendo mejor de lo que imaginaba cuando aparqué delante de casa.

— A estas horas ya me habrías puesto el collar —contestó.

— Te lo puedo poner por la noche —repuse, reorganizando mentalmente mis planes.

Él me abrazó con más fuerza.

— Me parece muy bien.

— Una cosa más —añadí— Necesito que sepas que, aunque aprecio que quieras que te trate igual que a mis anteriores sumisos, es algo que no ocurrirá jamás.

Me retiré para mirarlo a los ojos y le vi fruncir el ceño.

— Tú no eres como mis anteriores sumisos —continué— Ya te expliqué que me preocupaba por ellos, pero no tiene nada que ver con lo que siento por ti. Ni de lejos.

— Eso nunca lo he puesto en duda.

— Y sin embargo me pediste que te tratara igual —le recordé— Me sigues preguntando qué haría con ellos.

— Pues dímelo —dijo— ¿Habrías pospuesto el fin de semana tal como has hecho conmigo?

Asentí.

— Si hubiera creído que ocurría algo entre nosotros, sí.

Cuando advertí la sorpresa en sus ojos, proseguí:

— Pero jamás se me habría ocurrido traerlos aquí arriba, ni contarles lo que te he contado a ti. He hablado mucho con Chan Yeol acerca de esto, Minnie, y tú no tienes nada que ver con las demás. No me importa tratarte de un modo distinto. No dejes que te importe a ti.

— Lo intentaré.

Le estreché con fuerza.

— No te compares con ellos. Tú eres completamente diferente. Nosotros somos completamente diferentes.

Nos pasamos las horas siguientes explorando el desván.

Y de vez en cuando, uno de los dos sorprendía al otro mirando el roble que crecía en el jardín y nos sonreíamos.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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