Tres tanques bajo la lluvia
ZOOTOPIA TANK POLICE
Capítulo 10: Tres tanques bajo la lluvia
La lluvia se intensificaba, el ruido dentro del galpón abandonado donde se había escondido Buajaja y su banda, se hizo insoportable.
Buajaja decidió subir el volumen de la radio para así acallar el ruido incesante de las gotas de lluvia chocando contra el techo de calamina, luego decidió encender uno de sus habanos apestosos.
―Oye, no fumes esa porquería que te va a dar cáncer ―le aconsejaba ceñuda, Annapuma.
―No creo que me vaya a morir de eso ―le respondía el cerdo con una sonrisa sarcástica.
―Con lo que apesta esa cosa, no entiendo porque insistes en fumarla ―le criticaba esta vez Unipuma.
―Es un asunto de hombres, ustedes, chicas no lo entenderían. Un macho no puede ser un macho de verdad a menos que fume al menos una vez en su vida un buen puro habanero de ZooCuba... Vamos, chicas, anímense, una probadita no les hará ningún daño.
Los demás miembros de la banda, dejaron lo que estaban haciendo y miraron a las gatas con miradas lujuriosas y uno que otro babeo.
―Miau, ¿qué te pasa Buajaja?, siempre insistes en que le demos una probada a estas cosas, ¿verdad, Unipuma?
―Nya, Annapuma, tienes razón. No entiendo a ustedes, los hombres, con su manía en insistirnos en fumar estas cosas. ¿Qué les pasa o qué?
Las hermanas gato estaban a punto de mandar al cuerno a los demás miembros de su banda criminal, cuando de repente pararon sus esbeltas orejas.
―¿Qué es ese ruido? ―preguntaba a nadie en particular Annapuma.
―Demonios, Buajaja, baja un poco el volumen ―pedía enojada Unipuma.
El cerdo así lo hizo, pero no pudo escuchar nada debido al ruido de la lluvia.
Uno de los miembros de la pandilla fue a asomarse a la pared y se paró de puntas para poder asomar su cara al largo ventanal que corría por toda la pared del galpón.
―No escucho ni veo... ―trataba de decir el carnero, cuando una fuerte detonación hizo estallar todas las ventanas del lugar.
Montón de pedazos de vidrio fueron a estrellarse y a cortar la cara del desgraciado, pero lo peor vino menos de un segundo después.
La pared explotaba y el calor de la explosión junto con la onda expansiva, había descuartizado y despanzurrado al criminal, enviando pedazos de los sesos de este a todas direcciones.
Buajaja y sus hombres se quedaron tiesos como estatuas, a excepción de las altas hermanas gato, que, haciendo gala de sus instintos y reflejos felinos, sacaron sus armas y se parapetaron en el margen exterior del hueco de la pared.
Fue esta rapidez de reacción la que salvó la vida de las dos gatas ya que, justo en ese momento, y por la parte de atrás, una mole metálica color verde y con el logo de la policía tanquista, atravesaba la pared y, derrapando, aplastaba contra una pared a un hurón que no gozaba de los rápidos reflejos de sus compañeras.
Pareciera la imagen de una barra dentífrica siendo apretada con excesiva fuerza por el costado inferior, ya que de esta misma manera el criminal vomitaba sobre un costado del tanque toda su sangre que antes se encontraba en su cuerpo.
Los criminales dispararon al tanque, pero no le causaban el menor daño. Este hecho, sin embargo, no fue observado ya que a la velocidad del rayo, el pequeño tanque disparó sus granadas de gas antidisturbios y a continuación dio un giro de noventa grados.
―¡Vámonos de aquí! ―le gritaba una de las hermanas gato a la otra y desparecieron por el hueco causado por la explosión.
La gran y pesada metralleta vulcan, giró a una velocidad endemoniada sobre su eje, vomitando a continuación su mortal carga.
Los miembros integrantes de la banda criminal vieron sus cuerpos rellenados con plomo de metralla. Estaban muertos, cosidos a balas mucho antes de que sus inertes cuerpos cayeran al piso.
―¡A mí no me van a venir con esa mierda! ―gritaba Buajaja mientras apuntaba al tanque con su lanzallamas.
Un circulo de fuego rodeaba al cerdo debido a sus intentos de destruir al tanque, el cual hacia alarde de maniobrabilidad al estar rodeando al criminal.
―Como dice la canción: "A mí Moralito no me lleva a menos que me dé la gana" ―resoplaba el cerdo en el paroxismo de la batalla.
Aprovechando que los operarios del tanque estaban distraídos, las hermanas gato entraron a sus respectivos tanques y encendieron los motores.
«Ese pajarraco tenía razón», pensaba Unipumma. «Esta cosa fue remodelada para ser operada por un solo tripulante».
―Oye, hermana, ¿qué diablos es esa cosa? Es muy pequeño para ser un tanque ―evaluaba Annapuma desde el otro tanque.
―Que importa, vamos a aplastarlo.
Los dos tanques avanzaron hacia el Bonaparte, y en eso, una fuerte explosión resonó en las orugas de ambos tanques que marchaban muy pegados uno junto al otro.
―¡Dulces galletas con queso, esas gatas están locas de remate! ¡Acaban de aplastar a su líder! ―gritaba Judy.
―¡Debemos salir de este espacio cerrado! ―gritó Key y, siendo el piloto, hizo salir al tanque haciendo gala de una buena conducción marcha atrás.
La lluvia había menguado y todo el terreno se encontraba cenagoso.
―Somos dos contra uno, hermana ―decía Annapuma―. Debemos rodearlo ya que ese tanque de juguete es muy rápido.
―Se dice fácil ―se quejaba Unipuma―, mi tanque no puede maniobrar tan rápido como ese pequeño. Además, el lodo lo dificulta todo.
Las poderosas orugas de los dos tanques ran, se veían lentas en su desempeño debido al terreno, un terreno que no representaba inconveniente alguno para el tanque Bonaparte, gracias a sus cuatro orugas de encastre de concha saliente.
Ninguna de las hermanas gato cruzó palabras ya que sabían a la perfección lo que su gemela estaba pensando.
«Hay que flanquear al maldito enano».
Los motores de los tanques ran rugieron y a continuación comenzó el juego del gato y del ratón, sin embargo, durante el lance de los gladiadores de acero, no podía vislumbrarse con claridad cuál era el ratón y cuál el gato.
Los largos cañones de los tanques ran vomitaban muerte sobre Bonaparte, pero la gran velocidad y maniobrabilidad del tanque de Judy, evitaba una y otra vez ser blanco fácil de los disparos.
Bonaparte descargaba tiros más rápidos, pero estos no hacían mella debido a la coordinación y no hay otra forma de decirlo: suerte loca de las dos gatas.
Debido al escaso volumen de almacenamiento, Bonaparte se quedó sin munición, mientras que Annapuma y Unipuma, aún contaban con varios tiros cada una, y lo que es peor, lograron flanquear a su pequeño oponente. El tanque policial tenía a un tanque ran justo adelante y el otro se hallaba justo detrás suyo.
―Key, a mí me enseñaron en la academia, que quien tiene más munición al final siempre gana.
―Entonces debemos pensar en algo que no nos enseñaron y rápido.
«Ya lo tenemos», pensaban las gatas. «Eres nuestra botana ahora».
Las gatas apuntaron los cañones al pequeño tanque.
―¡Salta! ―fue lo único que gritó Judy, y el gato negro entendió a la perfección.
Las cuatro orugas no habían sido diseñadas para esto, pero había llegado el momento de la verdad. Cada una de las orugas se retrajo al centro de masa del tanque haciendo que el pequeño tanque diera un salto.
Los dos tanques ran dispararon al mismo tiempo justo milésimas de segundo antes de que Key realizara esa extraña operación, con lo que ambos proyectiles pasaron justo por debajo del tanque y a milímetros de impactar este o a su hermano que se cruzaba para impactar el tanque ran que se hallaba al frente.
Ambos tanques ran fueron impactados por el proyectil que había lanzado su gemelo en diseño y las orugas se vieron inutilizadas lo mismo que los motores, los cuales desprendían una columna de humo que escondían ambos tanques.
―¡Que todos los batallones avancen de inmediato! ―ordenaba Gadget y toda la policía de Little Rodentia fue de inmediato a arrestar a las dos gatas que de seguro se hallaban inconscientes o tal vez muertas al interior de los tanques.
Parecía imprudente que tan diminutos oficiales se enfrentasen a las dos altas gatas, sin embargo, todos los uniformados llevaban dardos paralizantes, gases lacrimógenos y armas eléctricas, las suficientes como para neutralizar cualquier amenaza.
―Key, esa sí que fue una buena maniobra ―decía Judy mientras se secaba el sudor de la frente y trataba de respirar con calma.
―Tú eres quien se merece todo el crédito. ¿Cómo supiste cuando debería hacer saltar a Bonaparte?
―Esas dos gatas gemelas estaban coordinadas al cien por ciento, sabía que dispararían al mismo tiempo.
La coneja y el gato salieron del pequeño tanque, la vicealcaldesa, Calico Briggs, iba presurosa a su encuentro.
―¡Menos mal que están a salvo, estaba tan preocupada!
―No necesitaba preocuparse, vice alcaldesa ―la tranquilizaba Judy.
―No podía evitarlo, y no es necesario eso de vicealcaldesa, puedes llamarme Callie, ambos pueden.
Los tres intercambiaron miradas y sonrisas de alivio, mientras que el viejo jefe Rosano se acercaba donde ellos.
―Oficial Hoops, subcomandante Keyhearth. Me alegro que estén sanos y salvos y hayan tenido éxito en su misión.
Tanto Judy como Key bajaron sus respectivas orejas.
―No deben pensar en eso ―leía el rostro de los jóvenes, el viejo perro bobtail―. Todos sabíamos que la banda de Buajaja no era de esas que uno puede arrestar, no había otra opción que usar la violencia letal. Recuerden que sus acciones salvaron la vida de cientos de vidas inocentes en el casco viejo y Little Rodentia.
―Gracias, señor ―le agradeció Key con un tono triste.
―En fin ―continuaba Rosano―, me acaban de informar que ambos tanques estaban vacíos. Sí, algo me dice que volveremos a ver a las hermanas Puma en un futuro.
El teléfono de Callie sonó y la joven gata retrocedió un par de pasos para contestar la llamada.
Judy, Key, y el viejo jefe José Rosano. Vieron que algo no estaba bien al ver como Callie reaccionaba a la llamada de su celular.
―No..., puede ser ―decía Callie, mientras soltaba su celular y este caía al suelo.
―Callie... ¿Qué sucede? ―preguntaba preocupado el jefe Rosano.
―Señor..., la alcaldesa. Me acaban de informar que la alcaldesa acaba de ser tomada de rehén. Ella y el resto de VIPs que estaban en el recorrido de clausura de gala del viejo tren de Zootopia.
La sorpresa fue tal que las chascas del viejo perro se elevaron y dejaron al descubierto sus pequeños ojos.
CONTINUARÁ...
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