ᶜᵃᵖⁱᵗᵘˡᵒ #1
Encuentro
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21 de Enero; Bosque de Jimki- Moscú.
Camina lentamente para evitar hacer ruido, sus pisadas se marcan en la nieve, había salido a cazar como siempre para liberarse del peso de su conciencia que le grita varias cosas.
Sostiene en sus manos una escopeta de caza, un mosquete que tomo "prestado" del mural de la chimenea de la cabaña en donde Moscú lo había "abandonado". No le importaba, le daba igual si aquel hombre se aparecía o no.
Una infancia muy dura marco su vida, la disciplina bastante estricta aplicada en su educación y formación alimentaban a un monstruo detrás de aquel cuerpo que posee. Su alma esta corrompida por el odio y el sentimiento de venganza hacia su maldito progenitor. Hacia aquel maldito tricolor al que por respeto debe llamar "padre", aun cuando aquel renombre le queda bastante grande.
Si alguna vez mostró alegría en su rostro aquella esta desaparecida desde hace 14 años, cuando los golpes y los gritos hicieron a su rostro insensible, hicieron que su cuerpo marcado por los azotes y los golpes dejaran de sentir dolor al mínimo contacto con un objeto contundente.
Las copas de los arboles muertos en invierno le recuerdan su infancia, tan desoladora...tan triste y a la vez hermosa. No todo fue dolor y sufrimiento, solo una vez fue feliz.
Sus sentidos están alerta alejándolo de los recuerdos tristes que más que ser aquellos son torturas transitando por su mente una y otra y otra vez. Se detiene empuñando con fuerza aquel mosquete y moviendo su vista en los lados donde escucha un ruido, ramas rompiéndose y la corrida de un animal que parece no ser un venado.
Camina con lentitud y observa una gran ave posada en una rama de un árbol enorme, parece ser un buen trofeo y apunta aquel mosquete a la cabeza.
—Te tengo.—susurra mientras apunta a la cabeza y empieza a acariciar el gatillo.
De repente de aquellas llanuras gélidas aparece un gran oso, aquella bestia emite un gruñido mostrando sus enormes dientes y parándose en sus patas posteriores extendiendo sus patas delanteras con grandes garras. Aquella bestia se abalanza sobre el y el disparo del mosquete aterriza hiriendo aquella ave pero no así a aquel oso, un zarpazo deja una marca imborrable en su rostro.
Siente como parte de su rostro,aquella que recibió el impacto se empapa de sangre y la misma cae sobre la nieve tiñéndola de un hermoso color rubí. La desesperación hace que luche más por su vida, poniendo el mosquete en las fauces de la bestia para evitar que sus grandes colmillos se claven en su cabeza y desfiguren su rostro.
—Hoy...no...seré...tu...cena!.—grita enfurecido mientras evita que aquella bestia lo devore.
Un hábil movimiento de sus manos hacia su abrigo fueron suficientes para parar a la bestia. Empuño una pistola de mano, una calibre 50 y apunto directo a la cavidad bucal abierta del animal. La pólvora mancho sus dedos al igual que la sangre que salia de su rostro, el disparo resonó en todo el bosque, aquella bala hizo un pequeño agujero que acabo con la vida de aquel animal.
Exhausto y con las pocas fuerzas que le queda se recuesta saliendo de la aplastante presencia de aquel enorme animal muerto. Jadea mientras se reincorpora y retoma sus objetos que están a un lado del animal sobre la fría nieve. Rompe parte de su camiseta y a con su bufanda se amarra la misma en la parte afectada. Tres enormes garras se clavaron y rasguñaron su rostro mostrando el músculo de su rostro, estaba a pocos centímetros de haberse quedado tuerto más sus rápidos movimientos hicieron que aquellas garras no le arrebataran un ojo.
Parte de su abrigo se mancho de su sangre y algunas gotas resbalan por la misma cayendo sobre la nieve. Se dirige con calma hasta donde se encuentra su trofeo, aquella enorme ave que cayó por el impacto de la bala del mosquete. Sus pisadas resuenan en la cabeza ajena que sucumbe al miedo, atontado por el dolor que siente sobre una de sus alas se queda en silencio mientras hace un enorme esfuerzo por articular algunas palabras.
—Por favor no me haga daño.—súplica en un débil murmuro cuya voz se nota agotada en parte.
Sirian quedo en shock, no podía creer que aquella ave hablara más cuando se acercó por curiosidad divisó que no era un ave ordinaria, era una persona y lo más sorprendente, era semejante a el, los colores de su rostro que combinan en un rojo hermoso, un azul alucinante y un blanco puro, el extraños símbolo en su rostro implica más misterio sobre quien es aquel que esta recostado sobre la nieve.
No dice palabra alguna, su rostro que muestra seriedad es lo único que la mirada ajena observa con temor. Sirian extendió su mano derecha e inspeccionó sus alas, alas con un comienzo en blanco y un final en rojo, parecían dagas manchadas con sangre en la punta de su filo mortal.
—Estas bien?.—preguntó mientras seguía tocando aquellas alas buscando el orificio de la bala.
—Tu que crees!?.—respondio alterado mientras se retorcía de dolor aquella extraña entidad que tiñe con gotas de color carmín la nieve de su alrededor.
Se había equivocado sobre donde había llegado la bala.
—Estas bien, no tienes nada en las alas. Dime ¿donde te duele?.—preguntó mientras alejaba sus manos de aquellas extremidades emplumadas.
En si aquel dolor era proveniente de la parte dorsal de su abdomen, durante la caída sus alas sufrieron leves traumas, las ramas de los arboles fueron crueles azotes sobre su cuerpo. Estaba perdido...estaba asustado.
—Alejate de mi.—se arrastro por la nieve sosteniendo con sus manos el lugar afectado.
Sirian observó atento su actuar,estando débil aquel ser, podía recuperar la bala de su mosquete.
—Tranquilo...solo necesito que me devuelvas algo.—alegó mientras observaba asqueado como aquel ser con sus dedos pulgar e índice buscaban en su herida una bala.
—ahi la tienes.—ofreció la bala esférica manchada de su sangre sobre sus dedos sangrientos.
Aquella actitud le fascinaba de alguna forma, tomo la misma y antes de irse tomó un hondo respiro antes de proceder a cargarlo en sus brazos. Lo curaría y luego lo dejaría irse, con tal era la primera persona lejos de las que conoció con la cual cruzó más de tres palabras.
—Te dije que te alejarás!.—grito mientras retrocedía, la perdida de sangre provocaba un cansancio enorme sobre su ser.
—Lo siento, no te escuche a la primera y ni lo haré en las próximas horas así que sostente bien de mi.—ordenó autoritario mientras lo tomaba en sus brazos con cuidado.
—Quién eres?.—preguntó con su ultimo aliento antes de sucumbir al desmayo provocado del enorme cansancio que supone respirar cansado y la perdida de sangre y calor por las latas temperaturas.
—Mi nombre es Sirian.—respondió.—cuál es el tuyo?.
—Abdel...—su voz se oía como un leve suspiro.
Sirian asomo su mirada a la persona entre sus brazos sintiendo miedo al verlo cerrar los ojos, camino con rapidez dejando sus armas para evitar más peso en medio del bosque, a lado de aquel oso que murió intentando matarlo.
Su cuerpo siente la calidez del fluido carmín que desprende la herida de a quien lastimó en su caza, al igual que su rostro se va calentando a medida que la herida mal tratada se muestra en la prenda que usó para detener la hemorragia. Los minutos parecen ser segundos mientras sus pisadas en la nieve con el peso sobre sus brazos generan agotamiento a medida que las fuerzas se le agotan por el miedo, el pavor...cada segundo es una tortura encarnizada, el corazón se le acelera buscando la forma en como llegar a la cabaña en donde reside, esperando con ansias que la persona entre sus brazos siga respirando y no que este muerto.
Tan cerca y tan lejos a la vez...unos pasos que no se logran concretar....
Sin resignación alguna a padecer en aquella tumba helada que supone ser la densa nieve blanca sigue su camino, la vista empieza a nublarse y sus jadeos son aun más constantes...esta agotado y esta haciendo todo lo posible para socorrer a la persona que lleva entre sus brazos, las fuerzas ya no le da para más...es momento de descansar.
Y cayó tendido sobre el cuerpo de la persona que intentaba socorrer, sobre su manso cuerpo su ser se desplomó. Sus manos tocaron la nieve mientras sus ojos se tomaban el atrevimiento de cerrarse para conciliar el descanso; respiraciones tan lentas como el leve palpitar de sus corazones, el denso frío que cala sus cuerpos hasta el grado de no tener conocimiento alguno de estar congelándose la álgida brisa los besa mientras intenta cubrirlos con su blanco manto.
Dos sombras, un propósito, charlan sobre un tema...una orden y el socorro acabó llegando de la manera en que ninguno de ellos hubiese imaginado.
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