⚜ 17 ⚜
[ Minnie ]
Aquella noche, Yoongi no me despertó.
Yo pensaba que lo haría, incluso lo esperaba.
Me quedé despierto un buen rato, escuchando por si distinguía las notas del piano o sus pisadas al otro lado de mi puerta.
Y cuando por fin cerré los ojos, me dije que sólo lo hacía para descansar un rato.
Estaba seguro de que me vendría a buscar en algún momento de la noche.
Tenía la firme esperanza de que lo hiciera.
Pero el despertador sonó a las seis de la mañana.
A menos que me dijera lo contrario, las mañanas de los sábados y los domingos yo debía tener el desayuno preparado en el salón a las ocho.
Me había puesto la alarma a las seis.
Me puse la ropa de deporte y me fui a su gimnasio.
«A nuestro gimnasio», me corregí.
Aquélla también era mi casa.
El sonido procedente del otro lado de la puerta me detuvo antes de entrar.
Yoongi estaba corriendo en la cinta.
Dejé la mano quieta sobre el pomo.
Debía mantener la cabeza por debajo de la suya.
Si me ponía a correr y él empezaba a hacer sentadillas o algo así, ¿cómo lo conseguiría?
¿Tendría que dejar de hacer lo que estuviera haciendo y situarme por debajo de él?
Miré fuera:
Estaba lloviendo.
«Maldita sea, tampoco puedo salir a correr»
Por mucho que me hubiera dicho que le gustaba verme peleón, era demasiado pronto como para negarme a mantener la cabeza por debajo de la suya en el gimnasio.
Ya haría ejercicio más tarde.
Como tenía mucho tiempo, volví a subir, me duché y me vestí.
Luego bajé a la cocina y decidí preparar huevos Benedictine.
Yoongi aún no estaba en el salón cuando entré con su plato, así que dejé el desayuno en su sitio, junto a las jarras del café y el zumo de naranja y esperé.
Cuando entró y se sentó, yo me arrodillé a su lado.
— Buenos días, Jimin —saludó.
Tenía el pelo mojado y olía a jabón de menta.
— Buenos días, Amo —contesté.
Si todo salía conforme al plan y yo no metía la pata ese fin de semana, quizá pudiéramos ducharnos juntos la semana siguiente antes de irnos a trabajar.
Me encantaba ducharme con él.
— Huevos Benedictine —comentó, recogiendo los cubiertos— Tienen una pinta estupenda.
— Gracias, Amo.
— ¿Por qué no te sirves un plato y desayunas conmigo?
Yoongi se quedó sentado, así que yo fui gateando hasta la puerta y me levanté cuando llegué al pasillo.
No me gustaba nada aquello de gatear y pensaba decírselo cuando me preguntara, o cuando volviéramos a estar en la biblioteca.
Me llevé el desayuno hasta el salón, gateando de nuevo, y me senté frente a él.
— ¿Cómo has dormido?
— Muy bien, Amo. ¿Y tú?
El protocolo del salón seguía siendo una zona gris para mí.
Sabía que no podía hablar con tanta libertad como cuando comía en la cocina, pero estaba seguro de que sí podía preguntarle cómo había dormido.
— Ha sido extraño lo de tener toda la cama para mí solo —contestó— Pero aparte de eso, he dormido bien.
Asentí.
Lo entendía muy bien.
Me di cuenta de que ya casi se había acabado el zumo de naranja, así que cogí la jarra para servirle más.
— No, gracias —dijo— No quiero más. Ya casi he acabado.
Seguimos comiendo un rato en silencio.
El único sonido que se oía era el tintineo de los cubiertos contra los platos.
— ¿Te gustaría hacer un poco de ejercicio esta mañana, Jimin? —me preguntó, cuando su plato estuvo vacío y se estaba bebiendo el café que le quedaba.
— Sí, Amo —respondí, sin sorprenderme de que supiera lo que y o quería.
Con el paso del tiempo, uno se acostumbraba a ello.
— Sí que me gustaría.
Asintió.
— Cuando acabes de comer, recoge la mesa y la cocina y puedes utilizar el gimnasio.
— Gracias, Amo.
— Quiero que estés en el cuarto de juegos a las diez y media —se levantó— Y asegúrate de estirar bien.
Se me aceleró el corazón sólo de pensar a lo que podría referirse.
[ ⚜ ]
A las diez y veinticinco lo estaba esperando desnudo en el cuarto de juegos.
Había un almohadón bajo las cadenas que colgaban del centro de la habitación, así que me arrodillé sobre él y me puse en posición de espera.
Yoongi entró en el cuarto poco después que yo y se acercó a mí.
— Espero que hayas tenido una buena sesión deportiva —dijo.
— Sí, Amo —respondí.
— Y teniendo en cuenta que te lo he pedido, también doy por hecho que habrás estirado bien.
Yo seguía sintiendo el efecto de las endorfinas recorriéndome el cuerpo, aunque en ese momento se confundían con el distintivo matiz de la lujuria y el deseo.
— Sí, Amo.
— Muy bien. Levántate.
Lo hice, pero mantuve la cabeza gacha.
Me recogió un brazo y luego el otro y me los ató por encima de la cabeza.
Estaba sujeto, pero las cadenas estaban lo bastante sueltas como para que pudiera hacer movimientos limitados.
— Mírame —me ordenó.
Al hacerlo, me di cuenta de que llevaba unos vaqueros negros y una camiseta de manga corta.
Que yo recordara, Yoongi nunca había llevado camiseta en el cuarto de juegos.
Me pregunté qué podría significar; quizá quisiera que lo desnudara después.
— Jimin —continuó, evidentemente ajeno a mis peregrinos pensamientos.
Yo me concentré en sus ojos en lugar de en los duros músculos que se escondían bajo su camiseta.
— No te podrás correr hasta que te dé permiso —me advirtió.
Se acercó y me mordisqueó la oreja, provocándome una punzada de necesidad que me recorrió todo el cuerpo.
— No fallarás.
Y yo lo creí.
— No me fallarás a mí —dijo— Repítetelo si lo necesitas. Quiero que lo comprendas y me demuestres tu consentimiento. Ahora, dilo en voz alta.
— No fallaré —repetí.
Me recogió la barbilla.
— Claro que no, precioso. Confía en mí.
Asentí.
— Dilo o no te diré lo que he planeado para hoy.
— Confío en tí.
Me soltó la barbilla y se puso detrás de mí para poder deslizar las manos por mi cuerpo.
Luego me dio un azote juguetón en el trasero.
— Creo que este culo merece una buena azotaina. Te has olvidado de llamarme Amo. ¿Qué te parece?
«Joder. Sí, por favor»
— Lo que más te complazca, Amo.
— Hum —murmuró, mientras dibujaba un camino de besos por mi espalda— Me complace que confíes en mí. Me complace que tu piel se ponga deliciosamente rosa bajo mi mano y escuchar tus gemidos de placer mientras te llevo a nuevas alturas —me frotó los hombros con las manos mientras me susurraba de nuevo:
— ¿Te acuerdas de lo que experimentaste el fin de semana pasado?
Recordaba cómo me azotó con el látigo y la dulzura de la rendición cuando me dejé ir y me permití sentir.
— Sí, Amo —respondí con un murmullo.
— Lo voy a hacer otra vez.
Sus palabras me hicieron estremecer.
— Me encanta ver cómo tu cuerpo responde a mi voz —admitió.
Dejó resbalar los labios por mis omóplatos y me habló en un tono tan bajo que su voz se convirtió en un grave murmullo que resonaba contra mi piel.
No sabía que tuviera un látigo en la mano, pero cuando se retiró, las suaves tiras de piel de conejo me rozaron suavemente la espalda.
Fue azotándome lentamente con él de arriba abajo.
Rozándome.
Acariciándome.
Mi cuerpo se moría por sentir aquello y yo lo deseaba, ya fuera suave o firme.
Cuando se puso delante de mí, cerré los ojos y él siguió deslizando el látigo por mi piel.
Arrastró las puntas por mis pechos y yo reprimí un gemido.
— No —dijo— Quiero oír. Quiero oír cada quejido, cada gemido, cada suspiro.
La piel resbaló y me rozó el sexo.
Yo arqueé las caderas en busca de más.
— Aún no —me indicó, colocándose detrás de mí para volver a azotarme en la espalda.
Yo gemí, pero el sonido se cortó cuando sentí el suave impacto del ante sobre mis muslos.
— En absoluto —añadió— Te voy a demostrar lo mucho que has evolucionado desde tu primer fin de semana —la piel de conejo siguió el mismo camino que el ante— Y, ¿qué te he dicho antes?
— Que no fallaré, Amo.
— Exacto.
El ante impactó contra mi nalga izquierda.
— No fallarás.
Ya no dijo nada más.
Eligió comunicarse con el látigo.
A veces utilizaba el de piel de conejo y otras veces, el de ante.
A menudo los usaba los dos a la vez.
En esa ocasión me resultó más sencillo dejar que se apoderaran de mí las emociones que aquello me despertaba.
Permanecí con los ojos cerrados y gimoteé cuando las puntas del ante se colaron entre mis piernas desde atrás.
Gemí cuando las reemplazó por la piel de conejo.
Más.
Necesitaba más.
Rebusqué en mi cabeza, desesperado por continuar, y me esforcé por recordar las palabras.
— Verde —dije, prácticamente gritando— Verde. Por favor.
El siguiente impacto del ante fue más fuerte y sentí un afilado mordisco en mi nalga derecha.
— ¿Así? —preguntó.
— Sí —contesté, mientras notaba cómo el dolor dejaba paso al placer.
Los siguientes azotes impactaron con fuerza y rapidez, exactamente como yo quería.
Respondí con un gemido, preparado y dispuesto para dejarme arrastrar a cualquier lugar donde quisiera llevarme.
Ya no sentía la piel de conejo, sólo el ante.
A menudo me azotaba con la mano y se detenía un momento para deslizar los dedos por mi sexo y poder acariciar y estimular mi sensible piel.
— Precioso —dijo, cuando notó que y o temblaba bajo sus caricias.
Se apretó contra mí y sentí la aspereza de la tela de sus vaqueros contra mi piel.
Noté cada parte de él:
Su erección presionando contra mí, sus brazos rodeándome los hombros, sus dedos acariciando y retorciéndome los pezones, su aliento entrecortado, jadeando en mi oído.
Arqueé la espalda, desesperado por que me penetrara y colmara mi deseo.
— Aún no —volvió a decir, destruyendo mis esperanzas de alcanzar una liberación sencilla— Luego. Cuando decida que estás preparado —me quitó las esposas de las muñecas y me masajeó los brazos con suavidad— Abre los ojos —pidió, colocándose delante de mí.
Me encontré con su intensa mirada.
— ¿Estás bien? —me preguntó, sin dejar de hacer magia con las manos sobre mis brazos.
— Sí, Amo.
No me contestó, pero me tomó de la mano y me llevó a una esquina de la habitación, donde había tendido una manta.
— Nos vamos a tomar un pequeño descanso —dijo— Quiero que te sientes y me esperes aquí.
La manta era suave y tentadora.
Debía de haber colocado alguna especie de colchón debajo.
— Va a ser un día muy largo, Jimin —añadió— Espero que me hayas dicho la verdad cuando me has asegurado que has dormido bien y que has estirado debidamente.
[ ⚜ ]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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