6. Besos del príncipe Armin

🎵Llora este blues
Al anochecer
Entre pastillas, cigarrillos
Chilango blues🎶

Alice soñó un sueño de que la asqueo. Vagaba por la mansión en la que había vivido toda su vida, sin nada que hacer, y de tanto en tanto se detenía en un ancho asiento situado al pie de una ventana para observar las diminutas figuras de los empleados de su padre en los jardines que recogían la hierba recién cortada. En el cielo no había nubes y le disgustó su aspecto, su uniformidad y lo incipido que era.

Ella tenía la impresión de que no podía hacer nada que no hubiera hecho ya mil veces antes y luego, de pronto, llegó a sus oídos un sonido que no supo identificar. Lo siguió, y a través de la puerta vio a una anciana, encorvada y fea, que estaba manejando un extraño artilugio, una gran rueda giratoria con un hilo que se enrollaba en un huso.

—¿Qué es?—preguntó Alice con gran interés.

—Ven a verlo tu misma —dijo la vieja, cuya voz era sumamente llamativa, ya que sonaba joven y fuerte, completamente ajena a su aspecto.

Al parecer, Alice acababa de tocar esta máquina prodigiosa con su rueda zumbante cuando sufrió un profundo desvanecimiento y oyó que todo el mundo se lamentaba a su alrededor.

—¡... duerme, duerme durante cien noches!

Alice quiso gritar, «¡Insoportable, insoportable, esto es peor que la muerte!», porque aquello parecía una intensificación del aburrimiento contra el que siempre había luchado desde que tenía uso de razón, el vagar de una habitación a otra...

Pero se despertó. No estaba en casa, sino echada en la cama de Lysandro, y sintió debajo de ella la punzada de la colcha enjoyada.

🎶Piel de neón
Olor a motel
Que revienten todos los planetas
Que sangre todo el cielo🎵

Las sombras del fuego iluminaban la estancia. Vio el relumbrar de los postes tallados de la cama, y los finos cortinajes que caían en torno a ella. Alice se sintió animada y exaltada por el deseo, y se levantó de tan ansiosa que estaba por despojarse del peso y la textura de su sueño. Entonces se dio cuenta que su adorado príncipe no estaba a su lado, sino  junto al fuego. Aún llevaba la capa de brillante terciopelo rojo y las altas y puntiagudas botas de cuero vueltas hacia abajo. Estaba absorto, el rostro endurecido por la contemplación. Perdido en sus pensamientos.

La pulsación que latía entre las piernas de Alice se aceleró. Se agitó y soltó un débil suspiro que despertó a Lysandro de sus pensamientos. Él se aproximó a ella. No podía ver su expresión en la oscuridad.

—Bien, me temo que es inevitable y deberás... —le dijo a Alice-. Deberemos acostumbrarnos a verte hacer de todo en la mansión y tu a hacerlo sin chistar.

Lysandro tiró de la cuerda de la campana que estaba junto a la cama, luego levantó a Alice y la sentó en el extremo de la cama, de forma que las piernas le quedaron recogidas debajo del cuerpo.

🎵Luna, tú que lo ves
Dile que ya lo olvidé
Dile que tal vez lo veo en Marte
Tal vez encuentre un alien que lo aguante🎶

Entró un criado, tan inocente como el muchacho que había castigado al príncipe Armin con tanta diligencia. Era un criado extremadamente alto, como todos, y tenía unos brazos aparentemente fuertes. Alice estaba convencida de que los habían escogido por estas cualidades. No cabía duda de que, si se lo ordenaban, podría sujetarla boca abajo por los tobillos, pero mostraba un rostro sereno, sin el menor indicio de expresión en el.

—¿Dónde está el príncipe Armin? —preguntó el mimado hijo menor de la casa. Parecía enfadado y decidido, y andaba a paso regular de un lado a otro mientras hablaba.

—Oh, esta noche tiene problemas muy serios, mi señor. Su madre está muy inquieta por su torpeza, puesto que debería ser un ejemplo para otros, así que ha ordenado que lo aten en el jardín, en una postura sumamente incómoda.

—Sí, bien, haré que esté aún más incómodo. Pidele permiso a mi madre para traerlo aca, por favor... Y que venga el escudero Leight con él.

Alice se asombró al oír todo esto. Intentó mantener el rostro tan calmado como el del criado, pero sentía algo más que alarma. Iba a ver al príncipe Armin otra vez y no se imaginaba cómo podría ocultar sus sentimientos ante Lysandro. Si al menos pudiera distraer su atención...

Pero cuando Alice soltó un leve susurro, Lysandro le ordenó de inmediato que permaneciera en silencio, que se quedara sentada donde estaba y que bajara la vista. El cabello caía a su alrededor, le hacía cosquillas en los brazos y los muslos, y fue consciente, casi con placer, de que no podía hacer nada para escapar de ello.

Leigh apareció casi de inmediato. Llevaba consigo la pala de oro, que colgó a un lado del cinturón cuando miro a su mimado hermano menor.

—¿Y Armin? —preguntó Lysandro. Mostraba un color subido, sus ojos brillaban casi con malicia, y Alice se asustó aún más.

—Lo estamos preparando — respondió Leigh.

—¿Y por qué tarda tanto? ¿Cuánto tiempo ha servido Armin en esta casa para mostrar tanta falta de respeto?

🎶Mejor bailemos este blues🎵

En aquel instante trajeron a Armin. Alice intentó disimular su turbación. Armin estaba desnudo, como antes, por supuesto; Alice no esperaba menos, y a la luz del fuego advirtió su rostro sonrojado, y su cabello azabache que caía sobre los ojos, que mantenía bajos como si no se atreviera a alzarlos ante los herederos. Ambos tenían más o menos la misma edad, ciertamente, y parecida altura, pero ahí estaba Armin, moreno, indefenso y humilde, ante el mimado heredero, que se movía a zancadas de uno a otro lado, con la expresión fría y despiadada, ligeramente perturbada. Armin mantenía las manos detrás del cuello, y su órgano rígido.

—¡Así que no estabas listo para mí! —exclamó molesto Lysandro. Se acercó un poco más a  Armin, inspeccionándolo. Miró el órgano tieso y, luego, con la mano, le dio un brusco manotazo, que hizo retroceder a este en contra de su voluntad.

— Quizá necesita un poco de instrucción para estar.. siempre... preparado —susurró. Las palabras salieron lentamente, con una cortesía deliberada.

🎵Es encantador
Tu plastic love
Se acabó la democracia en casa
Ahora vive un monstruo en la terraza🎶

El heredero levantó la barbilla de Armin y le miró a los ojos. Alice los observaba a ambos sin el menor atisbo de timidez.

— mis disculpas, mi señor -dijo el vasallo. Su voz sonó con un timbre bajo, calmado, sin mostrar rebelión ni vergüenza.

Los labios de  Lysandro esbozaron lentamente una sonrisa. Los ojos de Armin eran más grandes y poseían la misma serenidad que su voz. A Alice le pareció que incluso podrían disipar la furia de su principe, pero esto era imposible.

El príncipe pasó la mano por el órgano de su esclavo y le dio una palmetada juguetona, y luego , otra. El sumiso Armin bajó de nuevo la vista pero conservó la gracia y la dignidad de las que Alice había sido testigo anteriormente.

«Así es como debo comportarme —pensó ella—. Debo tener estas maneras, esta fuerza, para aguantarlo todo con la misma dignidad.»

La menor estaba maravillada. Armin se veía obligado a mostrar su deseo, su fascinación, a todas horas, mientras que ella podía ocultar su anhelo entre sus piernas; no pudo evitar dar un respingo al ver que su adorado principe pellizcaba los pequeños pezones endurecidos del príncipe Armin, y luego levantaba otra vez el mentón del joven cautivo para inspeccionar su rostro.

Detrás de ellos, Leigh observaba la situación con indisimulado placer. Se había cruzado de brazos, permanecía de pie, con las piernas separadas, y los ojos se le movían, ávidos de deseo por el cuerpo del príncipe Armin.

—¿Cuánto tiempo llevas al servicio de mi madre?—requirió Lysandro.

—Dos años, mi señor —dijo el humilde joven con tono pausado. Alice estaba verdaderamente asombrada. ¡Dos años! A ella le pareció que toda su vida anterior no había sido tan larga; pero aún se mostró más cautivada por el timbre de su voz que por las palabras que pronunció. Aquella voz hizo que él pareciera todavía más palpable y visible.

Su cuerpo era un poco más delgado que el de su señor, el mimado príncipe heredero, y el vello oscuro de su entrepierna era hermoso. Alice veía el escroto, apenas entre sombras.

—¿Fuiste enviado aquí por tu padre para prestar vasallaje?

—Como exigió su madre, mi señor.

—¿Y para servir cuántos años?

—Tantos como le plazca a mi señora, mi dulce reina.

—¿Cuántos años tienes? ¿Diecinueve? ¿Y eres un modelo entre los demás tributos?

El príncipe Armin se sonrojó.

Con un fuerte golpe en la espalda. El albino le obligó a darse la vuelta propinándole un empujón para situarlo frente a Alice, y a continuación lo encaminó hacia la cama. Alice se irguió, notó el rubor y el calor en su rostro.

—¿Acaso eres el favorito de mi madre? —requirió el príncipe.

—Esta noche no, mi señor — repuso Armin sin el menor atisbo de sonrisa.

El príncipe heredero recibió estas palabras con una risa apacible y dijo:

—No, hoy no te has comportado muy bien, ¿cierto?

—Únicamente puedo suplicar perdón, mi señor —respondió.

—Harás más que eso —le dijo Lysandro al oído mientras lo empujaba más cerca de Alice—. Sufrirás por ello. Y darás a mi dulce Alice una lección de buena voluntad y de perfecta sumisión.

En ese momento el príncipe había vuelto la mirada hacia Alice. La escrutaba despiadadamente. Ella bajó la vista, aterrorizada ante la posibilidad de contrariarlo.

—Mira a Armin —le ordenó, y cuando Alice alzó los ojos, vio al hermoso cautivo a tan sólo unos centímetros de distancia. Su pelo desgreñado le velaba parcialmente la cara, y la piel le pareció deliciosamente suave. Alice temblaba. Tal como temía que sucedería, el príncipe levantó otra vez el mentón del esclavo, y cuando éste la miró con sus grandes ojos azules, le sonrió por un instante, de forma muy lenta y serena, sin que el príncipe heredero se diera cuenta. Alice se sació de él con la vista, pues no tenía otra elección, y abrigaba la esperanza de que el príncipe advirtiera únicamente su apuro.

—Besa a mi nueva esclava y dale la bienvenida a esta casa. Besale los labios y los pechos —ordenó el mimado joven, y le retiró las manos de la nuca para que las posara silenciosa y obedientemente a los costados.

Alice jadeó. El príncipe Armin volvió a sonreírle fugazmente mientras su sombra caía sobre ella, que sintió cómo sus labios se aproximaban a su boca y el impacto del beso que le recorría todo el cuerpo. La princesa notó cómo aquel padecimiento localizado entre sus piernas formaba un fuerte nudo y, cuando los labios del príncipe cautivo tocaron su pecho izquierdo, y el derecho también, se mordió el labio inferior con tanta fuerza que podría haber sangrado.

El cabello del príncipe Armin le rozó la mejilla y los pechos mientras él acataba la orden. Luego retrocedió, mostrando aquella ecuanimidad seductora.

Hola!  😭 Les pido una enorme disculpa, no he abandonado ninguna historia, solo no tengo tanto tiempo como antes.

Espero que les gustara, y dejen comentarios.

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