Capítulo 4: Nomatak.
El tiempo dentro de aquella sala parecía absurdo.
No sabía hace cuánto Tamar había dejado la habitación, dejándome a solas con dos cadáveres que cada vez producían más hedor. Trataba de no mirarlos demasiado. No podía permitirme el lujo de vomitar.
Había conseguido liberarme de las ataduras de mis muñecas y ahora podía moverme libremente por la sala. Sin embargo, me encontraba paralizada por mis pensamientos en una esquina, mirando paranóicamemte hacia la puerta de salida, esperando a... Algo. No sabía exactamente qué.
No supe que pensar sobre todo aquello.
¿Más drogas? ¿Un símbolo?
Estaba segura de que aquella chica había muerto por motivos mayores a un gesto indiferente por parte de un asesino.
Cavilé durante unos segundos la idea de acercarme al cadáver. A lo mejor Tamar había dejado alguna señal, algo en él que indicara por qué había muerto.
Recordé la cruz que había hecho en su cuello.
¿Podría ser el famoso símbolo?
Me habría dispuesto a levantarme de no ser por la puerta, que en ese momento se abrió repentinamemte, haciéndome saltar en mi posición.
Sin siquiera pensarlo, me había encogido, como solía hacer antes de las palizas de mi padre.
Lo único que podía ver de aquella persona era su silueta. Era, sin duda, una mujer. Alta y de aspecto rudo. Realmente imponente para mí, baja y delgada.
-Me contaron que te atraparon, rata. - dijo con tono burlón una voz familiar.
La chica de mi departamento.
Astartea.
-¿Pensabas que era tan fácil escapar? El arte del secuestro no es ninguna boberia. - citó entre dientes - mi lucha con aquel chico que viste fue falsa. Solo queríamos que escaparas para que Adad te cogiera. - una pequeña sonrisa apareció en sus labios mientras decía la última frase.
-¿Qué quieres de mi? - pregunté tratando de sonar lo más relajada posible.
-Respuestas. Tu cerebro de mosquito tiene respuestas que nuestro jefe quiere. A cualquier precio.
Sentía la boca seca y un sudor frío cayendo por mi espalda.
-Aqui no existen tus valores morales, niñata. Aquí se sobrevive si se es una presa como tú y se reina si eres un cazador como yo.
-Sois animales. - murmuré.
Ella sonrió mientras me tomaba por el cuello de la camisa y me alzaba contra la pared.
-Sí. Y a partir de hoy tu también empezarás a serlo. - después de evaluar mi reacción, dijo :
-Te mueves y te dejo inconsciente. Y no de una manera bonita.
Casi sin notarlo, estaba sobre su hombro.
Rápidamente Astartea salió de la sala donde nos encontrábamos y cruzó un pasillo con paredes que parecían absorber el sonido.
Parecía lógico. Dentro de la sala donde me tenían secuestrada podían matarme, torturarme o hacerme gritar todo lo que quisiera y sería totalmente inaudible.
La sala no tenía decoración, solo una puerta de metal blindado al final del pasillo. Ella posó su dedo sobre un lector y la puerta se abrió con un chirrido.
Parecía pesada.
Sin embargo, la mujer empujó sin esfuerzo.
Siguió caminando por un pasillo aparentemente normal, rojo, con puertas negras por doquier.
Parecía una simple oficina.
Su propósito es pasar desapercibidos - me dije a mi misma.
A la par que Astartea caminaba, con su melena rubia chocando contra mi cara, gente salía de las "oficinas".
Yo los miraba suplicando auxilio.
Ellos simplemente me observaban y volvían a lo suyo, indiferentes. Algunos saludaban a la mujer que me llevaba sobre su hombro, ignorándome por completo.
A medida que la rubia caminaba alcanzaba a ver el interior de algunas puertas: algunas parecían simples oficinas, todas idénticas. Otras, sin embargo tenían mesas de operación con arneses de cuero para que la "víctima" no se moviera. Por supuesto, no podían faltar las herramientas de tortura, las cuales reposaban sombre la misma mesa o en armarios.
Pasados unos minutos, Astartea entró en una sala pequeña, negra. Los únicos elementos que podía ver ahí dentro eran una silla de metal con correas para atar cuello, manos y pies y un proyector. A mis espaldas había un gran espejo.
¿Puede ser un cristal oculto, para ver que ocurre adentro? Me pregunté en fuero interno.
De mala gana, la rubia me postró sobre la silla y me ató fuertemente.
Sin decir nada, salió de la sala con un portazo.
Nerviosa, miré a mi alrededor. No sabía qué hacer. No podía gritar, estaba segura de que detrás de aquel cristal estaba Astartea esperando a que llamara la atención para golpearme.
Una lágrima resbaló por mi mejilla, silenciosa.
La puerta de abrió.
¿Había hecho ruido?
¿Era mi hora?
Sin embargo, cuando la figura se situó frente a mi, pude ver que no era Astartea. Ni Tamar.
Aquel hombre, era sin duda, poseía muchas particularidades. Sin embargo solo lo hacían más intimidante.
Su pelo, de un color blanco calizo estaba recogido en una coleta, dejando a la vista su cara y su ojo faltante. Este, cubierto con un parche negro, parecía endurecer su rostro, junto a una gran cicatriz y en forma de cruz en la mejilla.
Su único ojo, de un azul frío, me miraba, analizándome.
Noté la boca seca cuando traté de tratar saliva, nerviosa.
-Vaya, vaya... - comenzó a decir, arrastrando las palabras de acento pesado - la pequeña Jenny está aquí. Es un honor, soy Joseph. ¿Qué te ha parecido nuestra humilde morada?
Tratando de verme medianamente valiente, escupí:
-Asquerosa.
-¿Y besabas a tu querida madre con esa boquita? - dijo, superior.
Él sabía de mi vida. Sabía que mi madre no era así y sabía que diciendo eso solo me empequeñecía más.
Simplemente guardé silencio, con semblante serio.
-Buena chica. - sonrió. Aguardó unos segundos, para después romper el silencio - bien, voy al grano. No pareces conversadora. Una pena,podríamos ser buenos amigos.
Refunfuñé desde mi lugar.
-¿Has oído hablar del nomatak? -Al ver que no respondía, continuó - Es parecido a la reencarnación, pero más... complejo.
Encarné una ceja, confundida.
"Ocurre con todas las personas que mueren en un día determinado, en condiciones determinadas. Asesinadas, más bien. Sólo que los recuerdos de su antigua vida quedan en el subconsciente. - dijo, empequeñeciendo su único ojo- esas personas nacen con un deseo oculto de matar, que puede desarrollarse. Su fin es cobrar la sangre que les obligaron a derramar. Hasta le han puesto nombre a estas personas en la sociedad... Psicópatas... ¿No?"
-¿Y por qué debería yo saber eso? A parte de que... Suena falso. - dije tratando de sonar ruda. No lo conseguí, mi voz se quebró a mitad de la pregunta.
Tenía miedo. Y frío.
Sin previo aviso, abofeteó mi mejilla.
-No me gusta que me interrumpan. ¿Queda claro?
Aparté la mirada,ahogando un sollozo.
-Bien. ¿Por dónde iba? Ah, sí.
"Como su nombre indica... Nomatak significa "no matar", ya que solo podría realizarse tal acto el día y hora de su antiguo fallecimiento.
Creemos que tu padre fué nomatak. Y tu, resultado de su unión con un humano.
Un hermoso fenómeno... - dijo acariciado mi mejilla. Yo le lance una mirada asesina - Así que, necesitamos que tu inconsciente no rebele unas cuantas cosas. Creo que no me hace falta explicar que tu padre no era una persona pacífica y sin deudas. Creemos que tu padre puede estar ahí dentro, reencarnado en su parte, la que empleó para formarte. Tenemos cuentas pendientes, Leo- gruñó dándome unos golpecitos en la cabeza.
Sin duda, todos allí estaban idos.
-Estás loco. ¿Por qué tanto cuento para justificar mi secuestro? Nunca mataría a nadie.
-Tu padre sí. Y quiero hacerlo volver, quiero hacerlo pagar por sus insolencias. La única moneda de cambio eres tú, y estoy encantado de usar te, mocosa- Sonrió mientras encendía el proyector y salía de la sala.
La primera imagen proyectada fué clara. A pesar de no haberla visto nunca, se me hacía familiar.
-La cruz nomatak. - una voz gruñó en mi mente, una que no era la mía.
Una punzada atravesó mi sien.
Junto a ella, perdí la consciencia.
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