⚜ 15 ⚜
[ Minnie ]
Sus palabras sólo tardaron un segundo en abrirse paso hasta mi subconsciente.
Sí, él también lo deseaba.
Me levanté y me acerqué.
En sus ojos había un brillo travieso y a mí se me aceleró el corazón de miedo y de lascivo deseo.
¿Qué habría desatado?
¿De verdad quería saber qué se escondía detrás de aquella mirada?
Sí, maldita fuera.
Sí quería.
Cuando estuve delante de él, me puse de rodillas y esperé.
Observando.
— Te ofrezco mi collar como símbolo del control que tengo sobre ti —dijo— Cuando lo lleves, deberás obedecer cualquier orden que te dé sin vacilar y hacerlo lo mejor que puedas. Cuando desobedezcas, te castigaré adecuada y rápidamente. Honraré y respetaré tu sumisión y siempre priorizaré tu bienestar mental y físico por encima de todo. Al mismo tiempo, intentaré conseguir que te sometas de la mejor forma posible —levantó el collar— ¿Aceptas mi collar?
Me encantaba que me lo preguntara siempre antes de ponérmelo.
Adoraba el modo en que eso nos reafirmaba a nosotros y a nuestra relación.
— Sí, Señor —respondí y mi cuerpo se estremeció ante la expectativa— Acepto tu collar y me pongo completamente a tu disposición. Mi cuerpo te pertenece para que hagas con él lo que más te complazca.
El metal frío me rodeó el cuello y su caricia me relajó mientras me abrochaba el collar.
Luego posó las manos sobre mi pelo a modo de orden silenciosa.
— ¿Puedo darte placer oral, Amo? —le pregunté.
Me agarró del pelo con más fuerza.
— Adelante.
Cómo me gustaba que me tirara del pelo.
Volví a subir las manos para desabrocharle el pantalón y, cuando se los bajé, me pareció oír un suave suspiro.
Yoongi se apresuró a sacar los pies de los pantalones y los calzoncillos y no perdió ni un segundo en llevarme la cabeza a su polla.
Cuando se internó en ella, me agarró con más fuerza.
Yo cerré los ojos y me concentré en sentirlo.
Ya le había dado placer oral la noche anterior, pero había una gran diferencia en su forma de tocarme cuando estaba arrodillado en el vestíbulo.
— ¿Te gusta, Jimin? ¿Te gusta que me folle tu boca?
No podía contestar, claro.
No cuando tenía la polla en mi boca.
Así que me limité a emitir un zumbido.
— Chúpame con más fuerza —me ordenó y yo apreté los labios a su alrededor para hacer el vacío y poder succionar con más fuerza.
— Sí —dijo.
Deslizó las manos por mi pelo y las posó a ambos lados de mi cara para apretarme las mejillas con los pulgares.
— Más fuerte —pidió— Quiero notar mi polla mientras te follo.
Me clavó sus ásperas y exigentes manos en la piel.
Varió el ángulo de sus caderas para alcanzar el interior de mi mejilla cada vez que me embestía.
Durante la semana podía llevarlo al orgasmo en cuestión de minutos, pero los fines de semana todo era muy distinto, porque él se contenía más.
Yo sabía que en parte era porque de ese modo nos daba tiempo a los dos para adoptar mejor el papel que nos correspondía, pero me pregunté si también tendría algo que ver con el autocontrol que Yoongi tenía de su cuerpo.
Utilicé el tiempo para concentrarme en él y en sus necesidades.
En servirle para hacer lo que él deseaba.
Mientras lo hacía, sentía cómo desaparecía el estrés de la última semana y los nervios de la boda hasta que lo único que ocupaba mi mente era Yoongi.
Cuando me di cuenta de que se estremecía, me esforcé un poco más y advertí que volvía a enterrar las manos en mi pelo.
Me inmovilizó la cabeza mientras entraba y salía de mi boca.
Me cautivó su aspereza y ferocidad.
Eso.
Eso era lo que yo quería.
Eso era lo que tanto había añorado.
Se hundió completamente en mí y por un momento temí atragantarme, pero inspiré hondo y mantuve la calma mientras se corría.
Luego tragué con gula, disfrutando de lo mucho que lo había complacido.
Entonces dio un paso atrás y salió de mi boca.
Yo le volví a poner los pantalones y luego me quedé arrodillado delante de él con la mirada gacha.
Él me acarició la mejilla.
— Te quiero en el cuarto de juegos en diez minutos.
[ ⚜ ]
Cuando entré desnudo en el cuarto de juegos, seis minutos después, estaba vacío.
Sabía que Yoongi había estado allí porque la puerta estaba abierta.
Supuse que estaría en el dormitorio.
Me pregunté si estaría en nuestra habitación.
«Céntrate»
Eché una rápida ojeada por la sala sólo para ver si era capaz de adivinar lo que habría planeado, pero nada me pareció fuera de lugar.
Su cruz estaba en el lugar habitual, al fondo de la habitación, pero dudé que la hubiera movido.
Yo sabía que acabaríamos utilizándola, aunque era incapaz de imaginarme qué más haríamos.
«¿De verdad quieres saberlo? ¿Crees que debes saberlo?»
«La verdad es que no», me contesté.
Pero tenía curiosidad, en especial después de las conversaciones que habíamos mantenido tras presenciar la escena de Chan Yeol y Baek Hyun.
Corrí para colocarme en mi posición de espera en medio de la sala.
No había ningún almohadón, así que me arrodillé en el suelo y adopté la postura habitual.
Él entró un minuto después y me pregunté si me habría estado observando desde la puerta.
Sus pasos se acercaron a mí con ligereza.
Iba descalzo.
— Me complace que desees esto —dijo— Hoy podrás expresar tanto como quieras, pero sólo te podrás correr cuando yo te dé permiso. Te presionaré de una forma distinta y necesitarás sentirte cómodo con tus palabras de seguridad. ¿Cuáles son?
— «Verde», «amarillo» y «rojo», Amo.
Se detuvo directamente delante de mí.
— Perfecto. ¿Y si te pregunto si estás bien?
Yo no despegué los ojos del suelo de madera.
— Debo contestar inmediatamente y con total sinceridad, Amo.
— Sí. Y ahora, para empezar el tiempo que vamos a pasar juntos hoy, quiero que te inclines y me beses los pies.
«¿Qué?»
Ya habíamos hablado de ese elemento de la escena de Chan Yeol y Baek.
Yo le dije que aunque disfrutaba besándole los tobillos mientras hacíamos el amor entre semana, no estaba seguro de que me gustara besarle los pies mientras jugábamos.
Temía sentirme... Raro o degradado o algo así.
Pero, ¿cómo iba a saberlo con seguridad si no lo probaba?
— Y cuando acabes, quiero que me desnudes —añadió— Recuerda que cada prenda de ropa es una extensión de mi persona y, por tanto, deberás tratarla como si fuera yo. Después podrás darme un beso en la polla.
Tampoco era tan complicado.
Lo único que tenía que hacer era inclinarme y besarle los pies.
¿Lo había hecho a propósito?
¿Quizá para asegurarse de que no tuviera que gatear?
Aunque estaba seguro de que si quería que le besara los pies, acabaría pidiéndome que gateara en algún momento.
Como no quería que tuviera motivos para pensar que estaba vacilando, me incliné hacia adelante, me acerqué a sus pies y apoyé las manos a ambos lados.
Para animarme, me imaginé cómo debía de estar viéndome él:
Mi forma de obedecer, mis ganas de someterme.
Me acordé de Baek Hyun y no pensé que le estaba besando los pies a Yoongi, sino que me estaba entregando a él.
Le rocé el pie izquierdo con los labios.
No era degradante.
Le estaba demostrando honor y respeto.
Le besé el pie derecho y separé los labios cuando los posé sobre su piel.
No era raro, era liberador.
Y quería más.
Volví a su pie izquierdo y se lo besé de nuevo, prestando más atención que antes.
Aquel hombre era mucho más que Yoongi, era mi Amo.
Volví a su pie derecho con la intención de ser simétrica.
— Ya es suficiente —dijo, cuando le besé el pie derecho por segunda vez.
Me puse lentamente de rodillas y le subí las manos por las piernas, repartiendo besos por el camino.
Cuando llegué a su cintura, me tomé mi tiempo para desabrocharle los pantalones y se los bajé muy despacio.
Yoongi sacó los pies de la prenda y yo los tomé para doblarlos con cuidado.
No llevaba camisa, así que no tuve que desnudarlo de cintura para arriba.
Le acaricié las caderas y besé su polla erecta una sola vez, tal como me había dicho.
Luego retomé mi posición de espera.
Intenté tranquilizarme y me concentré en mi respiración, tratando de adoptar el estado anímico adecuado para servirle.
Entonces él me movió las manos para que las apoyara sobre las rodillas.
Luego me separó las piernas con delicadeza hasta la anchura de mis hombros y me echó la cabeza hacia atrás para que levantara los pechos.
Dio un paso atrás.
— Ésta es tu postura de inspección. La utilizaré por varios motivos, uno de ellos es asegurarme de que estás obedeciendo mis órdenes sobre cuidados personales.
De esa manera me sentía terriblemente expuesto y en mi cabeza empezó a resonar una pequeña punzada de preocupación.
— Debo decirte, Jimin —dijo con un tono de voz que no hizo nada por aliviar mi inquietud— que estoy bastante decepcionado.
Se agachó y me acarició el sexo.
— Pensaba que había sido muy claro respecto a tus responsabilidades con la depilación.
Yo no me moví.
— Tengo cita para la cera el martes, Amo.
— El martes no es una buena elección, teniendo en cuenta que estamos a domingo y no estás preparado para mí.
— Era un fin de semana libre —contesté, repentinamente angustiado.
Sabía que debía estar depilado, pero pensaba que podría esperar hasta después de la boda.
— Y no he tenido tiempo...
— ¿Estás discutiendo conmigo?
Me estaba empezando a sentir incómodo en la postura de inspección.
— No, Amo —respondí— Sólo te estoy explicando...
— Me estás contestando. En mi cuarto de juegos.
Si me dejara explicarme...
— No te estoy contestando —insistí— Estoy intentando explicar...
— No quiero tus explicaciones, Jimin —dijo, cortándome de nuevo— Quiero obediencia.
Oh, mierda.
— Vuelve a ponerte en posición de espera —ordenó.
Cuando lo hice, prosiguió:
— Te dije, y tú aceptaste, que te depilaras tan frecuentemente como fuera posible. Deberías haberlo hecho la semana pasada, sencillamente porque tienes que estar siempre preparado. Has sido tú quien me ha pedido que juguemos hoy. Pensaba que todo estaría a punto.
Vale, en eso tenía razón.
— Y —añadió— si tú puedes pedirme que juguemos, yo también puedo hacerlo, y si te lo pido un miércoles, espero que estés preparado. Es cierto que un miércoles podrías rechazarme, pero no creo que lo hagas muy a menudo. A fin de cuentas, yo no te he rechazado hoy, ¿verdad?
— No, Amo.
— En segundo lugar —prosiguió— nunca debes contestar, discutir o mostrarte agresivo en mi cuarto de juegos. ¿Lo has entendido?
— Sí, Amo —contesté— Pero yo...
— Maldita sea. ¿Lo estás haciendo otra vez?
Me quedé completamente quieto y no dije nada.
Maldita fuera, sí.
¿Qué estaba haciendo?
Yoongi empezó a caminar a mi alrededor y yo sabía qué estaba pensando.
Estaba pensando en castigarme.
— Tú querías jugar hoy —dijo— Tú has pedido esto y no estás preparado. Ni a nivel físico ni, por lo que parece, a nivel mental. Así que hoy no tendrás permiso para correrte.
No me pareció tan terrible.
A fin de cuentas, como mucho en una hora me habría quitado el collar.
Estaba seguro de que podría aguantar hasta entonces y, si era necesario, acabaría yo mismo lo que él había empezado.
— De hecho —añadió— no te podrás volver a correr hasta que yo te dé permiso.
No me gustaba cómo sonaba eso.
En absoluto.
— Levántate —ordenó y yo me puse en pie— ¿A quién pertenece este cuerpo? —preguntó, agarrándome del hombro.
— A ti, Amo.
Deslizó las manos y me agarró los pezones.
— ¿Y estos pechos? —me acarició entre las piernas— ¿Y este coño? —me dio un firme azote en el trasero— ¿Y este culo?
— Es todo tuyo, Amo.
— ¿Quién controla tus orgasmos? —inquirió— ¿Quién decide si los mereces?
— Tú, Amo —respondí con un hilo de voz.
—Habla más alto.
— Tú, Amo —repetí con más fuerza.
— No habrá orgasmos hasta que yo te lo permita —decretó— Si tienes suerte, no te haré esperar hasta el viernes por la noche.
¿El viernes por la noche?
¿Estaba hablando en serio?
¿Cinco putos días?
— ¿Me has entendido, Jimin? —me preguntó.
— Sí, Amo —contesté.
En ese momento deseé que me hubiera pedido que me tumbara sobre el potro.
Por lo menos, la azotaina ya habría acabado.
Pero eso de castigarme sin orgasmos...
Bueno, era un castigo diferente.
— Mírame.
Levanté la cabeza y lo miré a los ojos.
Su mirada seguía siendo muy intensa y me dejó sin aliento.
Su decepción no había conseguido esconder eso.
— Ahora que ya hemos aclarado ese punto —dijo— creo que aún tenemos que resolver lo que te dije que pasaría cuando te volviera a tener aquí.
Por fin.
— Ve a la cruz, Jimin. Ponte de cara a ella y hazlo rápido. Espero que hoy no haya más descuidos.
Yo tampoco.
Si me iba a azotar además de no dejar que me corriera...
Me acerqué a la cruz y me quedé de pie delante de ella.
No era más que una enorme X con esposas a la altura de las muñecas y los tobillos.
Se puso detrás de mí y me tomó la muñeca izquierda para esposármela.
Luego me recogió la otra mano y me la ató al otro lado para dejarme con los brazos abiertos.
Cuando me tomó de las caderas y me alejó un paso de la cruz, hasta que estuve ligeramente inclinado, se me aceleró el corazón.
Me separó los pies.
— Si te quedas así, no te ataré los tobillos. Si te mueves un solo centímetro, utilizaré las esposas de abajo.
Yo estaba seguro de que no iba a hacer absolutamente nada más para provocarlo.
— Levanta el culo hacia mí —me ordenó.
Cuando estuve en la posición correcta, me acarició el trasero varias veces y luego me azotó con fuerza unas cuantas veces más.
Joder, iba a ser una tarde muy larga.
A la mierda con eso, iban a ser cinco días muy largos.
— Céntrate, Jimin.
Yo me concentré en él, en lo que me estaba haciendo y en cómo me hacía sentir.
Como de costumbre, sus azotes me provocaron una sensación de necesidad y deseo.
Me resistí a la necesidad de acercarle el trasero.
En lugar de eso, me concentré en notar cómo me recorría con las manos y en cómo se demoraba justo entre mis piernas, el ligero dolor que me estaba provocando después de acariciarme todo el cuerpo.
Entonces noté que había algo más deslizándose por mi espalda:
El látigo de piel de conejo.
A diferencia de las veces anteriores, en que lo utilizó con suavidad y lentitud, esta vez me azotó con rapidez.
Nada doloroso, sólo las suaves caricias mezcladas con algún azote ocasional que me daba con la mano.
Intenté averiguar el ritmo, pero no lo conseguí.
No había ningún razonamiento para explicar con qué me azotaba o cuándo lo hacía, así que al final dejé de buscar un patrón y me limité a sentir.
Me sobresalté un poco cuando noté el impacto de algo distinto.
Era un poco más duro y aterrizó en mi nalga izquierda con un ruido seco.
— Antes —dijo.
Me azotó de nuevo con el látigo de piel de conejo.
— ¿Estás bien?
Me gustó.
Era diferente a la piel, pero no tan duro como la correa.
— Sí, Amo.
Los alternó durante un rato y los hizo impactar entre mi trasero y mis muslos.
Intenté averiguar el ritmo de nuevo, pero desistí enseguida.
El calor que aumentaba por debajo de mi cintura empezó a crecer de forma exponencial y tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no cerrar las piernas en busca de fricción.
Uno de sus largos dedos se deslizó por mi sexo.
— Estás muy húmedo —susurró— Imagínate lo mucho que te gustaría que te la metiera ahora. Lo lleno que te sentirías.
«Lo sé —quería decirle— Ya lo sé. Por favor»
Entonces noté algo dentro de mí y solté un grito cuando me di cuenta de que era uno de sus vibradores.
— Sólo un poco —dijo— No mucho. Los sumisos respondones no tienen permiso para correrse.
Deslizó el vibrador dentro y fuera de mi cuerpo unas cuantas veces y tuve que esforzarme mucho para no dejarme llevar por la necesidad de abandonarme al orgasmo.
— Por favor, Amo —le supliqué, cuando empezó a ser insoportable.
— No —contestó, sacándomelo de dentro.
Entonces comprendí por qué me había esposado las muñecas:
Estába tan abrumado por la sensación que, si no hubiera estado sujeto, probablemente me habrían fallado las piernas.
Pero aún no había acabado conmigo.
Empezó a azotarme de nuevo con el látigo de ante y para entonces mi piel estaba mucho más sensible.
Tenía la sensación de tener todos los nervios de punta, alerta, esperando el siguiente impacto.
Gemí cuando me azotó.
— ¿Sigues estando bien? —me preguntó.
— Sí, Amo —respondí.
El látigo impactó justo donde se unían mis piernas.
— Oh, sí —rugí, cuando sentí el dolor y noté cómo se convertía en placer una y otra vez.
No estoy seguro de cuánto tiempo pasó.
Yo me concentré en lo que ocurría con mi cuerpo.
Lo deseaba sólo a él, me concentré sólo en él y en lo que me estaba haciendo.
Sólo Yoongi sabía cómo hacerme aquello.
Sólo él podía manejarme como lo hacía.
Sólo él podía provocar aquella dicotomía de sentimientos en mi interior.
— Te estoy castigando —le oí decir, desde una distancia que se me antojó muy lejana.
Los golpes aterrizaban más despacio y con más suavidad.
Yo inspiré hondo y solté el aire.
Más despacio.
Más suave.
— Pero yo no he hecho nada mal —añadió— Así que yo sí podré correrme.
El látigo se detuvo y lo sustituyó un sonido nuevo.
Fricción.
En algún sitio.
— ¿Dónde lo quieres? —me preguntó.
Yo sabía lo que quería.
Era sucio y primitivo, pero lo deseaba.
— Encima de mí, Amo —respondí— Quiero que te corras encima de mí.
— Joder.
— Por favor.
— Estate quieto —me ordenó, pero yo no comprendía dónde iría a parar— Joder —volvió a decir.
Noté una cálida humedad en la espalda.
Blasfemé mientras él se corría.
Noté cómo su semen impactaba en mi cuerpo y luego resbalaba por mi piel.
— Sí —dijo uno de los dos.
No estoy seguro de quién fue.
Entonces lo sentí cerca de mí y me susurró al oído:
— Lo has hecho muy bien, precioso.
Me soltó una muñeca y después la otra.
— Estoy muy contento.
Estuve a punto de desplomarme entre sus brazos.
Él me sostuvo con delicadeza hasta que estuve en el suelo y pudo sujetarme.
Sus labios se posaron sobre mi cara, mi pelo, mis labios, y me susurró elogios mientras me repetía una y otra vez lo mucho que lo había complacido.
Después, cuando nos limpió a ambos y me quitó el collar, me llevó al jacuzzi climatizado.
Nos sentamos en el agua durante un rato y nos relajamos.
Después de una escena siempre me sentía flácido, laxo y cansado.
Pero ese día había algo más y me preocupaba.
Él debió de darse cuenta:
— Minnie, ¿ocurre algo? —me preguntó.
Estuve a punto de negar con la cabeza, pero al oírlo llamarme Minnie se me llenaron los ojos de lágrimas y supe que no podía mentirle.
— Tu decepción —respondí, observando cómo burbujeaba el agua a mi alrededor— Tengo la sensación de que es un peso del que no puedo desprenderme.
— Ven aquí —pidió.
Me senté sobre su regazo y me abrazó.
— ¿Es porque no te he dejado llegar al orgasmo?
Al oírlo me pareció una tontería.
¿Cómo podía ponerme triste por eso?
Pero así era y tenía que decírselo:
— Creo que es porque siento como si hubiera algo pendiente entre nosotros. Cuando me azotas, el castigo se acaba y podemos seguir adelante, pero esto sigue estando ahí. Me acuerdo cada vez que te miro y me recuerda que he metido la pata.
— Mírame —dijo y yo levanté la cabeza para mirarlo a los ojos.
En ellos adiviné cierta tristeza, pero también una firme resolución.
— Se supone que debe ser así. Por eso es un castigo. ¿Qué sentido tendría que te dejara alcanzar el orgasmo esta noche?
No me dio oportunidad de contestar, metió una mano entre nosotros e internó un dedo en mi sexo por un segundo.
— ¿Acaso no comprendes que hay una parte de mí que quiere poseerte aquí y ahora? Es la parte de mí que se muere por penetrarte una y otra vez y sentir cómo te corres.
— No me digas que vas a jugar la carta del «esto es más duro para mí que para ti»
Yoongi sonrió.
— No. Soy muy consciente de que es mucho más difícil para ti que para mí. Si sólo hubiera sido un error, habría dejado que te corrieras en algún momento del día. Pero cuando además te has puesto tan insolente...
— Yo no me he puesto insolente.
— Cuando llevas puesto mi collar, mi palabra es ley —replicó— Y acordamos que serías castigado si yo decidía que habías descuidado tu depilación, no que iniciaríamos una conferencia en medio del cuarto de juegos para discutirlo. He decidido que deberías haberte depilado antes de la boda y ya está. Punto. Y tú has intentado discutírmelo.
— Yo no creo que estuviera discutiendo —repuse— Sólo intentaba explicarme.
— Si alguna vez quiero que me des explicaciones, te las pediré, ¿entendido?
— Sí —respondí, aún un poco enfadado.
— Sí, ¿qué?
— Sí, Yoongi —dije, enfatizando su nombre.
Ya no llevaba el collar puesto y era domingo por la tarde.
— ¿Y ahora quién está siendo insolente?
— Para tu información —contestó, volviendo a dejar resbalar la mano entre nosotros— Un poco de insolencia de vez en cuando durante el fin de semana puede resultar divertida —me pellizcó el culo— Me gusta cuando te pones peleón.
[ ⚜ ]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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