Capítulo 3-¿Secuestro?

Poco después de que el hombre al que había intentado pedir ayuda se volviera hacia mi bruscamente, supe que era peligroso.

Sus rasgos eran afilados: mandíbula ancha, nariz recta, ojos pequeños y labios enormes. Sin embargo, lo que me hizo volverme e intentar uir fue la cicatriz que le surcaba casi media cara- desde la sien hasta la mandíbula- y... El líquido rojo y viscoso que manchanba su ropa.

Simplemente me bastaba con recordar su aspecto para que mi piel se erizara con un escalofrío.

Poco a poco fui tomando consciencia de donde me encontraba y cómo me encontraba.

Mi cuerpo dolía por el hecho de que estaba atado con duras cuerdas para mantenerme en una permanentemente posición fetal. Por si no fuera poco, mis ojos estaban tapados con una venda que me impedía ver nada.

La superficie donde me encontraba era desigual: debajo de mi cuerpo se encontraba algo viscoso y maloliente.

Quise no pensar en que podía ser.

Era inhumano.

Repugnane.

Imposible. ¿Verdad?

Mi cuerpo se mecía debido a la inercia de... lo que parecía ser un vehículo. El coche casi no emitía sonido, parecía totalmente nuevo. ¿Acaso un secuestrador podía permitirse este tipo de lujos?

Si, eso tenía sentido. Mi claustrofobia hacia de la suyas por un buen motivo.

A medida que pasaba el tiempo, mis sentidos despertaban más, al igual que mi fobia a los espacios cerrados.

Vacilé. ¿Debía pedir ayuda?

¿Patalear?

Esto no era un juego de niños. Un movimiento en falso podía hacer que mi secuestrador enfureciera y me volara la cabeza de un disparo.

Mi respiración comenzó acelerarse al recordar lo que me había dicho la chica de la catana.

-Todo esto es culpa de tus maravillosos padres. Y ahora que ellos no están tu eres un objeto muy valioso, ¿sabes?

Mis padres eran traficantes de drogas. Y ahora estaban muertos. Bien a salvo de lo que se me venía encima. Por su culpa.

Las lágrimas afloraron. Una vida normal me era imposible. Nací y moriré corrupta por ellos...

Mis pensamientos fueron detenidos cuando el vehículo paró, haciendo que mi cuerpo chocara contra algo metálico.

Escuché unos pasos en el exterior del coche.

Traté de relajar mi cuerpo en la mayoría de lo posible: necesitaba saber que pasaba.

Un haz de luz iluminó el interior del vehículo a la vez que unos brazos me tomaban bruscamente de el pelo.

Yo cedí sin quejarme.

Me impresioné ante mi comportamiento: ¿de verdad ya era tan indiferente al dolor?

Sí. En realidad esto no es nada para ti.

Mi secuestrador comenzó a caminar rápidamente.

Una puerta se abre.

Se cierra.

Pasos.

Note como entrábamos en un espacio cerrado, húmedo. Arrugué mi nariz ante un olor putrefacto, el cual solo aumentaba a la par que el hombre caminaba.

Sin previo aviso y con un gruñido por parte de mi portador, sentí como me soltaba bruscamente, casi tirándome con asco al suelo. Sin poder evitarlo, mi hombro y mi cabeza impactaron contra un aparente suelo de mármol, dejándome muy aturdida.

Los pasos se alejaron de donde me encontraba. Mi consciencia también.
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-¡Despierta, niñata! Agh, que incordio.

Una voz masculina, furiosa, hizo que entreabriera los ojos con dificultad. Sabía que no era la misma que la del tipo del coche ya que esta era más aguda, pero aún así inspiraba un miedo peligroso. Un miedo mortal.

Mis ojos ya no estaban tapados con ninguna tela, por lo que pude ver al dueño de aquella voz. Como había supuesto, se trataba de otro hombre distinto, alto, delgado, rubio. Su cara poseía numerosas perforaciones. Ojeras marcaban sus ojos, de un color ámbar brillante parecían... Vacíos.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver la escena que el chico protagonizaba a escasos metros de mi cuerpo.

Se encontraba de cuclillas ante el cuerpo de una chica prácticamente inconsciente. Ésta lo miraba con ojos desorbitados mientras él propinaba una cachetada en su mejilla derecha.

Por su aspecto físico, se notaba que no había comido ni bebido en días. Su cuerpo parecía el de un monstruo. Deforme, magullado, inhumano.

Le faltaban uñas.

Dientes.

Pelo.

Por un momento ella volvió en si, sacudió la cabeza y gritó:

-¡No se donde están, lo juro! ¡No sabía de su existencia hasta que llegue aquí! ¡No se nada! - Bramó la última frase, haciendo que las venas de su cuello resaltaran por segundos.

El chico la miró...¿Divertido?

-¿Quieres acabar como ese cadáver que hay ahí? - dijo desenfundando un simple cúter de su botín- ¿Quieres?

Traté de ver más allá de ellos dos. ¿Un cadáver? Eso podría explicar el hedor que noté nada más entrar al cuarto...

-¡Dejame ir! ¡No se nada de las malditas drogas! ¡No se nada de ese símbolo! ¡No lo sé! - grito ella, de manera casi intangible.

Sentí lástima por ella. Se vería linda fuera de aquellas condiciones, parecía la hija de la típica familia rica, del barrio más lujoso de la ciudad. Sin embargo, mi lástima no pudo detener al rubio.

-Bien. - Esa simple palabra fue la desencadenante de la masacre.

El cúter atravesó el cuello de la chica con un sonido viscoso. Vi como ella abría la boca para gritar, para cojer aire, pero le fue imposible.

El hombre sacó lentamente la hojilla y observo de manera lujuriosa la sangre que brotaba de la herida. Volvió a meter el cúter de nuevo, formando una cruz en el cuello de la víctima. Lo hizo lentamente, disfrutando cada jadeo de dolor por su parte.

No pude evitar sentir náuseas.

Poco después comenzó a recorrer la cara de la chica con el mismo cúter, cortándola poco a poco. Desde mi lugar, apartada de la escena pude sentir el dolor de aquella persona.

Pude sentir como su alma se escapaba de su cuerpo.

Aparte la mirada, con lágrimas en los ojos. Sentía que iba a correr el mismo destino que ella.

Cuando dejé de escuchar el cúter cortando piel, me atreví a mirar. El cuerpo convulsionaba en el suelo mientras el hombre lo miraba, fascinado.

Trague la bilis que me subía por la garganta cuando observé como se llevaba un dedo manchado de sangre a la boca, degustandola.

-Precioso, ¿verdad, Jenny? - dijo él en un ronroneo.

Al escuchar mi nombre, aguanté el aliento mientras me tensaba. Sus ojos ambarinos se volvieron hacia mi, totalmente dilatados.

-Ella no servía para nada más, no te preocupes. - dijo acariciando el área de la herida- mostrarnos la muerte en su máximo explendor le es un honor.

Definitivamente estaba loco.

-Pero claro, tú sí que nos sirves para mucho, pequeña- dijo mientras se giraba para mirarme.

-Mis disculpas-dijo unos segundos después- mi nombre es Tamar. Nos llevaremos... Bien. - dijo sonriendo, mirada clavada en el cúter.

Trate de sonreír.... En vano.

-Un consejo... Te recomiendo hacer lo que te pidan. Si te niegas a cooperar podrías acabar como mi... ¿querida? hermana. - dijo mirando el cadáver de la chica que acababa de matar.

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