⚜ 14 ⚜
[ Yoongi ]
Después de la ceremonia, los invitados se dispersaron y empezaron a beber cócteles y a comer canapés, mientras el jardín de Nam y Jin se transformaba en una fiesta.
Enseguida pude tomar a Minnie entre mis brazos para bailar con él como padrinos de honor.
— ¿Suspiro de felicidad? —me preguntó, apartándose un poco de mí, mientras empezaba a sonar una melodía de piano que me resultaba muy familiar.
— Suspiro de felicidad —contesté— JungKook y Tae Hyung están casados. He conocido a tu padre y me llevé muy bien con él...
— ¿Tenías alguna duda?
— Siempre hay un ápice de duda. Forma parte de mi mentalidad de hombre de negocios.
— Pero esto no son negocios.
Le estreché con más fuerza.
— Ya lo sé. Pero forma parte de lo que soy. Además, no me has dejado terminar.
— ¿Terminar el qué? —preguntó, relajándose entre mis brazos.
Yo le pasé un dedo por los hombros y luego lo deslicé por su espalda.
— Terminar de explicarte mi suspiro de felicidad.
— Claro. Continúa.
— ¿Por dónde iba? —dije— Ah, sí, ya me acuerdo. Mi primo se acaba de casar. Tengo un nuevo primo político. La persona más maravillosa del mundo está bailando conmigo y lo mejor es que se va a venir a mi casa conmigo esta noche.
— ¿Eso es lo mejor?
Giré con él por la pista de baile y vi a Chae Rin hablando con Suran.
Había sido un poco maleducado antes.
Por suerte, Minnie me ayudó a relajarme.
Y, a decir verdad, no había estado tan mal que Chae Rin me sorprendiera abrazándole apasionadamente.
Si aún le quedaba alguna duda de que yo ya no estaba a su alcance, le habría quedado completamente claro después de ver eso.
— Sí —dije, respondiendo a su pregunta— Hace demasiado tiempo que no te tengo en mi cama.
— Yoongi.
— Admítelo. Tú también lo notas.
Minnie deslizó la mano hasta mi cintura.
Lo bastante abajo como para demostrar lo que quería decir, pero no lo suficientemente abajo como para que se considerara inapropiado.
— Claro que lo noto —contestó.
— Espero poder dormirme abrazándote —le confesé, estrechándole con fuerza.
— ¿Dormir? ¿Eso es todo?
— No, pero si hablo demasiado sobre el tema, es posible que acabe arrastrándote a alguna habitación vacía o que te encierre en algún armario.
— Y eso sería malo porque... —me provocó, presionando las caderas contra mí.
Agaché la cabeza y le mordí el lóbulo de la oreja con fuerza, justo donde sabía que le gustaba.
— Porque cuando lleguemos a casa, me voy a recrear contigo.
La respiración de Minnie se tornó pesada y entrecortada.
— Pensaba que habíamos acordado algo duro y rápido primero.
Yo adelanté la pelvis con la esperanza de que nadie se diera cuenta de mis movimientos.
— He cambiado de idea.
— ¿Has cambiado de idea? —me preguntó, y me di cuenta de que ya no estábamos bailando, sólo nos mecíamos de un lado a otro, al ritmo de la música.
Retomé una actitud más adecuada.
— Sí, he cambiado de idea. Voy a disfrutar mucho tomándome mi tiempo contigo.
— Hum —murmuró, pero no discutió conmigo.
Yo escondí mi sonrisa en su pelo.
Estaba precioso cuando se ponía nervioso.
[ ⚜ ]
El trayecto hasta casa fue una auténtica tortura.
Le di la mano a Minnie y él pasó todo el tiempo dibujando diminutos ochos sobre mi piel.
Hablamos sobre los detalles de la boda, nos reímos de algunos fallos, comentamos sobre algunos de los invitados y nos pusimos de acuerdo en lo agradable que había sido que los paparazzi no hubieran aparecido en toda la fiesta.
Fue una conversación sencilla, en especial considerando lo tensos que estábamos los dos y cómo cada caricia de su dedo en mi mano parecía viajar directamente hasta mi entrepierna.
— Tengo que sacar a Apolo —comenté, cuando nos detuvimos frente a mi casa.
Yo quería mucho a mi perro, pero a veces deseaba que estuviera entrenado para utilizar el baño.
— Te esperaré arriba —dijo.
— En el vestíbulo, por favor.
Minnie arqueó una ceja pero no preguntó.
— Está bien.
Le di un beso en la mejilla mientras la ayudaba a salir del coche.
— Gracias.
Después de sacar a Apolo y volver a casa, cerré la puerta.
Él me estaba esperando, meciéndose ligeramente sobre los talones.
— ¿Existe algún motivo por el que querías que te esperara aquí? —me preguntó, con los ojos llenos de picardía.
Me quité la chaqueta y la dejé caer al suelo.
— ¿Te acuerdas cuando te hice pasar todo un fin de semana desnudo?
— Vagamente —bromeó.
Yo hice un gesto en dirección a la escalera.
— Y, ¿te acuerdas de que te follé justo ahí, en el tercer escalón?
— ¿Recuerdas qué escalón era?
Me acerqué y le apoyé una mano en cada hombro.
— Yo me acuerdo de todo. Recuerdo haberte mirado, aquí en el vestíbulo, y haberme dado cuenta de que éste era el lugar al que pertenecías. Aquí conmigo.
— ¿Ese fin de semana?
Su cálido aliento me acarició el cuello.
— Sí. Lo supe entonces sin ninguna clase de duda.
— Me sorprendes.
— Ya lo sé.
Le eché la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos.
— «Hay una dama dulce y amable, /
jamás un rostro me complació tanto;/
y la vi pasar»
Le deshice el peinado con suavidad y dejé caer las horquillas al suelo.
Cuando chocaron contra el mármol, el leve ruido resonó en las paredes del vestíbulo.
— «Y, sin embargo, la amaré hasta que me muera»
Minnie inspiró hondo cuando me oyó recitar uno de sus poemas favoritos, y yo le respondí con una sonrisa.
Reseguí el contorno de sus labios.
— «Sus gestos, movimientos y sonrisas,/
su gracia, su voz hechizan mi corazón./
Hechizan mi corazón, no sé por qué./
Y, sin embargo, la amaré hasta que me muera»
— Yoongi —murmuró con delicadeza.
Le rodeé con los brazos y le desabotoné el traje todo lo que pude.
Luego dejé resbalar la suave gasa por su hombro.
— «Cupido es alado y libre, /
el país de mi amada cambia»
Cerró los ojos y separó los labios.
Yo dibujé un camino de besos por su cuello.
— «Pero cambie la tierra, o cambie el cielo,/
yo la amaré hasta que me muera»
Le deslicé el traje por el cuerpo, dejando que mis manos se pasearan con libertad por su figura.
En ese momento todo parecía libre.
Yo era libre.
Libre para amarlo como él merecía.
Libre para aceptar el amor que él me diera.
Todo parecía tan... Posible.
— Te quiero, Yoongi —susurró.
Sus palabras me dejaron inmóvil.
Era la primera vez que me lo decía antes de que se lo dijera yo.
¿Cómo era posible que esas tres palabras me oprimieran el corazón de aquella manera?
La sangre galopó por mi cuerpo en respuesta a su susurro y yo las repetí una y otra vez en mi cabeza.
— Dios, Minnie, cómo te quiero —le dije.
A pesar de lo urgente que parecía nuestra necesidad hacía sólo unas horas, en ese momento había desaparecido para dejar paso al único deseo de reconectar.
Me desabrochó los botones de la camisa despacio.
Él también se estaba tomando su tiempo.
Deslizó las manos por debajo de la tela y pasó los pulgares por mis pezones.
Yo agaché la cabeza y le volví a besar.
Y durante un buen rato nos quedamos allí, tocándonos y provocándonos mientras nos desnudábamos el uno al otro.
Nuestros sencillos susurros resonaban en aquel vestíbulo iluminado por la luz de la luna.
— Mhm.
— Sí.
— ¿Ahí?
— Hazlo otra vez.
— Más.
— Ahora.
— Por favor.
Hasta que al final nos pusimos de acuerdo:
— Vamos arriba.
[ ⚜ ]
Al día siguiente nos despertamos enlazados el uno con el otro y fuimos adquiriendo conciencia de nuestros propios cuerpos mientras nos desperezábamos.
Al rato, nuestras caricias empezaron a ser más y más urgentes y poco a poco se fueron convirtiendo en provocaciones alimentadas por nuestros propios jadeos.
Minnie me tumbó boca arriba, al tiempo que me tomaba la cabeza entre las manos y me besaba apasionadamente.
Yo gemí en su boca.
Se puso encima de mí y colocó una rodilla a cada lado de mis caderas.
No se había peinado la noche anterior y su salvaje melena caía por encima de sus ojos.
Luego levantó el cuerpo y, sin decir ni una sola palabra, se deslizó por mi longitud.
Yo me arqueé hacia él para internarme hasta dentro.
Contoneó las caderas y yo le apoyé las manos por debajo de la cintura.
No lo hice con la intención de guiarlo ni de controlarlo, sólo para sentir cómo se contraían sus músculos debajo de mis palmas.
Para disfrutar de cómo se daba placer con mi cuerpo.
Para disfrutar de él.
Mientras se movía encima de mí, echó la cabeza hacia atrás y se arqueó hacia adelante.
Deslicé las manos por su torso y le cogí los pechos para pellizcarle los pezones.
Él me respondió acelerando el ritmo.
Estaba precioso cuando se abandonaba al placer:
Desde el ligero tono rosado que le cubría el cuerpo, hasta los suaves gemidos lujuriosos que hacía a medida que se iba acercando al orgasmo.
Mi propia lujuria aumentó al observarlo y bajé las manos, le agarré de las caderas y acogí sus embestidas acompasándolas a las mías.
Nuestros cuerpos se movieron al unísono una y otra vez hasta que a él se le abrió la boca y alcanzó el clímax, dejando escapar un breve grito.
Le inmovilicé y le embestí más rápido y más fuerte, sintiendo cómo se aproximaba mi propia liberación.
Minnie gimoteó y yo le acaricié el clítoris con el pulgar.
Segundos después, fui recompensado por la sensación de su cuerpo contrayéndose de nuevo a mi alrededor.
Mi propio clímax me atravesó arrancándome un rugido y me corrí dentro de él.
Entonces se dejó caer sobre mí.
Pasaron varios minutos antes de que pudiéramos hablar.
— Buenos días —saludó por fin, sin levantar la cabeza, que tenía apoyada sobre mi pecho.
— Eso parece —contesté— ¿A qué ha venido eso?
Él se rió.
— En agradecimiento por haber citado a Thomas Ford la pasada noche.
— Creía que ya me habías recompensado por eso cuando subimos aquí —dije, recordando las horas que pasamos juntos la noche anterior.
— Oh, no. La cita de Thomas Ford requería una recompensa adicional.
— En ese caso —susurré, deslizándole la mano que tenía libre por la espalda y sintiendo cómo se estremecía bajo mi caricia— espero tener alguno de sus libros en mi biblioteca.
[ ⚜ ]
Aquella tarde volví a casa después de sacar a Apolo.
Cuando salí, Minnie estaba en el salón y me tomó desprevenido ver que me estaba esperando en el vestíbulo cuando entré de nuevo en casa con el perro.
— ¿Va todo bien? —le pregunté, mientras Apolo pasaba junto a él para desplomarse sobre el almohadón que tenía en el comedor.
No dijo nada.
Sólo dio algunos pasos hasta ponerse frente a mí.
— ¿Minnie?
Se arrodilló.
Sus manos treparon hasta los botones de mis vaqueros azules y empezó a desabrocharlos.
«Oh, sí»
El chico travieso e insaciable no había tenido bastante de mí, ni la noche anterior ni aquella mañana.
Yo me sentía exactamente igual.
Pero no quería que estuviera de rodillas.
Le agarré las manos.
— Sigamos con esto arriba. O en la cocina. ¿Quieres que me suba yo a la encimera esta vez?
Se me puso dura cuando me di cuenta de los derroteros que estaba tomando la conversación.
— No.
«¿No?»
¿Cómo?
¿No quería que subiéramos o no quería que lo hiciéramos en la cocina?
— ¿Qué? —le pregunté.
— No.
Estaba intentando decirme algo, pero yo no acababa de comprender lo que era.
— Minnie —le dije, estrechándole las manos con suavidad— No te entiendo.
— No —contestó y entonces añadió en voz baja— Amo.
Me quedé boquiabierto y me apresuré a cerrar la boca.
Él suspiró y se dejó caer al suelo, para quedarse sentado a mis pies.
— Ver a Chan Yeol y Baek Hyun el fin de semana pasado fue una experiencia muy reveladora y tengo muchas ganas de volver al cuarto de juegos contigo. Y entonces pensé que con la boda y todo eso... —levantó la vista— No quiero que pienses que no he disfrutado del respiro, porque sí lo he hecho. Es sólo que... —se encogió de hombros— ¿Otra semana?
Pensé en lo que había dicho.
Sí, el fin de semana libre había sido necesario para afrontar con tranquilidad las responsabilidades del día anterior, pero seguíamos teniendo nuestra necesidad.
La habíamos dejado de lado, la habíamos ignorado, pero notaba que seguía ahí.
Tirándome de la manga.
Y era evidente que a él le pasaba lo mismo.
— Y, ¿has pensado que ésta era la mejor forma de volver? —le planteé.
Él esbozó una sonrisa.
— Me ha parecido la forma más directa.
— Ya me lo imagino, pero podrías haberme preguntado.
— Esto parecía más natural.
— ¿Te acuerdas de lo que te dije que te haría cuando te volviera a tener en el cuarto de juegos?
Además de decirle que lo ataría a mi cruz, había hablado con él de otros elementos que Chan y Baek Hyun habían empleado en su escena.
A pesar de que Minnie me había dicho que no estaba seguro de algunas de esas cosas, yo había planeado hacer que las experimentara.
A fin de cuentas, no eran límites infranqueables.
— Sí, Señor.
— Está bien.
Me acerqué a la mesa del vestíbulo donde guardaba su collar.
— Si quieres jugar hoy, ¿quién soy yo para negarme?
— Gracias, Señor.
— Quizá pronto se te quiten las ganas de darme las gracias, Jimin.
Tomé su collar y lo saqué del cajón.
— Ahora ven aquí y acaba lo que has empezado.
[ ⚜ ]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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