5.

La enorme sombra permanecía inmutable en el aire, sus cabellos revoloteaban por el viento que resoplaba con increíble fuerza. Zonder estaba contrariado, limpió sus ojos incrédulo tratando de entender cómo alguien podía estar por los aires, eso no era humano se dijo, y aquella cosa se interponía entre él y la luz.

El navegante intentó maniobrar con cautela, moviendo las velas para desplazarse poco a poco hacia la luz. La figura erguida permanecía en su sitio y cuando ya estaba cerca, el joven logró verlo con más claridad.

Su cabello era gris y largo hasta la espalda, llevaba una máscara oscura sin boca y sus ojos eran rojos. Vestía todo de negro, y sus manos eran negras y oscuras con unas largas garras que parecían estar filosas.

El navegante por debajo lo pudo pasar, sintió alivio al alejarse a unos cuantos metros. Por un momento pensó que aquello era un espejismo que se proyectaba cuando había hambre y sed.

Bebió y buscó algo de pan. Pero la figura seguía allí. Esta vez se giró y seguía de frente a la aeronave. Zonder pudo ver que el ave se le posó en el hombro de aquel ser aterrador, allí intentó subir la velocidad, ya que la luz estaba muy cerca y cuando lo hizo...

No hubo tiempo alguno para reaccionar, aquel ser ya se había aposentado sobre la proa de la aeronave, sus enormes ojos rojos se posaron en la figura del navegante que de inmediato se paralizó, cogió una lanza y la apuntó hacia aquel ser.

—¿Qué eres? —preguntó. Su mirada era amenazadora y su postura de guerra—. ¡Responde de una buena vez!

La figura no respondió. Permaneció allí un largo tiempo sin moverse y en su hombro seguía el ave. Él también permaneció sin moverse ni dar la espalda por un momento.

—¡Voy hacia aquella luz! Si vienes a estorbar será mejor que te vayas, puedo defender mi aeronave, tengo armas y sé pelear excelente. Nunca perdí una batalla en Brón.

Sin respuesta alguna...

Zonder retrocedió y se fue hacia el timón de la aeronave, notó que la brújula estaba marcando el sitio exacto de la luz y así fue, a unos escasos metros estaba aquella luz hermosa que parecía iluminar el cielo. Divisó hacia el desierto y efectivamente había una ciudad, pudo ver edificios enormes y pulcros y un aroma a flores que se podía percibir en el aire. Detuvo la aeronave. Sin quitar la vista de aquel ser aterrador intentó bajar y ver la ciudad con mayor claridad.

—¡Morirás!

Zonder arrugó la frente, ¿qué era eso que dijo la figura? Tomó su lanza e intentó atacar al ser espeluznante pero este de un solo salto volvió hacia los aires y se quedó allí.

—¡Ven aquí, cobarde!

—¡Morirás!

El navegante se fue caminando hacia atrás para no perder de vista a aquella oscura figura, desde el muelle de la ciudad pudo notar a una persona que se hallaba descansando en una silla y parecía saludarlo a lo lejos.

—¡Un visitante! —exclamó.

—Vengo de muy lejos, buen hombre y quisiera entrar a tu hermosa ciudad para establecerme. Sé que aquí es mi destino, y quisiera poder pasar el resto de mis años en este lugar, dime, guardián del muelle, ¿cómo se llama este lugar?

Un fuerte trueno azotó la luz que descendía destruyendo en el instante la entrada al muelle y desapareciendo al guardián. Zonder se lanzó a la tierra y soltó su lanza, estaba con el sonido del rayo retumbando sus oídos y por un momento quedó sordo.

¿Qué ocurrió? ¿Qué ha pasado? Se preguntó contrariado, observó a la figura que seguía allá arriba, de sus manos brotaban pequeñas chispas de fuego y con un súbito movimiento alzó sus manos y lanzó una llamarada enorme hacia la luz destruyendo toda la ciudad.

El navegante intentó esconderse corriendo a su aeronave, aquel espectáculo era entristecedor a los ojos de este, sus lágrimas brotaban y con tal rabia empuñó su arma y lo lanzó hacia aquel terrorífico ser que sin contratiempos lo esquivó.

De la ciudad salieron varios uniformados de blanco que arrastrados por el miedo se dejaron caer en el desierto, corrían despavoridos gritando: ¡Palacka! ¡Palacka! Luego de eso, fueron consumidos por el ardor de las llamas incesantes que no parecían desaparecer.

Zonder como pudo sacó entre las ruinas al guardián del muelle que un se mantenía respirando, su rostro estaba deformado, producto del fuego que lo había abrasado con fuerza.

—¡Estás a salvo, buen hombre!

—¡Palacka!

—No entiendo qué me dices, ven y te curaré con algo natural que llevo siempre conmigo, aguanta, por favor.

—Palacka...

Fue muy tarde, el último suspiro del guardián se dejó sentir ya en la aeronave. La figura demoníaca seguía azotando la ciudad hasta quedar cenizas ante la mirada incrédula del navegante.

—¡Detente! —gritó—. Estás asesinando a gente inocente, pueden haber mujeres y niños allí, por favor, déjame ayudarlos, debo ir a rescatarlos, ¿por qué lo haces? ¿Qué necesidad hay de todo esto? Te lo ruego.

—Todos están muertos y si entras, morirás.

—¿Quién eres y por qué El Gran Oráculo no me advirtió de tu presencia en estos caminos?

La figura dejó de incinerar la ciudad, se giró y volvió a posarse de frente al navegante, era enorme y Zonder si apenas le llegaba a la cintura. Aquel ser era un demonio, no había la menor duda.

—¡Tú sabes quién soy!

El joven abrió sus ojos, no entendía nada. Primera vez que lo había visto, sabía que no le conocía y que mucho menos sabría su nombre. Luego recordó lo que decían las personas que huían por el muelle y sin titubear repitió la palabra:

—Palacka.

El demonio afirmó, se fue hacia el cielo y gritó con fuerza:

—Si te veo cerca de esta ciudad, voy a destruirla, porque tu camino es hacia Los Dos Pensantes, ve y no morirás...

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