Ālātus: Proelium
La cólera consumió a Kérber. Por un instante, dudo de sus capacidades, cayendo al suelo, abatido. Sus habilidades habían sido adormecidas al adquirir un cuerpo humano, sin embargo, no sería impedimento para tomar revancha hacia el semidiós alado. Ālātus, por más hubiese rescatado a la mujer, no lograría abatir a las fuerzas del Averno.
«Maldito híbrido...» murmuró, apretando sus dientes.
De su pecho nació una llamarada, causando que el hombre empuñara sus manos. Un grito agudo y estridente envolvió la habitación, desencadenando el surgimiento de tres cabezas de perro como de serpientes en su lomo. Con sus manos abiertas separó los dedos en forma de abanico, moldeando bolas de energía proyectadas hacia la pared, desintegrándose por completo.
La criatura saltó hacia los cielos en busca de quien lo había desafiado.
Suranne, contempló a su salvador emprender vuelo, quien sigiloso se desplazaba por el firmamento cargado de nubes negras, pero desde lejos una ráfaga de fuego lo abrasó, azotandolo sobre el pavimento, rompiéndose este debido al impacto. A duras penas reaccionó ante la figura endemoniada de Cancerbero.
Ālātus comenzó a sangrar por la nariz, choqueado por la embestida. Lamió el líquido que caía sobre sus labios, a punto de desfallecer, no obstante, no mitigó el contraataque. Se impulsó hacia los aires girando con celeridad. Sus alas empezaron a rotar de forma oscilante provocando una ventisca gélida hasta originar un torbellino. Este, de manera gradual ascendió, lo que el joven aprovechó y apuntó con sus pomos directo al pecho de la bestia elaborando granizos, ocasionándole su congelamiento.
Los transeúntes gritaban y escapaban desesperados al presenciar el enfrentamiento, mientras las edificaciones se desmoronaban a su alrededor.
—Es mejor que te vayas, Kérber... —Ālātus advirtió agitado, con un notorio cansancio. La energía profesada lo estaba desgastando.
La ira sostenida en los ojos de color carmesí de la alimaña, fueron los únicos que permanecieron en movimiento. El bloque de hielo encetaba a derretirse gracias a la flama óptica de estos.
De pronto, miles de partículas de escarcha apuntaron hacia el mismo alado, lanzándolo contra una muralla.
Cancerbero se desplazó con seguridad, jactándose del adormecimiento de su enemigo, asestando un golpe certero en su tráquea y luego en el torso. El tronar de los huesos hizo que el alípedo se retorciera de dolor.
—Eres un novato, Elián. —Le escupió la sangre contenida en el rostro—. Aún esos pulmones no se adaptan, ¿verdad?
—Eres rápido... —Ālātus dijo tosiendo—. Más no inteligente.
Kérber, iracundo por la declaración del muchacho le propinó una diestra patada en la axila, presionando la arteria, ocasionando un alarido por parte del semidiós.
—Te quedan solo tres minutos, héroe de cartón —se mofó—. ¿Cómo saldrás de esta?
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