my girl - mizu
“Nunca me olvides. Por favor”
“..Te esperaré”
Pedido de: arti0303
EP: Fuera de temporada
AU: Ninguno.
Pareja: Fem! Reader X Mizu-(he/she/her pronouns), lesbian / wlw / gl
Datos sobre el reader: Eres mayor que Mizu. Ojos oscuros, cabello azul tirando a negro.
Nombre del reader: Runa
*Gran parte del shot se le tratará a Mizu con pronombres masculinos.
ADVERTENCIA: Ninguna.
Una pequeña Mizu corría por las calles de aquel pueblo en busca de un lugar para resguardarse de la lluvia. Ya había tratado de esconderse entre las casas, pero los dueños de estas siempre lo veían, así que no tuvo más remedio que salir corriendo nuevamente.
Corría sin descanso por el denso bosque, sin un destino en concreto. La lluvia había empezado a caer más fuerte y los truenos se escuchaban cada vez más cerca. El frío le calaba hasta los huesos, sus piernas empezaron a temblar por esto. Cayó al suelo de rodillas, y se logró arrastrar hasta la pared de una pequeña cabaña. Con las pocas fuerzas que le quedaban, Mizu se acurrucó en el suelo, estirando la tela que usaba de vestimenta para intentar cubrir todo su frío cuerpo. Mientras rezaba para no volver a despertar en ese lugar y se limpiaba las lágrimas de las mejillas, Mizu cerró sus ojos.
La puerta de aquella cabaña se abrió de golpe, y una figura se aproximó con velocidad al frío cuerpo de la pequeña.
Mizu despertó de golpe, mirando a su al rededor con extrañeza. ¿Estaba dentro de una casa? Aunque eso no era lo único raro, tenía otra ropa que no era suya y su cabello no se sentía húmedo.. a pesar de que recuerda perfectamente cómo había dormido entre las gotas de lluvia
— Ah, ya despertaste — escuchó una voz femenina acercarse. Mizu volteó, sintiendo miedo.
Ahí estaba una chica. Pálida, con ojos cansados y bien vestida. Lo primero que notó de ella fue su buen olor y sus largos cabellos, que llegaban hasta su cintura. No parecía muy mayor, tal vez sólo unos pocos más que la menor. Ella era todo lo contrario de Mizu.
Esa chica se acercó e hincó, hasta llegar a su altura — ¿No te sientes mal? — preguntó, poniendo una de sus cálidas y suaves manos en su frente. Las mejillas de Mizu se calentaron — Ayer pasaste mucho tiempo en la lluvia. Te pudiste haber resfriado. — ella se levantó y mientras caminaba hacia un lugar que la menor no veía, habló — Me llamo Runa, y tú debes ser Mizu.. hablan mucho de ti en el pueblo.
Mizu se levantó del cómodo futón, por un momento se sintió triste por tener que hacerlo; nunca había dormido en un lugar tan cómodo. Unos segundos después Runa volvió con un tazón en manos, y reprendió al menor por haberse levantado — No, no. No te levantes, ¿Que tal si estás enfermo, niño? Siéntate, vamos. — ella puso el tazón en el suelo, y con unos ademanes puso a Mizu de nueva cuenta en el futón, pero ahora sentado. Tomó una frazada y rodeó sus hombros del menor con ella, mientras Mizu se ponía cada vez más nerviosa y extrañada. Runa le extendió el tazón caliente, diciéndole que comiera.
Mizu la miró con sentimientos encontrados, no podía entender porque esta extraña lo trataba tan bien. ¿Acaso había visto sus ojos? Era obvio que sí. A pesar de eso, ella la había acogido en su hogar, le había bañado, dado un lugar dónde dormir, le había cubierto con suaves sábanas y ahora le daba de comer.
Runa lo miró con tristeza y ternura. Se sentó junto a él. — Ya sé que la gente te trata con asco. Pero yo no lo haré. No tienes porqué temer. — sonrió y pellizcó su mejilla. — Ahora come si no quieres que se enfríe.
Habían pasado ya cinco meses desde que conoció a Runa. Después de mucho tiempo por fin tenía un lugar dónde dormir, buena comida y sobre todo, un lugar seguro. Hasta esa noche.
Ese día Runa se veía triste. Le había llegado una carta hace un par de días, pero no la había abierto. Sin embargo, cuándo la leyó Mizu pudo notar cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos. ¿Eso pasa siempre que te mandan cartas? A ella nunca le habían dado ninguna..
— Mizu. — le llamó desde la cocina, la pequeña fue corriendo. — Tengo.. tengo que salir del pueblo — ella dijo, vacilante — ¡Pero no te preocupes! Regresaré rápido, te dejaré comida y tú sólo tienes que quedarte aqu-
— ¿Me vas a dejar? — Mizu susurró. Ya se lo esperaba, nadie querría estar con una mestiza cómo ella. Apretó sus puños con tristeza, su ceño se frunció.
— ¿Qué? No.. ¡No! yo- voy a regresar, de verdad
— ¡No te creo!
— Mizu..
— ¡No te creo! ¡Eres una mentirosa! — después de decir eso, Mizu salió corriendo, escuchando cómo Runa la llamaba por detrás. Salió de la casa, dándose cuenta de que había empezado a llover.
La adrenalina la consumía, no quería que Runa le dejara, ¡Estaban muy bien antes! ¿Porqué justo ahora la dejaba? ¿Acaso porque era un cruce..?
Mizu se escondió detrás de una casa, esperando a que la lluvia parara.
— Pero miren que tenemos aquí — una voz dijo a sus espaldas. Era Taigen y su grupo de bravucones. — El perro salió de su guarida. ¿Acaso ya se cansó de tí? — sus amigos se rieron.
En contra de su propia voluntad y aunque le gustaría lanzarse y pegarle a Taigen, se contuvo. Comenzó a correr sin mirar atrás, escondiéndose entre las casas. Las lágrimas empezaron a salir, nublando su vista.
El grupo de niños la perseguía y a lo lejos escuchaba los gritos de Runa llamándole. Llegó hasta un barranco, dónde no pudo seguir. Los niños le alcanzaron, con bates en mano.
— Se los dije. Ojos redondos. — El líder habló, acercándose hasta Mizu. — Ya sé que eres. Ya sé que tú madre era una puta y tú padre un blanco. Se revolcaron y te tuvieron a tí, un perro.
Mientras hablaba, Taigen se acercaba más y Mizu retrocedía arrastrándose, aún con lágrimas en los ojos. Llegó hasta el borde del acantilado, dónde se detuvo. — ¿Quieres saltar? Vamos, salta. Así el mundo se deshará de una escoria.
Mizu arremetió contra Taigen en un ataque de ira, sus amigos le obstruyeron el paso y todos le empezaron a golpear. Mizu se quejaba y revolvía entre la tierra, intentando cubrirse. Lloraba y pataleaba, en un esfuerzo para sacarse de encima a los chicos.
Del cielo emergió una estrella. Y cayó en aquel acantilado dónde golpeaban a Mizu, creando una ráfaga de viento.
Desde que se quedaba con padre espada, su vida había mejorado. Tenía donde dormir, tenía comida, le ayudaba a hacer espadas y ahora también entrenaba.
Claro que, todos los días pensaba en aquella chica que lo salvó cuándo era más pequeño. Por las noches se escabullía e iba al pueblo a buscarla. Para disculparse y decirle que estaba bien, que ya no se tenía que preocupar. Sin embargo nunca la encontró. El lugar que alguna vez había sido su casa, estaba vacío. La última vez que fue las telarañas ya habían gobernado el lugar.
Por mucho tiempo se preguntó el porqué no lo había buscado, pero ahora sólo deseaba que estuviera viva y bien.
Hubo un tiempo en dónde soñó con ella. Se reencontraban y le podía decir lo mucho que la quería. La podía abrazar y volverían a dormir abrazados cómo lo hacían antes.
Pero eso no era real.
Después de años su propósito cambió. Ahora no sólo quería matar a quienes le dieron la vida. Ahora volvería a buscar a Runa, y esta vez no la dejaría.
Pero eso no pasó.
Después de despedirse de padre espada, después de encontrarse con su madre, después de casarse con Mikio, después de matarlos y después de asesinar a Violet, eventualmente se olvidó de su promesa.
Buscar a una mujer de la que sólo sabía su nombre era más difícil que buscar una aguja en un pajar. No era una figura importante y tampoco tenía pistas de su paradero. Después de muchas decepciones Mizu simplemente dejó de buscar y decidió concentrarse en su venganza.
Así que aquí estamos, buscando a Faüler, de nuevo en un acantilado, después de pelear con las cuatro garras. Ringo y Taigen lo habían llevado a un santuario para curar sus heridas.
Despertó con Ringo preparando una sopa rara y Taigen escribiendo un documento para su duelo. Ese día, después de mucho tiempo, soñó con Runa.
Al día siguiente, Ringo fue al pueblo por especias para la comida. Taigen fue a cazar gacelas en el bosque, así que se quedó sola. Todo el día fue aburrido. Se quedó en las escaleras de la casita, viendo a la nada. Sumida entre sus pensamientos, de nuevo empezó a pensar en Runa.
El sonido de las ramas le distrajo. Al principio creyó que sería Taigen, pero las pisadas tenían una forma diferente. Con trabajos se levantó, y observó a todas partes con el ceño fruncido. Caminó un poco, bajando las escaleras con cuidado para no caerse. El sonido de las ramas cesó.
Pensando que fue un animal, suspiró y volteó para volver a la cabaña. Allí estaba. Era una mujer, tenía una expresión de asombro.
— ..Creí que era mentira. En el pueblo había un rumor de que un samurái de ojos azules se escondía en las montañas. Pero no.. no pensé que fueras tú, Mizu.
La nombrada abrió los ojos de par en par. Ella realmente era Runa. Ella se acercó a paso lento bajo la mirada atenta de Mizu, quien no conseguía formular palabra. Llegó frente a la menor y.. la cacheteó.
— ¡Eres un idiota! ¿¡Sabes lo preocupada que estuve todos estos años!? ¡No sabía dónde estabas! ¡Todos los días te mandaba cartas y no respondías! ¿¡Dónde has estado todos estos años, uh!? ¿¡Sabes por cuánto tiempo te busqué!? — gritó, haciendo ademanes exagerados. Mizu no podría estar más sorprendida. Pero algo en la situación le hacía gracia.
— Perdón.. — respondió, una parte de ella sintiéndose niño de nuevo. Runa la miró con esa mirada. Los mismos ojos que le sonrieron el mismo día que la encontró.
Y por fin, después de tantos años, la abrazó. Cosa que Mizu correspondió al instante. Era un abrazo lleno de furor, con las emociones a flote, tan cálido y tan esperado. Sus corazones coordinados, sus brazos juntados.
Ahora Mizu era más alta que Runa. Ahora Runa tenía el cabello más corto. Pero todo el cariño que sentían la una por la otra seguía ahí, guardado, esperando el momento para salir.
Y después de presentarla ante Ringo y que Taigen se acordara de ella, la invitó a cenar. Después de muchas burlas por parte de Taigen, pudieron volver a dormir dentro de la misma casa.
Esa noche durmieron abrazadas.
...
Creo que está de más decir que Runa ya no dejó a Mizu escaparse.
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